Berlinale 2013: Van Sant, Wong, Porterfield, Pereda, Seidl
Ayer comenzó el Festival de Berlín y aquí estamos, viendo a razón de cuatro películas por día de aquí hasta el viernes próximo. Esperemos que las películas estén a la altura de las expectativas, ya que la Berlinale viene mejorando en los últimos años y esa mejora trae, consciente o inconscientemente, exigencias de parte de […]
Ayer comenzó el Festival de Berlín y aquí estamos, viendo a razón de cuatro películas por día de aquí hasta el viernes próximo. Esperemos que las películas estén a la altura de las expectativas, ya que la Berlinale viene mejorando en los últimos años y esa mejora trae, consciente o inconscientemente, exigencias de parte de los que venimos a cubrirla año a año.
La mecánica de la cobertura de la Berlinale en esta ocasión será en principio así: algunas películas (una por día, en principio) aparecerán en OtrosCines con una crítica más o menos extensa y será linkeada desde acá. Las demás películas vistas saldrán directamente aquí, a razón de cuatro o cinco por entrega. Así que allí vamos…
PROMISED LAND, de Gus Van Sant (Competencia) A esta altura uno no sabe ya que pensar de Gus Van Sant como cineasta. ¿Es el de aquellos primeros y míticos filmes como DRUGSTORE COWBOY y MY OWN PRIVATE IDAHO? ¿El algo más convencional pero interesante realizador de GOOD WILL HUNTING, TO DIE FOR y MILK? ¿El casi experimental de ELEPHANT, THE LAST DAYS y PARANOID PARK? ¿O el mediocre realizador de FINDING FORRESTER y esta PROMISED LAND? Uno quisiera creer que es el primero -o el tercero- y que las otras películas las hace, digamos, para pagar las cuentas, ya que las «buenas» tendrán mucha repercusión crítica y premios en festivales pero no le permiten pagar la renta. Pero tampoco es fácil estar tan seguro. Quizás, en un punto, la carrera de Gus Van Sant sea una extraña mezcla de todas estas cosas y en vez de ver los filmes enfrentados entre sí habría que analizarlos como diferentes formas de centrarse en cuestiones parecidas (el resto de la crítica, aquí en OtrosCines.com)
THE GRANDMASTER, de Wong Kar-wai (Apertura, fuera de competencia). La culpa es de un kiosquero argentino. En la carpeta de prensa de The Grandmaster lo primero que dice Wong Kar-wai es que la idea de hacer una película sobre Ip Man, el legendario maestro de artes marciales de Bruce Lee, se le ocurrió cuando en algún lugar de nuestro país, mientras filmaba Happy Together en 1996, vio una revista en un kiosco con Bruce Lee en la tapa y se sorprendió con el hecho de que todavía siguiera siendo un ícono global. Allí se le ocurrió hacer una film sobre Lee, pero luego, investigando, se interesó más en la figura de Ip Man, uno de los más importantes exponentes de las artes marciales chinas cuya historia recorre varias décadas de la historia política de ese país. Casi 17 años después de ese «kiosco», Berlín presentó en su apertura The Grandmaster, la película que el director de Con ánimoa de amar hizo sobre esta figura y que le tomó alrededor de cuatro años terminar. Con un estilo que ya podríamos definir como propio -y por muchos imitado-, Wong pone en escena la historia de este hombre a la manera de retazos que conectan entre sí la historia personal, la historia política y, claro, las esperadas y brillantes escenas de artes marciales… (el resto de la crítica, aquí en OtrosCines.com)
I USED TO BE DARKER, de Matt Porterfield (Forum). Me había interesado pero sin resultarme fascinante su anterior PUTTY HILL y con esta película me sucede algo similar, si bien es muy distinta. Un drama en tono bajo que podría considerarse cercano al mumblecore si no fuera porque los personajes hablan poquísimo, este es un drama familiar acerca de una hija universitara atravesando el divorcio de sus padres y su prima que viene a visitarlos en el momento menos indicado y que tiene también sus propios problemas. La película tiene una serie de canciones interpretadas en vivo que realzan el tenor emocional del filme (los padres en cuestión son músicos, en la ficción y en la vida real), el mismo que muchas veces no alcanza a levantar las otras escenas, dramáticas pero contadas entre el susurro y la apatía. Nada malo en este planteo, solo que por momento parece una película de personas que preferirían no estar siendo filmadas.
MATAR EXTRAÑOS, de Nicolás Pereda y Jacob Secher Schulsinger (Forum) Ejercicio, puro y duro, de modos de representación a partir de un formato que va del documental a la ficción, en el que parece que un grupo de cine revolucionario estuviera tratando de demostrar la diferencia entre «lo real», «lo actuado» y «lo filmado». Una idea de filmar una trama sobre la revolución de México es deconstruida en una serie de escenas de casting en las que los actores (muchos de ellos no profesionales) interpretan a cámara partes de sus papeles y otros ejercicios prácticos: uno de ellos cuenta la trama de MI POBRE ANGELITO 2, otro lee la letra de REVOLUTION, de los Beatles, por ejemplo. Es curioso el ejercicio y tiene mucho que ver con el cine que Pereda (aquí trabajando con un colega en el marco de los projectos «híbridos» del CPH:DOX) hace habitualmente, en el que va y viene de lo «ficticio/ficticio» a lo «real/ficticio». Menos ambicioso que trabajos como LOS MEJORES TEMAS o VERANO DE GOLIAT, el filme continúa en la senda investigadora del lenguaje cinematográfico por parte de este joven y bastante inquieto cineasta mexicano.
PARADISE: HOPE, de Ulrich Seidl (Competencia) La tercera y última parte de la trilogía iniciada en Cannes 2012 con LOVE y continuada en Venecia con FAITH estrena en competencia en Berlín. No vi la segunda, pero considerando la naturaleza narrativa de la trilogía, no cambia demasiado. Las tres películas siguen a tres personajes en sus respectivas «vacaciones», en este caso es una adolescente que va a un «Diet Camp», un campamento para perder peso. Allí pasa lo que parecen ser varias semanas haciendo ejercicios físicos, charlando con sus amigas en su cuarto (que casi parece una celda de prisión) y empezando a mantener una relación cada vez más intrigante con un doctor del campamento, un hombre de más de 50 años al que trata de seducir y con el que empieza a mantener juegos eróticos. Más breve que la primera película de la trilogía, encuentra lo mejor del filme en las conversaciones bastante procaces de las chicas (que deben tener 13 o 14 años) y en algunas escenas entre la protagonista y el doctor en cuestión. El problema, como me pasa con muchas otras películas de Seidl, es hasta qué punto uno se queda con la impresión de que el director se mofa de sus personajes. Uno podría decir que en esta trilogía hay un grado de compasión y entendimiento por el sufrimiento de los protagonistas, pero a la vez es inevitable sentir que la cámara la humilla y degrada cada vez que puede. Cuando una canción bastante ridícula que cantan los chicos vuelve con los créditos, el espectador no puede evitar sentir que, en el fondo, más que empatía hay algo parecido a la manipulación. La película completa así una trilogía de poco vuelo, olvidable casi. Da la impresión de que con todo el material se podía hacer una sola película y no se perdía demasiado…