Festival de Venecia: «Sacro GRA», de Gianfranco Rosi
Los que no logramos ver esta película previo a su «consagración» al ganar el León de Oro del Festival de Venecia nunca podremos analizarla del todo bien. Es que -como pasa con muchas otras películas- es inevitable pensarla en relación al premio que ganó, premio que muchos consideraron excesivo e inmerecido. Lo cierto es que […]
Los que no logramos ver esta película previo a su «consagración» al ganar el León de Oro del Festival de Venecia nunca podremos analizarla del todo bien. Es que -como pasa con muchas otras películas- es inevitable pensarla en relación al premio que ganó, premio que muchos consideraron excesivo e inmerecido. Lo cierto es que SACRO GRA, el documental de Gianfranco Rosi, tal vez no sea una película lo suficientemente poderosa o lograda como para llevarse un premio con el supuesto prestigio que ese tiene, pero eso no invalida los logros del filme, que no son menores. Estoy convencido que si esta misma película vista sin tanta vidriera y en un marco un poco menos «competitivo» o más acorde a la estética del filme (digamos, en una sección como Cineastas del Presente en Locarno) seguramente muchos estarían de acuerdo con que se trata de una bastante digna propuesta.
Rosi, director de ese muy buen documental que era SICARIO ROOM 164, se plantea aquí algo que podría ser visto más como un estudio fotográfico que como una película narrativa tradicional. SACRO GRA se centra en la autopista que circunvala la ciudad de Roma, pero más que en la ruta en sí, Rosi se detiene a retratar a una serie de personajes que viven o trabajan en las cercanías. A modo de viñetas -algunas más cortas, otras un poco más desarrolladas, ninguna muy sustancial-, Rosi observa una serie de personas que bien podrían ser representativas de la vida en los suburbios con un gusto acaso un poco excesivo por lo que podríamos denominar «excéntricos».
Con algo de EN EL HOYO, la película del mexicano Juan Carlos Rulfo, SACRO GRA se estructura casi como un álbum fotográfico, ya que las pequeñas anécdotas que descubre son en muchos casos intrascendentes y no aportan dramáticamente mucho más de lo que una serie de buenas fotografías podrían generar. En el recorrido por la ruta (suponemos que la película va avanzando por distintas zonas de esta enorme General Paz romana, pero nunca queda claro) vemos a un hombre que investiga minuciosamente como los insectos afectan la vida de las plantas, un paramédico que recorre la ruta en una ambulancia, algunas prostitutas que buscan clientes allí, un algo decadente hombre que alquila su bizarramente decorada mansión para filmaciones y otro que se dedica a pescar anguilas con su mujer ucraniana.
Además de esta serie de personajes repartidos a lo largo del filme, Rosi pone su mirada en un edificio de departamentos en el que encuentra a otros personajes, a los que filma siempre desde la ventana: un padre celoso con su hija, un adolescente latino que pasa música como DJ y así. Un grupo que parece participar de un evento religioso completa el panorama. En lo estrictamente narrativo, SACRO GRA no excede el (mucho o poco) encanto de cada una de las viñetas. En algunos casos, a Rosi la película parece escapársele por el lado del «freak show», ya que muchos de los excéntricos personajes son mostrados casi al borde del ridículo. Pero algunos momentos del filme permiten observar un cierto afecto por esas criaturas que parecen completamente olvidadas del mundo, en especial el enfermero cuyo encuentro final con su madre provoca el momento de mayor emoción (el único, tal vez) de todo el filme.
SACRO GRA es un filme visualmente elegante y casi refinado, con un trabajo de imagen y sonido que deja a las claras que la búsqueda de Rosi no es la de hacer un retrato realista de los barrios periféricos sino, más bien, una suerte de ejercicio casi plástico acerca de ese universo, de una manera que por momentos me hizo recordar al trabajo fotográfico de Marcos López. Una escena en la que un grupo de trabajadores de un cementerio vacía una serie de tumbas para lo que parece ser una relocalización adquiere tintes casi poéticos con la llegada de la nieve sobre el lugar y las veces que la cámara se desplaza por la ruta el escenario parece más cercano al de un filme de ciencia ficción que a una autopista suburbana, digamos, convencional.
Como toda película episódica, SACRO GRA tiene momentos más efectivos e interesantes que otros, personajes más recordables y escenas más potentes. Aquí son pocas, es cierto. En general, el filme de Rosi se observa de manera apacible, algo distante, con cierto interés por decisiones de puesta en escena y con algún que otro momento ligeramente revelador. Pero el todo es menos que la suma de sus pequeñísimas partes y es por eso que la película nunca termina de crecer ni de ser del todo convincente.
Insisto: vista en otras circunstancias -digamos, en alguna sección paralela del BAFICI- no escucharíamos tantas quejas respecto a SACRO GRA. Ahora, claro, le toca llevar el peso de ser la «ganadora del León de Oro», la mejor película de la competencia internacional del Festival de Venecia, y el equipaje le es demasiado pesado. Y, en ese sentido, me da la impresión de que el premio le terminará jugando en contra y nadie ya podrá ver la película (y valorarla o no) por lo que realmente es.
NOTA: El editor del filme, figura clave en un documental de este tipo, es un viejo conocido de los argentinos, Jacopo Quadri, quien trabajó en películas como AGUA, GARAGE OLIMPO y WHISKY ROMEO ZULU, entre otras. Es, también, es editor de LOS SOÑADORES y de otras películas de Bernardo Bertolucci.