5º Semana de Cine Europeo

5º Semana de Cine Europeo

por - Críticas
01 Dic, 2013 09:06 | comentarios

En lo que ya se ha transformado en un hábito (la consabida «sana costumbre») llega junto a Ventana Sur una nueva Semana de Cine Europeo, que no es otra cosa que una selección de títulos del Festival de Cannes presentada por su director artístico, Thierry Fremaux. Si bien otros años la programación fue un poco […]

semanaEn lo que ya se ha transformado en un hábito (la consabida «sana costumbre») llega junto a Ventana Sur una nueva Semana de Cine Europeo, que no es otra cosa que una selección de títulos del Festival de Cannes presentada por su director artístico, Thierry Fremaux. Si bien otros años la programación fue un poco más amplia, en el reducido número de películas de este año se encuentran dos que, para mí, son imperdibles y fundamentales como LA VIE D’ADELE, de Abdellatif Kechiche (ganadora de la Palma de Oro) y LA GRANDE BELLEZZA, de Paolo Sorrentino. No todos coinciden en la apreciación de estos dos títulos (de hecho, su recepción ha sido muy polarizada, con casi tantos odios como amores), pero yo los recomiendo fervientemente. Aún para discutirlas. JEUNE ET JOLIE, de François Ozon, no levantará tantos debates -es un filme aceptable, pero menor- y lamentablemente no pude ver los otros dos: no tengo buenos comentarios de BORGMAN, de Alex van Warmerdam (Holanda) y tengo la impresión que MIELE, de Valeria Golino, pasó bastante inadvertida.

Aquí, las críticas de tres de las cinco películas con sus funciones públicas en el Cine Gaumont.

LA VIE D’ADELE, de Abdellatif Kechiche (Francia)

laviedadeleEl realizador franco-argelino de L’ESQUIVE y COUS-COUS logra la que tal vez sea su obra maestra en esta exploración en detalle de la vida de una chica desde los 15 a los 21 años, centrándose especialmente en una larga relación sentimental que tiene con otra chica un poco mayor. Con un realismo a prueba de todo, Kechiche consigue una cercanía física y emocional con sus personajes que es única en el cine contemporáneo, solo comparable a la de los Dardenne, pero aquí en un registro más personal y no tan social.

Adele es una adolescente bonita de clase media que va al colegio secundario y empieza a salir con un chico, más por presión de las amigas que por otra cosa. Un día caminando por la calle ve a dos chicas abrazadas y se queda enganchada con una de ellas, de pelo teñido de azul. Y cuando está en la cama con su novio -o bien cuando se masturba- piensa en ella.

Una situación medio casual en la escuela la lleva a experimentar con chicas y es así que pasa de una compañera de curso a un bar en el que se encuentra  con la “chica del pelo azul”, con la que rápidamente se engancha. Es que la adolescente Adele, bonita y sensual de una manera casi aniñada, llama la atención en ese lugar. Pronto serán amigas y luego más que eso. Seguirán juntas, claro, pero muchísimas más cosas sucederán a los largo de las tres horas del filme que no conviene adelantar acá.

Kechiche hace una radiografía emocional de Adele, poniendo la cámara encima de su rostro hasta captar su saliva cuando come, sus mocos cuando llora, lágrimas, ojos llorosos y transpiración como si estuviera a 5 centímetros de su alma. Y cuando llegan las escenas de sexo, la cercanía será igual. En un grupo de escenas de sexo que podrían contarse entre las mejores jamás filmadas en el cine convencional (no hablemos de porno ni nada de eso), Kechiche nos pone al espectador como terceros en la intimidad entre chica y chico, al principio, pero más que nada entre las dos mujeres protagonistas, en escenas muy largas que fascinarán a algunos y probablemente incomodarán a otros…

La Vie d'AdèleCon un material bastante simple y arquetípico (una historia de amor complicada más por la propia lógica de la relación que por el hecho de ser entre chicas), Kechiche transmite la experiencia de vida de Adele a lo largo de unos seis años como si nos estuviera pasando a nosotros. La desconocida actriz Adele Exarchopoulos se transforma en una amiga/hermana/familiar del espectador apenas la vemos comer, reírse, hablar y mucho más cuando se emociona, ama y se enoja. Verla crecer en la pantalla es, literalmente, ver a una estrella nacer ante nuestros ojos.

Adele ama a Emma y se desvive por ella. Emma (la incansable Lea Seydoux) está fascinada por la belleza, la juventud, la pasión y la energía vital de Adele, pero en algún momento aparecerán las diferencias. Emma es una artista, pintora, que promedia los 20 y que tiene un mundo muy separado del de Adele, que empieza a trabajar como maestra y cuyo mundo y gustos son mucho más simples. El filme pone en evidencia esas diferencias (tal vez, demasiado) en sendas escenas en las que las chicas cenan con los respectivos padres.

La crisis de identidad sexual, la pasión, el amor profundo entre las dos y las dolorosas crisis son el material nuclear de esta extraordinaria película que dura tres horas pero que podría seguir y seguir. Es que para el final es como si sus protagonistas ya fueran parte de nuestra familia, tan cerca que estamos de ellas y tanto que las vamos viendo crecer y conociendo.

La naturalidad y frescura de los diálogos, la puesta en escena libre y generosa hacen recordar a L’ESQUIVE, así como a referentes ya clásicos como Eustache y Pialat. Aquí la película continúa y pasa de la adolesencia a los “veintipico”, de la fascinación salvaje y sexual a la “domesticidad”, pero jamás Kechiche pierde el pulso de lo que cuenta ni de cómo lo cuenta. Está en total control de sus materiales, en especial dejando en claro su mano maestra para los diálogos.

Muchos se irá hablando de las escenas sexuales del filme y no está mal que lo hagan ya que Kechiche las ha hecho para eso. Y no sólo por lo excitantes que pueden ser en el sentido más obvio y previsible, sino por lo que bien que revelan la pasión, el cariño, el deseo, la comprensión y el amor que hay entre estos dos gloriosos personajes, que no sólo están entre los mejores que nos dio esta edición de Cannes, sino el cine francés en mucho tiempo.

(Sábado 7, 20hs.) 

 

LA GRANDE BELLEZZA, de Paolo Sorrentino (Italia)

sorrentino3Nunca me interesó demasiado el cine de Paolo Sorrentino. Tiene algunos elementos que detesto generalmente en el cine: la imagen de impacto hueco y vacío, las pirotecnias de cámara inútiles, actuaciones excesivas y narrativas episódicas, entre otras cosas. Tras una película más contenida como LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR, que me había interesado bastante, el director italiano parecía probar mi punto descendiendo cada vez más con las siguientes (IL DIVO tiene algunos momentos salvables) hasta llegar a ese mamarracho con Sean Penn haciendo de cantante dark en viaje por Estados Unidos, llamada THIS MUST BE THE PLACE.

Y cuando LA GRANDE BELLEZZA comienza uno siente que está ante más de lo mismo: igual estilo, pero todo en grande, muy grande. Es “la gran película de autor” de Sorrentino, su opus magno. Son 15/20 minutos de una fiesta que parece una versión grotesca de algo ya grotesco como puede ser cualquier fiesta de algún programa de televisión de un canal de Silvio Berlusconi. En plena ciudad de Roma vemos a un escritor y bon vivant de 65 años que vive enfrente del Coliseo y que, tras escribir una premiada novela hace más de 40 años, cuando llegó a vivir a la capital italiana, no escribió más literatura y vive como periodista en una casa lujosa (se ve que pagan muy bien ahí a los periodistas…)

Interpretado por Toni Servillo (casi un alter ego de un realizador cuyos protagonistas suelen ser mucho mayores que él), Jep Gambardella recibe amigos en su terraza con vista al Coliseo todas las noches, tiene amoríos sin mayores consecuencias sentimentales con casi todas las mujeres que circulan por su mundillo y es un hombre irónico, bastante cínico y elegante que observa al decadencia alrededor un poco a la manera de Marcello Mastroianni en LA DOLCE VITA.

sorrentino2Es que Sorrentino se atreve a ir con todo aquí y dialogar temática y estéticamente con el clásico de Federico Fellini. De hecho, el filme podría ser su ROMA. Jep es un hombre mayor que el “Marcello” de Mastroianni y, si la pensamos como secuela, casi podría ser él mismo personaje muchos años después. Es que en espíritu, al menos, lo es. Jep y la cámara de Sorrentino se meten dentro de esa cultura fiestera y excesiva italiana y, por una vez, esa puesta en escena pirotécnica y esas personificaciones casi caricaturescas no se sienten tan impostadas sino que parecen casi naturales. Es que en los excesos de cierta cultura italiana, el realismo tiene fronteras casi infinitas.

La película es igual de episódica que las otras de Sorrentino (o aún más) y ése es su punto más discutible o complicado a la hora de verla como un todo. Jep y compañía (un “quién es quién” de la actuación italiana post-40 trabaja en el filme) van y vienen por la ciudad, visitan monjas devotas, curas cocineros, condes que se alquilan por una noche, strippers melancólicas, artistas conceptuales, actores, escritores, cirujanos estéticos y en cada esquina parecen encontrar un coro de música sacra. Todo vale en LA GRANDE BELLEZZA: la paleta de colores estalla en todos los brillantes posibles, y de una hermosa composición de música antigua pasamos a “Pa-panamericano”, casi sin respiro. Y sí, algunos episodios funcionan mejor que otros…

El filme dura 140 minutos y, cuando promedia, encuentra un tono melancólico que le sienta muy bien. A partir de enterarse de la muerte de su primera novia, Jep entra en crisis con lo que lo rodea, empezando a mirar con otros ojos su universo. Esa tristeza marca a fuego el filme entregándole sus momentos más logrados. También Sorrentino calma su habitual hiperquinesis de puesta en escena y las secuencias se extienden un poco más que las previas, que parecen en algunos casos más propias de sketchs televisivos en su duración y profundidad. Es en esa parte -igualmente grandilocuente- que la película se arma y crece hasta emocionar con un final que cita directamente al cine de Fellini.

(Viernes 6, 20hs.)

 

JEUNE ET JOLIE, de François Ozon (Francia)

ozon1François Ozon es un cineasta bastante inclasificable. Por cada película buena o interesante que hace (VIDA EN PAREJA, LA PISCINA, TIEMPO DE VIVIR) tiene algún ANGEL o POTICHE que parecen salir de su hermano torpe. Tengo la impresión que JOVEN Y BONITA (se me ocurre como la traducción más obvia) se ubica, como su reciente, EN LA CASA, en una zona intermedia y confortable -para él, al menos- en la que toma menos riesgos y sus películas salen, digamos, prolijas, aceptables. Normalmente convencionales, si se quiere.

YOUNG AND BEAUTIFUL se divide en cuatro estaciones de un año y sigue a una adolescente de 17 años comenzando por el verano, en el que conoce a un chico en la playa con el que debuta sexualmente, siguiendo por el otoño en el que empezará a dedicarse a la prostitución, tema que se mantendrá como eje y clave narrativa del resto de la película, más allá de otros elementos que aparecen posteriormente.

Marine Vacht encarna a esta muy bella adolescente -con un aire a la joven Julia Roberts, pero con un toque obviamente francés- que descubre que su sexualidad no sólo es un arma poderosa sino que puede usarla sin sentirse muy afectada emocionalmente por lo que hace con su cuerpo lo que le place. Lo que le produce ese primer encuentro playero -una separación de sí misma graficada visualmente de una manera un tanto obvia- marcará el resto del filme. Al volver a París empezará a cobrar mucho dinero por prostituirse, pero la cuestión se cortará por un asunto que no conviene develar aquí y que impacta a ella y a su familia.

Hay algo del descaro y de la forma de actuar de Isabelle que tiene que ver con poner ciertos riesgos a una vida burguesa aceitada y funcionalmente disfuncional, con una familia ensamblada con más secretos y pequeñas perversiones de las que parecen a primera vista. Ozon se entretiene mucho contando estas cuestiones familiares, de masturbaciones a amantes, de miradas esquivas a planos sugerentemente eróticos. Su cámara juega con este mundillo en el que el sexo es moneda de intercambio casi como un personaje más del relato, al punto que por momentos parece estar filmando un comercial de alguna marca de ropa… francesa.

francia ozonTambién, es cierto, Marine/Isabelle es tan bella (a muchos colegas les resulta difícil creer que se prostituye: tendría gran éxito como modelo de pasarela) que la película parece una extensión de su forma de mirar al mundo. Claro que esa inocencia con la que entra a su nuevo “trabajo” se perderá, pero nunca de una manera cruenta ni morbosa. No es la intención de Ozon hacer una crítica social ligada a los peligros de la prostitución. Al contrario, parece entender -como Isabelle- que esa vida es mucho más atrapante, atractiva y peligrosa que mamá, papá, hermano y noviecito con buenas intenciones.

Cuatro canciones interpretadas por Francoise Hardy separan cada temporada en la vida de esta joven de 17 años, todas relativas a los temas que trata cada parte. En un momento de la película, los alumnos de la escuela a la que va Isabelle leen un poema de Rimbaud sobre tener 17 años (“On n’est pas sérieux, quand on a dix-sept ans/Un beau soir, foin des bocks et de la limonade/Des cafés tapageurs aux lustres éclatants/On va sous les tilleuls verts de la promenade…”) que también suma a la idea, persistente, de que más que hablar en concreto del sexo, lo que a Ozon le interesa es la crisis, la rebeldía y los descubrimientos de esa edad.

Vacht funciona a la perfección (en más de un sentido) en un rol que incluye escenas bastante fuertes pero que ella normaliza con una actitud segura y ocultando sus miedos, tanto de sus clientes como negándolos en ella misma. La película no profundiza mucho más en entender qué es lo que le sucede: queda claro viéndolo, por más excesivo que pueda parecer. Si bien ese romanticismo de la prostitución (la idea de que los clientes te entienden mejor que tu familia y amigos) es un poco banal y remanida, Ozon y Vacht la tornan creíble. Al menos, durante poco más de 90 minutos.

(Sábado 7, a las 18.15hs. y el martes 10, a las 20hs.)