Estrenos: «Philomena», de Stephen Frears
A 45 años de sus inicios en la realización y a casi 30 de su salto a la fama mediante exitosas y críticamente muy celebradas películas como ROPA LIMPIA, NEGOCIOS SUCIOS; SUSURROS EN TUS OIDOS y LAS RELACIONES PELIGROSAS, Stephen Frearse ha perdido durante la última década mucho del prestigio que solía tener, embarcado en […]
A 45 años de sus inicios en la realización y a casi 30 de su salto a la fama mediante exitosas y críticamente muy celebradas películas como ROPA LIMPIA, NEGOCIOS SUCIOS; SUSURROS EN TUS OIDOS y LAS RELACIONES PELIGROSAS, Stephen Frearse ha perdido durante la última década mucho del prestigio que solía tener, embarcado en decenas de proyectos poco trascendentes o definitivamente mediocres (MRS. HENDERSON PRESENTA, TAMARA DREWE, CHERI, LAY THE FAVORITE), entremezclados con alguna película que nos hace recordar no sólo de su existencia sino de su talento, como LA REINA o NEGOCIOS ENTRAÑABLES. Por suerte, PHILOMENA se puede contar entre las últimas.
Se trata de una película simple y efectiva. Frears nunca fue un estilista visual ni un realizador narrativamente arriesgado. En sus mejores filmes (ALTA FIDELIDAD, AMBICIONES PROHIBIDAS, además de los de la década del ’80), siempre fue un hombre que supo trasladar la compleja humanidad de sus personajes a la pantalla con sutileza, empatía y un toque de realismo emocional (muy inglés) que lo distanciaron siempre de colegas de más ampulosos y llamativos estilos. Siempre fue, además, muy dependiente de contar con muy buenos guiones y/o materiales originales. Sus mejores películas –hagan el esfuerzo de recorrer su carrera–, se basaron siempre en novelas de muy buenos escritores (Hanif Kureishi, Jim Thompson, Roddy Doyle, Nick Hornby) o contaron con grandes guionistas (Alan Bennett, Christopher Hampton, Donald Westlake, Peter Morgan, el propio Kureishi). Y en este caso supo aplicar esos dos talentos para una película pequeña, humana y emotiva que, si bien no sorprenderá a esta altura de su carrera, resulta un efectivo entretenimiento y uno más inteligente y sutil de lo que puede parecer a simple vista.
PHILOMENA se basa en el caso real de Philomena Lee, una mujer que quedó embarazada durante su adolescencia, fue llevada a vivir con unas monjas en Irlanda, tuve su bebé y fue forzada a darlo en adopción (este tipo de casos fue tratado, muy crudamente, en LAS HERMANAS MAGDALENA, dirigida por Peter Mullan). La muy católica Philomena ha pasado 50 años guardando ese secreto hasta que un día se lo confiesa a otra hija suya, quien la convence de investigar qué sucedió con su hijo y, de ser posible, encontrarlo. La hija se cruza con Martin Sixsmith (Steve Coogan, también coguionista del filme), un ex periodista que acaba de ser echado de un trabajo como asesor político y no sabe muy bien qué hacer con su vida. Madre e hija lo convencen de investigar la historia y él, pese a odiar ese tipo de notas periodísticas «de interés humano» termina embarcándose en la tarea, pero más por necesidad de trabajo que por motivación real. Esa tarea los lleva a viajar a los Estados Unidos, en donde transcurre gran parte de esta suerte de «road movie».
Más allá de algunos flashbacks que narran las circunstancias dolorosas que debió atravesar Philomena durante su embarazo y los años de encierro en el convento (el momento de la forzada adopción es particularmente intenso), el filme transcurre durante principios de la década pasada y combina muy bien dos ejes temáticos: la búsqueda específica por el hijo dado en adopción y la relación entre estos dos muy diferentes personajes. Philomena es un señora religiosa y más bien conformista que lee best-sellers, come en cadenas de restaurantes y es tan cordial como cuidadosa en su trato con la gente. Sixsmith es muy diferente: un periodista bastante cínico, irónico (y ateo), que va a buenos restaurantes y suele viajar en Primera Clase, y al que los hábitos, costumbres y gustos de Doña Lee lo fastidian, pero –como necesita su historia– tolera sus comportamientos aunque le den vergüenza. A Lee le fastidian también buena parte de las actitudes de Martin, pero es la clase de persona que trata de no juzgar demasiado a los demás, algo que quedará muy claro cuando avance la trama.
Esta relación puede no salir de lo prototípica en los papeles (y algunas bromas un tanto fáciles van por ese camino), pero está puesta en escena con bastante gracia y discreción. La de Judi Dench es una actuación llamativamente contenida y por eso mismo mucho más lograda, mientras que Coogan se complementa a la perfección con la «Dama», dándole a la película un toque sorprendentemente liviano en función de los durísimos temas que toca. Ese es parte del mérito de Frears y del guión: lograr llegar al corazón más, digamos, horroroso de la historia sin por eso tirarnos por la cabeza con un drama aleccionador. La «lección», si se quiere, está ahí, pero se complementa perfectamente con las historias de los personajes y sus relaciones.
Philomena y Martin viajan a Estados Unidos y lo que descubren del hijo no lo vamos a adelantar aquí. Lo que se puede decir es que la «investigación» los lleva por caminos y situaciones inesperadas, pero que no se alejan de un fuerte eje central que es la condena a las prácticas de la Iglesia católica en los años ’50, especialmente en su trato con las jóvenes madres solteras, tratadas casi como prisioneras de campos de concentración. Pero Frears va aún más lejos, dando a entender que la Iglesia puede haber cambiado sus formas (más amables, menos severas y oscurantistas), pero que el ocultamiento, la mentira y una buena dosis de crueldad permanecen, en especial en los temas relacionados al sexo. Y que, sobre esos mismo temas, las cosas en los Estados Unidos –al menos en ciertos ámbitos– no funcionan mucho mejor.
Sin alejarse de su eje central, Coogan y Frears hacen algo similar a lo que Sixsmith hace con su artículo periodístico: una «historia de interés humano» hecha por alguien que, de a poco, va entendiendo la dureza de esta historia y aprendiendo a no juzgar tanto ni a sus entrevistados ni a este tipo de relato «para señoras». Es una película británica que toma ciertas tradiciones del cine hollywoodense en cuanto a su acercamiento más directo a las emociones, como si el choque cultural y de estilos entre los dos países se notara tanto en las locaciones, como en la personalidad de los protagonistas y, más que nada, en el tono del filme. Es una lástima que NEBRASKA no se estrene en la Argentina ya que es una película con muchísimos puntos de contacto temáticos y narrativos con esta, pero con una puesta en escena y un tono casi opuestos.
El mérito de que PHILOMENA sea una muy buena película más allá de una historia que daba para una cadena de golpes bajos (algunos hay, pero funcionan bastante bien en el contexto) es del guión y de las actuaciones, sí, pero no hay que dejar de lado el trabajo de Frears, que entendió a la perfección el desafío tonal que presentaba la historia. Si bien alguno puede discutir algunos puntos de la trama (el final, por ejemplo), es claro que Frears se toma el trabajo de presentar ambos puntos de vista como igualmente válidos o, al menos, representativos de la personalidad de sus protagonistas. Da la sensación de que él tiene claro cuál de los dos lo convence más, pero deja que sea el espectador el que tome su decisión.
Muchas gracias por tu crítca Diego. Tengo muchas ganas de ver la película. Ya que lo mencionás, recuerdo mucho la película LAS HERMANAS MAGDALENA, que si no me equivoco la daban por HBO. Como una adolescente que era cuando la vi (más de una vez), recuerdo lo dura que me pareció. Espero que Philomena ayude a cerrar ese ciclo. Saludos!
Si, se centran en el mismo tema.
Esta es dura de fondo, pero de forma es mas liviana.