Festival de Rotterdam: parte 2
El Festival de Rotterdam es bastante democrático en cuanto a su organización interna. Una sección llamad Bright Future incluye a todas las primeras y segundas películas mientras que otra, llamada Spectrum, tiene a las de directores de tres o más filmes. Estas secciones tienen alguna división interna (Bright Future incluye la competencia por los Leones […]
El Festival de Rotterdam es bastante democrático en cuanto a su organización interna. Una sección llamad Bright Future incluye a todas las primeras y segundas películas mientras que otra, llamada Spectrum, tiene a las de directores de tres o más filmes. Estas secciones tienen alguna división interna (Bright Future incluye la competencia por los Leones y Spectrum incluye ciclos retrospectivos y experimentales), pero raramente esa división es temática o de ficción/documentales. Es, digamos, lo “nuevo” y lo “establecido”, con las distintas posibilidades que entran en esos términos.
Rotterdam también tiene la que tal vez sea la más efectiva y eficiente videoteca de todos los festivales. Uno podría decir que el 80% de su programación -o aún más que eso- está en esa videoteca en un sistema de streaming de excelente calidad y perfecto funcionamiento. Uno tiene la sensación de que buena parte de los críticos, programadores y compradores que están aquí la usan por las comodidades que tiene. Pero, a la vez –y ésta es mi sensación después de pasarme días allí-, genera una manera un poco obtusa de ver cine.
Todos vemos películas en formatos de video, pero pocas veces uno puede hacerlo de la manera compulsiva y poco analítica que permiten las videotecas de este tipo, que se parecen más a una heladería gratuita con 200 gustos que a otra cosa. Todo se puede ver, todo se puede probar (ni siquiera hay que levantarse a cambiar DVDs, es sólo un par de clicks), pero nada parece perdurar mucho. No sólo se ve peor que en una pantalla grande –eso, digamos, es entendible dadas las condiciones-, sino que se ve distraídamente, pasando de una película a otra, con muchas dificultades para mantener la concentración.
Calculo que a muchos productores les es funcional poner sus películas ahí no sólo por lo cómodo que es para los potenciales espectadores, sino por el hecho de que saben quiénes vieron sus películas y, calculo, también recibirán la información de si las vieron completas o no, como sucede en otras plataformas de streaming como Vimeo o FestivalScope. Toda esta introducción sirve para decir que vi muchas películas en la videoteca y si siento que debo aclararlo es porque siempre tuve la sensación allí de que no las estaba viendo en las mejores condiciones. De cualquier modo, las películas que comento aquí las vi completas: hay muchas más que abandoné y que no voy a comentar, por más que estoy seguro de que no van a mejorar…
Dos títulos que me decepcionaron un poco en relación a la buena prensa que habían generado son IO E TE, de Bernardo Bertolucci, y GINGER & ROSA, de Sally Potter. Son dos películas con mucho en común y no sólo por el formato de sus títulos. Ambas fueron dirigidas por realizadores establecidos (Bertolucci, obviamente, mucho más que Potter) y cuentan relaciones entre adolescentes que uno podría clasificar como de “pérdida de la inocencia”.
En el filme del director de EL ULTIMO EMPERADOR, un chico de 14 años entre huraño y violento se encierra una semana en el sótano del edificio en el que vive mientras su madre cree que está en una semana en la nieve con sus compañeros de colegio. Allí se topa con una media hermana que hace mucho que no ve, bastante mayor que él (tendrá 20 o un poco más), que también fue a parar a ese lugar tratando de dejar su adicción a la heroína.
Basado en una obra de teatro, el filme va a ir mostrando los cambios en esa relación, pasando de la desconfianza y fastidio mutuos del principio a la previsible conexión que surge sobre el final, cuando queda en evidencia que ambos manifiestan distintas versiones del mismo problema existencial/familiar. El uso constante de conocidas canciones pop (The Cure, Red Hot Chili Peppers, Arcade Fire y David Bowie se escuchan en los auriculares de Lorenzo) es una de las cosas que más llama la atención en un filme que fastidia e irrita más veces de las que atrae, ya que ambos personajes son, por decirlo sutilmente, bastante insoportables.
No mucho más interesantes –pero aquí son sensibles y comprometidos en lugar de gritones y violentos, versión británica del mismo tipo de adolescente problemático- son las dos protagonistas de GINGER & ROSA, la película de la directora de LA LECCION DE TANGO, dos amigas de unos 15, 16 años que, en plena crisis de los misiles rusos de 1962, viven pendientes tanto del fin del mundo como del descubrimiento del primer amor.
Cansada de pelearse con su madre, Ginger (Elle Fanning, que da más chica que su personaje y debe lidiar con el acento inglés) va a vivir con su papá (Alessandro Nivola), un “librepensador” que se ha separado hace poco y parece tener respuestas “contraculturales” para explicar todo lo que hace. A poco de ir ahí se muda con ella su amiga Rosa, pero la cuestión se complicará cuando padre y amiga empiecen a tener una relación, algo que Ginger no soportará muy bien que digamos.
Este drama familiar, de época y de amigas que se enfrentan me hizo recordar por momentos a UNA EDUCACION, de Lone Scherfig, pero de la mitad hacia adelante Potter pisa el acelerador dramático con consecuencias no del todo buenas. Los actores no parecen llevarse bien con el guión (y viceversa) y, de a poco, todo empieza a caer en una reiteración de banalidades y obviedades dichas sin demasiada convicción por el elenco. El filme cuenta con la actuación de Christina Hendricks, la actriz de MAD MEN, que interpreta a la madre de Ginger sin lograr salir demasiado del molde “mujer maltratada por su marido en los ’60” que suele hacer mucho mejor en la serie.
Otra película que “recuperé” y disfruté fue TROPICALIA, un documental sobre la explosión y muerte del “tropicalismo”, la movida musical/cultural surgida en Brasil entre 1967 y 1972, con Caetano Veloso y Gilberto Gil como “socios fundadores” y principales protagonistas. Las filmaciones de conciertos y las películas de la época mezcladas con los testimonios de los protagonistas arman un filme que tal vez no salga demasiado de lo convencional pero que se disfruta por la música, por algunas interesantes reflexiones que surgen de los testimonios y por reflejar el espíritu de esa escena. Quizás, para los que conocen ese universo a la perfección, la película no aporte demasiado nuevo. Para los que no sabemos esas historias al dedillo, TROPICALIA vale la pena.
Simpática, pero menos interesante, me resultó FINAL CUT, del húngaro Gyorgy Palfi, que compila imágenes de cientos de películas para contar una historia más o menos clásica de “chico conoce a chica”. Lo que Palfi hace, por ejemplo, es mostrar que un hombre se levanta, se asea, sale a la calle, va a trabajar, conoce a una chica, etc, etc, usando escenas de muchas películas, a razón de varias por “evento”, creando un efecto caleidoscópico que es simpático por un rato, casi como un juego de adivinanzas, pero agota su bienvenida a la media hora. Hoy siento que se hacen cosas más creativas en 7 minutos en YouTube tomando escenas de muchas películas. Lo de Palfi es, en cierto sentido, un homenaje demasiado previsible y hasta banal.