Estrenos: «El misterio de la felicidad», de Daniel Burman
Con EL MISTERIO DE LA FELICIDAD, Daniel Burman parece instalarse, ya de una vez por todas, en el lugar del cineasta de la clase media argentina. Con filmes bastante distintos entre sí, la carrera de Burman estuvo siempre signada por preocupaciones que son fundamentalmente humanas a las que les ha dado siempre una perspectiva y […]
Con EL MISTERIO DE LA FELICIDAD, Daniel Burman parece instalarse, ya de una vez por todas, en el lugar del cineasta de la clase media argentina. Con filmes bastante distintos entre sí, la carrera de Burman estuvo siempre signada por preocupaciones que son fundamentalmente humanas a las que les ha dado siempre una perspectiva y un punto de vista apegado a lo que uno podría definir como la pequeña burguesía porteña, judía o no. Sus filmes han hablado de relaciones entre padres e hijos, hermanos, parejas y amigos. Y sus personajes han pasado de los veintipico a los mayores de edad, siempre reflejando preocupaciones que son centrales para cada edad. En todos los casos, Burman se ha enfrentado a esos problemas con la conciencia (o sabiduría) de que sus conflictos narrativos no eran solo personales sino que reflejaban a un grupo de gente en similares condiciones.
En un punto, todo ha sido consciente. Burman admite que sus preocupaciones cinematográficas están ligadas a los problemas y situaciones que enfrenta en su propia vida y, por más que las películas no sean necesariamente autobiográficas, hablan de cosas que podrían sucederle. En ese sentido, el realizador siempre se ha manifestado desinteresado por hacer lo que él llama «películas festivaleras» donde cineastas de clase media, media alta, narran vidas y situaciones con las que nada parecen tener que ver en lo personal.
En un panorama de cine argentino que, es cierto, muchas veces está demasiado tapado por filmes con los que cuesta conectar a los realizadores, las películas de Burman funcionan como un extraño espejo. Hablan de ese «nosotros» que es la clase media de grandes ciudades que va al cine, poniendo demasiado en primer plano esos conflictos. Son, casi, sesiones de terapia narrativas donde los personajes a través de la puesta en escena van aprendiendo de sus conflictos y, en el mejor de los casos, resolviéndolos.
En EL MISTERIO DE LA FELICIDAD, la temática está centrada en la amistad entre dos socios que trabajan juntos hace décadas en un negocio de electrodomésticos y que parecen tener casi todo en común. Narrado desde el punto de vista de Guillermo Francella (el otro amigo lo encarna Fabián Arenillas), el filme nos pone directamente en medio de esa relación casi de pareja que tienen los socios. En una de las escenas más elegantemente filmadas de toda su carrera, Burman pinta esa relación como un ballet de coincidencias, mostrando a los dos amigos haciendo todo juntos y complementándose hasta en los gestos, como si fuera una secuencia de película musical.
Uno puede ver, sin embargo, en la mirada de Eugenio (Arenillas), que su mente no está del todo allí. El tono casi de «mundo perfecto» que pinta Burman le pertenece a Santiago (Francella), quien parece ser feliz en esa serie encadenada de rutinas: de casa al trabajo, del trabajo al club, al hipódromo o al restaurante, y así. Santiago no tiene pareja y nunca vemos el lugar donde vive, ya que su mundo parece empezar y terminar en Eugenio. Y si bien nunca se pone en evidencia y hasta se niega, uno podría entender que la devoción de Santiago por Eugenio podría superar los límites de la amistad.
Eugenio está casado con Laura, una mujer aparentemente muy neurótica (Inés Estévez, de regreso a la pantalla y en plan Cate Blanchett en BLUE JASMINE) a la que parece tolerar, silenciosa y resignadamente. Hasta que un día, inexplicablemente, el hombre no aparece a la hora de sus rutinas cotidianas. No va al trabajo, desaparece de la casa, no atiende el teléfono, nada. Algo inusual en él. Pasan los días y nada. Para Santiago es casi el fin del mundo. Para Laura, la constatación casi resignada de que el hombre estaba ya hace muchos años con la cabeza en otro lado.
En una trama que podría ser extraída casi directamente de LA AVENTURA, de Michelangelo Antonioni, otro cineasta que lidiaba -aunque de maneras muy diferentes en lo formal- con las crisis existenciales de la burguesía, la película de allí en adelante se centrará en la relación entre Santiago y Laura mientras tratan de descubrir qué sucedió con Santiago y, a la vez, entenderse como socios en la empresa. Llamativamente, ninguno parece del todo preocupado por la salud de este buen hombre o si está vivo o no. Tampoco por hacerlo volver: dan por sentado que se fue «a un lugar mejor» y su intención simplemente es saber dónde está.
Esa «segunda película» enfrentará a dos personajes en apariencia opuestos entre sí: el metódico Santiago, que esconde su ansiedad y nerviosismo con una apariencia plácida y un organizado sistema de rutinas, y la más caótica, imprevisible y enervante Laura, que parece su opuesto perfecto. Extrañamente también (la película no explica los motivos) y pese a la relación de amistad entre los dos hombres, él casi no conocía a Laura y nunca había pisado la casa de ambos. Con la ayuda de un curioso detective de por medio (Alejandro Awada), Burman organizará esa pesquisa, una cuyos resultados son evidentes para cualquiera que preste un mínimo de atención a lo que se dice, aunque no parezca ser tan obvio para los propios protagonistas.
Burman captura un tema fascinante: ¿qué pasa cuando dos personas parecen pensar lo mismo y «tirar para un mismo lado» y en realidad no es tan así? Puede ser una pareja o un amigo, pero la cuestión es intrigante: ¿conocemos del todo a la persona que tenemos al lado? ¿Sabemos realmente lo que pasa por su cabeza? ¿Y el otro/otra sabe que nos sucede a nosotros? Santiago cree que sí y su mundo organizado se derrumba al saber que su «amigo de toda la vida» con el que se cuentan todo, en realidad tiene otras prioridades que esa amistad y, además, tiene un mundo secreto que no comparte con él.
Esa duda permanece a lo largo de la película y se sostiene una vez que el filme entra en un terreno un poco más «pedestre». De hecho, la relación medida entre Santiago y Laura no puede romper ciertos límites por cuestiones predecibles de «respeto a la mujer del amigo», por lo que lo más interesante que sucede entre ellos siempre está ligado a su relación con Eugenio y sus diferentes reacciones respecto a su desaparición. Es una pareja forzada y la química entre ellos funciona mejor en las escenas cómicas con Francella reaccionando con callado fastidio a los comportamientos de Laura que en las más, si se quiere, sensibles.
Hay un personaje y una escena paradigmáticas de la visión de Burman sobre este mundo. Lo interpreta Sergio Boris y es un viejo empleado del negocio de Santiago y Eugenio. Se trata de un hombre amable y campechano que se la pasa invitando a Santiago a ir a comer un asado con su familia al Gran Buenos Aires (a Rafael Calzada, si mal no recuerdo). Cuando Santiago finalmente lo hace termina teniendo un diálogo con él y una suerte de revelación acerca de «la felicidad del hombre común», digamos, que pone en clara perspectiva su mirada de clase, que es un tanto paternalista. En un punto, esa pequeña escena devela más acerca del filme que muchas otras.
Pese a algunos personajes y escenas que no terminan de funcionar del todo bien, EL MISTERIO DE LA FELICIDAD es una de las mejores películas recientes de Burman, tal vez desde DERECHO DE FAMILIA. A diferencia de la caótica LA SUERTE EN SUS MANOS y de la fallida DOS HERMANOS, da la impresión que el realizador vuelve acá a estar fuertemente involucrado en lo que cuenta. Más allá de que uno pueda suponer que el tema le toca de cerca (tiene una productora desde hace 20 años también y un «socio de toda la vida» que es el productor Diego Dubcovsky), es claro que las obsesiones temáticas -así como los miedos y dudas de los personajes- le son cercanos y que logra transmitirlos a los espectadores.
Hay algo íntimo y pequeño en la película que puede descolocar al espectador que esté buscando una película más «clásicamente Francella». No es del todo una comedia ni una historia de amor. Es, más bien, una liviana exploración existencial con algunos toques cómicos, jugada en un tono bajo e intimista. Es cierto, los conflictos existenciales pueden tener una densidad conceptual un poco limitada a los sueños, problemas y obsesiones de la clase media porteña y sus ideales clásicos, pero si el espectador logra tomar cierta distancia de esos paradigmas, es indudable que sentirá curiosidad por entender ese indescifrable «misterio» que son, finalmente, los otros.
!Excelente crìtica!…para todos los que debaten si debe ser una reseña del argumento o una pieza literaria que abra la mente.
Yo no pensaba ver la pelìcula pero esta crìtica me motiva a hacerlo, porque la siento muy lùcida y respetuosa de un director talentoso al que yo le habia perdido la confianza luego de sus ultimas peliculas.
Si despues la peli no me gusta…no importa, sera que lo que realmente me interesò es la concepciòn y la actitud frente a una obra cinematogràfica.
A mí no me cerraron algunas cosas: Lo de Eugenio y Cassandra sería creíble si Eugenio tuviese 10 años menos. Pero treinta y pico de años después… Y le sigue yendo la zunga, que además está como nueva casi medio siglo después… Y queda a media agua la relación Laura-Santiago, que no termina de revelarse. El guión tendría más solidez si los protagonistas fueran amigos/socios desde hace una década y tuvieran 30 años
Si, estoy de acuerdo que hay varias cosas que no cierran (la zunga es una de muchas), pero me parece que la película se sostiene igual pese a esas cosas…
A ver, si le vamos a buscar la vuelta al guión hay muchisimas cosas que no cierran, quien puede encontar a alguien en una playa de Brasil 30 años despues.
Pero no es lo importante de la pelicula si la zunga le queda o no o si esta nueva o vieja, si eso te preocupa no entendiste el mensaje que es ponerte a pensar si harías lo mismo o no, si estás conforme con tu vida actual, si realmente conocés a la persona que tenés a tu lado, lo fuerte que pueden ser los lazos de amistad masculina. Muchachos, suspendan la incredulidad por favor…
Entiendo tu postura José Luis, pero para que un mensaje me llegue sin ruidos debe estar sostenido por una historia que no me sacuda tanto con situaciones inverosímiles. No voy al cine a buscar mensajes sino a que me cuenten una buena historia. Abrazo
¿En serio Lerer? Es demasiado mala la película. Parece hecha con desprecio al público y al cine. Supongo que serán los años, pero tu mirada sobre el cine está cambiando para mal. Saludos.
Tengo un ambiente laboral con personajes OJALA que busquen asistencia para sus «mentes».
Como se llama la playa en Brasil ?