BAFICI 2013: A modo de balance

BAFICI 2013: A modo de balance

por - Críticas
21 Abr, 2013 11:13 | comentarios

Mientras veía la floja película de cierre de Agnes Jaoui, AL FINAL DEL CUENTO (floja aún para los estándares de los cierres festivaleros, que suelen caracterizarse por películas flojas) pensaba que había algo, en esas historias que se cruzan en la película, que reflejaba bastante bien no sólo esta edición del BAFICI, sino la historia […]

bafici balanceMientras veía la floja película de cierre de Agnes Jaoui, AL FINAL DEL CUENTO (floja aún para los estándares de los cierres festivaleros, que suelen caracterizarse por películas flojas) pensaba que había algo, en esas historias que se cruzan en la película, que reflejaba bastante bien no sólo esta edición del BAFICI, sino la historia de este festival, que concluyó ayer dando los premios principales a BERBERIAN SOUND STUDIO, LA PAZ y ARRAIANOS en sus tres competencias (ver todos los ganadores aquí).

En la nueva película de la directora de EL GUSTO DE LOS OTROS hay varias tramas inspiradas en cuentos de hadas que no sólo se cruzan e interrumpen entre sí, sino que deben chocarse con la realidad, lo que las lleva a tomar nuevas formas y a mutar con resultados inesperados (suena bien, lo sé, pero no lo es tanto). Esa actualización de los cuentos tradicionales implica que los personajes deban atravesar trabas extrañas (el beso a la bella durmiente se convierte en un cachetazo para despertar a una chica que se excedió tras una noche de juerga), pero que el final feliz estará allí. Igualmente uno sabe -supone, imagina- que tras ese final feliz de la historia surgirán nuevos inconvenientes, habrá muchas trabas y complicaciones, pero la luz al final del camino siempre se sigue viendo.

bafici balance directoresUno puede pensar que la historia del BAFICI corre por caminos similares. Una historia de cuento de hadas (poner en funcionamiento un festival de cine en Buenos Aires, algo que hoy parece normal, no lo era hace 15 años) que ha debido, y debe, atravesar una tras otras circunstancias complicadas de todo tipo (políticas, principalmente) hasta llegar a lo que hoy parece ser una inédita circunstancia de «paz y tranquilidad». La foto de todos los ex directores del BAFICI (menos uno, Fernando Martín Peña, que no pudo venir) y de los Ministros de Cultura porteños de cada época era reflejo de esa sensación, similar a la de la película: es la foto de un final feliz, uno que no esconde que puede seguir habiendo complicaciones en el camino (la ausencia de uno de sus ex directores es muestra de que no todo es color de rosa en el Cumpleaños de 15), pero que si se conoce la historia del propio festival, es lo más parecido que se puede encontrar a un «happy ending» por estas playas.

Es obvio que hay circunstancias políticas que favorecen esta reunión/reencuentro (muchos de los fotografiados pertenecen, con sus diferencias, a lo que puede llamarse «el arco opositor»), pero de cualquier modo este grado de civilidad, respeto y amabilidad transmiten la sensación de que más allá de las peleas que pudieron haber habido en algún momento (y, créanme, algunas fueron pesaditas) el BAFICI es una suerte de causa común que supera esas diferencias circunstanciales y de estilo. Sería ideal, obviamente, que este gesto del BAFICI se repitiera en otros ámbitos y que sea parte integral de la cultura política argentina, pero hoy al menos es claramente imposible.

bafici balance 5Esa «amabilidad» de la foto en cuestión se traslado a todo el festival. La sensación que primó, para muchos, a lo largo de este BAFICI, fue una de calma y tranquilidad un poco alejada de la neurosis de otros años. Tengo la impresión de que el cambio de sede influyó y mucho en eso. Que el festival exista fuera del espacio agobiante de un shopping le da, digámoslo de manera obvia, aire y luz al encuentro. El corredor que va del Village Recoleta al Centro Cultural (sí, lo sabemos, no es taaan cerca como uno quisiera) y la utilización de las calles, veredas, bares y espacios verdes circundantes, me da la sensación, relaja los espíritus, los desenchufa del agobiante universo de luz artificial del Abasto.

Haciendo una comparación absurda, pensaba, es como si el BAFICI se hubiera trasladado de Nueva York a California, de la intensidad neurótica, dura y urbana del cemento gris, a un escenario de verdes y luz de sol. Esa baja de tensión se vivió también en los cines, en los que no hubo maltratos (al menos no me enteré de ninguno y pregunté a muchos) y en los que tampoco se vivieron las habituales situaciones caóticas que se repetían a menudo en el Abasto. Es decir: problemas hubieron, pero la gente pareció tener buena disposición para tolerarlos y no explotar ante la primera demora o subtítulo que no funcionaba. Y lo mismo sucedió con los empleados. Es como si ese buen clima se hubiese esparcido por todos lados.

bafici balance 1Claro que en no todos los casos esa atmósfera de calidez -una que transmitía en todo momento su director Marcelo Panozzo- fue igualmente apreciada. El cine muchas veces funciona a través de la fricción, el debate, la intensidad y hasta la pelea, y la atmósfera de «está todo bien» puede llegar a ser interpretada por algunos como desinterés o falta de pasión. Es probable que eso haya pasado, pero a mí no me incomoda y me parece que si lo civilizado puede interpretarse como aburrido, que así sea. No es que no haya habido momentos de discusión o peleas (en la charla de críticos y cineastas Mariano Llinás lanzó varios dardos que si Quintín, cuya ausencia en el debate de cine argentino de este año se notó mucho, estaba para recogerlos el audio de las puteadas hoy sería un éxito viral en internet), pero gran parte de los conflictos no terminaron por explotar del todo en el marco de buena onda que recorrió todo el evento. Hasta la ausencia de Hong Sangsoo, el visitante estrella del festival, anunciada oficialmente sólo 24 horas antes de su presentación, no provocó el enojo que, estoy seguro, habría provocado en otra época o en otro festival. Si eso mismo sucede en el Festival de Mar del Plata, sin ir más lejos, las críticas habrían sido demoledoras…

bafici balance 6Es probable, también, que las mismas películas hayan sido las que no lograron generar debates de la intensidad que tuvieron otros años, o que en el fondo todos extrañen las furias de Quintín y los ecos que provocaban. Estoy seguro que en ediciones anteriores de BAFICI, la ausencia de premios a una película mayor como VIOLA, de Matías Piñeiro (las actrices recibieron uno muy merecido, pero que el director sólo haya sido premiado por FIPRESCI me parece lo más cercano a un escándalo que tuvo este festival) habría desatado furias de todo tipo. En este 15° BAFICI no pasó. Y tal vez esté bien que así sea. Son las películas las que sobreviven -los premios se olvidan en unos meses- y VIOLA será una película central en la historia no sólo de este festival sino del cine argentino de estos años. Es claro que los cineastas se juegan más que el honor (en la competencia argentina, especialmente, los premios son importantes aportes en dinero), pero la discusión pública pasa por el reconocimiento artístico, y ese debería siempre superar una decisión equivocada de los jurados.

Es cierto que los premios no fueron excelentes, pero tampoco se premiaron películas malas, ya que tanto BERBERIAN SOUND STUDIO como I USED TO BE DARKER y LEONES (Competencia Internacional) LA PAZ, P3ND3J05 y EL LORO Y EL CISNE (Competencia Nacional) y ARRAIANOS, JOVEN Y ALOCADA y A STORY FOR THE MODLINS (Competencia Vanguardia y Género) están entre lo mejor que había en cada sección. Hay otra discusión para darse en relación a la calidad de las películas en cada sección y en eso no parece haber puntos en común, ya que hay quienes piensan que fue muy buena y otros que fue floja. Yo creo que fue buena, aceptable, pero también estoy convencido que -como dijo Quintín en una charla de críticos organizada por el Talent Campus- se podrían cambiar buena parte de las 400 películas del BAFICI por otras y nadie notaría la diferencia. Y tal vez eso no sea malo: BAFICI estableció un sello, una marca, una especificidad, que está más allá de la calidad intrínseca de la mayoría de las películas que pasan por allí.

bafici balance 7Por último -esto se hizo larguísimo- y porque, como decía al principio, la foto del final feliz no puede dejar de lado del todo las sombras que uno ve en el cielo desparramadas aquí y allá, tengo la impresión de que buena parte de la gente con la que he hablado (críticos, programadores, cineastas, productores, etc etc) se va con una impresión de que no ha sido un gran año para el cine argentino en el BAFICI. Y algo de cierto hay en eso. Salvo algunas excepciones de directores que tomaron riesgos o buscaron nuevas vías en sus carreras (caso más claro, el de Raúl Perrone, que duplica en edad a los nuevos realizadores pero parece muchísimo más joven en su manera personal y arriesgada de encarar sus películas), muchos realizadores parecen excesivamente formateados para hacer películas «promedio»: presentables, lustraditas, sin demasiada vida ni respiración, bien vestidas para la gira mundial. Son películas que no ofenden ni molestan (estamos, por suerte, lejos del cine impresentable que se sigue haciendo pero que el BAFICI, afortunadamente, deja de lado), pero tampoco parecen despertar demasiadas pasiones. Este es el único miedo que me da tanta amabilidad y corrección circundante: que genere un cine correcto, funcional, apacible y cómodo. Un cine hecho porque se puede y no porque se desea.

El cine de Perrone (y el de Piñeiro, Moguillansky, Loza, Blanco y otros) es la prueba de que se puede seguir apostando por la pasión y que esa pasión no tiene que ser usada en términos futboleros ni agresivos, ni interpretada en un sentido de «transpirar la camiseta» ni de enfrentar bandos. Es pasión por el cine, por hacer las películas que se quieren hacer y no las que se deben hacer, es pasión entendida como inteligencia, como amor por el trabajo bien hecho, pasión como deseo transformado en historias, en imágenes, en sonidos. Como dice Julio Bressane -otro grande homenajeado en el festival-, son los errores, la mayoría de las veces, los que hacen grandes a las películas.