El empleo del tiempo

El empleo del tiempo

por - Críticas
15 Jul, 2012 08:28 | comentarios

Por Diego Lerer Mientras pensaba qué escribir respecto a mi partida del diario Clarín, me dije que sólo debería usar las frases que Juan Román Riquelme utilizó al anunciar su retiro de Boca y/o su renuncia a la Selección y que con eso sería suficiente. Frases como «ahora sólo quiero ir a mi casa, abrazar […]

Por Diego Lerer

Mientras pensaba qué escribir respecto a mi partida del diario Clarín, me dije que sólo debería usar las frases que Juan Román Riquelme utilizó al anunciar su retiro de Boca y/o su renuncia a la Selección y que con eso sería suficiente. Frases como «ahora sólo quiero ir a mi casa, abrazar a mis hijos y comer asados con mis amigos», por ejemplo. Pero no es más que una broma ingeniosa que no podría explicar casi nada de lo que sucede y/o sucedió, si bien muchas de ellas son más que apropiadas. Contar las cosas sinceramente, sin escudarme en una cita graciosa, debería ser lo más sano. No lo más sencillo, claro.

Volviendo a las metáforas futbolísticas, también es más que apropiada otra frase hecha: «Se cumplió un ciclo». Suena a lugar común, y lo es, pero también es lo que más se parece a lo que siento ahora. Entré a Clarín en 1992, recién salido de la carrera de Ciencias de la Comunicación, y llevaba 20 años en un diario que me dio un lugar y un espacio para poder desarrollarme y crecer como periodista y como crítico de cine. En ese entonces creía que sabía mucho, pero tenía apenas 23 y, sinceramente, no sabía nada. Trabajar en un diario con la demanda y la exigencia de Clarín te da una gimnasia periodística que, supongo, no se da en muchos otros lados. Gracias al diario es que pude escribirsobre lo que quise, viajar por buena parte del mundo y crecer laboralmente a lo largo de estas dos décadas.

Pero como todo trabajo permanente, de ir todos los días a redacción, de constante corrida, apuro y demanda, después de un cierto tiempo se puede volver agotador, estresante, llámenlo como quieran. Uno se vuelve más grande, pierde cierto empuje y paciencia, y se vuelve un poco esclavo de cierta repetición, de una mecanicidad laboral que no es ideal en estos casos. Uno, digamos, ya no mira bien, ya no analiza bien, ya se cansa y fastidia más rápido de lo necesario con ciertas cosas. Y antes de caer en «el piloto automático», es bueno frenar un segundo, pensar en lo que se está haciendo y tomar algunas decisiones que tienen que ver con cuidarse mental, física y profesionalmente. Esto es: no degradar el propio trabajo al punto de tornarlo irreconocible.

Fue un proceso largo animarme a dejar un trabajo que hago desde que, bueno, desde que trabajo, pero sentía que me debía ese riesgo. Si una cosa aprendí de mi padre es que siempre se puede volver a empezar, cambiar -de trabajo, de lugar, de forma de vida- y que uno tiene que atreverse a ver qué pasa. No siempre te va a ir bien, imagino, pero la rutina es una trampa mortal. Y más cuando no es una rutina cómoda y relajada, sino una demandante y por momentos agotadora.

No hay cuestiones políticas de por medio, ni problemas con la gente con la que trabajo, y los cambios en la sección tampoco influyeron en mi decisión, que vengo analizando hace ya varios años. Supongo que todos podrán darse cuenta qué tipo de cosas me interesan más en el ámbito «cultural/espectáculos» y es cierto que los espacios para esas cosas son cada vez más acotados. Pero eso no es el gran problema para mí: siempre sentí que el diario me permitía dejar una marca, por mínima que sea (las limitaciones propias del formato papel no siempre me permitieron explayarme de la forma que hubiera querido), para defender cierto cine. Y lo hice cada vez que pude, de la misma manera que nunca tuve problemas para dejar mis puntos de vista y opiniones.

Lo que hay, también, es cansancio de un circuito de estrenos cada vez más pobre. Y, en ese sentido, es más «culpable» de mi retiro del diario lo que la cartelera comercial tiene para ofrecer que otras cosas. Las películas que se estrenan, salvo contadas excepciones, me motivan poco y nada a pensar, a escribir, a inspirarme. Y las que sí me interesan no se estrenan y sólo se dejan ver en festivales, muchas veces del exterior y punto. Y ese nicho es muy pequeño no sólo para Clarín sino para casi toda la prensa no especializada.

Hoy prefiero escribir aquí sobre lo que quiero y cuando quiero, aportar mis conocimientos a los festivales de cine para los que trabajo, tener más tiempo para otras cosas. Me voy con la mejor de las relaciones con el diario y, espero, dentro de algún tiempo, poder escribir de vez en cuando allí, de la misma manera en la que lo hago aquí, en OtrosCines y, calculo, lo haré para otros lados. Y no sólo sobre cine -con el que cada vez tengo más conflictos- sino sobre otros temas.

El periodismo es fascinante, adictivo, singular. Los que nos dedicamos a él nos quejamos todo el tiempo, pero nos cuesta escaparnos de su fuerza casi magnética. Esa adicción deja sus consecuencias, sus secuelas, y un periodista con 20 años de carrera encima -por más que hacer periodismo de espectáculos no sea ir a un frente de batalla- convive con un stress permanente. Y en esa loca carrera prefiero bajar la velocidad. No abandonarla ni darme por vencido. Simplemente agarrar algunas rutas con paisajes distintos, nuevos, más atractivos a la vista. Cambiar un poco de aire, pensar más y mejor las cosas.

No voy a convertir este post en un texto de autoayuda, odio eso. Y tampoco me creo mejor que nadie por hacer esto. «Se cumplió un ciclo», dijo Román y tiene razón. La perspectiva del asadito con amigos y familia hoy suena mucho más atractiva que la nueva secuela de CREPUSCULO o que la carrera loca por una primicia que, un par de días después, será olvidada. La cultura, el espectáculo, el entretenimiento -llámenlo como quieran- me apasiona y estimo que nunca me alejaré de lo que pasa allí. Sólo quiero poder manejar un poco más mis tiempos, mis intereses, mi día a día. Aprender a hacerlo, de hecho.

Una noche del BAFICI 2011 me crucé con la actriz/escritora Romina Paula, coprotagonista de EL ESTUDIANTE, a la que no conocía personalmente. La saludé, me presenté y me dijo: «Ah, ¿vos sos Lerer? Te leo de chiquita». Al margen de hacerme sentir un anciano en el momento, ese día me terminó de caer una ficha: tal vez ya sea hora de dar un paso al costado y dejar que gente nueva, más joven, con otras visiones y diferente energía, lleve adelante una sección de cine en un diario. Quizás yo ya no vea las cosas del todo bien -demasiado roce, demasiada interna, demasiado todo- y es probable que haya alguien con diez, quince años menos que yo que pueda hacerlo mejor. O diferente.

«El empleo del tiempo», de eso se trata finalmente el asunto.