«Antes»: el día es vidrio sin sol
En una línea cercana a la de cineastas como Ezequiel Acuña o Martín Rejtman, está ANTES, la primera película en solitario del codirector de HOTEL ROOM, Daniel Gimelberg, que se estrena finalmente hoy. Si bien el tono es más oscuro que en aquellas, la herencia es clara en la manera en la que se acerca a […]
En una línea cercana a la de cineastas como Ezequiel Acuña o Martín Rejtman, está ANTES, la primera película en solitario del codirector de HOTEL ROOM, Daniel Gimelberg, que se estrena finalmente hoy. Si bien el tono es más oscuro que en aquellas, la herencia es clara en la manera en la que se acerca a contar lo que le pasa a un adolescente que atraviesa una muy dura situación familiar a través de una historia en la que aparecen los miedos, las relaciones, las salidas, las fiestas, los amigos, las novias, la música y algo bastante parecido a la vida cotidiana.
Eso es lo que transmite ANTES y lo que la puede hacer cercana a muchos espectadores. Más allá de las circunstancias específicas, la vida de Nacho (Nahuel Viale) a los 21 años se parece a la de muchísimos porteños de clase media que lidian con familia, estudios, novia y amigos, atravesando experiencias que son parecidas. Es obvio que el hecho potente que atraviesa la vida de Nacho –y que divide las dos etapas, el “antes” y el “después” que narra el filme- no es algo que le vaya a suceder a muchos, pero de cualquier modo uno puede identificarse, ya que es difícil evitar vivir con miedo de que algún hecho fuerte en tu vida la cambie para siempre, que aquel “verano” que fue el pasado se transforme en un presente invernal: frío, oscuro, desangelado.
En ese viaje, la música no es un tema menor. Los personajes de ANTES están atravesados por las canciones, ellas son parte fundamental de su vida cotidiana. Y, en el caso de Nacho, conforman –a través de las canciones de Luis Alberto Spinetta- un nexo generacional muy evidente entre padres e hijos, casi el paso de una antorcha que está en el límite entre darnos luz y quemarnos.
En ANTES, el espectador recorre esos dos escenarios viendo las claras diferencias entre uno y otro, sin saber del todo qué es lo que llevó a Nacho a transformarse en una sombra amarga de sí mismo, pero con la sensación interna de que todos vivimos transformando el pasado en una película en Súper 8 o una foto Polaroid (o en una sacada vía Instagram, actualizando las tecnologías) mientras el presente se nos aparece desesperanzador.
Lo curioso es que hablando del pasado y del presente, ANTES es en realidad una película sobre el futuro, ya que es eso lo único que Nacho tiene al alcance de sus manos y que puede cambiar. Las circunstancias que lo llevaron a ser quién es hoy y a estar como está son, si se quiere, inmodificables, pero lo que él puede hacer con su vida sigue estando abierto a infinitas posibilidades. El dolor quedará –el dolor siempre queda-, pero también hay formas de mitigarlo, de cicatrizar las heridas en lugar de dejarlas permanentemente expuestas. De eso se trata todo esto.