Diario del Festival de Roma: Parte 5
Siguiendo con el repaso romano, es el turno de uno de los mejores momentos que viví en el festival, con BULLET TO THE HEAD, de Walter Hill. Cuando digo «mejor momento» me refiero, básicamente, a una experiencia disfrutable de principio a fin. Hubo mejores películas en el festival -y hasta hubo mejores películas de acción-, […]
Siguiendo con el repaso romano, es el turno de uno de los mejores momentos que viví en el festival, con BULLET TO THE HEAD, de Walter Hill. Cuando digo «mejor momento» me refiero, básicamente, a una experiencia disfrutable de principio a fin. Hubo mejores películas en el festival -y hasta hubo mejores películas de acción-, pero el combo Stallone/Hill me llevó de regreso a mi adolescencia (aquí, a 1984/5) como hace mucho que ninguna película lo hacía.
Es que, salvo algunos detalles (y el digital, obviamente), Hill filma como si el tiempo no hubiera pasado. La película tiene la estructura, el humor y los códigos narrativos de esa época: es un policial con dos investigadores muy diferentes que viajan en un auto gran parte del tiempo, la música es blues y R&B con un particular acento de New Orléans, los «one liners» que se usan ya fueron dados de baja por el Sindicato de Guionistas hace años y cuando el joven policía de ascendencia coreana habla por su Smartphone, Stallone lo mira como si el tipo fuese un enviado del futuro.
Cuando se habla del retorno de los ’80, la mayoría de los filmes mencionados son pastiches que homenajean la época con guiños, pero BULLET TO THE HEAD es la primera que veo que logra reproducir la sensación de estar viendo una película de entonces. Y precisamente de esos años (el bloque 83/86 diría) ya que después el cine de la década se volvería más explosivo, espectacular y clipero. Esta película toma de los policiales del montón, de mediano presupuesto, con alguna estrella conocida pero sin ambiciones hipertaquilleras, con peleas a puño y cuchillo, persecuciones callejeras a escala humana y explosiones en la que, como mucho, vuela una casa. Aquí no sobra nada: se usa lo que se tiene.
Es por eso que si alguien tiene que tomar una saga como LOS INDESTRUCTIBLES debería ser Walter Hill. El primer filme era un poco torpe, pero el segundo era una película actual, perdía la línea de cómo debería ser una película para esos personajes. Hill lo maneja a la perfección, se puede decir que lo lleva en la sangre. El director de THE WARRIORS, CALLES DE FUEGO y 48 HORAS pertenece más a la raza de los cineastas que llevaron cierto realismo de los ’70 a los ’80 más que a los que se consagraron en esa década con un estilo visual, digamos, más «flashero» y espectacular, como Michael Mann o Tony Scott.
La película no hace falta contarla. Es lo que es. Uno se hace el que no la vio antes por un rato, pero luego no se puede disimular. Tiene todos los clichés del subgénero con una pequeña diferencia. Adaptada de un comic francés tiene un nivel de violencia y de, digamos, nihilismo, que las películas de los ’80 no tenían. O no tenían tanto. De hecho, Stallone (cada vez más seco y duro, pero aprovechándolo muy bien aquí) encarna a un «hitman», un asesino a sueldo, que no se hace mucho problema por matar a nadie, incluyendo a policías…
La única película italiana que vi era tan pero tan mala, que no vi ninguna más. Me dicen algunos colegas que hay dos o tres que están bien, pero ya saben el cuento de la vaca y la leche, etc, etc. De la única película de la que me fui a la hora aquí, E LE CHIAMANO ESTATE, de Paolo Franchi, es una película erótica soft sobre el sufrimiento de un hombre (interpretado, pésimamente, por Jean Marc Barr doblado al italiano) que ama a su esposa pero solo puede tener sexo con prostitutas o en situaciones perversas y nunca con ella. Este drama que parece una publicidad de perfumes -ostentoso, aburrido, monótono, por momentos directamente ridículo, al punto de causar risas en la función de prensa- me resulta una de esas inclusiones inexplicables del festival… y encima en competencia. No hay muchas -hay películas no del todo logradas, pero esto es otra cosa-, pero calculo que con esta alcanza.
La que, en cambio, pelea por el título de mejor película de la competencia oficial -para mí-, es UN ENFANT DE TOI, drama del francés Jacques Doillon sobre una mujer que se reencuentra con su ex marido y empiezan una especie de affaire amoroso, ya que ambos están con otras parejas. Lou Doillon (hija del director, actriz, modelo y cantante) encarna a Aya, quien se cita con Louie (Samuel Benchetrit) después de años sin casi verse y allí nomás queda claro que el asunto entre ellos no está terminado. Tienen una hija juntos (Lina, de 7 años, encarnada por la simpatiquísima Olga Milshtein), pero Aya ya está en pareja (con Victor, un dentista interpretado por Malik Zidi) y trata de no enredarse de nuevo con su ex.
El filme seguirá las idas y vueltas de ese reencuentro a lo largo de una serie de citas en las que Aya y Louis irán yendo y viniendo en sus juegos de seducción y rechazo en los que nunca parecen decidirse si volver o no. O, más bien, en los que tratan, sin poder evitarlo, de no volver a verse. Todo esto será hecho casi abiertamente, con Victor al tanto de casi todo, lo mismo que la novia que tiene Louie, más joven que ellos. Esas idas y vueltas se escenificarán de manera casi «rohmeriana» a lo largo de una serie de largos diálogos entre ellos dos y entre Aya y Víctor, entre Louie y su novia, entre los cuatro juntos, los dos hombres juntos y hasta entre la niña y sus padres.
La trama tiene mucho del cine de Rohmer y algo del Jean Eustache de LA MADRE Y LA PUTA, con una mujer en este caso pivoteando entre dos hombres: su inestable pero para ella fascinante e irresistible ex marido y su más serio y profesional nuevo amor, que quiere tener un hijo con ella, lo que la lleva a plantearse si quiere o no seguir con él. A través de esa permanente danza amorosa (filmada con cámara en mano y largas tomas, los diálogos en general se juegan con un ritmo y cercanías casi coreográficas), Doillon habla del amor, las familias, la madurez, la inestabilidad y los miedos de una manera noble y generosa (140 minutos dura el filme) con mucha franqueza en los diálogos pero bastante pudor visual (como Rohmer) en un filme que parece la quintaesencia del cine francés. Tal vez lo sea, pero eso no está mal. A la hora de hablar de los misterios del amor, la francesa tal vez sea la tradición cinematográfica más rica de todas.
Los hijos de Skolimowski, Jozef y Michal, habían dirigido juntos una película en 1993 y no lo habían vuelto a hacer hasta IXJANA, que se presentó aquí en competencia. Lo que me enteré un día antes del estreno (algo que trascendió bastante poco) es que Jozef murió hace unos meses, luego averigué que por una enfermedad repentina que contrajo en India. Así que fue imposible ver la película sin pensar en ese aspecto, ya que se trata de un escritor (de una novela llamada MY BROTHER MY KILLER) que no recuerda lo que hizo una noche de alcohol y drogas en la que pudo (o no) haber matado a su mejor amigo.
La trama va y viene de ese momento a lo que va pasando después y tiene algo en común con THE HANGOVER en la idea de que lo que va recordando de esa noche lo ayuda a entender lo que va pasando después. Aquí todo tiene que ver con una mujer que le gustaba a él y a su amigo, por la que se pelearon y dejaron de verse a posteriori. Luego, él se topará con la mujer en cuestión y tratando de averiguar qué fue de su amigo llegará a la conclusión de que lo mató esa noche. Pero el asunto es bastante más complicado y retorcido en una película que comienza siendo intrigante pero le va agregando demasiadas vueltas a la trama hasta tornarse un poco agotadora. Si a todos esos «rulos narrativos» le sumamos un final sorpresa que vuelve, otra vez, a cambiar todo lo que vimos, la cuestión se pasa de rosca del todo.
De cualquier manera, el filme no es del todo malo, tiene algunas muy buenas escenas y durante la primera mitad logra generar cierta intriga y tensión. No queda claro si la película la terminaron los dos o quedó bajo responsabilidad de Michal, que posó aquí ante los fotógrafos con una foto de su hermano y, al presentar el filme en la gala oficial, dijo que Jozef «se había ido», generando un rumor muy raro en la sala ya que nadie estaba seguro de qué había querido decir ya que la noticia no era del todo conocida (yo me había enterado el día antes). Un hecho bastante extraño y doloroso.