Cannes 2012: Reygadas, Arango, Corsini, Salles y Carax
Esta será, seguramente, la última entrada crítica que escribo desde el Festival de Cannes, a pocas horas del cierre y de los premios (que desconozco al escribir estas líneas). Si no llevo mal la cuenta, con estas cinco ya sumo 32 minicríticas de las 44 películas que vi acá (las cinco argentinas saldrán o ya […]
Esta será, seguramente, la última entrada crítica que escribo desde el Festival de Cannes, a pocas horas del cierre y de los premios (que desconozco al escribir estas líneas). Si no llevo mal la cuenta, con estas cinco ya sumo 32 minicríticas de las 44 películas que vi acá (las cinco argentinas saldrán o ya salieron con motivo de sus estrenos comerciales), por lo que me quedarán unas 12 más para cerrar el festival, algo que haré seguramente en el largo vuelo de regreso para publicarlas el martes o miércoles desde allá. Sin más preámbulos entonces, entremos en este post, que costó ponerse a escribir, ya que tiene algunas de las películas más comentadas, celebradas y/o criticadas del festival.
POST TENEBRAS LUX, de Carlos Reygadas. El realizador mexicano se especializa en confundir a los críticos y espectadores. Si BATALLA EN EL CIELO es el título difícil -el Lado B- que siguió a la muy valorada JAPON, POST TENEBRAS LUX parece también jugar a ser el espejo deformante, experimental, la mirada desde el otro lado, de LUZ SILENCIOSA. Ese ida y vuelta entre luz y oscuridad queda muy claro hasta en los títulos de las películas. En PTL (llamemos así a POST TENEBRAS LUX) están los ensimismados universos pastorales, pero también el Diablo, el asesino y la violencia social, temas y formas con las que el realizador ya trabajó antes. En este filme aparecen dos figuras nuevas: la experimentación visual más radicalizada, que lo lleva a salir de los procedimientos narrativos convencionales muchas veces, usando un lente deformante de los bordes de la pantalla en todas las escenas de exteriores; y el protagonismo de una alta burguesía acomodada a la que describe con precisión y bastante crudeza. Es bastante duro, incluso, con su protagonista, a quien pinta como una mezcla de ángel y demonio, de hombre comprensivo y gentil por momentos, pero también uno que maltrata a sus perros, hostiga por momentos a su mujer y termina mezclándose en una situación violenta cuando roban su casa (la parte «Tenebras» del título). La «lucha de clases» es otro tema central, con Reygadas tratando de analizar los miedos y las miserias de la clase alta, pero siendo igualmente poco «políticamente correcto» con los trabajadores, que terminarán por volverse contra el patrón. Ese «paraíso» de animales sobre la Tierra va a ir camino de desaparecer en una suerte de apocalípsis bíblico que Reygadas muestra con violencia y crudeza en algunas escenas que generaron fastidio en algunos espectadores (no las voy a contar acá para no arruinar la sorpresa), algunas de las cuales yo también creo que no funcionan. Entre el surrealismo y el animismo, metiendo su cámara en las cosas y dando a entender que una lógica cósmica se precipita sobre ellas de manera que no logramos entender del todo, PTL es una película pequeña y personal que también quiere abarcar el estado del mundo y sus cosas. De alguna manera, es una película Lado B de la propia obra de Reygadas, y hasta de películas como EL ARBOL DE LA VIDA, digamos. Acá, la «luz» está ahí, sólo que la oscuridad acecha todo el tiempo y nos hace difícil la posibilidad de capturarla y, aunque sea por un tiempo, dejar que nos ilumine.
LA PLAYA DC, de Juán Andrés Arango. Tal vez sea la película más interesante que vi del Nuevo Cine Colombiano, con bastantes puntos en común con el nuevo cine argentino de hace una década. A diferencia de otro cine colombiano que tiene una búsqueda más «pintoresquista», si se quiere, en la que se mezclan las guerras y la vida en el campo para contar historias tradicionales, aquí estamos en la Bogotá de hoy, con adolescentes negros tratando de adaptarse al racismo y violencia del lugar. El filme capta muy bien esa vida en las calles, la cacofonía del ambiente, el ir y venir, las lealtadas y las traiciones. Pinta un mundo y nos hace entrar en él, creo, sin trampa alguna. Es una muy buena opera prima.
THREE WORLDS, de Catherine Corsini. No había visto muchas películas de Corsini previamente, pero ésta me sorprendió, aunque no necesariamente para bien. Primero, me atrapó con su formato de thriller psicológico más o menos convencional, «afrancesado», diríamos. La historia de un accidente de tránsito, un hombre que se escapa, una mujer que lo ve, ambos se conocen y así… Me intrigaba, me parecía bien contado. En un punto la película empieza a forzar a sus personajes a tomar actitudes cada vez más complicadas de entender, enredándose en una lógica absurda que parece más puesta para llevar la trama a sus últimas consecuencias que por la lógica del comportamiento humano. Y el interés se va perdiendo y no hay forma alguna de recuperarlo, ya que en cada uno de estos «tres mundos» atravesados por el accidente que Corsini describe, pocas son las situaciones y personajes que siguen teniendo interés. Y así, el asunto no se recupera jamás.
ON THE ROAD, de Walter Salles. Es difícil cerrar opiniones sobre esta película. Muy pocos la consideraron una obra maestra, pero a algunos les gustó mucho. Los más estamos entre los que nos deja más dudas que certezas y los que, directamente, piensan que es mala o muy mala. Salles le imprime algo similar a lo que hizo con DIARIOS DE MOTOCICLETA. Su estilo es una suerte de «nuevo clasicismo» que toma de los aportes narrativos que hizo al cine mainstream la tradición francesa para lograr este ya no tan nuevo estilo de filmes -un poco como Y TU MAMA TAMBIEN, de Alfonso Cuarón- al que no puede acusarse de banal ni de simplista, pero que tampoco alcanza la crudeza necesaria, la voz personal, para transformarse en algo vivido, sentido, tocante. Es «cool», «estilizada», «moderna», pero también está como removida un paso de lo real, lo urgente y lo personal. Porque, es cierto, Salles no escapa a mostrar las partes más duras de la novela, pero de la manera en la que lo hace esa fuerza se difumina, se desarma. Queda la cáscara, el gesto, y la ambición parece tapada por la necesidad de que sea entendida y aceptada por mucha gente. A camino de esos dos mundos -indie y mainstream- anda la película. Para los que tomen a la novela como un quiebre revolucionario en la historia de la literatura, la película -que retiene buena parte de la historia- no les dará esa sensación. Para los que pensamos que, a esta altura, tanto el libro como la película forman parte del acervo reusable de la industria cultural, no nos producirá molestia. Nos parecerá otro nuevo episodio en la campaña de conservación de un clásico moderno del canon literario ahora convertido en producto audiovisual. La verdad, me dan más ganas de ver el documental que hizo sobre la investigación para el rodaje de la película…
HOLY MOTORS, de Leos Carax. La dupla Carax/Reygadas, vista con pocas horas de diferencia, me hizo pensar bastante en los motivos por los que la crítica aplaudió al primero y cuestionó al segundo. En principio, son dos filmes de estructura episódica, experimental, diferente de la mayoría por el formato y la búsqueda visual, por sus escenas «descolgadas» y por no seguir la lógica permanente de causa y efecto de la mayoría de las películas. Creo que la película de Carax es más apreciada porque habla sobre el cine, mientras que la de Reygadas no piensa ni habla de cine. Y los críticos solemos tener una conexión más sencilla con el cine que con, digamos, la vida. Creo que la película de Carax es más lúdica y no trata de encontrarle el sentido cósmico a todo, como la de Carlos, pero en realidad no es tan así. Carax lo hace, sólo que cuando la situación se pone un poco «grandiosa», en vez de cortar una cabeza, Carax corta con una broma, como con la familia de monos. La película de Reygadas tiene un orden narrativo no tan episódico y una carga psicológica más evidente. La de Carax va de experimento a experimento, de prueba a error, de corto a corto, mientras lanza escenas y situaciones originales, bizarras, maravillosas o tediosas. Lo que HOLY MOTORS genera es un mundo extravagante, pasado de todo, una vuelta a cosas casi del cine mudo. A mí, que toda la iconografía que Dennis Lavant representa (el mago, el mimo, el contorsionista, el bailarín) me fastidia, me costó mucho entrar del todo en su viaje y en sus «viajes» dentro del viaje, mientras que la película de Reygadas me resultó más cercana a mi experiencia. Si bien no estoy en el grupo que la considera la obra maestra del festival, sí estoy entre los que piensan que más películas como esta son necesarias, en los festivales y en nuestros cines.