«Spring Breakers – Viviendo al límite»: Anochecer de un día agitado
En cierto sentido, nada ha cambiado mucho. Desde que Harmony Korine escribió KIDS -guión suyo filmado por Larry Clark en 1995-, las obsesiones del realizador de GUMMO y TRASH HUMPERS han sido similares: las vidas de jóvenes que buscan crear un mundo propio fuera del más restrictivo y convencional universo de los adultos. Marginales -por […]
En cierto sentido, nada ha cambiado mucho. Desde que Harmony Korine escribió KIDS -guión suyo filmado por Larry Clark en 1995-, las obsesiones del realizador de GUMMO y TRASH HUMPERS han sido similares: las vidas de jóvenes que buscan crear un mundo propio fuera del más restrictivo y convencional universo de los adultos. Marginales -por elección o circunstancia-, los personajes de Korine construyen sus propios códigos y se manejan dentro de ellos sin preocuparse demasiado por lo que «la sociedad» pueda pensar de lo que hacen con sus vidas. Más allá de su diferente apariencia -por tema y por elenco-, SPRING BREAKERS: VIVIENDO AL LIMITE no es muy distinta a KIDS o a GUMMO.
El cine de Korine, obviamente, no se reduce a pintar las vidas de adolescentes «fuera del sistema». Hay otra línea que atraviesa su cine también desde el principio y tiene que ver con una serie de planteos estéticos que uno podría ubicar como fuera de los cánones tradicionales: un desinterés por la narrativa convencional y un gusto por un tipo de relato más impresionista; una fascinación por las variadas formas y figuras de la cultura pop, y un permanente planteo de situaciones que van del exceso potencialmente shockeante al absurdo dadaísta. Como sus personajes, Korine quiere construir sus propios códigos, siendo consciente de que ya se han desarmado y rearmado antes, pero haciendo como si siempre fuera la primera vez.
Todo eso aparece, combinado, en SPRING BREAKERS, una película que no es tan accesible ni liviana como parece por su trailer y sus fotos de adolescentes en bikini. Sí, claro, es más accesible que TRASH HUMPERS, pero casi cualquier cosa lo es. Con tres estrellas teen de Disney como protagonistas (Selena Gomez, Vanessa Hudgens y Ashley Benson que, junto a Rachel Korine, la mujer del realizador, son las «Fab Four» de esta historia), acompañadas por James Franco, SPRING BREAKERS es otra aproximación a un mundo de adolescentes desaforados y una exploración en los rincones de la cultura pop y su fascinación por imágenes violentas, en una película que es a la vez una comedia adolescente, un policial negro, un filme de terror y uno experimental.
Los ecos del filme de Korine se disparan hacia decenas de lugares en paralelo. SPRING BREAKERS lleva a Gomez y compañía hacia una suerte de parodia de la «princesita Disney gone wild» (el Hada del filme es claramente Britney Spears, homenajeada en dos escenas); a Franco -otra cara bonita que quiere a toda costa romper el molde y ser también visto como artista serio- lo lleva a jugar con su imagen pública; a la tradición americana del «spring break» la conduce hacia sus extremos más brutales y plantea, a través de esa descontrolada celebración, cómo se conecta la cultura pop con el mundo real (sexo, violencia, raza) con el que siempre coquetea desde sus imágenes, pero sin hacerse demasiado cargo.
El filme se centra en lo que pasa cuando cuatro amigas (tres más zarpadas y una, la encarnada por Gomez, más religiosa y conservadora) que quieren ir a pasar su semanita de vacaciones primaverales universitarias a Florida se dan cuenta que no les alcanza el dinero y deciden robar un restaurante, «como si fuera un videojuego». Lo hacen, exitosa y brutalmente, y pronto están en la playa, sumándose a miles de adolescentes que festejan este rito anual, con puntos de contacto con nuestro Viaje de Egresados. Imaginen una semana de fiesta permanente llena de chicas en bikini, alcohol en cantidades industriales, drogas, hip-hop, fiestas y decenas de etcéteras que Korine filma como si fuera una serie de clips de algún programa de MTV.
El asunto gira -y el tono del filme también- cuando las chicas son detenidas por la policía, y quien las saca de allí es una especie de rapper/gangster wannabe que se hace llamar Alien (Franco), casi una parodia blanca de una estrella de hip-hop negra, con coronas en los dientes, rastas y armas aún más grandes que sus cadenas de oro. Este admirador de Scarface les hace vivir a las chicas una inconsciente parodia del filme de Brian de Palma pasando sus días en un caserón, enfrentándose a otras bandas por el territorio del narcotráfico y participando de la cuota esperada de sexo, drogas y rock and roll. Y las chicas, como si fueran parte de ese videoclip de la vida, se suman encantadas. Claro que el asunto tendrá consecuencias un poco más serias que unas imágenes en las pantallas de VH1. Es, sí, un videojuego y un videoclip, pero puede convertirse es mucho más que eso.
Ese juego entre los distintos niveles de percepción está en el centro de la experiencia que es SPRING BREAKERS. Estrellas cándidas de Disney que juegan a ser unas chicas comunes y zarpadas de fiesta, que juegan a ser pistoleras y gangsters, que se dan cuenta que lo son. Y ese juego, de alguna manera, se vuelve sobre sí mismo, como una suerte de comentario fílmico sobre las carreras de estrellas de este tipo, que arrancan como «la chica de al lado» y terminan en plan Lindsay Lohan. O algo así…
Más allá de ellas, el que termina siendo el personaje central de la idea narrativa de Korine es el Alien de Franco. Festejando sus conquistas materiales (la escena en la que repite como un mantra a las chicas «look at all my shit» es notable) y celebrando alucinadamente el hecho de existir en esa mala imitación de un video de hip hop que es su vida (el cover que hacen todos de «Everytime» de Britney, es otro punto alto del filme), por Alien/Franco se cruzan todos los vectores que hacen de este filme una experiencia tan extravagante, seductora y repulsiva a la vez.
Korine es lo suficientemente inteligente y talentoso para alejarse de hacer cualquier tipo de filme de denuncia. Es cierto que algunos podrán leer SPRING BREAKERS en clave de adulto asombrado por «las cosas que hacen los chicos hoy», pero si uno ve la carrera del director sabe que ese no es su ángulo de entrada al filme, que a él le fascina ese universo de adolescentes que juegan a ser marginales. Y su cercanía con el cine de Gaspar Noé -que es su amigo y con quien comparte director de fotografía en este filme, Benoit Debie- también lo deja en claro: Korine disfruta de las pesadillas que les crea a los espectadores.
Así como los tres personajes de TRASH HUMPERS creaban caos alrededor suyo disfrazados con máscaras de ancianos, las chicas producen un caos más «agradable a la vista», andando todo el tiempo en bikini, hasta en un juzgado. Irán probablemente más lejos que ellos en su viaje al final de la noche y Korine se aprovecha del hecho de que no nos molestará seguirlas para, si se quiere, castigar nuestro afán voyeurista. Hay un costado de «enfant terrible» que tiene el director que continúa en pie más allá de que anda ahora por los 40 años. No hay nada que le guste más que provocar al espectador, obligarlo a tomar partido, a sentir atracción y a la vez rechazo por lo que está viendo.
Si TRASH HUMPERS era el JACKASS del cine arte, SPRING BREAKERS es algo más parecido a una versión teenager de QUE PASO AYER? filmada por el Godard de los primeros ’60, como un Richard Lester pasado de drogas. Estilísticamente la película no sigue parámetros convencionales. Como en el reciente cine de Terrence Malick, Korine apuesta por desdoblar imágenes y sonidos, por repetirlos, por ir y venir en el tiempo en algo que él mismo ha llamado «narrativa líquida». La película va del letargo a la alucinación química, con luces de neón explotando sobre el rostro del espectador tratando de crear la sensación de que uno también está, con ellos, intoxicado a las cuatro de la mañana, viendo cosas que no logra distinguir sin son reales o creadas por su mente.
Si bien la copia en 35 mm. que yo vi en la función de prensa era tan mala que por su imagen fuera de foco se parecía mucho a la de TRASH HUMPERS (espero que en los cines se vea mejor), las ideas visuales de Korine y Debie apuntan a generar un espectador hipnotizado, entre fascinado y repelido por lo que ve. Y eso es lo que más probablemente suceda: las fans actuales de las chicas Disney estarán preguntándose qué pasó con sus castas heroínas, mientras que las que ya superaron esa etapa convertirán a SPRING BREAKERS en una película de culto.