No-estrenos: «Not Fade Away», de David Chase
Debutar a los 67 años como director de cine no es lo más común del mundo, pero David Chase no es el más común de los directores. El guionista y creador de LOS SOPRANOS, es un veterano escritor y productor de televisión que estudió cine pero al que su carrera lo llevó por otros caminos. […]
Debutar a los 67 años como director de cine no es lo más común del mundo, pero David Chase no es el más común de los directores. El guionista y creador de LOS SOPRANOS, es un veterano escritor y productor de televisión que estudió cine pero al que su carrera lo llevó por otros caminos. Se pasó casi veinte años (las décadas de los 70 y 80) como un guionista más de series como KOLCHAK o THE ROCKFORD FILES, tuvo su primera serie propia en 1988, I’LL FLY AWAY, que fue un fracaso, y recién en 1999 –cuando tenía 54- se consagró con las seis temporadas de esa enorme y ya mítica serie que protagonizaba James Gandolfini.
Uno puede suponer viendo NOT FADE AWAY, su –bueh- opera prima, que se trata de esos proyectos que una persona puede hacer cuando no tiene necesidad de conquistar mercados ni conseguir una validación crítica ni necesariamente ganar dinero: se trata de una película muy chiquita, esencialmente autobiográfica, sobre su adolescencia en los ’60 y sus sueños de convertirse en estrella de rock con una banda de amigos del barrio.
El filme es, sin duda, lo que en Estados Unidos llaman un “labour of love”, algo que se hace –diríamos aquí- por amor al arte, más por las ganas de hacerlo y de contar esa historia personal que por los réditos que se pueda sacar. El elenco está integrado en su mayor parte por desconocidos, con alguna excepción, como James Gandolfini en el papel del padre del protagonista, un chico que descubre el rock con la invasión británica de los ’60 (Beatles y Rolling Stones), arma una banda con amigos, se pelean, se amigan, consigue novia, se pelea, se amiga, siguen tocando, atraviesa la incomprensión familiar y finalmente toma una importante decisión en su vida.
La película narra una historia a todas luces convencional, con algún punto de contacto con ESO QUE TU HACES!, de Tom Hanks, y dando la sensación de que el director sabe muy bien que lo que está contando no es demasiado original. Poner los cambios culturales de los ’60 en el enfrentamiento entre un chico que descubre a los Beatles a fines de la secundaria y atraviesa la universidad junto a los vaivenes políticos y sociales de la segunda mitad de esa década (Kennedy, guerra de Vietnam, Martin Luther King, etc) ya se ha hecho hasta el cansancio.
Pero hay algo que llama la atención en el filme. Cualquier espectador mínimamente entrenado en cuestiones de producción cinematográfica se dará cuenta que, entre los temas que se escuchan en la banda sonora y los covers que hace la banda de Douglas -nuestro italoamericano protagonista cuya familia parece importada directamente de una película de Martin Scorsese- hay un “quién es quién” del rock de los ’60, de los Beatles a los Stones, pasando por The Kinks, Small Faces, Moody Blues, The Zombies, Bob Dylan, James Brown y también mucho blues en una lista de más de 40 canciones.
Esto es: si bien parece que estamos ante una película chiquita, de bajo presupuesto y actores desconocidos, da la impresión que Chase invirtió mucho dinero en los derechos de las canciones (unos 2 millones de dólares de un presupuesto irrecuperable de 20 millones). Sin dudas, la participación de Steven Van Zandt –músico de Bruce Springsteen y actor de LOS SOPRANOS– debe haber ayudado bastante para conseguir ciertas cosas a menor precio del habitual.
Lo que sorprende, también en relación a eso, es la atención a la música que le pone el filme. Cada tema que se escucha corresponde a un momento esencial, muchas veces se ven en detalle las tapas de los discos que se ponen y, por lo general, los temas se escuchan enteros o al menos están bastante tiempo en pantalla, algo que no es lo usual. El cuidado y la atención al detalle que Chase pone al respecto de la música que se escucha deja entrever que, más que una película sobre un incipiente músico, es una forma que tuvo de poner los grandes éxitos de su adolescencia en la pantalla, a lo que habría que sumar las citas a libros y películas que también aparecen.
En un momento, cerca del final de la película, Douglas (John Magaro) le dice a su novia Grace (la muy bonita Bella Heathcote, de SOMBRAS TENEBROSAS) que quiere estudiar cine “para ponerle imágenes a su música”. Vista de esa manera, esta película elíptica, compuesta por viñetas, que da grandes saltos narrativos y nunca parece hacer pie a la manera de un relato tradicional podría ser la puesta en escena de esa idea, una película donde la música sea la verdadera conductora del relato y la historia sólo un recurso narrativo en el que apoyarse.
Esto, que puede sonar casi a sacrilegio, es lo que termina generando la extrañeza que hace de NOT FADE AWAY un filme muy particular. Muy pocas veces se ven películas de ficción en las que la música no sea un elemento decorativo o cool para tratar de captar o describir épocas o estados, filmes que describan con precisión la importancia que el rock puede tener en la vida de un adolescente. Ahora sólo logro recordar VELVET GOLDMINE, con su fascinación semiológica y profunda por la historia del rock. NOT FADE AWAY es la versión mainstream de ese cruce: un relato simple sobre cómo el rock que hoy conocemos como clásico cambió la vida de un adolescente en los ’60. Nada más y nada menos.
Nota: la película recién se estrenó en los Estados Unidos y, técnicamente, todavía está a tiempo de estrenarse en la Argentina. Pero viéndola -y también en función de la poca repercusión que tuvo en su estreno allí- uno se da cuenta que eso nunca sucederá. Si sucede, será una buena noticia y no me molestará cambiarla de categoría.
Muero de ganas por verla, pero como decis vos, en USA es un fracaso estepitoso, asi que veo dificil que se estrene aca… Siendo Panozzo tan amante de la musica, no hay chances de BAFICI, quizas ?