Pasado y presente del cine: la despedida de Pascual Condito

Pasado y presente del cine: la despedida de Pascual Condito

por - Críticas
26 Abr, 2013 12:02 | 1 comentario

Es un clásico de decenas de tramas hollywoodenses de los últimos años. En algún punto de la historia de un determinado negocio (puede ser la industria del cine pero también los dueños de casinos, clubes de fútbol y lo que se te ocurra), los históricos de ese negocio abandonan la tarea o son desplazados por […]

pascualEs un clásico de decenas de tramas hollywoodenses de los últimos años. En algún punto de la historia de un determinado negocio (puede ser la industria del cine pero también los dueños de casinos, clubes de fútbol y lo que se te ocurra), los históricos de ese negocio abandonan la tarea o son desplazados por una nueva generación. La trama suele ser así: el histórico es un hombre que ama su trabajo, le ha puesto su sangre y su pasión, se le ha ido buena parte de la vida en él; pero también es rudo, desprolijo y un poco avasallador. Los nuevos que llegan, dice el cuento, son efectivos y eficientes contadores, visten bien y tratan a todos con la misma sonrisa; pero cuando salen del trabajo lo olvidan en un minuto, los moviliza su cuenta bancaria y no la pasión, y no harían nada si los números no cierran.

Esta narrativa viene dándose por décadas y no siempre es tan clara y modélica como se la quiere mostrar. Ni los «viejos lobos de mar» son tan bestias ni descuidan tanto su dinero ni los más jóvenes son tan mercenarios y desapasionados. Todos esos giros históricos implican recambios generacionales, estilos distintos, nuevos paradigmas y muchas veces lo más fácil -y romántico- es llorar y lamentarse por los viejos tiempos y achacar al presente -y a los más jóvenes que toman la posta- la culpa de todo. Lo podemos hacer los críticos, lo han hecho los exhibidores de las viejas grandes salas y, claro, lo hacen los distribuidores de cine.

pascual conditoYo no soy de llorar por los buenos viejos tiempos -todavía no pasé a recoger mi chip nostálgico-, pero la noticia de que Pascual Condito dejará de distribuir cine en la Argentina me dolió. Me pareció que, en cierto modo, representa el fin de una era. Y que esa era estaba personificada -en cierto modo- en la figura «más grande que la vida» de Pascual, con sus tatuajes, sus gorritas, sus gritos,  con sus fastidios y su personalidad desaforada, pasional, cinéfila.

Condito llevaba 32 años como distribuidor cinematográfico y por el camino pasaron muchos colegas y rivales en «el negocio» (algunos siguen estando). Cuando lo conocí, a mediados/fines de los ’90, había empezado a interesarle la distribución del cine arte que funcionaba bastante bien en ese entonces (antes había tenido una etapa distribuyendo material erótico). Fue el éxito de EL
SABOR DE LA CEREZA
, de Abbas Kiarostami -más que la convicción artística-, el que lo condujo hacia esas zonas de la distribución.

Recuerdo que, en medio de aquel furor por el cine iraní escribí junto a Marcelo Panozzo, en Clarín, una nota de tapa de Espectáculos (en aquellos tiempos en los que se podía escribir ese tipo de notas de tapa) en la que mencionábamos los grandes títulos de cine de autor que nos habían impactado, o sobre los que habíamos leído en la prensa internacional. El tipo la leyó, pidió todas esas películas a sus respectivos vendedores internacionales y terminó comprando muchas de ellas (alguna vez leí por ahí que algunos colegas piensan que la historia fue al revés, que nosotros difundíamos lo que él había comprado: no pueden estar más equivocados).

Eso terminó derivando en el estreno aquí de películas de Kitano, Panahi, Angelopoulos, Kore-eda, Oliveira, Sokurov, Imamura, Ripstein (no todas por Condito, creo) y muchas otras que ahora me olvido… En esos años, y en parte como consecuencia de ese fenómeno y de una sección como Contracampo en el Festival de Mar del Plata, que pasaba similar tipo de cine, nació el BAFICI, ya que se creyó que había público para películas así. Y lo había. Y ahora lo sigue habiendo, sólo que no alcanza para los estrenos comerciales sino que se limita a los festivales y al consumo hogareño por internet.

pascual condito esther goris pacoViejo lobo del negocio, cuando Pascual notó que el interés comercial por esas películas se esfumaba abrió el panorama del cine que estrenaba y allí las cosas empezaron a complicarse. Si bien las otras películas que estrenaba (el cine de autor más duro) no le garantizaban taquilla alguna, por lo menos tenían un apoyo crítico. Estas eran más una lotería: podía irle bien o muy mal. Recuerdo haber hablado varias veces con él entonces y, según su olfato, la gente ya estaba cansada de ese cine, digamos, seco y difícil y buscaba historias «con emoción». Eso buscó y todos recordamos los posters tan típicos de sus estrenos de entonces. Bah, de siempre…

Ya hace varios años que Pascual volvió a girar en su búsqueda de mercado y se dedica al cine argentino, tanto en la distribución como en las ventas internacionales. En su carta de despedida de la distribución cinematográfica local dice que el motivo de su abandono es que no puede competir en recursos con las majors, que son las que estrenan las películas locales más grandes. No podría hablar de los detalles del negocio específicamente (la relación productores/distribuidores me excede), pero hay algo innegable en esa salida y tiene que ver con el poco interés en la taquilla que despiertan casi todos los estrenos locales, especialmente los más pequeños. A la vez, es cierto, hay muchas más películas argentinas circulando, pero calculo que el balance no cierra, por más que los que corran con la mayoría de los gastos en los estrenos argentinos sean usualmente los productores.

Pascual_Condito-2Condito es, además, uno de esos personajes que todo negocio necesita. Todos los que tenemos algo que ver con el cine en la Argentina hemos visto su tatuaje en el brazo (El cine + mis hijos = Mi vida, reza), las incontables gorritas que colgaban en su oficina de Riobamba (otro hermoso edificio antiguo que hace algunos años, paradigmáticamente, también tiraron abajo), su pésima pronunciación de los nombres de directores extranjeros y hasta nos contó algunos de sus variopintos problemas personales.

A muchos nos ha enchufado decenas de, ejem, VHS (que siglo XX suena eso…) y DVDs, lo hemos visto aparecer en cameos en decenas de películas producidas por él (¿hay otro distribuidor/actor en el mundo?) y nos hemos bancado más de un llamado telefónico a horas imposibles, agradecimientos y puteadas varias. No todo es rosas, claro. Alguna vez quiso trompear a un crítico y su mal genio es antológico, pero esas cosas tienden a quedar más en el anecdotario que otra cosa. Si hay un distribuidor que tiene prontuario de anécdotas, ése es Pascual. Y hasta tenía un guión escrito sobre su vida que estuvo a punto de filmarse…

Más allá del cambio paradigmático en el modelo (la salida de una personalidad grandilocuente y personalista como la de Condito y su reemplazo por los muchas veces ignotos administradores de empresas multinacionales), lo que deja entrever esta salida del mercado es que el cine que manejaba y maneja Pascual ya no tiene lugar en la cartelera argentina. Como decía antes, el cine arte quedó relegado a festivales y sólo los títulos más grandes dentro de ese rubro llegan a las salas (también cerró hace unos años 791Cine y sobrevive por suerte Zeta Films que luchó meses para poder estrenar TABU) dominadas por las 300 pantallas en las que se da IRON MAN 3.

Y el cine argentino va en un camino parecido: sólo sobreviven en taquilla unos 10/15 títulos por año, casi siempre estrenados por las majors, hoy involucradas medio a la fuerza en el tema. El resto de los filmes se estrena, sí, pero no llevan demasiados espectadores y llegan a las pantallas más por una especie de «obligación contractual» que por otra cosa. Lo mejor del cine nacional de cada año pasa casi todo por circuitos alternativos. Salvo rarísimas excepciones, no hay negocio posible en salas para ese tipo de cine argentino que estrena (o estrenaba) Pascual.

Todos esos cambios salen a la la luz, como en una foto de época, con la despedida de Condito: ese pasado romántico y este presente desapacible, ese cine a contracorriente y este cine auspiciado, ese fervor caótico y esta cordialidad prolija. Se lo va a extrañar.