Cannes 2014: la hora de la Segunda Generación

Cannes 2014: la hora de la Segunda Generación

por - Críticas
22 Abr, 2014 07:25 | comentarios

Una tarde, en el BAFICI que acaba de concluir, escuché a Mariano Llinás hacer una referencia a las «generaciones» del cine argentino de una manera similar a la que los chinos hacen con sus generaciones de cineastas: la Quinta, la Sexta y así. Llinás hablaba de una nota que escribió para una revista de cine […]

cannes-2014-posterUna tarde, en el BAFICI que acaba de concluir, escuché a Mariano Llinás hacer una referencia a las «generaciones» del cine argentino de una manera similar a la que los chinos hacen con sus generaciones de cineastas: la Quinta, la Sexta y así. Llinás hablaba de una nota que escribió para una revista de cine que aún no se editó y en la que, imaginó, se explayará en detalles sobre esos conceptos generacionales del cine argentino. Pero a mí me atrapó la idea, una que yo jamás había usado y que implica pensar al Nuevo Cine Argentino en términos de bloques generacionales, cada uno con una matriz estética y productiva diferente. Entendida así, habría una Primera Generación que –imagino, ya que Llinás no detalló integrantes en la breve charla– incluiría a directores como Lucrecia Martel, Pablo Trapero, Adrián Caetano, Rodrigo Moreno y varios otros (calculo que los precursores, tipo Martin Rejtman o Raúl Perrone, serán de la Generación Cero), todos realizadores que arrancaron en la segunda mitad de los ’90, que fueron a las escuelas de cine (la FUC, fundamentalmente) ya desde sus inicios y que pasaron ya los 40 años de edad.

relatos_szifronA muchos de los que pensamos el cine argentino de los últimos veinte años nos cuesta, luego de esa «primera camada», armar bloques generacionales. Nos parece que los nombres empiezan a cruzarse, que las edades, los estudios cursados y la productividad cinematográfica no son iguales ni equiparables y que, en lo que respecta a estéticas, las diferencias son mayores todavía. No sé ni quiero adelantarme a lo que podrá decir Llinás en su nota (imagino que será más que interesante seguir sus razonamientos), pero un dato probablemente casual surgido gracias al Festival de Cannes me hizo repensar el tema.

Damián Szifron, Lisandro Alonso y Diego Lerman, los tres directores argentinos que irán a esta edición del festival, tienen 38 años, nacieron con unos pocos meses de diferencia (Lerman es de 1976, los otros de 1975) y comenzaron a hacer cine más o menos en las mismas fechas: TAN DE REPENTE, de Lerman, es de 2002; LA LIBERTAD, de Lisandro Alonso, es de 2001 y EL FONDO DEL MAR, de Szifron, es de 2003. Lerman tiene cuatro películas, Alonso tiene cinco y Szifron tiene tres, además de un par de series de televisión.

Viggo-Mortensen-et-Lisandro-Alonso-©-Guadalupe-Goana ¿Será esta la Segunda Generación de la que hablaba Llinás que, caramba, también tiene 38 años? De ser así, ¿que implica que las tres películas argentinas seleccionadas en Cannes vengan de ese bloque generacional? Si uno husmea un poco más se da cuenta que otros cineastas que estrenan este año –y que, según rumores, podrían también haber estado en Cannes como Anahí Berneri o Pablo Fendrik– andan también por esa edad, lo cual obliga a pensar que el dato implica algo más que una simple casualidad. ¿Es, tal vez, la aparición en conjunto de muchos de ellos en Cannes, síntoma de algo?

Cualquiera podrá decir que a lo largo de los años Cannes tuvo cineastas de todas las edades y generaciones, pero lo cierto es que si se husmea con cierto detalle se podrá notar que, al menos entre los cineastas argentinos consagrados que llegaron a la competencia, todos lo hicieron con una edad similar: Adrián Caetano tenía 37 cuando compitió en 2006 con CRONICA DE UNA FUGA, la misma edad que tenía Lucrecia Martel cuando hizo lo propio con LA NIÑA SANTA (2004), mientras Pablo Trapero tenía 36 cuando LEONERA lo llevó por primera vez a la competencia oficial del festival francés en 2008…

lerman Los caminos divergentes de Szifron, Alonso y Lerman podrían también ejemplificar los diversos caminos que tomó esa Segunda Generación nacida con la llegada de la dictadura militar en 1976. Szifron –curiosamente el más conocido dentro de la Argentina aunque el menos famoso en el circuito de festivales europeos– es el que más ha apostado por un cine de clara búsqueda comercial, mientras que en la otra punta estaría Alonso, cuyos filmes casi ni se estrenan comercialmente en la Argentina. En el medio, se podría decir, está Lerman, cuyas películas buscan «participar» del mercado, si se quiere, pero no apuestan a la masividad genérica del cine de Szifron ni sus búsquedas autorales son tan radicales como las de Alonso.

A través de estos ejemplos uno podría determinar que estos tres cineastas cogeneracionales son los que marcan las distintas ramificaciones que el cine nacional fue tomando a partir de la década pasada, la amplitud de registros que representan y que dejan en claro que no hay estéticas comunes que puedan considerarse generacionales ni tampoco una relación específica con el Estado, la financiación o con los festivales. De hecho, de haber estado Llinás en esta lista, uno podría hasta agregar una cuarta «rama» a este organismo vivo que es el cine argentino reciente.

A la vez de hablar del cine argentino, que Cannes siempre lleve a competencia a cineastas de una edad similar habla del funcionamiento del festival como «consagrador» de tendencias. Estar en la competencia de Cannes (la de Lisandro podría haber estado, así que pensémosla como opción) cuando los cineastas se acercan a los 40 años y andan por sus terceras o cuartas películas habla también de ciertos tiempos del cine y del movimiento de la opinión pública respecto de sus directores. Estar allí, montarse a la alfombra roja, parece ser sinónimo de lo que el festival (o la industria del cine) entiende como madurez: «ya se acabó el juego, esto va en serio», diríamos.

Cannes 2014, entonces, quizás quede en la historia del Nuevo Cine Argentino como la marca, el sello oficial de la consagración de esa Segunda Generación del cineastas locales. Lo interesante de todo esto está en que, en alguna parte, la Tercera Generación (y la inminente Cuarta) está esperando también su momento.