Estrenos: «El sueño de Walt», de John Lee Hancock
EL SUEÑO DE WALT es una película producida por Walt Disney sobre Walt Disney. Vaya esta aclaración de entrada para los espectadores que estén esperando un balanceado relato de las idas y vueltas de la creación del clásico MARY POPPINS. No, no lo es. La película se centra en el viaje que la autora del libro […]
EL SUEÑO DE WALT es una película producida por Walt Disney sobre Walt Disney. Vaya esta aclaración de entrada para los espectadores que estén esperando un balanceado relato de las idas y vueltas de la creación del clásico MARY POPPINS. No, no lo es. La película se centra en el viaje que la autora del libro en el que se basa la película, P.L. Travers, hace a los Estados Unidos tratando de controlar su adaptación al cine por Disney (o impedirla, de ser posible) para darse cuenta, finalmente, que lo mejor que le puede pasar a su obra literaria es transformarse en un musical con escenas de animación, pingüinos y barriletes. Y todo gracias al persuasivo poder del tío Walt que la convence de que esa es la mejor manera de preservar su legado.
¿Quién sabe? Tal vez Walt tenía razón. De no ser por Dick Van Dyke, Julie Andrews y el paraguas volador quizás hoy muy pocos recordarían a la autora de la novela. Pero también es cierto que convertir en un acto de superación personal la venta de una novela bastante autobiográfica a una empresa que decide borrarle casi todo el drama que esa novela esconde es por lo menos discutible.
Pero uno no espera mucho revisionismo histórico de parte de la compañía. La película es, en cierto sentido, honesta con su propuesta. Se trata, casi, de un acompañamiento, un extra de DVD para el lanzamiento de la edición 40ª aniversario de MARY POPPINS. Y pensado de ese modo, es casi un lujo. Pretender otro tipo de revelaciones aquí es haberse confundido de película.
Emma Thompson -el gran arma de la película- encarna a Travers como una mujer seca, agria y de pocos amigos que ha escrito una serie de novelas sobre la mágica Mary Poppins con muchos elementos de su propia vida y que, necesitada de dinero, es convencida por su agente de aceptar la persistente propuesta de Disney de llevarla al cine. Es así que la ácida, muy británica y fastidiosa Travers viaja a California donde se enfrenta con el grupete de creadores de musicales de Disney, incluyendo los hermanos Sherman –autores de la música– y el guionista Don DaGradi. Y, especialmente, al mítico Walt que quiere hacer la versión musical a toda costa por pedido expreso de sus hijas.
La película narrará los choques entre la maquinaria Disney y la ácida autora, cuyos estilos no pueden ser más opuestos. Ella no quiere la música, no quiere al elenco, no quiere animación, tres de las cosas más recordadas de la película. Y, pese a los esfuerzos de los creadores de «Let’s Go Fly A Kite», no hay forma de hacerle cambiar de opinión. El único que parece caerle un poquito mejor es el chofer que le tocó en suerte, encarnado por Paul Giamatti. Y con Walt (un simpático Tom Hanks) las cosas tampoco van muy bien: sus sensibilidades son opuestas.
El filme tiene una subtrama que, al menos, nos permite entender de donde viene el cuidado de Travers por su obra y el fastidio que le causa tener que «ablandarla» todavía más. Transcurre en Australia a principios de siglo y muestra su infancia allí, con su padre carismático pero muy alcohólico (Colin Farrell), y la relación que ellos tuvieron, que resuena fuertemente en la Travers adulta. Todos materiales centrales a la creación de la serie de novelas de Mary Poppins. Más allá del carisma de Farrell, se trata de la parte menos interesante de la película. Si bien se entiende su rol en la trama, saca de ritmo todo el tiempo a la narración transformándola en dos películas muy distintas.
En el fondo, EL SUEÑO… es una película sobre el choque cultural entre los Estados Unidos y Gran Bretaña (o Europa entera, de hecho). Travers busca realismo en la historia y Disney quiere emoción y entretenimiento. A Travers le fastidia cualquier tipo de sensiblería y la empresa de Walt se maneja mucho más cerca de ese territorio. No revelaremos detalles de la conclusión de ese choque pero todos sabemos que, finalmente, la película se hizo. Lo interesante (aunque para muchos discutible y para otros directamente falso) es ver la posición y reacción de Travers al respecto.
El tono de EL SUEÑO DE WALT es, en cierto modo, similar a la producción de MARY POPPINS: la verdad del encuentro real entre Travers y el equipo de Disney seguramente fue más dura y cruenta que la que se muestra en la película dirigida por John Lee Hancock, pero aquí volvemos a enfrentarnos a una similar situación. A la hora de hacer una película de este tipo, ¿es mejor contar la verdad o contar algo entretenido aunque no sea necesariamente cierto? «Imprime la leyenda», como reza el clásico mantra de John Ford.