Festival de Locarno: «El mudo», de Daniel y Diego Vega (Perú)
Estrenada ayer en el Festival de Locarno, la película peruana EL MUDO es el segundo filme de los hermanos Daniel y Diego Vega, quienes se dieron a conocer internacionalmente en 2010 con su opera prima OCTUBRE, que compitió en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes. Su nuevo filme, más ambicioso y complejo, […]
Estrenada ayer en el Festival de Locarno, la película peruana EL MUDO es el segundo filme de los hermanos Daniel y Diego Vega, quienes se dieron a conocer internacionalmente en 2010 con su opera prima OCTUBRE, que compitió en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes. Su nuevo filme, más ambicioso y complejo, se centra en un funcionario de la Justicia que se jacta de ser incorruptible. De hecho, la primera escena de la película lo pinta claramente cuando rehúsa ser convencido y chantajeado por una mujer para que modifique una sentencia.
Serio, seco y no muy amable, Constantino Zagarra está casado y tiene una hija adolescente a la que quiere «cuidar» de su pretendiente. Su vida parece ser tan ordenada y solemne como su personalidad. Acaso la única curiosidad de su pasar cotidiano sea la costumbre casi rutinaria de ducharse junto a su esposa, algo que parece ser un ritual más cansino que sexualmente consensuado.
Pero varias cosas modifican rápidamente su rutina. Primero descubre la ventana de su auto destrozada y está convencido que fue la mujer por la que no se dejó corromper. Luego le llega una carta diciéndole que lo envían a trabajar a la oficina del alejado distrito de Mala, algo así como mandarlo a la Siberia de la profesión judicial. Y para cerrar un combo acaso demasiado atroz para suceder casi en continuado (más cercano a las penurias que los hermanos Coen hacen pasar a sus personajes), mientras Constantino maneja su auto recibe un disparo que le entra por el cuello y le destroza las cuerdas vocales.
¿Es casual o se trata de algún tipo de complot? Esa es la pregunta «hitchcockiana» que guía desde la trama las acciones de un filme que se anima a mirar desde un ángulo bastante original no sólo la Justicia y la política peruanas sino lo que parece ser una suerte de dualidad ética/moral que interroga a sus ciudadanos y funcionarios. A lo largo de una trama que hará recordar en más de un sentido a la forma en la que el cine rumano se acerca a estas cuestiones, los hermanos Vega irán torciendo la investigación desde lo político a lo personal para pasar casi sin pausas a algo casi surrealista.
Constantino está convencido que el disparo es consecuencia de aquel caso que vimos al principio del filme y se dedica obsesivamente a tratar de encontrar el culpable, pese a no poder hablar (lo que genera una serie de curiosas situaciones). El que debería ayudarlo es un policía que es, en apariencia, su perfecto opuesto: mentiroso, corrupto, parlanchín; el arquetípico «cana coimero» que no mueve un dedo si no hay un regalito de por medio y que no parece igualmente muy interesado en resolver nada. En algo tiene razón: esa mujer es tan probable causante del disparo como otras 800 personas que fueron sentenciadas por el juez en cuestión y que tranquilamente pueden odiarlo. Pero más aún, el disparo pudo ser absolutamente casual. Es más probable una bala perdida que un muy efectivo «sniper» que pueda haberle acertado a un auto en movimiento.
Nada logra convencer al hombre quien se obsesiona en su búsqueda mientras, paralelamente, intenta descifrar porqué fue relegado en su carrera judicial, lidiando con otros funcionarios y su padre en lo que parece ser un enrevesado entramado de relaciones no del todo comprensibles. Lo claro ahí es una cosa: Constantino no es querido por «la familia judicial», acaso por esa misma incorruptibilidad de la que él se enorgullece. «Debería leer otra cosa además de Libros de Derecho», lo critican.
El planteo de EL MUDO genera de por sí curiosidad y la película trabaja esa intriga de una forma extraña, saliendo todo el tiempo de lo establecido: escapando de la trama investigativa para desarrollar los conflictos del personaje, indagando en su vida familiar (su mujer y su hija son personajes bien delineados en su ambigüedad) y enrareciendo el relato que arranca de una manera realista y se va volviendo cada vez más extravagante hasta llegar a un final que está más cerca de David Lynch que de, digamos, Corneliu Porumboiu (el director de POLICIA, ADJETIVO).
Lo más intrigante del filme -lo que lo torna interesante y por momentos fallido- es lo bastante miserable que resulta el personaje protagónico. Los Vega no intentan, para nada, hacer de este juez incorruptible un héroe ni mucho menos. Su actitud y su agresividad lo transforman en un personaje entre incómodo y detestable. Pero los que lo rodean no parecen ser más amables ni simpáticos. Casi no hay personaje aquí que no sea oscuro, mentiroso y bastante desagradable. Y si bien esa característica torna las idas y vueltas del guión más atrapantes y potencialmente sorprendentes, a la vez nos pone -como espectadores- en un lugar algo distante, observando esta serie de personajes desagradables desde una especie de superioridad moral.
De cualquier modo, EL MUDO es lo bastante extraña en su factura y en su universo como para no caer en simplificaciones de ningún tipo. Ambigua y por momentos fascinante, es una película que entra en una investigación policial rutinaria a la que transforma casi en metafísica, en lo que podría ser una buena metáfora para hablar de los misteriosos y extravagantes caminos de la justicia en América latina.
Esperando que la pelicula se estrene en el Perú. Los avances es muy bueno.