Estreno: «El hombre con los puños de hierro», de RZA
La cultura negra en los Estados Unidos en general y la cultura hip-hop en particular han siempre tenido una particular relación con las artes marciales. Y en el cine eso se nota mucho con la fascinación que siempre han generado las películas del género llamado wuxia en la tribus urbanas afroamericanas, especialmente de los años […]
La cultura negra en los Estados Unidos en general y la cultura hip-hop en particular han siempre tenido una particular relación con las artes marciales. Y en el cine eso se nota mucho con la fascinación que siempre han generado las películas del género llamado wuxia en la tribus urbanas afroamericanas, especialmente de los años ’70 a esta parte. En los ’90, el conglomerado de raperos Wu-Tang Clan fue, ya desde el nombre que cita a la película SHAOLIN AND WU TANG (Gordon Liu, 1983), los principales impulsores de ese cruce cultural: las menciones a películas y personajes del cine de artes marciales estuvieron presentes desde el título de su primer disco –ENTER THE WU-TANG (36 CHAMBERS)– hasta alusiones específicas y detalles estéticos de la banda.
RZA (Robert Fitzgerald Diggs) es el líder, productor y principal ideólogo de Wu-Tang Clan, y uno tiene la impresión al ver EL HOMBRE CON LOS PUÑOS DE HIERRO, película que dirige y protagoniza, que se trata de un fanboy del género con un gran presupuesto para poder cumplir «el sueño del pibe» y hacer la película de artes marciales con la que debe haber soñado toda la vida y en la que mezcla casi todas las posibilidades y subespecies del género. Y si bien no se trata de una película que aporte demasiado al wuxia -ni tampoco es una relectura a la manera de KILL BILL, de su mentor Quentin Tarantino, quien «presenta» la película- como simpático homenaje a los héroes de su infancia y adolescencia es un producto más que satisfactorio. Y bastante entretenido…
En el filme entran casi todas las situaciones y posibilidades vistas alguna vez en el género, casi a la manera de un mash-up realizado por quien es uno de los principales cultores de esta forma de trabajar, en la música y ahora también en el cine. Hay traiciones entre clanes, burdeles, peleas acrobáticas por los aires, occidentales mezclados en medio de una aldea china, las armas más estrambóticas y sofisticadas, el guía espiritual, el pueblo acechado, lo que se les ocurra. Y no sólo del wuxia bebe RZA: la película tiene algunas referencias sacadas del cine de samurai y, para justificar la presencia protagónica del propio director, un toque de drama de esclavitud.
Lo cierto es que hay una traición en el clan de los Leones: uno de los hijos ha matado al padre para quedarse con el poder. Y a enfrentarlo, por el honor, va otro de sus hijos. De a poco se va tejiendo una serie de alianzas entre los brutales asesinos (cuya arma más poderosa es un hombre que puede convertir su cuerpo en metal) y un grupo de aparentes perdedores que incluye a Russell Crowe (como un británico buscando oro en la China del siglo XIX) y a RZA, que encarna a un herrero que fabrica las extravagantes armas que todos usan (su apellido esclavo es «Smith», es negro y su profesión en inglés se dice «Blacksmith»: saquen sus conclusiones). En el medio hay un burdel, una madama (Lucy Liu) y una buena cantidad de prostitutas que en el momento menos pensado salen volando y te clavan cuchillos por la espalda.
Las escenas de acción están sólidamente realizadas en el estilo fantástico ya clásico del género (con más presupuesto que en los clásicos setentosos de los Shaw Brothers, sin dudas) y en lo que se destaca el filme es en una enorme inventiva para crear las armas de los protagonistas. De hecho, son las armas las que mejor los caracterizan como personajes. Algo pasará en el medio del filme (que conviene no revelar) que dará pie a la aparición del personaje que le da título, aunque a todas luces no sea un personaje tan central como para que la película se llame así.
Además de las armas, otro elemento más o menos llamativo del filme es la utilización de personajes con poderes, los que parecen salidos más de un comic algo bizarro que del género de artes marciales más puro y duro. Ya no sólo por su capacidad de sobrevolar las escenas de lucha (algo que el género no ve como un «superpoder» sino como una forma estilizada de coreografiar las peleas) sino por tratarse de elementos más propios, si se quiere, del mundo de lo fantástico.
Con guión de Eli Roth y del propio RZA (que también actúa y narra, aunque esos son los rubros en los que más problemas tiene), EL HOMBRE CON LOS PUÑOS DE HIERRO es, en cierto modo, una película un poco vieja. No sólo por el mundo que pinta, sino porque ese gesto posmoderno de homenaje perpetuo -especialmente en géneros como el wuxia- ya parece haber perdido actualidad. Es, como el propio Wu-Tang Clan y las primeras películas de Tarantino, un formato que prácticamente se agotó en los ’90 o a principios de la década pasada. Como bien lo sabe el propio Quentin (y los mejores artistas del hip-hop, como Kanye West), la mejor forma de homenajear un género es deformarlo, traicionarlo, ponerlo patas para arriba. No es la intención de RZA aquí, eso es evidente. Lo suyo es un muy bien realizado y dignísimo ejercicio de imitación.