Semana de Cine Portugués: las criaturas de João Salaviza
No hay muchos cineastas en el mundo que hayan ganado la Palma de Oro de Cannes. Y mucho menos la Palma de Oro y el Oso de Oro de Berlín. Y menos, portugueses. Y menos todavía, antes de cumplir los 30 años. Todas esas cosas las ha ganado João Salaviza, el niño prodigio del cine portugués, […]
No hay muchos cineastas en el mundo que hayan ganado la Palma de Oro de Cannes. Y mucho menos la Palma de Oro y el Oso de Oro de Berlín. Y menos, portugueses. Y menos todavía, antes de cumplir los 30 años. Todas esas cosas las ha ganado João Salaviza, el niño prodigio del cine portugués, figura de una retrospectiva de cortos que se exhibirá mañana a las 18 en el marco de la Primera Semana de Cine Portugués en el MALBA. La información sobre el ciclo completo que comienza hoy está aquí. Allí se encontrarán con títulos (sólo vistos aquí en festivales o inéditos) de Miguel Gomes, Pedro Costa, Manoel de Oliveira, además de otros recientes de Gonzalo Tocha, Pedro Pinho y João Viana, entre otros. Pero para muchos el gran descubrimiento será el cine de Salaviza.
En plena controversia por el posible cierre de la mítica Cinemateca Portuguesa y con cada vez menos apoyo del Estado portugués al cine (algo que Salaviza remarcó al subir al escenario cuando fue premiado en Berlín 2012), el cine portugués sigue generando nombres y figuras, tanto muy jóvenes como Salaviza y Tocha, como ya algo más veteranos como Manuel Mozos o el reciente ganador de Locarno -con E AGORA? LEMBRA-ME-, Joaquim Pinto. Tienen, también, una larga tradición de cortometrajes, formato en el que han trabajado Gomes (tiene uno actualmente en Venecia), Costa, Sandro Aguilar, João Nicolau, João Pedro Rodrigues, Gabriel Abrantes, Ico Costa y muchos otros. Un ciclo de cortos recientes hechos en Guimaraes (la capital de la cultura europea de 2012) mostró el trabajo de muchos de ellos y hasta existe un notable festival (en Vila do Conde) dedicado al tema.
Toda esta introducción sirve para entender la existencia de una película como ARENA, uno de los primeros cortos profesionales de Salaviza, que ganó la Palma de Oro en Cannes 2009. Realizada con un control asombroso de los recursos visuales y una precisión notable para la puesta en escena, la película se centra en la disputa que se genera entre un joven que realiza tatuajes (y que vive en una suerte de arresto domiciliario) y un chico de unos 12/13 años al que no le gusta el tatuaje que le hizo y le exige la devolución de su dinero. El filme transcurre en un enorme edificio que parece una suerte de prisión abierta y en ella se dirimen violentamente estas cuestiones en apariencia nimias. Sin embargo, la película alcanza un registro poético llamativo en la forma en la que Salaviza compone varios de los encuentros, entre el realismo y la estilización, con planos largos filmados a distancia en los que vemos transcurrir la mayoría de los acontecimientos.
En comparación con los cortos posteriores, ARENA luce acaso excesivamente cuidado y prolijo, casi una demostración del extraordinario ojo de su director para la composición del cuadro y para generar intrigantes y poderosas imágenes. En los siguientes se esfuma un poco esa estilización y aparece un acercamiento más seco y realista a los personajes y lugares, callejero si se quiere, en una búsqueda visual y narrativa que uno podría comparar con los filmes sobre la niñez de Abbas Kiarostami, con cierto cine portugués de los años ’60 (Fernando Lópes, Paulo Rocha) y hasta con buena parte del Nuevo Cine Argentino.
La comparación con el cine argentino no es casual ni forzada: Salaviza estuvo un año en Buenos Aires estudiando en la Universidad del Cine y ha contado en varias entrevistas que llegó hasta aquí por su fascinación por el cine argentino que vio en un ciclo en IndieLisboa, en donde conoció las películas de Lisandro Alonso y Lucrecia Martel. De todo el cine argentino, a lo que más se parecen los cortos del portugués es a las primeras películas de Leonardo Favio, especialmente CRONICA DE UN NIÑO SOLO.
CERRO NEGRO hace aún más hincapié en la situación carcelaria, tema que volverá en RAFA. Aquí se trata de una mujer brasileña que vive en Portugal con su pequeño hijo y que emprende una visita a la cárcel en la que está su marido, pero va sin su hijo. De una economía narrativa enorme (al igual que las otras), la breve película se centrará en este encuentro y en la confusión/discusión que surge por la ausencia del niño en la visita. Salaviza se apoya aún más en los silencios y escenarios desolados, tomándose su tiempo para narrar el viaje a la cárcel, la revisación a ella y a él, la conversación de la pareja y lo que ocurre luego. El corto es el único de los tres que no protagoniza un chico (el niño aparece en los primeros minutos y luego desaparece), pero ese hijo es igualmente central a la historia por su ausencia. Es él, más que los dos padres, el verdadero protagonista del filme.
Si hay algo que también liga al cine de Salaviza con el de Favio, además de los chicos de clase social baja, rateritos y hasta violentos, es el manejo de los tiempos, de las esperas, de los silencios. El de Salaviza es un cine en el que la tensión se expande a lo largo de minutos y a partir de situaciones en apariencia mínimas -algo robado en una mochila, una golpiza- que no llegan a transformarse en situaciones de vida o muerte, pero que para los protagonistas se vuelven situaciones dolorosas, más en lo emocional que en lo estrictamente físico.
En RAFA, el mejor de sus cortos, ganador en Berlín, el tema vuelve a ser una visita a una cárcel. En este caso es el chico el que viaja -como un protagonista de Kiarostami- de su casa hasta Lisboa a ver a su madre que está encerrada allí por una contravención menor, pero que revela bastante acerca de la situación familiar. Su intención es no moverse del lugar hasta que salga su madre, por lo que utilizará su tiempo libre para dar unas vueltas por la ciudad y, de la misma manera que el protagonista de ARENA, meterse en problemas innecesarios con adolescentes mayores que él, problemas en los que tiene todas las de perder. El golpe de gracia del filme llegará al final y de la manera menos esperada. No por el shock ni la sorpresa ni la tragedia. Al contrario, Salaviza le dará a su personaje -y a la situación- un momento único, encantador y desolador, triste y mágico a la vez.
El único de los cortos de Salaviza que se verá aquí que no responde tanto a esta estética neorrealista es STROKKUR, un breve filme de 2011 rodado en un desolado y gélido paraje islandés, en el que se experimenta con sonidos eléctricos al borde del célebre géiser que ahí se encuentra. El filme no tiene demasiada relación con los otros más que por el notable ojo para capturar los escenarios que tiene su director y el largo plano final, más cercano a las caminatas y recorridas de sus solitarios y tozudos personajes.
Actualmente, Salaviza prepara un largometraje que se llamará MONTANHA y que también se centrará en la problemática de un chico de 14 años, el tema favorito del realizador. Quizás, en comparación con el cine de búsquedas algo más radicales de Costa y Gomes, por ejemplo, el cine de Salaviza puede parecer sencillo y hasta convencional, utilizando formatos del cine-arte algo más canónicos y consagrados como lo pueden ser las tantas herencias (la iraní, la argentina, etc) del neorrealismo italiano. Pero más allá de las comparaciones, si hay algo que queda claro viendo sus cortos es que el suyo será un nombre para seguir teniendo en cuenta. Y, seguramente, para seguir ganando premios.
NOTA: Aquí les copio una muy buena entrevista, en portugués, a Salaviza de parte de mi buen amigo y colega Vasco Cámara en el diario Público de ese país.