Estrenos: «¿Quién*&$%! son los Miller?», de Rawson Marshall Thurber
Estrenada en el final de las vacaciones de verano en los Estados Unidos, época de «vacas flacas» y de estrenos sin grandes perspectivas taquilleras, ¿QUIÉN *&$%! SON LOS MILLER? sorprendió superando los 100 millones de dólares de recaudación y sosteniéndose durante varias semanas en los primeros lugares, dejando atrás a otros títulos más esperados y comentados como […]
Estrenada en el final de las vacaciones de verano en los Estados Unidos, época de «vacas flacas» y de estrenos sin grandes perspectivas taquilleras, ¿QUIÉN *&$%! SON LOS MILLER? sorprendió superando los 100 millones de dólares de recaudación y sosteniéndose durante varias semanas en los primeros lugares, dejando atrás a otros títulos más esperados y comentados como TITANES DEL PACIFICO y ELYSIUM, entre otros.
Se trata de una comedia ligeramente zarpada, ingeniosa por momentos, con escenas divertidas y otras que hacen recordar a las películas de los años ’80 (para bien y para mal), en la que Jason Sudeikis interpreta a un dealer de marihuana de poca monta que se ve forzado a viajar a México a buscar un enorme cargamento de droga y «arma» una familia para evitar que lo consideren sospechoso. Así, un dealer, una stripper veterana (Jennifer Aniston), un adolescente bastante nerd y una chica que huyó de su casa -cuatro perdedores, digamos, en los cánones hollywoodenses- terminan viajando juntos en una casa rodante hacia México y metiéndose en situaciones absurdas y, digamos, peligrosas.
Sudeikis y Aniston son muy buenos comediantes y logran que una comedia bastante simple, vulgar y hasta estúpida por momentos funcione por momentos muy bien. No se trata de las situaciones que tienen que atravesar -casi ninguna sale de lo obvio y previsible, incluyendo un «baile del caño» de Aniston y una doble de cuerpo- ni siquiera de diálogos particularmente ingeniosos. No, lo que ambos tienen (y buena parte del elenco secundario, desde los hijos interpretados por Emma Roberts y el británico Will Poulter hasta Nick Offerman, Kathryn Hahn, Ed Helms y Luis Guzman) es un timing cómico afilado, que funciona aún cuando no hay casi nada en la situación que lo amerite.
Una situación de confusión sexual entre la falsa pareja de Aniston y Sudeikis y la que integran Offerman y Hahn -miembros de una familia que también vacaciona en casa rodante-, por ejemplo, tiene todo para ser impresentable. Y lo curioso es que, aún siéndolo, funciona bien. Y lo mismo pasa con los equivocos que generarán algunas curiosas actitudes sexuales de esta «familia». Todas van hacia el chiste más simplista y tonto (zarpado y prohibido para menores, pero igualmente tonto), pero el elenco las saca casi siempre a flote, como un equipo de talentosos jugadores de fútbol que juegan en un equipo que dirigen unos entrenadores no del todo brillantes. Tienen recursos. Y se nota. Sólo basta imaginar lo que sería este mismo guión con un elenco improvisado o simplemente malo: insoportable.
Hacia el final la película cae, no excesivamente, en cierto exceso de corrección política y algunos toques banales de sentimentalismo de ocasión. Su director, Rawson Marshall Thurber, no logra acá repetir del todo los logros de DODGEBALL y LOS ROMPEBODAS, pero tiene la habilidad para sacar el máximo jugo posible a un material bastante pedestre, un intento por repetir el éxito de películas como QUE PASO AYER? poniendo a personajes fuera de lugar dentro de un universo de convenciones, como en este caso el de una vacación familiar.
A la película le falta delirio, ideas, humor físico y hasta sorpresas para sacarla de la ruta más convencional y hasta tradicional de la comedia hollywoodense. Es por eso que uno termina pensando que es casi una hazaña que con un material tan menor por momentos se logren resultados más que pasables. En ese sentido, LOS MILLER prueba que el secreto para armar una gran industria no está necesariamente en las grandes superproducciones, sino en la capacidad para generar entretenimiento y risas con materiales trillados y hasta mediocres. Allí donde casi todas las «industrias cinematográficas» locales fallan hasta la vergüenza ajena, Hollywood sale muchas veces muy bien parado.