Estrenos: «El Hobbit: la desolación de Smaug», de Peter Jackson
Siguiendo lo que es ya una tradición de oscuros, densos y notables episodios medios de trilogías, EL HOBBIT: LA DESOLACION DE SMAUG marca una mejora sustancial respecto al primer capítulo de la saga. Con la aventura en plena marcha, Peter Jackson logra centrarse aquí en lo que mejor sabe hacer: narrar escenas de alto impacto […]
Siguiendo lo que es ya una tradición de oscuros, densos y notables episodios medios de trilogías, EL HOBBIT: LA DESOLACION DE SMAUG marca una mejora sustancial respecto al primer capítulo de la saga. Con la aventura en plena marcha, Peter Jackson logra centrarse aquí en lo que mejor sabe hacer: narrar escenas de alto impacto visual capaces de generar potentes reacciones adrenalínicas y combinarlas con un mapa de ricas intrigas palaciegas extraídas de los libros de J.R.R. Tolkien. De todos modos, será difícil para esta saga llegar a las alturas creativas de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: su mundo ya no sorprende como lo hizo al principio pero, sobre todo, los personajes no son tan ricos ni variados como en la anterior trilogía.
Desde EL IMPERIO CONTRAATACA a LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS pasando por EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: LAS DOS TORRES y muchas otras, parece haber ya una tradición de episodios medios de trilogías que tienen en común lograr profundizar y oscurecer historias que fueron presentadas de forma algo liviana y accesible, complejizar el universo de los personajes -tanto psicológico como, si se quiere, político- y terminar a media res, dejando la resolución de la aventura pendiente para el capítulo siguiente. LA DESOLACION DE SMAUG cumple con todos esos requisitos: no hay canciones ni largas comilonas, el humor simplón se mantiene en su mínima expresión y el universo de personajes y villanos se agranda, liberando a los espectadores de una continua sucesión de orcos que emiten sonidos guturales.
Lo más interesante de este episodio, que continúa con el viaje de los enanos y el hobbit Bilbo rumbo a la Montaña Solitaria protegida por el dragón Smaug es su muy bien organizada dramaturgia. Si bien la sucesión de nombres de ciudades, reinos y personajes pueden confundir aún a los iniciados, Jackson logra llevar a los personajes a través de nuevos desafíos: un bosque de pesadillas controlado por gigantescas arañas, una conflictiva relación con los elfos (con el regreso de Orlando “Legolas” Bloom), una fuga en barriles por un tormentoso río (la secuencia más “parque de diversiones” de ambas sagas) y otras aventuras que no conviene develar, hasta llegar a enfrentarse con el majestuoso dragón que da su título al filme (con voz de Benedict Cumberbatch). Hay orcos montados en sus enormes criaturas pero -por suerte- cada tanto dan paso a otras razas de la Tierra Media.
Se podría decir que la película, narrativa y visualmente, es irreprochable: todo fluye con un ritmo envidiable para una historia tan larga, los desafíos se van volviendo más importantes y casi no hay elementos dentro del filme que sean obviamente cuestionables. Pero de todos modos, tengo la sensación de que la saga HOBBIT nunca logrará atrapar la imaginación ni volverse un evento memorable como lo fue EL SEÑOR DE LOS ANILLOS. Los motivos, entiendo yo, son varios. Veamos:
Los personajes no son tan ricos. Más allá de Bilbo, Thorin, Kili y, un poco, Balin (el viejito de barba blanca), hay casi una decena de enanos indistinguibles que no extrañamos cuando faltan porque ni sabíamos que estaban ahí. Parte de la atracción de una batalla por la supervivencia está en poder identificarse y sufrir por las complicaciones que atraviesan los personajes, y acá eso no se termina de conseguir. De hecho, los viejos conocidos Legolas y Gandalf aparecen poco pero siguen siendo más interesantes que casi cualquiera de los enanos. Y si bien los nuevos personajes (Bard, la elfo Tauriel y bueno, Smaug) logran subir el interés nunca lograrán alcanzar las alturas de la riqueza de personajes que tenía EL SEÑOR DE LOS ANILLOS, que lograba hacernos interesar hasta en árboles parlantes…
EL SEÑOR… generaba narrativas paralelas que permitían ir y venir por distintas historias en camino a Mordor, todas ellas interesantes. Aquí se intenta algo de eso, pero sin el mismo poder dramático. Y lo mismo pasa con el villano y el objetivo de la campaña que, al menos hasta la última media hora, sigue siendo bastante más difuso que en la trilogía original. Y, obviamente, aquí falta un personaje que terminó transformándose en el corazón dramático de aquella saga: el inolvidable Gollum.
En ciertos momentos, LA DESOLACION DE SMAUG intenta alcanzar las alturas dramáticas de LAS DOS TORRES: en la compleja disputa político/palaciega que surge cuando los enanos llegan a Esgaroth, la empobrecida ciudad en el lago, en el comportamiento cada vez más ambiguo de Thorin con respecto al tesoro de Smaug, en la “frodiana” (!) relación de Bilbo y el tan mentado (y muy útil) anillo. Y si bien las escenas son eficientes y efectivas, el peso dramático está asordinado. El propio Jackson admitía que EL HOBBIT no tiene el volumen literario de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (saga que Tolkien escribió después) y que funciona casi como una novela infantil. Y eso está claro viendo su filme, en el que consigue entretener sacando el mejor partido posible de un universo narrativo mucho menos rico y generoso en personajes y situaciones, pero no logra transformarlo en gran cine.