«Hitchcock, el maestro del suspenso»: mis problemas con las mujeres
Está todo mal en HITCHCOCK. Ok, tal vez exagero. Helen Mirren está bien, pero eso no significa casi nada porque Helen Mirren está bien aún durmiendo la siesta dos horas seguidas y sin siquiera pestañear. Y Scarlett Johansson y Jessica Biel están, digamos, bonitas como siempre. Pero no tienen mucho que hacer, como tampoco lo […]
Está todo mal en HITCHCOCK. Ok, tal vez exagero. Helen Mirren está bien, pero eso no significa casi nada porque Helen Mirren está bien aún durmiendo la siesta dos horas seguidas y sin siquiera pestañear. Y Scarlett Johansson y Jessica Biel están, digamos, bonitas como siempre. Pero no tienen mucho que hacer, como tampoco lo tiene James D’Arcy como Anthony Perkins. El que sí tiene mucho que hacer en esta fallida adaptación del famoso libro de Stephen Rebello sobre cómo se hizo PSICOSIS es Anthony Hopkins en el rol del «maestro de suspenso», pero lo que hace durante gran parte del tiempo es pasearse orondo bajo un maquillaje espantoso haciendo su más banal imitación de tres o cuatro gestos y entonaciones que le vio hacer a Sir Alfred en algún episodio de la serie HITCHCOCK PRESENTA.
Uno sabe, cuando ve una película llamada HITCHCOCK, que no necesariamente va a satisfacer sus curiosidades como cinéfilo de la vida y obra del creador de VERTIGO y LA SOMBRA DE UNA DUDA. Para eso están los libros. Pero lo que logra esta flojísima película de Sacha Gervasi no sólo es no cubrir esas expectativas ni tampoco la de los espectadores ocasionales. Lo que hace es mucho peor, crea una historia casi alternativa a la conocida, confunde y malinterpreta tanto esa película como buena parte de la obra del realizador.
HITCHCOCK transforma a la creación de PSICOSIS en una suerte de psicodrama de celos de pareja en el que parece ser mucho más importante la relación de Alfred con su mujer, Alma Reville, y los problemas matrimoniales surgidos de la relación de ella con un guionista (Danny Huston), que la creación extraña de esa extraña película. Es como si Gervasi quisiera darle a Alma la posibilidad de «vengarse», simbólicamente, de la mala fama que Hitchcock tenía con las mujeres, en especial sus actrices, a las que adoraba y maltrataba, de las que se enamoraba suponemos que platónicamente durante sus rodajes, para luego despreciar.
Esa «corrección política» que envuelve a la película de Gervasi es lo más desatinado en una película en la que casi todo es un desatino, empezando por el hecho de que resulta difícil tomarse en serio a Hopkins en ese empaste de maquillaje de fiesta de disfraces. Y uno no lo puede justificar como puede hacerlo en los casos de esas películas que obligan a un treintañero a parecer de 80 años. Aquí es, simplemente, algunas modificaciones en el rostro, papada y panza. No debería ser tan difícil. Pero bueno, lo es. Y la película estaba nominada al Oscar en esa categoría…
Por detrás de ese drama de pareja está la historia más o menos conocida de cómo se hizo PSICOSIS fuera del contrato que Hitch tenía con el estudio, que no quería hacerla. Se cuenta que Hitchcock decidió pagarla con su dinero y nos enteramos de su compleja relación con Vera Miles (Jessica Biel) y su fascinación con Janet Leigh (Johansson). Pero resulta todo pasajero y parece puesto allí para hacer avanzar la trama entre discusión, pelea, regaño y reconciliación matrimonial, al punto que hasta varias situaciones conocidas de la película pasan a estar directamente relacionadas con la tensión matrimonial.
No digo que no existiese esa tensión en esta pareja de británicos mayorcitos, sólo que tomarlo como eje conceptual de la obra de Hitchcock me parece excesivo. Su relación con las mujeres siempre fue complicada, pero de maneras un poco más sutiles y si se quiere perversas que lo que se ve acá. De hecho, cuando varios «homenajes» a la obra de Sir Alfred son puestos en el contexto de su situación matrimonial parecen banalizarse sin remedio.
El tono de comedia negra, británica, en los papeles puede ser apropiado, pero en la práctica no funciona casi nunca. Acaso porque Gervasi -director del simpático documental ANVIL!– no parece poder manejar nunca muy bien el timing y eso que cuenta con un elenco que debería ser perfecto para ese tipo de películas. Y una serie de escenas «oníricas», en la que Hitchcock dialoga con el supuesto asesino serial real en el que se basa la novela PSICOSIS, de Robert Bloch (que a su vez inspiró la película) también llevan al filme en la misma dirección: reiterativa, explicativa, banal.
HITCHOCK parece más inspirada en la escena final de aquel mítico clásico -una innecesaria, larga y obvia explicación psicoanalítica de la personalidad de Norman Bates- que en los misterios, tensiones e intensidad de la película misma. Un fracaso de punta a punta, tan falsa como la papada de Hopkins.