Cinco documentales, camino al Oscar

Cinco documentales, camino al Oscar

por - Críticas
03 Ene, 2013 05:58 | Sin comentarios

En las últimas semanas logré ver cinco de los quince documentales que quedaron en la última preselección de los que finalmente serán nominados a los Oscar. Es un grupo variado en cuanto a temáticas, pero lo que más me sorprendió en todos ellos es lo estructurados, convencionales e informativos que son. Con distintos métodos, cada […]

DetropiaPosterEn las últimas semanas logré ver cinco de los quince documentales que quedaron en la última preselección de los que finalmente serán nominados a los Oscar. Es un grupo variado en cuanto a temáticas, pero lo que más me sorprendió en todos ellos es lo estructurados, convencionales e informativos que son. Con distintos métodos, cada uno de estos filmes se ocupan, centralmente, de analizar un tema o contar una historia pero siempre desde un formato casi periodístico, como si el registro documental fuera algo fundamentalmente de divulgación. Hay filmes mejores y peores, más o menos logrados, pero me sorprende que casi ninguno tome riesgos narrativos o intente quebrar el modelo establecido.

Los dos que había visto antes son más interesantes: FIVE BROKEN CAMERAS, de Emat Burnat y Guy Davidi, y THIS IS NOT A FILM, de Jafar Panahi, en especial éste último. Sin dudas, esta es una muy buena ocasión para dar un Oscar que sea, a la vez, cinematográficamente merecido y políticamente noble. Sería bueno que la Academia no lo dejara pasar y premiara a Panahi.

Acá van, uno por uno, los otros cinco documentales que vi.

 

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THE IMPOSTER, de Bart Layton. Sin duda, la más interesante y sorprendente de las historias. El filme se centra en un hombre joven, francés, el «impostor» del título, que dice ser el hijo adolescente, desaparecido misteriosamente, de una familia norteamericana. Por más que el hombre no se parece en nada al chico y que hasta tiene un fuerte acento europeo (y una mala construcción de frases) al hablar inglés, la familia dice que es el chico perdido y lo acepta como tal. El filme sigue la historia de este muy peculiar impostor y de la extrañamente convencida familia.

La historia es sin duda potente, original, intrigante y abre puertas a decenas de posibilidades e interpretaciones que el filme explora. El problema, para mí, es que la forma es excesivamente convencional, televisiva, armada con mayoría de entrevistas y «re-enactments», con actores interpretando a las personas involucradas de una manera casi History Channel.

Es cierto que la falta de material original, de archivo, puede ser el motivo de este formato, pero sin duda habría otros, más interesantes y formalmente menos transitados, para explorar el caso. De cualquier modo, el tema en sí es lo suficientemente potente y curioso como para que la película se vea todo el tiempo con interés, casi como un thriller de ficción, uno que parecería demasiado tirado de los pelos hasta para la ficción…

 

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THE HOUSE I LIVE IN, de Eugene Jarecki. El tema elegido aquí es muy amplio, acaso demasiado, para lo que puede abarcar un documental: la historia y consecuencias de «la guerra contra las drogas» que lleva a cabo los Estados Unidos desde principios de los ’70. En el filme, el director entrevista desde personas cercanas (la historia de la familia de su mucama de la infancia es el disparador del filme) hasta políticos e investigadores, historiadores, periodistas y al creador de THE WIRE, David Simon, tratando de cubrir todos los aspectos de esta «guerra» que cuesta mucho más al país de lo que finalmente vale, ya que gran parte de los recursos se van en patrullar calles y mantener en cárceles a consumidores o traficantes de muy poca monta.

Más allá de la voz en off y algunos momentos «personales», el filme tampoco se escapa mucho del formato televisivo, con «opinadores» -en general, siempre del mismo palo- dejando en claro las consecuencias lamentables de esa «guerra». Las observaciones, al menos para mí, no son demasiado nuevas (lo más interesante es la presión de las empresas privadas que construyen cárceles y las familias de la gente que allí trabaja por sostener el sistema) y la película salta de tema en tema sin profundizar en casi nada.

Lo mejor del filme está en el testimonio de Simon y en el de un duro policía que, a lo largo de los años, se ha vuelto bastante cínico respecto al sistema de condenas excesivas y, fundamentalmente, racistas. De vuelta, es un filme bastante bien narrado y accesible de ver, sólo que no arriesga en nada.

 

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SEARCHING FOR SUGAR MAN, de Malik Bendjelloul. Otra historia sorprendente, aunque más típica de los oscuros misterios del rock and roll. El filme cuenta la historia de Rodríguez, un músico de Detroit de origen mexicano que sacó dos discos a principios de los ’70 que, pese a ser muy buenos (una mezcla de Dylan y Gil Scott-Heron, digamos, o un folk soul tipo Terry Callier) no vendieron nada. El hombre desapareció del mapa por completo y nunca se supo nada de él. Pero en Sudáfrica, el primer disco se convirtió en un éxito increíble («todo el mundo lo tenía, era más popular en los ’70 que los Stones», dicen) pero, en épocas de apartheid y poco contacto entre ese país y el mundo, nadie se enteró. Ni el propio Rodríguez. De hecho, en Sudáfrica lo daban por muerto.

La película se centra en la historia de Sixto Rodríguez, su éxito en Sudáfrica y la búsqueda por saber qué fue de él. Es un relato claro y conciso, muy clásico en su formato (no estaría mal en la pantalla de VH1 o alguna serie tipo «¿Qué fue de la vida de…?»), con algunos momentos notables (la combinación de videos filmados en un concierto) y otros más bien lamentables, como algunas «reconstrucciones» hechas mediante… animación. La música es, aquí, fundamental, ya que gran parte del placer del filme estará en si al espectador le interesa o no lo que hacía Rodríguez. De no pasar eso, no sólo la película decae en su interés, sino que alguno pensará que no tiene nada de sorprendente su fracaso como artista.

A mí me gusta bastante lo grabado por Rodríguez y hay otras cosas que no puedo analizar del filme para no «spoilear» lo que pasa. Pero con el filme me sucede como con los otros: siento que la forma no está a la altura del tema. O, más bien, que cumple con la misión de ilustrarnos una simpática y/o curiosa historia.

 

docs AiWeiWeiNeverSorryAI WEI WEI: NEVER SORRY, de Alison Klayman. El documental sobre el artista conceptual chino Ai Wei Wei, que pasó a convertirse en un sinónimo de los artistas en disidencia con el régimen chino, es otro filme informativo sobre una figura pública y controvertida, famoso por sus desafíos al gobierno de su país, por su creativo uso de las redes sociales y por su mezcla de arte conceptual y performance pública.

Si bien la película no se sale del todo de la norma de estos filmes informativos/divulgativos, el documental de Klayman tiene la suerte de ir descubriendo con el mismo artista, a lo largo del rodaje, lo que va pasando con su vida política, culminando con su arresto y las situaciones públicas y conocidas que vivió en los últimos años. Esa cronología le permite ser menos especulativo que, por ejemplo, THE IMPOSTER y SEARCHING FOR SUGAR MAN, documentales cuyos directores «esconden la mano» de lo que saben al momento de empezar a filmar.

El personaje, además, tiene un peso político/cultural relativamente similar al que tiene Jafar Panahi, transformado en un disidente perseguido por las autoridades de su país. Ai podrá parecer un gran artista, para algunos, o un fantoche que busca todo el tiempo autopromocionarse, pero la película prefiere mostrarlo, más que nada, como un actor político clave de la China de hoy.

 

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DETROPIA, de Heidi Ewing, Rachel Grady. De todos estos filmes, tal vez sea el que toma más riesgos narrativos, ya que en su interés por mostrarnos lo que es Detroit hoy, la ciudad más pobre y peligrosa de las grandes capitales de los Estados Unidos, pasa por distintos formatos, personajes, segmentos y hasta estilos. Pero, de vuelta, el tema le queda demasiado grande y lo que se siente es que el filme pasa de tema en tema, de personaje en personaje, sin nunca profundizar demasiado.

Yo tuve la experiencia de pasar un poco más de 24 horas en Detroit en el año 2000 y es una de los viajes que jamás olvidaré: era como estar en una ciudad post-apocalíptica, abandonada por los seres humanos y dejada a la suerte de las termitas o lo que sea. Muy, muy impresionante. Mis expectativas eran muchas y mi curiosidad también, y si bien la película analiza los motivos de esa constante caída (que siguió mucho más, aseguran las cifras, yo estuve ahí mucho antes de la crisis de 2008) tampoco tengo la sensación de que me revela nada muy nuevo.

Los «riesgos» del filme es que se toma el trabajo de explorar la vida de varios personajes que prestan testimonio y no solamente los usa como «talking heads» informativos. Tal vez eso sea lo más rico de esta película, el único que lo diferencia de las demás: que se toma tiempo para desvíos, para tangentes, que no está armado en todo momento como una nota periodística y que intenta ser más cinematográfico que los otros. No siempre lo logra, pero al menos lo intenta.