Cannes 2013: Franco, Chandor, Barnard, Bozon, To, Alix
El Festival de Cannes concluyó, pero en el blog aún no terminé de repasar las películas vistas a lo largo del evento. De las 40 que vi allá ya he escrito críticas largas de 20 películas y más cortas de otras nueve. Las once que faltan irán divididas en dos bloques de cinco y una […]
El Festival de Cannes concluyó, pero en el blog aún no terminé de repasar las películas vistas a lo largo del evento. De las 40 que vi allá ya he escrito críticas largas de 20 películas y más cortas de otras nueve. Las once que faltan irán divididas en dos bloques de cinco y una más larga, dedicada al filme NORTE, THE END OF HISTORY, de Lav Díaz. Luego habrá un post-Cannes de películas que estoy viendo recién ahora gracias a FestivalScope (y hay muchas allí de la Quincena de Realizadores y de la Semana de la Crítica para ponerse al día). Pero vayamos resumiendo las películas que, por distintos motivos (algunos serán explicados en las críticas, en otros casos no hay más motivo que la falta de tiempo), no pude escribir hasta ahora.
AS I LAY DYING, de James Franco (Un Certain Regard). La Sala Debussy estaba tan llena que tuve que sentarme en una de esas sillitas rebatibles que se ubican en el costado del cine, en las que se produce un doble milagro: ves mal e incómodo a la vez. No suelen llenarse así de rápido las películas de Un Certain Regard, pero en los festivales de cine se reproduce la misma situación que en todos lados: las películas con estrellas norteamericanas son siempre las más buscadas (es un tema que urge seguir analizando). Mi problema con el filme, entiendo, tiene que ver con tres cosas: la horrible ubicación, la falta de subtítulos para personajes que hablaban un inglés incomprensible aún para los críticos de habla inglesa (muchas reseñas norteamericanas mencionan este asunto) y la irritación que me causó el permanente sistema de split screen que, sin motivo demasiado discernible, Franco usaba en casi todas las escenas de su historia -basada en la novela homónima de William Faulkner- para mostrarlas desde distintos puntos de vista. A los 45 minutos de película, definitivamente fastidiado, me fui. Es obvio que, llegado el caso y para escribir una crítica más justa, deberé volverla a ver aunque nada parecía demasiado interesante en lo que vi, que me recordaba a algún acto escolar con estudiantes disfrazados de «gente del interior». Una cuestión importante de debatir es el tema del subtitulado en los festivales: si la lengua franca en ellos es el «mal inglés», deberían subtitularse al inglés las películas en ese idioma, ya que es obvio que se entiende mejor leyendo que escuchando. Especialmente debe hacerse con las películas con acentos muy regionales, cerrados o, como en este caso, hablados por tipos sin dientes. Por algún motivo, lo hacen con las películas escocesas, como si fuera el único acento «oficialmente difícil» del inglés. Disculpen, pero yo le entiendo más a un escocés que a uno de Alabama, que a algunos australianos y, definitivamente, que a Tim Blake Nelson escupiendo y tosiendo mientras mastica, babea y habla a la vez.
ALL IS LOST, de J.C. Chandor (Fuera de Competencia). Salvo que no entiendas la palabra «fuck» no hay posibilidad de que te pierdas por falta de subtítulos en esta película del director de MARGIN CALL protagonizada pura y exclusivamente por un Robert Redford que casi no habla en toda la película. Al principio le escuchamos leer lo que parece ser una nota de suicidio o una carta en la que se despide de sus seres queridos al darse cuenta que está por morirse. Luego veremos de dónde viene eso. El filme cuenta lo que le sucede a un hombre que navega en un pequeño barco y que se despierta un día con agua adentro del mismo. Es que el barco, por la noche, chocó con un container que habrá caído de una barco carguero y el golpe le produjo un agujero por el que entra más y más agua. El daño parece menor, pero no lo es. En poco tiempo el barco empieza a hundirse y Redford debe recurrir a una balsa salvavidas y entregarse a «la buena de Dios» siempre usando su talento e inteligencia para resolver los problemas que, uno tras otro, se van presentando. Luego del «talk fest» de aquella película sobre Wall Street es bueno ver a Chandor recurriendo a un lenguaje puramente cinematográfico que enorgullecería a Hitchcock en este filme. No sólo eso, salvo algunos breves pasajes con puntos de vista submarinos o aéreos, el director no pierde de vista su eje ni se pone místico: un hombre, un barco que se hunde, la vastedad del océano, la imposibilidad aparente de salvación. Todo el filme es solucionar problemas, uno tras otro, sin tigres que combatir ni revelaciones religiosas dando vueltas. Tal vez la película no alcance un vuelo narrativo o poético importante, pero como experiencia de hombre frente a la naturaleza, como estudio de resolución de problemas cinematográficos, como clase de actuación en función de la trama (contenida, profesional, jamás actuando para el espectador), TODO ESTA PERDIDO es un ejercicio notable y transparente, tan transparente como las aguas del océano que envuelven a nuestro viejo y querido Robert Redford, que no tiene ni una pelota de voley (ni de fútbol, ni de tenis) a la que hablarle…
THE SELFISH GIANT, de Clio Barnard (Quincena de Realizadores). La directora británica de THE ARBOR trabaja aquí en la línea del primer Ken Loach, Shane Meadows o Lynne Ramsay (RATCATCHER es un filme similar en muchos sentidos) para contar la historia de dos chicos de un pequeño pueblo del Norte inglés que ganan algo de dinero vendiendo metales y cables a un dealer bastante oscuro y tenebroso. Uno de los chicos es especialmente agresivo, hiperactivo y difícil (previsiblemente, sus vidas familiares son caóticas), mientras que su algo más tranquilo amigo es llevado por él a cometer actos cada vez más complicados, delictivos y arriesgados. Libremente inspirada en Oscar Wilde, es una historia dura, seca y amarga, ese realismo social fotografiado en tonos cercanos al blanco y negro que transmite permanentemente la sensación de que la tragedia acecha constantemente. Algunos momentos cómicos y poéticos (los caballos son parte importante de la historia) aligeran aquí y allá la negrura de la intensa situación, pero la fatalidad parece diseñada de entrada, imposible de evitar. Un gran aporte, para mí, de Barnard es no haber vuelto al protagonista ni amable ni simpático. Es un chico golpeado, sí, pero bastante desagradable, agresivo y egoísta, evitando así sentimentalismos de todo tipo, si bien la historia tiene algún que otro dejo «dickensiano». El realismo social inglés tiene fans y detractores y esta película no cambiará, seguramente, esos gustos y/o prejuicios.
TIP TOP, de Serge Bozon (Quincena de Realizadores). En la edición de abril de Cahiers du Cinema se hace una defensa del joven cine francés. Algunas de esas películas se dieron en Cannes, pero no pude ver muchas allí (las iré recuperando vía FestivalScope). Logré, sí, ver la tercera película del comparativamente más veterano Bozon, de quien me había fascinado años atrás la genial LA FRANCE. TIP TOP no estuvo a la altura de mis altísimas expectativas, aún cuando entregó algunos momentos extrañamente divertidos y zarpados al contar en tono comedia absurda un caso policial en el que dos mujeres detectives llegan a un pueblo a resolver el asesinato de un ex policía argelino que trabajaba como informante de la policía del lugar. Isabelle Huppert y Sandrine Kimberlain son las oficiales que tienen que meter las narices en un caso en el que la corrupción interna de la policía queda en evidencia. Esther (Huppert) es famosa por ser agresiva, bastante mandona y salvaje, además de tener una vida sexual bastante particular. Su socia Sally (Kimberlain) es más discreta y, digamos, le gusta mirar. Adaptada de un best seller inglés de 2006, la película está jugada en tono disparatado, pese a tratar temas densos como el trato de los inmigrantes argelinos y la corrupción policial. Juegos sexuales, imitaciones de acentos, grotescas peleas y una aceleración típica de la comedia francesa (ver también LA FILLE DU 14 JULLIET en la Quincena, otra película que aborda temas políticos desde la comedia más ridícula), la película es dispar, con momentos geniales (Huppert desatada es algo que hay que ver) y otros más rancios y directamente banales. Es una película de momentos, algunos más inspirados que otros.
BLIND DETECTIVE, de Johnnie To (Fuera de Competencia) Cualquier fan de Johnnie To que se precie -cualquier fan de cualquier cineasta, digamos- debería saber separar «la paja del trigo» y notar cuando uno de sus adorados realizadores hace un trabajo menor, sino directamente malo. Y más en el caso de los cineastas asiáticos de género, que a veces dirigen dos o tres películas en un mismo año (o muchas más, como es el caso de Miike Takashi), muy distintas entre sí, y no siempre parejas. Después de la extraordinaria DRUG WAR, ese gran director que es Johnnie To se despacha con un policial en tono de comedia que es, dentro de lo que él hace, lo que menos me interesa. La comedia asiática es, convengamos, un «gusto adquirido», que no es fácil de exportar. No hablo de las comedias humanas de Hong Sangsoo, sino de las más sobreactuadas, gritadas, absurdas y excesivas que conforman el género en su variante más comercial. Aquí se narra la historia de este detective ciego (Andy Lau) que trabaja en la resolución de casos con una agente (Sammi Cheng, con quien actúa por séptima vez y conforman un dúo muy taquillero en Hong Kong) mediante una técnica predictiva que lo lleva a suponer lo que van a hacer los criminales. Esto lleva al dúo a usar disfraces de todo tipo, gritos de todo tipo, situaciones absurdas de todo tipo y agotamiento de un solo tipo -mortal- en el espectador. Hay escenas más o menos bien resueltas aquí y allá, pero Lau gritando todo el tiempo y apuntando con el bastón (en una de las personificaciones más básicas de un ciego que se recuerde desde Mr. Magoo) mientras el resto del elenco funciona a un ritmo y volumen no apto para cardíacos, es demasiado para casi cualquier ser humano. Sea o no fan de Johnnie To.
DEATH MARCH, de Adolfo Alix Jr. (Un Certain Regard) Esto no es una crítica, ya que soporté apenas media hora del filme, que cuenta la «marcha de la muerte» de más de 80 mil soldados filipinos y norteamericanos que atravesaron más de 100 kilómetros como prisioneros de guerra de los japoneses tras la batalla de Bataan, en 1942, marcha en la cual murieron más de 20 mil. La película está filmada en blanco y negro, los fondos están hechos con decorados del tipo teatral, y la narración es una acumulación de situaciones violentas y humillantes, pero la película nunca logra transmitir un clima poético como sí lo hacía -usando recursos en algún sentido similares- INDEPENDENCIA, de su compatriota Raya Martin. De hecho, deja bien parada en comparación esa obrita escolar en la que el protagonista de RUSHMORE, de Wes Anderson, adaptaba APOCALYPSE NOW. Indescifrable y banal a la vez (cada tanto baja un ángel en cámara lenta, digamos), cuando la humillación llegó a ciertos niveles impublicables, decidí que ya había tenido suficiente. La huida era masiva, aclaro, pero todas las personas que conozco y que llegaron al final aseguran que la cosa no mejora…