Festival de Locarno: «Historia de la meva mort», de Albert Serra

Festival de Locarno: «Historia de la meva mort», de Albert Serra

por - Críticas
18 Ago, 2013 07:06 | comentarios

Tuvimos un enviado especial de lujo al Festival de Locarno, que concluyó ayer (ver todos los premios, aquí). Se trata del cineasta (y también crítico) chileno Alejandro Fernández Almendras, el realizador de HUACHO y SENTADOS FRENTE AL FUEGO, quien estuvo presente en el festival suizo presentando, en la sección Carte Blanche, el «work in progress» de […]

serra historia-de-la-meva-mort_posterTuvimos un enviado especial de lujo al Festival de Locarno, que concluyó ayer (ver todos los premios, aquí). Se trata del cineasta (y también crítico) chileno Alejandro Fernández Almendras, el realizador de HUACHO y SENTADOS FRENTE AL FUEGO, quien estuvo presente en el festival suizo presentando, en la sección Carte Blanche, el «work in progress» de su nueva película, MATAR A UN HOMBRE, que resultó la ganadora del premio máximo de esa sección. Desde allí envió un impecable y entusiasta análisis de la película del cineasta catalán Albert Serra que se llevó el Leopardo de Oro al mejor filme de la competencia principal del festival. 

Alejandro Fernández Almendras

La noche del estreno de HISTORIA DE LA MEVA MORT, cinta que con toda justicia acaba de ganar el Leopardo de Oro a la mejor película del festival de cine de Locarno, Albert Serra se paseaba por un bar al aire libre en una colina de la ciudad suiza, copa en mano, feliz de recibir las múltiples felicitaciones de todos quienes lo reconocían por el traje azul, la flor en la solapa (tal vez no haya sido una flor en la solapa sino un anillo azul y un traje gris) o bien por el duro acento catalán con el que repetía una y otra vez que tal vez su película no era buena, pero sí original.

«Películas como esta no hay, yo no he visto ninguna», decía, y aunque dijera también en un arrebato de incontrolable inmodestia, que HONOR DE CAVALLERIA era una película canónica, «entre las mejores 20 de lo que va de siglo», y repitiera sentencias que bien podrían entrar a cuestionarse como que «los rumanos están atrasados estéticamente», uno no podía sino encontrarle razón respecto de su último trabajo. Porque la cinta, que narra el encuentro de Casanova y Drácula en la granja de un alquimista en los Cárpatos de fines del siglo XVIII no es sólo original, sino ciertamente única.

serra4HISTORIA DE LA MEVA MORTE se inicia con una cena en Suiza. Un grupo de nobles termina un banquete y lentamente se retiran de la mesa o se quedan dormidos en ella. Ya sea soñando con versos románticos o tratando de meterse bajo la falda de una comensal, la noche, la decadencia y el fin de la fiesta se apodera de todo. Más tarde vemos la rutina de Casanova en su mansión. Conversa con un amigo sobre la literatura de la época, desprecia la religión y la moral que de ella emana, recibe a un joven poeta romántico a quien incomoda con sus preguntas sobre el sexo, la política y el futuro de la monarquía, come granadas mientras le cuenta a su nuevo vasallo (Pompeu, Lluís Serrat, el mismo actor que hiciera de Sancho en HONOR DE CAVALLERIA) sobre sus intenciones de escribir un diccionario de quesos, o sus memorias, en las que cada capítulo correspondería a un grano de la granada que devora; y claro, siendo Casanova, se mete bajo la falda de una doncella a quien, entre risas, le celebra el olor de los pedos y el lustroso color del «chocolate» que los acompaña.

La descripción de la vida de Casanova es ejemplar respecto del mecanismo cinematográfico ideado por Serra a partir de HONOR… Por una hora y media viajamos en el tiempo y en el espacio a un sitio en el que no ha existido aún la modernidad, por el que no ha pasado el tiempo ni la literatura ni la historia. En ese lugar vemos la vida cotidiana, pedestre y anodina, de un personaje a quien con la distancia de los siglos nos hemos acostumbrado a ver siempre teñido por los principios, valores y costumbres de las generaciones futuras. Así como a la imagen ya sea romántica o ideológicamente tontorrona del enloquecido Quijote, Serra opone la de un esquizofrénico bastante insoportable y megalómano; a la imagen del conquistador Casanova, opone la de un noble que consigue meterse entre las piernas de sus queridas más gracias a su estatura social que a sus encantos como amante. Y frente al refinamiento casi quirúrgico de Fellini, Serra propone un sujeto que disfruta con el olor de su propia mierda y que luego, tras el placer escatológico, se entrega sin siquiera lavarse las manos al frugal encanto de una langosta.

Serra2Al Casanova de Serra se le caen los dientes porque en el otro lado de la máquina del tiempo que ha inventado no existen los cepillos de dientes y no existirán por cientos de años. En ese universo, cuando Casanova se hace un corte insignificante en un dedo se asusta de verdad pues ahí no hay antibióticos y una herida así de pequeña puede significar la muerte. En el mundo de Serra los ojales son cosidos a mano, se lee hasta que duelen los ojos por la luz escasa de las velas, el terciopelo está manchado de comida y el clavicordio se toca con la delicadeza de un elefante, porque un instrumento aún tan rústico tiene demasiados pocos años de templado y muy probablemente al castillo de Casanova ni siquiera han llegado las especulaciones armónicas de un sacerdote alemán que aún no es conocido como compositor y como genio.

La primera hora u hora y media de HISTORIA DE LA MEVA MORT es un viaje a un tiempo en el que el diálogo aún no conocía del ritmo trepidante que introdujo el cine sonoro americano como el canon de lo verdadero. Casanova habla lentamente, como buscando las palabras en el aire. Repite varias veces si lo han entendido. Su interlocutor escucha, trata de entender o entiende, y sólo entonces habla. Sus metáforas son brutas, como cuando toma un ganso muerto del cuello y lo levanta sobre la mesa: «el rey», dice Casanova, y luego lo deja caer para echarle una jarra de vino encima «esto es lo que le espera». De fondo, en la banda de sonido, no se escuchan sino las gotas de vino que golpean el suelo de madera, y más lejos, animales y hojas movidas por el viento. No hay radios ni motores, no existe su martilleo en el ritmo de la conversación y por lo tanto se trata de algo totalmente distinto a lo que uno tiene costumbre de ver en el cine, a imaginar como real.

serra3Este es un aspecto en el que Serra parece haber avanzado muchísimo respecto del monólogo del Quijote o la improvisación de los reyes magos en EL CANT DEL OCELLS. El discurso de Casanova es complejo y con un enorme sentido del humor. Es erudito y al mismo tiempo banal, es inquisitivo pero dulce con Pompeu y las doncellas que busca seducir. Poco antes de partir de viaje hacia las montañas de oriente, sentencia que los alemanes son máquinas de pensar, los franceses máquinas de escribir y los italianos máquinas de follar. Los españoles no tienen tanta suerte. Son unos brutos que no entienden que la violencia con las mujeres sólo es útil en el último momento, «para vencer un instante de vacilación».

Tras un viaje en carreta en el que Casanova instruye a Pompeu en los misterios del mundo, llegan a una granja en la que vive un viejo a quien Casanova no tarda en identificar como alquimista. El viejo tiene tres hijas y Casanova tratará de hacerse con sus favores de alcoba sin saber que en la otra orilla del río hay un castillo cuyo señor no obedece a las leyes cristianas, y para ser más precisos, ni siquiera a las humanas.

La primera aparición de Drácula es brillante, y deja en claro que Serra es, como todo buen cineasta español desde Buñuel a nuestros días, un maestro en el uso del plano y el contraplano. Toda la tensión que genera en la segunda parte de la cinta se basa en tensionar el plano hasta el momento en que el corte nos revela una parte del mundo que había sido clausurada y en la que lentamente hemos ido previendo que algo terrible ha ocurrido. Cada corte se transforma así en un vehículo para descolocar al espectador. En el plano vemos a un hombre vestido de negro, con un alto peinado con forma de corazón, en un campo al atardecer. En el contraplano el hombre camina llevando de la mano a una de las hijas del alquimista.

Aunque Casanova sigue presente, haciendo lo que suponemos ha hecho en muchas granjas muchas veces antes, es decir, follar con las doncellas del lugar, el foco de la película cambia a la relación de Drácula con una de las hijas del granjero y el odio de ésta hacia su padre. Para cuando las tres mujeres caen en los brazos del chupasangre rumano, queda claro que la sentencia de Casanova está lejos de ser universal. He aquí tres mujeres que prefieren sin duda la fuerza bruta sanguinolenta de Drácula a la delicadeza escatológica de Casanova.

serra1En esta parte, la cinta deja de funcionar como en la primera, y a mi juicio Serra no es capaz de dar con un mecanismo tan perfecto y aceitado para enfrentar una figura como Drácula, que no come, ni caga, ni se le caen los dientes, ni mucho menos muere, como sí lo ha encontrado para retratar personajes históricos o literarios no fantásticos como el Quijote, los reyes magos o Casanova. Es cierto que el plano y el contraplano funcionan, y que el suspenso se construye y se sostiene, pero no se trata en esta última hora de cinta de la misma máquina del tiempo en la que hemos estado metidos. Es cierto que puede ser una buena segunda mitad de una película, pero al contrario de la primera mitad, es una película que al menos yo ya he visto.

Pese a todo, incluso en esto, que podría ser visto como una debilidad, hay una enorme dosis de valentía. Es como si Serra, seguro como es de sus capacidades, quisiera probar hasta donde puede llegar con su máquina y se topara finalmente con su propio límite, límite que curiosamente encuentra un escape en una de las últimas escenas, antes de la muerte de Casanova, cuando el noble presencia como el viejo granjero transforma la mierda en oro, con un truco cinematográfico tan primitivo como efectivo: una sencilla sobreimpresión. En la simpleza de ese gesto hay algo que no se logra con las mordidas de los vampiros, el ataque de los lobos o la escandalosa queja metafísica de Drácula después de cada chupetón a su amada.

Es cierto también que toda la película puede ser leída en clave del paso de una época a otra, desde el oscurantismo (el viejo alquimista) al racionalismo (Casanova y sus lecturas) hasta llegar al romanticismo (Drácula y su estética del amor maldito); o incluso como una especie de reflexión respecto del lugar de la mujer en la sociedad, desde el sometimiento hasta la liberación, muerte del padre incluida; pero lo que más me mueve, y lo que de verdad me genera placer, es meterme en esa máquina de filmar que es Serra y salir por el otro lado, para ver y escuchar, en el cine, el mundo como era antes de que se inventara el cine.