
BAFICI 2013: A modo de balance
Mientras veía la floja película de cierre de Agnes Jaoui, AL FINAL DEL CUENTO (floja aún para los estándares de los cierres festivaleros, que suelen caracterizarse por películas flojas) pensaba que había algo, en esas historias que se cruzan en la película, que reflejaba bastante bien no sólo esta edición del BAFICI, sino la historia […]
Mientras veía la floja película de cierre de Agnes Jaoui, AL FINAL DEL CUENTO (floja aún para los estándares de los cierres festivaleros, que suelen caracterizarse por películas flojas) pensaba que había algo, en esas historias que se cruzan en la película, que reflejaba bastante bien no sólo esta edición del BAFICI, sino la historia de este festival, que concluyó ayer dando los premios principales a BERBERIAN SOUND STUDIO, LA PAZ y ARRAIANOS en sus tres competencias (ver todos los ganadores aquí).
En la nueva película de la directora de EL GUSTO DE LOS OTROS hay varias tramas inspiradas en cuentos de hadas que no sólo se cruzan e interrumpen entre sí, sino que deben chocarse con la realidad, lo que las lleva a tomar nuevas formas y a mutar con resultados inesperados (suena bien, lo sé, pero no lo es tanto). Esa actualización de los cuentos tradicionales implica que los personajes deban atravesar trabas extrañas (el beso a la bella durmiente se convierte en un cachetazo para despertar a una chica que se excedió tras una noche de juerga), pero que el final feliz estará allí. Igualmente uno sabe -supone, imagina- que tras ese final feliz de la historia surgirán nuevos inconvenientes, habrá muchas trabas y complicaciones, pero la luz al final del camino siempre se sigue viendo.
Uno puede pensar que la historia del BAFICI corre por caminos similares. Una historia de cuento de hadas (poner en funcionamiento un festival de cine en Buenos Aires, algo que hoy parece normal, no lo era hace 15 años) que ha debido, y debe, atravesar una tras otras circunstancias complicadas de todo tipo (políticas, principalmente) hasta llegar a lo que hoy parece ser una inédita circunstancia de «paz y tranquilidad». La foto de todos los ex directores del BAFICI (menos uno, Fernando Martín Peña, que no pudo venir) y de los Ministros de Cultura porteños de cada época era reflejo de esa sensación, similar a la de la película: es la foto de un final feliz, uno que no esconde que puede seguir habiendo complicaciones en el camino (la ausencia de uno de sus ex directores es muestra de que no todo es color de rosa en el Cumpleaños de 15), pero que si se conoce la historia del propio festival, es lo más parecido que se puede encontrar a un «happy ending» por estas playas.
Es obvio que hay circunstancias políticas que favorecen esta reunión/reencuentro (muchos de los fotografiados pertenecen, con sus diferencias, a lo que puede llamarse «el arco opositor»), pero de cualquier modo este grado de civilidad, respeto y amabilidad transmiten la sensación de que más allá de las peleas que pudieron haber habido en algún momento (y, créanme, algunas fueron pesaditas) el BAFICI es una suerte de causa común que supera esas diferencias circunstanciales y de estilo. Sería ideal, obviamente, que este gesto del BAFICI se repitiera en otros ámbitos y que sea parte integral de la cultura política argentina, pero hoy al menos es claramente imposible.
Esa «amabilidad» de la foto en cuestión se traslado a todo el festival. La sensación que primó, para muchos, a lo largo de este BAFICI, fue una de calma y tranquilidad un poco alejada de la neurosis de otros años. Tengo la impresión de que el cambio de sede influyó y mucho en eso. Que el festival exista fuera del espacio agobiante de un shopping le da, digámoslo de manera obvia, aire y luz al encuentro. El corredor que va del Village Recoleta al Centro Cultural (sí, lo sabemos, no es taaan cerca como uno quisiera) y la utilización de las calles, veredas, bares y espacios verdes circundantes, me da la sensación, relaja los espíritus, los desenchufa del agobiante universo de luz artificial del Abasto.
Haciendo una comparación absurda, pensaba, es como si el BAFICI se hubiera trasladado de Nueva York a California, de la intensidad neurótica, dura y urbana del cemento gris, a un escenario de verdes y luz de sol. Esa baja de tensión se vivió también en los cines, en los que no hubo maltratos (al menos no me enteré de ninguno y pregunté a muchos) y en los que tampoco se vivieron las habituales situaciones caóticas que se repetían a menudo en el Abasto. Es decir: problemas hubieron, pero la gente pareció tener buena disposición para tolerarlos y no explotar ante la primera demora o subtítulo que no funcionaba. Y lo mismo sucedió con los empleados. Es como si ese buen clima se hubiese esparcido por todos lados.
Claro que en no todos los casos esa atmósfera de calidez -una que transmitía en todo momento su director Marcelo Panozzo- fue igualmente apreciada. El cine muchas veces funciona a través de la fricción, el debate, la intensidad y hasta la pelea, y la atmósfera de «está todo bien» puede llegar a ser interpretada por algunos como desinterés o falta de pasión. Es probable que eso haya pasado, pero a mí no me incomoda y me parece que si lo civilizado puede interpretarse como aburrido, que así sea. No es que no haya habido momentos de discusión o peleas (en la charla de críticos y cineastas Mariano Llinás lanzó varios dardos que si Quintín, cuya ausencia en el debate de cine argentino de este año se notó mucho, estaba para recogerlos el audio de las puteadas hoy sería un éxito viral en internet), pero gran parte de los conflictos no terminaron por explotar del todo en el marco de buena onda que recorrió todo el evento. Hasta la ausencia de Hong Sangsoo, el visitante estrella del festival, anunciada oficialmente sólo 24 horas antes de su presentación, no provocó el enojo que, estoy seguro, habría provocado en otra época o en otro festival. Si eso mismo sucede en el Festival de Mar del Plata, sin ir más lejos, las críticas habrían sido demoledoras…
Es probable, también, que las mismas películas hayan sido las que no lograron generar debates de la intensidad que tuvieron otros años, o que en el fondo todos extrañen las furias de Quintín y los ecos que provocaban. Estoy seguro que en ediciones anteriores de BAFICI, la ausencia de premios a una película mayor como VIOLA, de Matías Piñeiro (las actrices recibieron uno muy merecido, pero que el director sólo haya sido premiado por FIPRESCI me parece lo más cercano a un escándalo que tuvo este festival) habría desatado furias de todo tipo. En este 15° BAFICI no pasó. Y tal vez esté bien que así sea. Son las películas las que sobreviven -los premios se olvidan en unos meses- y VIOLA será una película central en la historia no sólo de este festival sino del cine argentino de estos años. Es claro que los cineastas se juegan más que el honor (en la competencia argentina, especialmente, los premios son importantes aportes en dinero), pero la discusión pública pasa por el reconocimiento artístico, y ese debería siempre superar una decisión equivocada de los jurados.
Es cierto que los premios no fueron excelentes, pero tampoco se premiaron películas malas, ya que tanto BERBERIAN SOUND STUDIO como I USED TO BE DARKER y LEONES (Competencia Internacional) LA PAZ, P3ND3J05 y EL LORO Y EL CISNE (Competencia Nacional) y ARRAIANOS, JOVEN Y ALOCADA y A STORY FOR THE MODLINS (Competencia Vanguardia y Género) están entre lo mejor que había en cada sección. Hay otra discusión para darse en relación a la calidad de las películas en cada sección y en eso no parece haber puntos en común, ya que hay quienes piensan que fue muy buena y otros que fue floja. Yo creo que fue buena, aceptable, pero también estoy convencido que -como dijo Quintín en una charla de críticos organizada por el Talent Campus- se podrían cambiar buena parte de las 400 películas del BAFICI por otras y nadie notaría la diferencia. Y tal vez eso no sea malo: BAFICI estableció un sello, una marca, una especificidad, que está más allá de la calidad intrínseca de la mayoría de las películas que pasan por allí.
Por último -esto se hizo larguísimo- y porque, como decía al principio, la foto del final feliz no puede dejar de lado del todo las sombras que uno ve en el cielo desparramadas aquí y allá, tengo la impresión de que buena parte de la gente con la que he hablado (críticos, programadores, cineastas, productores, etc etc) se va con una impresión de que no ha sido un gran año para el cine argentino en el BAFICI. Y algo de cierto hay en eso. Salvo algunas excepciones de directores que tomaron riesgos o buscaron nuevas vías en sus carreras (caso más claro, el de Raúl Perrone, que duplica en edad a los nuevos realizadores pero parece muchísimo más joven en su manera personal y arriesgada de encarar sus películas), muchos realizadores parecen excesivamente formateados para hacer películas «promedio»: presentables, lustraditas, sin demasiada vida ni respiración, bien vestidas para la gira mundial. Son películas que no ofenden ni molestan (estamos, por suerte, lejos del cine impresentable que se sigue haciendo pero que el BAFICI, afortunadamente, deja de lado), pero tampoco parecen despertar demasiadas pasiones. Este es el único miedo que me da tanta amabilidad y corrección circundante: que genere un cine correcto, funcional, apacible y cómodo. Un cine hecho porque se puede y no porque se desea.
El cine de Perrone (y el de Piñeiro, Moguillansky, Loza, Blanco y otros) es la prueba de que se puede seguir apostando por la pasión y que esa pasión no tiene que ser usada en términos futboleros ni agresivos, ni interpretada en un sentido de «transpirar la camiseta» ni de enfrentar bandos. Es pasión por el cine, por hacer las películas que se quieren hacer y no las que se deben hacer, es pasión entendida como inteligencia, como amor por el trabajo bien hecho, pasión como deseo transformado en historias, en imágenes, en sonidos. Como dice Julio Bressane -otro grande homenajeado en el festival-, son los errores, la mayoría de las veces, los que hacen grandes a las películas.
Diego, bueno tu balance, pero te pregunto, el Recoleta Mall no es un shopping tambien ??… Pusiste que hablaste con criticos, productoes, etc., pero con el publico se ve que no hablaste… Los que queremos ver varias peliculas por dia, salvo que las engancharas todas en el Recoleta, era imposible armarlas de otra manera…. Ir de Recoleta a Caballito, el otro gran centro del festival, es imposible sin tener auto…
Y para el publico, en el Abasto tenias el Patio Central que era bien grande y te encontrabas con el resto de la gente, te sentabas en La Brioche y siempre habia algun conocido que aparecia y se armaba el debate sobre lo que habias visto… Ahora en el Village Recoleta salis a un hall que es un camino a la salida y si te encontras con alguien, es en la calle !!!!
Y el patio de comidas es pesimo, carisismo y super lento, hice un par de veces la experiencia de ir a comer algo teniendo media hora entre peliculas, y siempre llegue tarde… En el Abasto eso no pasaba…
Entiendo que para uds sera mas comodo, el village los tratara major, pero para nosotros publico cinefilo, con poco tiempo y ganas de ver muchas peliculas, fue una complicacion…
Es obvio que todos tenemos diferentes sensaciones. Yo vi más de 20 películas en sala y no tuve ningún problema, pero es cierto que no me trasladé a ninguna otra y no podría hablar sobre ese tema. Es cierto que es un poco más complicado ir y venir, pero yo creo que vale la pena igual el cambio. Será cuestión de salir con más tiempo.
El shopping Recoleta ni te enterás que existe si no subís las escaleras. Yo subí dos veces nomás. Es un poco deprimente, pero lo podés evitar tranquilamente, tenés muchas más opciones alrededor. Y luz y aire. En algunos años vas a apreciar que eso vale la pena aunque te cueste ver 4 pelis por día en vez de 5, je!
Respecto al meeting point, o los encuentros casuales para comentar pelis, entiendo que toda mudanza obliga a cambiar esas cosas, pero ya se logrará unificar algunos lugares. Sentarse en el Patio del Abasto es cómodo, pero es terriblemente deprimente pasarse todo un día entre el patio de comidas, «la brioche» y los cines del Hoyts. Es nocivo, pensalo…
Y no es menor el tema del trato, de poder entrar sin pelearte con medio Hoyts y que los que atienden no sospechen en todo momento que de alguna manera los querés cagar.
No sé, me gustaría escuchar otras experiencias en cuanto a lo cómodo/incómodo del traslado. A mí me encanta…
Diego:
Después de lo hablado en la mesa de FIPRESCI, y coincidiendo por tanto con vos en los dos últimos párrafos sobre la necesidad de «pasión» en el novísimo cine argentino (es decir: de interés por el mundo, en todo sentido), creo que una sola película no puede salvar esa falta (ni siquiera LA PAZ,cuyo premiación de todos modos es sintomática porque justamente pone en escena los males del encierro…). Porque a esta altura, y esto también se dicutió, deberíamos entender que las canonizaciones instantáneas no ayudan (como hasta Llinás estuvo de acuerdo al hablar sobre HISTORIAS EXTRAORDINARIAS). En ese sentido, insistir con que VIOLA «será una película central en la historia no sólo de este festival sino del cine argentino de estos años» en todo caso no habla bien de ese cine o de estos años (más si no se nos dice por qué la película sería central), y además le hace un flaco favor al mismo Piñeyro, que sin duda puede hacer (como ha hecho) películas mucho más acabadas que VIOLA, que no deja de ser un brillante ejercicio de cámara de medidos 65 minutos. En todo caso, mejor no hacer futurología: Vaya uno a saber cuales serán las películas que FIPRESCI elija para el Bafici número 25, 30 o 50…
Nico, disculpá la demora en responder.
Entiendo lo de las canonizaciones instantáneas y creo que no pertenecen al espacio de la crítica. Es obvio que en un balance de Festival, y más cuando los premios te parecen menores, que en un ataque de fastidio te de por usar algún comentario de este tipo. Es medio inevitable y muy difícil no tentarse a hacerlo.
Yo creo que VIOLA es una película hecha con pasión y con inteligencia, tal vez no de la manera en la que vos lo entendés -o a vos te gusta-, pero es evidente que el mundo y los intereses de Piñeiro están ahí, por más que ese interés no esté directamente relacionado con ese «interés por el mundo», cosa con la que yo discrepo.
Lo que celebro, siempre, en el cine de Piñeiro es su libertad formal y su propuesta narrativa inusual. Creo -en esto sé que no coincidís conmigo- que tiene un evidente interés por «el mundo», como queda claro en su relación cercana con la historia argentina del siglo XIX (el «tema Sarmiento»).
Tal vez él debería haber filmado la película de Sebreli. Seguro que era una maravilla comparada con el bodriazo ese que dieron en BAFICI, je!
Diego:
Una cosa son las películas y otra cosa la intervención de los críticos (aunque a veces se confundan, sea con algo defendible como «Viola» o indefendible como «El olimpo vacío»…). Vayamos por partes:
Es «evidente que el mundo y los intereses de Piñeiro están ahí», pero su «relación con la historia argentina del siglo XIX» es tan estetizante como su relación con Shakespeare. Es un mundo cerrado (como el de buena parte del NCA), solo que paradojicamente (o no) filmado con mucha gracia y frescura. Y creo que eso es loque hace a ciertos críticos ver una salida (aunque yo no veo más que otro «movimiento falso»). En todo caso, es claro que Piñeyro va a filmar cosas mucho más desarrolladas que «Viola», con lo que les sugeriría guardar el entusiasmo para esas películas (porque si esta es «la mejor de la década», va a competir contra sí mismo…).
Y ahí es donde me parece que la ansiedad del crítico ya no está justificada, ni por lo periodístico ni por discutir los premios de un festival… Lo que debería discutirse es esa necesidad de «canonización instantánea» que cuando es compartida por críticos y festival parece inexpugnable (como sucedió con «Historias extraordinarias» y otras). Y también estaría bueno que se discuta porque algunas películas son elevadas por críticos-programadores y otras despreciadas (sin mostrar un criterio parejo en cuanto a su valor estético). O sea: discutir políticas, empezando por las de la crítica misma (y la de los festivales, fondos, etc: todo eso que está literalmente antes que las películas, y muchas veces define su suerte). De hecho no es casual que sólo estemos hablando de «Viola», en vez de «El olimpo vacío»…
Tampoco generalicemos con esa idea de «los críticos». Una sola persona dijo que era la mejor película de la década o algo así. Yo creo que es una gran película, en la que Piñeiro termina de redondear un estilo que, en las anteriores, todavía tenía algunos problemas. Creo que es una película muy «desarrollada» y «elaborada»: la forma en la que traslada Shakespeare a esos personajes porteños casi sin que se note es magnífica, la escena en loop de las actrices debe estar entre el mejor Shakespeare filmado que yo vi. Entiendo que todo ese universo no te mueva un pelo (de hecho, yo no soy un gran fan de las adaptaciones de Shakespeare al cine en general), pero es innegable que la construcción es magnífica.
Y cuando decís que es cerrado y estetizante, uno podría decir algo similar de Godard y Straub, cuyas películas también son para gran parte de los espectadores, inexpugnables y, a su manera, estetizantes. Con Godard no me pasa, pero con los Straub nunca pude, se me hace muy trabajoso entrarles. Digo, al margen de gustos y convicciones (que en el caso de Straub y Godard son obvias y para vos no la son en Piñeiro), los sistemas en todos estos casos prácticamente necesitan de un público y una crítica predispuestas a entrar en el juego que esos realizadores proponen.
Respecto a la canonización inmediata. Estoy de acuerdo con lo que decís, pero no estoy seguro que esté limitado a las películas de la FUC. Además de VIOLA otra película «canonizada» en este BAFICI es la de Raúl Perrone, a quien no se puede acusar de «chico moderno y ombliguista de la FUC» ni tampoco de no estar interesado a su manera en «el mundo».
Tal vez, estoy pensando en «voz alta», la necesidad de canonizar de inmediato en estos últimos años suene un poco a manotazo de ahogado. Esto que vos decís, y comparto, de los fondos armando un cine nacional «preformateado» y «predigerido» hace que, cuando vemos algo que se sale de esa norma, todos saltemos de alegría y exageremos el entusiasmo. Y esas dos películas, VIOLA y PENDEJOS, te pueden gustar más o menos, pero no son «productos del fondo europeo» y si se transforman en hit de festivales será por derecho propio no por seguir el Manual de Mesa de Ingresos.
Hay algo de eso, me parece, en la relación entre el cine argentino y la crítica hoy. El exceso de «cine correcto» es como un exceso de medianía que agota y cuando ves a alguno que «sabe con la pelota» (perdón por la metáfora futbolera, je!) te entusiasmás de más…
Diego:
Comparto lo que decís en cuanto al cine «correcto» para los festivales, y VIOLA no deja de serlo. Incluso uno puede sospechar que se acaba a los 65 minutos porque con esa duración ya es considerada largometraje… Creo que o que atrae a los críticos es justamente como su frescura parece airear esa atmósfera viciada, pero yo o veo comoun «movimin4to falso». Porque lo que le discuto no es que tome como base a Shakespeare (aunque obviamente sean más interesantes sus tragedias que sus comedias)y mucho menos lo «literario» en sí («Tierra» también lo tiene…). Cuando digo «estetizante» (y es mas claro en su uso de Sarmiento) me refiero a que hace un uso puramente cerrado en sí del texto, e incluso de la propia capacidad formal de su cine (que evidencia algo así como la variante indie de la «eficacia» mainstream: «sabe con la pelota», como decís). Pero detrás de todo eso lo que veo (y por eso me parece que representa tan bien buena parte del novísimo NCA) es un cine cerrado sobre sí mismo: si a algo recuerda (más claramente en TODOS MIENTEN) es al encierro de «El ángel exterminador». Nada que ver con Straub o Godard, cuyo modernismo no deja fuera lo político sino todo lo contrario! En cuanto a Perrone, es un caso muy particular: es a la vez excéntrico al NCA (aunque más no sea por edad) pero a le vez central en el BAFICI, lo queno deja de ser una suerte, ya que con PENDEJOS (incluso contra algo de su cine anterior) muestra justamente lo que puede hacerse cuando se sale un poco del encierro (sea de una clase, una escuela, un festival, o cualquier situación que imponga una naturalizada asfixia). La única salida del cine argentino es no mirarse tanto el ombligo (y en eso hay algo para aprender del reciente cine chileno)
No creo que VIOLA sea del todo «cine correcto para festivales», le falta «latinoamericanidad». Ese tipo de situaciones y personajes podrían darse en Francia, España, USA, cualquier lado. Muchos festivales quieren, como me dijo alguien el otro día, «color local». Si, de hecho, VIOLA logra transformarse en un paradigma del cine festivalero al menos para mí sería un avance, al menos hasta que todos empiecen a hacer algo parecido, je!
Me parece que estas películas de la FUC (estas, no todas), más allá de que no te interesen, no respetan el modelo festivalero. De ser así deberían haber funcionado mejor afuera y no lo hicieron. Creo que siguen su propio rumbo y eso es lo que me gusta de ellas y lo que valoro, aún cuando en algunos casos no me convenzan del todo. Prefiero, digo, los «desajustes» y «problemas» de EL LORO Y EL CISNE que la corrección por comité de HABI, LA EXTRANJERA, por ejemplo. Y no digo que HABI (ni DESHORA, ni LEONES) estén mal. Sólo que las veo demasiado correctas y programáticas: películas de laboratorio.
Respecto al cine chileno, yo tengo mis dudas respecto a que sea más cercano al mundo que el nuestro en un sentido social y político. Hay muchos casos muy distintos entre sí, obvio. Sí, creo, que es un cine más abierto que el nuestro, pero muchas veces desde una perspectiva comercial, de mercado. Son películas más mainstream, más accesibles (LA NANA, NO y especialmente GLORIA, por citar solo algunas), pero muchas de ellas me parecen a mí más regidas por «la culpa de clase» que por otra cosa. Y, en un punto, no sé si no es más sincero cuando la clase media alta (como la argentina que hace cine) o la más bien alta (como la chilena, que pudo pagar educación privada, ya que allí no hay pública como sabés) hace películas no regidas por esa culpa de clase, digamos…
No sé bien a qué películas chilenas te referís, específicamente. Obvio que el caso paradigmático (que me gusta a mí y estoy casi seguro que a vos también) es el de Ignacio Agüero. Pero no sé si hay tantos ejemplos tan notables de agudeza formal, capacidad de observación y conciencia política como el suyo. Ni en Chile ni en ninguna parte.
Si lo tengo que medir respecto al del año pasado por el nivel de películas, me quedo con aquél. El lugar resultó todo un tema ya que tuve que «transportarme» de la Recoleta a Caballito ( y vivo en Caballito)para que el no tiene movilidad propia es una barbaridad, son dos colectivos con la espera que eso conlleva y devora un tiempo enorme, esencial para ver películas. En Caballito solo hubo dos salas lo que limitaba estar todo el día allí, siempre debía combinarse con otras (San Martin, Lugones, etc). El Cosmos debería ser excluído del festival porque la exhibición es deplorable. Vi dos películas de Hangsoo y Zarafa con la imagen borrosa en todas, tal es así que me perdí la película sorpresa del domingo porque definitivamente me dije no vería cine en esas condiciones.
Algunos horarios de las películas no coincidían en su duración con lo especificado en los catálogos. Me pasó con John Cassavetes, J.P. Melville y alguna más. Eran documentales que no llegaban a la hora de duración. Como ya tenía adquirida las entradas desde el primer día esto no me permitió organizarme de otra manera y así haber visto más películas. Más allá de todo esto y tal como dice la publicidad el bafici es el lugar al que siempre se vuelve. Los que consideramos que «el cine es más grande que la vida», allí estaremos.
Entiendo que el Village está en una locación un poco más incómoda que el Abasto para mucha gente (para mí también), pero creo que el esfuerzo vale la pena. Es imposible encontrar un lugar que convenza a todo el mundo.
Respecto a la duración en el catálogo, coincido con vos que había errores. A veces son menores y no cambia mucho (suele pasar cuando cosas hechas a 24 cuadros por segundo se exhiben a 25, pero la diferencia es de 4 minutos en una película 100, por ejemplo). Si las diferencias son más groseras que eso, debe ser error de información.
El Cosmos, sí, es cierto. Hace mucho que no voy pero no se caracteriza por verse demasiado bien.
Lo que digo es que, entre pasarte todo el día en Abasto y todo en Village es mucho mejor el Village. Sin comparación. Locación, trato, comodidad para entrar y salir de salas, etc. Además, yo odio el shopping Abasto, me parece el infierno mismo…
Diego.
Quiero agradecerte por haber publicado tus análisis/críticas horas antes de que se lanzara el Bafici 2013. Me sirvió de mucha utilidad para armar las grillas de películas que seleccioné al momento de adquirir las entradas. Tal vez la palabra gratitud quede corta ya que gracias a tus escritos conocí la filmografía de un director que nunca tuve en cuenta, me refiero al gran Hong Sansoo.
Fué tan impactante el descubrimiento de sus películas que el último día del festival sentí nostalgia por esos personajes tan suyos, con sus encuentros/desencuentros, sus borracheras, sus soledades,sus amores, sus temores y esa Seúl tan fría como representativa de un cine sin igual.
Se fué Rohmer, bienvenido Sangsoo
Buenísimo, me encanta que la gente descubra a Hong (es Hong el apellido, Sang-soo es el nombre). Creo que es uno de los mejores -sino el mejor- cineasta de hoy, o al menos el que mejor retrata lo que yo siento que es la vida contemporánea. Eso que hace, tan simple y complicado a la vez, me resulta fascinante. Es como un autor de cuentos geniales…
Saludos
Respondo aquí tu respuesta del 26/04/2013 at 2:42 pm porque el sistema no deja seguirla ahí… Es a prueba de insistentes, je.
Ok, es cierto que VIOLA y muchas de la FUC no son «correctas para festivales» (internacionales al menos, aunque otras muchas si), paradojicamente porque no condescienden al «latinoamericanismo». Digo paradojicamente porque si bien me parece una calamidad esa mirada eurocéntrica, a la vez tambien deja en evidencia que a esas películas les falta cierta conexión con la realidad (no se lea aquí mero y módico «realismo», por favor!). En ese sentido el cine chileno me parece mucho más autonciente en cuanto a asumir su mirada «de clase»… Pero no se trata de que haya que hacer un cine culposo. Se trata simplemente de no encerrarse festivamente en la quintita (algo que ya aparecía como autocrítica en el NCA de los ’60, como en «La terraza» o «Los jóvenes viejos», por ejemplo). En ese sentido, no es que no me «interesen» como películas, por el contrario: me interesan las películas que (mejores o peores) plantean problemas, incluso inconcientemente… Y en eso muchas de la FUC son sintomáticas de una suerte de «inconciencia de clase». Pero también es cierto que el cine chileno -pese a tener tipos tan disimiles como Larrain y Torres Leiva- es menos variado que el argentino (como su misma sociedad, mucho mas polarizada socialmente): sin enbargo da la impresión de que van hacia eso, mientras que aquí la variedad no necesaramente produce innovación o miradas frescas. Que no pueden surgir si no hay autocrítica… Y también una crítica que en vez de canonizar todos los años «la película de la década» le marque la cancha a un cine que se ha vuelto muy conservador (pese a todo su aparente juvenilismo, y por eso llama tanto la atención que un veterano como Perrone se desmarque con algo como PENDEJOS…)