BAFICI 2013: Panorama II (16 críticas)
Sigo avanzando en la sección Panorama, en esta ocasión desgranando por ahora 16 películas entre la «F» y la «M». Tengo vistas y aún por ver bastantes más de esta parte de la división alfabética (calculo llegar al BAFICI con unas 18/20 películas criticadas en cada uno de los tres bloques del Panorama) por lo […]
Sigo avanzando en la sección Panorama, en esta ocasión desgranando por ahora 16 películas entre la «F» y la «M». Tengo vistas y aún por ver bastantes más de esta parte de la división alfabética (calculo llegar al BAFICI con unas 18/20 películas criticadas en cada uno de los tres bloques del Panorama) por lo que se irán actualizando constantemente de aquí en adelante. Una aclaración para los que preguntan: no, no voy a poner puntajes a las películas. No son por lo general críticas tan largas y me interesa que se lean y no sólo que se anoten numeritos pensando en posibles recomendaciones. Tal vez suene un poco «old school», pero uno de los motivos por los que escribo aquí en el blog es para que los lectores no consuman calificaciones sino para que se tomen el trabajo de leer los textos. Les agradezco el esfuerzo…
FOGO, de Yulene Olaizola (México) La nueva película de la directora de INTIMIDADES DE SHAKESPEARE Y VICTOR HUGO -premiada en el BAFICI 2009- se centra en las vivencias cotidianas de unos pocos hombres que sobreviven en una isla que parece casi abandonada en el helado noroeste canadiense. Casi como «las últimas almas vivas» de la zona, los habitantes conversan un poco sobre mejores tiempos pasados y el hambre que están pasando ahora, caminan por los inhóspitos paisajes, cortan árboles y hacen sus tareas diarias en sus últimos días en un lugar del que no quieren irse, pero que no les deja otra opción. En un sentido, la película -híbrido de ficción y documental- me hizo recordar por momentos EL CABALLO DE TURIN, de Béla Tarr, con unas pocas personas enfrentando el frío y el viento, y apenas con unas papas como toda alimentación posible. La película cuenta con un bellísimo y fascinante trabajo de fotografía de Diego García que transmite al espectador la sensación de estar muriéndose de frío mientras se transito por esos helados y desolados paisajes que el personaje principal, Norm, camina por última vez, como despidiéndose. Ese último árbol, que parece querer sobrevivir pese a los intentos por cortarlo, parece ser el símbolo de esa resistencia inútil contra algo que se parece mucho el fin del mundo.
GOLD, de Thomas Arslan (Alemania) Conociendo el interés de Arslan por versionar géneros esperaba más de este western sobre un grupo de alemanes que emprenden un difícil viaje a través de Canadá tratando de llegar a un perdido paraje en el que, en apariencia, hay oro para repartir. La película narra bastante metódicamente el viaje en cuestión, empezando por la llegada de una mujer (Nina Hoss) a un pueblo para unirse a otros alemanes en la caravana. La travesía se va volviendo más y más peligrosa y complicada y, como en la argentina LOS SALVAJES, cada vez quedan menos en el grupo que avanza y avanza, entre peleas, persecuciones, territorios inhóspitos y otras yerbas. La película no está del todo mal, sólo que es plana, chata y le falta algún elemento creativo (o narrativo) que la despegue de la rutina. Arslan no se atreve a hacer género puro y duro ni tampoco se arriesga al antiwestern más radical a la manera de Kelly Reichardt. GOLD está a mitad de camino, demasiado autoconciente de su propia condición de ejercicio, pero intentando que no se note demasiado y que el espectador la vea como “una del Oeste”. No es ninguna de las dos cosas. (Del Festival de Berlín 2013)
GYPSY DAVY, de Rachel Leah Jones (Israel, EE.UU., España) Un documental íntimo sobre la historia personal de la realizadora que, curiosamente, se topa con algunos hitos conocidos del mundo de la música (y que bien podría estar en esa sección). El filme cuenta el intento de Rachel por reconciliarse con su padre, que la dejó cuando tenía un año para vivir una vida itinerante como guitarrista de flamenco bajo el nombre de David Serva (su nombre real es David Jones). Entre las charlas y vivencias cotidianas de Rachel con su padre y su nueva familia a lo largo de los diez años que duró el rodaje, se nos va contando que el hombre en realidad tuvo varias esposas y un hijo/hija con cada uno de ellos, en muchos casos abandonándolos de muy pequeños, como a Rachel. La historia se cruza con muestras de la calidad musical de Serva/Jones, un guitarrista californiano de excepción hasta para hacerse notar en la cuna del flamenco, pero un hombre bastante esquivo a la hora de aceptar responsabilidades del pasado y de analizarlas. Esa dureza y sequedad del padre se choca con la emoción a flor de piel de Rachel y de las otras esposas de su padre, que lo recuerdan, extrañan o critican con cariño, emoción o pasión, algo que resulta un poco difícil de entender por solo verlo en el filme, si bien sus videos y fotos de juventud lo muestran como un dandy talentoso y muy fotogénico. La película, más allá de una cronología algo confusa y una voz en off que siempre está al borde de pasarse de lo poético a lo cursi, fascina y a la vez sorprende con las revelaciones de la historia. Un dato extra para quienes recuerdan con cariño el tema Mr. Jones, un gran éxito de los ’90 de Counting Crows. Bueno, se basa en David Jones y su hijo Marty, hermanastro de la realizadora y amigo de la infancia de Adam Duritz, cantante de la banda «She dances while his father plays guitar…». Bueno, ese padre es este curioso, talentoso y bastante impresentable Gypsy Davy.
INORI, de Pedro González-Rubio (Japón) Película rodada en Japón por el mexicano Pedro González Rubio (el director de ALAMAR, multipremiada en el BAFICI en el 2010) y premiada en el Festival de Locarno. Un documental de observación producido por la directora japonesa Naomi Kawase y centrado en un pequeño pueblo en el que sólo parece haber quedado unos pocos habitantes ancianos tras la partida de muchos jóvenes. Testimonios y paisajes del lugar se mezclan en un formato que hace recordar y mucho los filmes de la propia Kawase, en los que escenario y personajes parecen representar transmitir una sensación casi zen respecto a su propia mortalidad. Una muy bella elegía, que merece más atención de la que, tengo la impresión, ha tenido hasta ahora. (Del Festival de Rotterdam 2013)
JACK & DIANE, de Bradley Rust Gray (EE.UU.) Una curiosa película que trata de combinar varios tonos y pierde en el intento, este nuevo filme del director de THE EXPLODING GIRL combina el interés por la vida cotidiana de chicas en el más clásico estilo «realismo indie» con una atmósfera sombría, casi de película de terror, más cerca del cine de David Cronenberg que de cualquier aspirante a Sundance. El mix, interesante seguramente en los papeles, nunca termina de cuajar en la pantalla. Una chica inglesa que está unas semanas en Nueva York, Diane, empieza una relación con otra chica, Jack, que se enamora perdidamente de ella. Pero las dificultades del caso -una molesta tía de Diane, el hecho de que ella pronto se irá a Europa- complican toda la relación. En medio de esta historia de amor/desamor, encuentros/desencuentros de estas chicas hay un clima ominoso, música tenebrosa, pérdidas de sangre y bastante horrosas animaciones de los hermanos Quay que dan a entender que algo más puede pasar en cualquier momento. Esto, claro, tiene un obvio componente simbólico (freudiano de manual), pero la película lo asume como propio, lo torna realista, dándole una gravedad y densidad a la historia que son excesivas. A tal punto irrita estas intromisiones que no terminan dejándonos con ganas de que sea una simple película indie entre dos chicas que se quieren, una más confundida que la otra, y listo. Pero no lo es. Gray apunta a que sea más que eso y termina siendo bastante menos.
LA TOMA, de Sandra Gugliotta (Argentina) Un documental breve en el que Gugliotta repasa los hechos que llevaron a los alumnos del Colegio Avellaneda a tomar la escuela por falta de obras y diversos problemas edilicios. El filme arranca mostrando cómo los hechos se fueron sucediendo, la toma en sí misma y las divisiones -entre alumnos y padres, entre alumnos y el vicerector «buena onda» y entre distintos grupos de alumnos- para llegar a un final abierto en el que, se sabe, las tomas se seguirán sucediendo al año siguiente. La película tiene algunos puntos en común con ESCUELA NORMAL, pero el acercamiento es más sobre los hechos en sí y las discusiones que suscita, sin entrar demasiado en los protagonistas en particular. Se trata de un registro informativo y no demasiado profundo, pero resulta interesante de seguir por varios aspectos. Por un lado, por tener como líderes estudiantiles (y de los padres también) en todos los casos a mujeres. Por otro, por mostrar las contradicciones de la ocupación y la toma, en lugar de ponerse a favor o en contra de manera simplista. Y, por último, aunque al margen del contenido del filme en sí, como dura crítica de la situación de la educación pública en la misma ciudad que organiza el festival que la programa. En ese sentido, un buen síntoma de una curiosa convivencia. No sé qué opinará Esteban Bullrich al respecto…
THE LEBANESE ROCKET SOCIETY, de Khalil Joreige y Joana Hadjithomas (Líbano/Francia/Qatar) Un documental al que podría definir como simpático más que cualquier otra cosa, la nueva película de esta dupla de directores se centra en, digamos, los inicios del programa espacial libanés. Es que esta olvidada historia empezó en 1960 a partir del trabajo de un profesor universitario y un grupo de estudiantes que fabricaban pequeños cohetes que fracasaban en su intento de sostenerse más de unos segundos en el aire. Esos mismos estudiantes y sus cohetes se convertirían, unos años después, en una causa nacional y un problema para las naciones vecinas y las superpotencias, que terminaron por anular el programa al punto que casi nadie lo recuerda hoy allí. Los directores encuentran al profesor y la mayoría de los encargados de ese proyecto, y a partir de entrevistas, filmaciones y fotos de archivo reconstruyen la simpática historia y los problemas que fueron llevando a su final: los errores, la división entre «científicos» y «militares» y la propia historia difícil del país a fines de los ’60. Lo que no me convence demasiado del filme es su forma, con los directores contando la historia en voz en off y reflexionando sobre casi todo lo que se cruza por su camino a la manera de «¿qué nos pasa a los libaneses?». La curiosa última media hora del filme -de la que no conviene revelar mucho- ofrece más del mismo sistema: una situación absurda y simpática analizada por dos voces que parecen ser las de panelistas de la televisión que se toman demasiado en serio algo que podría estar tratado con más ironía. Es cierto: la realidad del país y los sueños rotos de toda una generación tal vez no sean motivo de comedia, pero en ese caso lo mejor es dejar que las imágenes sean las que hablen sin necesidad de excesivas explicaciones.
LIKE SOMEONE IN LOVE, de Abbas Kiarostami (Francia/Japón) Dedicaré más tiempo y espacio a escribir sobre éste y algunos de los mejores filmes de Cannes a mi regreso, ya que aquí me la impresión que tiempo y complejidad no se llevan de la mano. Y eso se nota más a la hora de hablar de este tipo de películas, que no son fácilmente resumibles. Kiarostami se va ahora a Japón y lleva “el sistema Kiarostami” que recorre su filmografía y que apareció de vuelta en COPIA CERTIFICADA: estos viajes circulares en los que la identidad de las personas y sus relaciones se ponen en juego, entre ellos y con ellos y el espectador. La elegancia y complejidad del iraní en la puesta en escena de esta película merecería un estudio plano por plano, que espero que alguien haga en algún momento. Las secuencias en las que se divide este relato acerca de la relación entre una joven prostituta y un anciano cliente que es tomado por el novio de la chica (y otros) como su abuelo son maravillosas, una a una: la primera en el bar, la segunda en el auto, la tercera en la casa del “abuelo”. Véanla así, de a poco, observen cada detalle. Es un prodigio de construcción cinematográfica. (Del Festival de Cannes 2012)
LOCACIONES: BUSCANDO A RUSTY JAMES, de Alberto Fuguet (Chile) Soy unos años menor que Alberto, pero se puede decir que compartimos generaciones y que entiendo claramente el impacto que LA LEY DE LA CALLE le causó, ya que a mí también me produjo una similar sensación, si bien no tan radical como fue la suya. En este documental, el escritor y cineasta chileno quiere un poco exorcizar su fascinación por esta película maldita y de culto de Francis Ford Coppola que fracasó en los Estados Unidos pero que se convirtió en un éxito curioso en muchos lugares del mundo, especialmente en los nuestros. Su película combina un viaje a Tulsa, Oklahoma, en el que Fuguet recorre la ciudad y la filma en un estilo que intenta remedar al de la película de Coppola: blanco y negro, contrapicados, grandes angulares. Esos planos, mezclados con los de la película, dan un excelente clima al relato, en especial porque Fuguet no se pone jamás a aclarar si un lugar corresponde a una escena o no. Es, más bien, una forma de capturar un «espíritu en el aire» que puede o no haber dejado el filme. De hecho, lo de «locaciones» es el fondo para que la voz del director se funda con la de muchos entrevistados, argentinos y chilenos (si se me escapa algún uruguayo, sepan disculpar) a los que nunca se ve en pantalla ni se nombra (al menos en la copia sin créditos finales que yo vi) pero que van compartiendo con el director sus personales experiencias e historias con el filme: lo que significó en sus vidas, cómo lo vieron por primera vez y cuántas veces lo hicieron, con qué personaje se identifican y así. Esa pintura panorámica no intenta ser detallista respecto al filme (se nos cuenta muy poco de su producción y está bien que así sea), si no más bien tratar de linkearlo con las vidas de los que hoy pasamos los 40 -y algunos menores y otros mayores- a los que la película afectó. Sólo por sus voces pude reconocer entre los entrevistados a Leonardo D’Esposito, Diego Trerotola, Fabián Casas, Adrián Biniez y otros que sé que los conozco pero aún no pude identificar. Si bien siento que hay un grado de fetichismo excesivo en el relato (algo que siento en el 90% de los cinéfilos, de hecho, que hablan de las películas como si hablaran de objetos de culto religioso), Fuguet transmite y comparte su devoción por el filme y por lo que le provocó, logrando darnos ganas de volverla a ver. Yo, que sólo recuerdo haberla visto dos veces en los ’80, estoy tentado a repasarla pero, como dice uno de los entrevistados en el filme, hay cosas que es mejor tenerlas sólo en la memoria, así que no sé…
MAI MORIRE, de Enrique Rivero (México) Ganadora con justicia del premio a la mejor fotografía en el Festival de Roma 2012, MAI MORIRE, segundo largo del mexicano Enrique Rivero, se centra en la historia de una mujer que vuelve a Xochimilco a cuidar a su madre muy anciana. Ella trabaja y vive en la ciudad y en este paraje bucólico y de canales viven su marido y sus hijos. Esa visita/reencuentro servirá para conocer el lugar, sus costumbres, y ser testigo de esta despedida familiar, todo en un tono menor, desdramatizado, priorizando la observación del lugar, la conexión de esas personas de pocas palabras con la bellísima naturaleza que lo rodea. Bella, epifánica (tal vez demasiado, los planos de los amaneceres son hermosos pero hay más de los necesarios), sencilla en lo narrativo y contemplativa en sus tiempos, la película tiene un par de ejes interesantes para analizar. Por un lado, el choque entre este lugar que parece alejado de todo pero que está dentro de la ciudad de México (sí, aunque no lo parezca) y, por el otro, por mostrar un personaje femenino fuerte y decidido que, ante una serie de circunstancias que se le presentan (la enfermedad, el cuidado de los hijos, la infidelidad) responde de maneras inesperadas, muy lejos de la habitual sumisión que uno podría esperar en situaciones así. Sin declamarlo, MAI MORIRE es una película definida y organizada por mujeres independientes, que deciden cómo vivir sin preguntarle ni pedirle permiso a nadie. Como PARQUE VIA, la anterior película de Rivero, los personajes mayores y el ambiente que los rodea son los que chocan, se enfrentan, se completan. Allí era un oscuro y cerrado edificio. Aquí, la inmensidad del mundo. (Del Festival de Roma 2012)
MAPA, de León Siminiani (España) Diario personal y de viaje(s) del director a lo largo de varios años, MAPA revela a un realizador en busca de un estilo que tiene a Marker y a Mekas como referencias, entre otros. Cuando se separa de su novia y lo echan de su trabajo en una teleserie, León emprende un viaje a la India para superar la situación y buscar una nueva vida y nuevas experiencias allí. Con su cámara a cuestas, filma y se cuestiona lo que filma, busca y no encuentra, o cuando encuentra algo no está seguro si está filmando lo que debería. Se da cuenta, en su viaje, que sigue obsesionado por encontrar una compañera de aventuras. Cuando la encuentra (o la reencuentra) y la pierde, ya en España, deberá tratar de resolver cómo seguir con su documental y con su vida, que parecen ir de la mano. Original y simpática, por momentos un poco enamorada de sí misma aunque también algo “woodyallenesca” en las contradicciones y autocríticas del personaje, MAPA es una película más que atendible dentro del panorama del nuevo cine español. (Del Festival de Mar del Plata 2012)
MARINA ABRAMOVIC: THE ARTIST IS PRESENT, de Matthew Akers (EE.UU.) Una película que propone diversas y contradictorias lecturas -y las asume todas-, este documental cuenta de forma bastante clásica (la produce HBO) la experiencia en la que se convirtió la muestra de la artista performática montenegrina Marina Abramovic en el MoMA neoyorquino en 2010, combinándola con un repaso de la vida de esta mujer de hoy 66 años. Abramovic es una artista que trabaja con su propio cuerpo en muestras performáticas de distinto tipo desde los años ’70. Esta muestra en el MoMA incluía, además de una retrospeciva interpretada por otras artistas, una obra suya que consistía en Marina sentada frente a un mesa durante todo el día (y durante tres meses seguidos), «atendiendo» a los visitantes de a uno. Es decir, la gente pasaba, se sentaba un minuto frente a ella y se miraban fijo a los ojos. Y listo. Ese en apariencia simple evento no sólo es mucho más complicado de lo que parece sino que terminó generando reacciones emocionales y de fanatismo muy raras. El trabajo de Abramovic es curioso. Por un lado es radical y conceptual, pero por otro se sostiene en nociones clásicas, digamos, de realismo psicológico. La misma artista ha hecho de su vida su arte y para eso necesita transmitir su historia y no sólo estar «en cuerpo presente». En ese sentido, hay algo muy cinematográfico en lo que hace: podemos ver a una mujer sentada mirando a la nada, pero como espectadores que conocemos algo de su historia llenamos ese vacío con sensaciones. Lo mismo le pasa a la gente y lo mismo hace la película, que no apuesta por el costado más radical del trabajo de MA, sino por contar la historia con ese mismo trazado psicologista: para apreciar lo que hace parece importante conocerla. Si bien es innegable que el recurso funciona, para mí hay algo un poco tramposo en todo eso, ya que banaliza o normaliza en extremo la propuesta (de la película y de la artista). En un punto creo que me hubiera interesado más un filme igualmente radical a la idea de ella sentada: planos fijos sobre los rostros de los encuentros, por ejemplo. Y así, durante dos horas, tratando de empatar esa sensación con la del espectador. Pero este es un filme de divulgación y no pasa por allí su interés ni su búsqueda. Es una pena, porque la intrigante obra de Abramovic (personalista y egocéntrica, por un lado, pero generosa y noble en su búsqueda de empatía con el espectador/participante) merece una película que trabaje a partir de su obra y no de manera funcional a ella.
MATERIA OSCURA, de Massimo D’Anolfi y Martina Parenti (Italia) Este documental rodado en la Cerdeña italiana narra a través de imágenes capturadas en la actualidad y material de archivo las consecuencias de los tests nucleares que se hacen en una zona entre paradisíaca y tenebrosa de Cerdeña. Paradisíaca, de lejos, cuando uno ve el Mediterráneo azul bañar las costas de
esta zona rural, con pocos habitantes y muchos animales. Pero cuando uno se acerca -o cuando se ven las imágenes de archivo- nota que este lugar es usado para pruebas de misiles y otros armamentos, y que las consecuencias son enormes para quienes viven allí. El filme no tiene casi diálogos y lo poco que se escucha son mínimos comentarios al pasar o lo que se comenta en un programa radial. Lo demás queda claro en el material de archivo, con lanzamientos explosivos haciéndose desde áreas cerradas de ese mismo lugar y carteles con todo tipo de restricciones. Y está presente, también, en la vida cotidiana, infectada de materiales altamente radioactivos que investiga un geólogo y con consecuencias evidentes en los animales muertos o deformes que nacen en el lugar, en algunas escenas que hasta hacen recordar, pero en otro tono, la película de Michelangelo Frammartino, LE QUATTRO VOLTE. Sin golpes bajos pero con algunas escenas fuertes y contundentes, este paso por el Poligono Sperimentale del Salto di Quirra es un terrible recordatorio de que las guerras están presentes y dejan sus marcas aún donde parece nunca haber pasado nada. (Del Festival de Berlín 2013)
MEKONG HOTEL, de Apichatpong Weerasethakul (Tailandia) Escribí en el momento que se dio (una jornada bastante mala en el festival de Cannes 2012), que un jueguito, un ejercicio menor de Apichatpong, es mejor que buena parte del cine que se ve aquí. MEKONG HOTEL puede ser una serie de ensayos, una improvisación “al paso”, una hora de material hecho película más en función de la necesidad de Thierry Fremaux más que por la del propio AW (tipo: “¿Tendrás algo para mandar este año, Joe?”), pero sólo entrar en su mundo de planos contemplativos, voces casi susurradas y personajes relacionados con otros de su filmografía, ya nos da un placer que buena parte del cine no tiene. Leve, acaso intrascendente. La pasé muy bien, igual. (Del Festival de Cannes 2012)
METHOD TO THE MADNESS OF JERRY LEWIS, de Gregg Barson (EE.UU.) No suelo ser muy fanático de las biografías oficiales, pero cambié de opinión en este caso, ya que me parece que aquí vale la pena. Este filme producido por el propio Jerry Lewis es una pintura rosa y amable, casi para el mausoleo, del hombre y de su carrera, y aquí no se toca ningún punto que Lewis -que suele ser muy controlador con todo lo que hace- no quiera que se toque, ni su vida familiar, ni su por muchos comentada explosiva y complicada personalidad y ni siquiera su labor como conductor de los célebres «Telethon» de la TV norteamericana ya que JL está en juicio con los productores. Pero el hecho de no perder el tiempo en ese tipo de datos que pueden hallarse en cualquier nota sobre la vida de Lewis le permite al director explorar en detalle el arte de uno de los mayores cómicos de la historia. Así, con muchísimo material de archivo -incluyendo outtakes y detrás de escena de muchas películas- y con figuras como Jerry Seinfeld, Steven Spielberg, Billy Crystal, Eddie Murphy y otros analizando su trabajo como cómico y realizador, el filme logra meterse bastante a fondo en el arte específico de Lewis, en su manejo coreográfico/musical de los tempos cómicos, de su profundo entendimiento de la puesta en escena cinematográfica y de su enorme talento para hacer reír a generaciones y generaciones. Sí, es una pintura «rosa» y es un documental repetitivo que ni siquiera está muy bien contado, pero si te intriga saber más del arte del director de EL BOTONES, EL PROFESOR CHIFLADO y EL TERROR DE LAS CHICAS esta película es más que recomendable. Y si querés saber más de los misterios de la comedia, no hay nada como escuchar los análisis de Seinfeld, el único que parece poder explicar lo notable y complejo de este arte.
MOLD, de Aly Aydin (Turquía) Premiada en la sección Semana de la Crítica del pasado Festival de Venecia esta opera prima se centra en la vida de Basri, un hombre que trabaja en el ferrocarril -su misión es recorrer kilómetros y kilómetros al lado de las vías para ver si nota algo extraño y reportarlo- y que está a punto de retirarse. Solitario y callado, su misión en la vida es saber qué pasó con su hijo, que desapareció en los ’90 en apariencia tras ser detenido por las autoridades por manifestarse políticamente. En una gran escena al principio del filme, Basri es convocado por el nuevo jefe de policía que lo cuestiona acerca de sus insistentes reclamos por saber qué fue de su hijo y deja en claro que a las autoridades no le cae nada bien el pedido. El filme seguirá a Basri en su vida cotidiana y en su complicada relación con un compañero de trabajo, violento y alcohólico, con el que nadie se lleva bien. Ese segmento de la película es el menos interesante y más remanido, pero es el que disparará las resoluciones narrativas que sí valen la pena de analizar en un filme de ritmo pausado y puesta en escena rigurosa, cercana al cine de Nuri Bilge Ceylan pero sin la riqueza dramática de sus mejores películas. MOLD es un retrato medianamente interesante pero algo reiterativo sobre un hombre pequeño que carga con una causa y una deuda sobre sus espaldas con la que algunos podrán sentirse identificados: la culpa y el dolor de sobrevivir a sus propios hijos.
Leidos los textos merecés un comentario. Entiendo que últimamente todos respondemos en 140 caracteres y entonces acá no queda nada de eso que hacemos los lectores: hola, pasé, leí. Gracias.
De nada. (8 caracteres)
Inauguré hoy las pelis que voy a ver este Bafici con Mekong Hotel, en verdad lo que comentaste es tal cual, se nota que no es una película, dista enormemente «Del hombre que no podía recordar sus vidas pasadas» de hecho solo es llevadera si ya tenés adquirida la disposición a entregarte a la experiencia de ver cine independiente .