Estrenos: «Betibú», de Miguel Cohan
A partir de EL SECRETO DE SUS OJOS, el cine argentino empezó a apostar, cada vez con mayor asiduidad, a la producción de thrillers psicológicos con base literaria coproducidos con España y con elencos mixtos. Todos ellos (me refiero a TESIS SOBRE UN HOMICIDIO, LAS VIUDAS DE LOS JUEVES y, en menor medida, a SEPTIMO) […]
A partir de EL SECRETO DE SUS OJOS, el cine argentino empezó a apostar, cada vez con mayor asiduidad, a la producción de thrillers psicológicos con base literaria coproducidos con España y con elencos mixtos. Todos ellos (me refiero a TESIS SOBRE UN HOMICIDIO, LAS VIUDAS DE LOS JUEVES y, en menor medida, a SEPTIMO) tienen en común una puesta en escena correcta y funcional, un guión que lo domina y controla todo y que incluye variadas vueltas de tuerca, elencos muy amplios y una producción generosa. Con sus diferencias específicas (casi todos los protagoniza Ricardo Darín, aclaremos), funcionan más o menos bien y están narrados con suficiente precisión, pero a la vez ninguno sorprende ni ofrece nuevas posibilidades o variantes para el género.
Algo parecido pasa con BETIBU, nuevo ejemplo de esta serie de policiales que, pese a basarse en novelas argentinas (en este caso, otra de Claudia Piñeiro) un colega definió como «españoles». No por la coproducción ni por parte del elenco, sino porque parecen responder a una tradición de películas de género que se hacen en ese país: sobrias, prolijas, académicas, profesionalmente realizadas y, a la vez, curiosamente faltas de vida propia. Son, más que nada, eficientes transposiciones de novelas exitosas, una puesta en imágenes de textos previamente consensuados por el público.
Dirigida por Miguel Cohan (SIN RETORNO), BETIBU parte de un crimen en un country, y como la mayor parte de los thrillers citados aquí, prefiere centrarse de entrada más en las relaciones entre los personajes que en la resolución específica del crimen. Y eso es uno de los puntos a favor de todas ellas. Es ahí, y no en la siempre dificultosa resolución de la trama, donde estas películas encuentran su sentido, su respiración, su razón de ser.
La novelista cuyo apodo da título al filme (Mercedes Morán), quien escribió varios policiales de éxito pero está pensando en abandonar la literatura, es la principal protagonista del filme. Tras el crimen ella es convocada por el director español del diario El Tribuno (José Coronado) para instalarse en el country del asesinato y escribir columnas desde allí.
Para ello contará con la ayuda de dos periodistas del diario: uno más joven (Alberto Ammann), novato y recientemente encargado de la sección Policiales, y otro veterano (Daniel Fanego), que está pensando en retirarse tras ser alejado de ese mismo cargo, pero que es convocado por su experiencia y contactos a colaborar en la investigación. Ellos dos ayudarán a Betibú a resolver un caso en el que la policía no parece saber bien qué hacer y que involucrará cuestiones bastante pesadas.
Durante buena parte del relato, Cohan estará más interesado en las relaciones entre ellos: un pasado romance entre Betibú y el editor del diario, las disputas entre los periodistas, los coqueteos entre Fanego y Morán, las amigas de ella, y así. Será la mejor parte de la película, ayudada por muy sólidas actuaciones y por un guión que logra colar efectivas situaciones humorísticas y bastante logrados detalles del trabajo en un diario, mundo que pocas veces refleja bien el cine argentino. La segunda mitad del filme, más centrada en la resolución del caso, es menos efectiva. Se trata del típico caso de complicadas tramas que funcionan mejor en el papel que en el cine, donde hace falta un esfuerzo acaso demasiado grande para que resulten del todo creíbles.
Con un elenco de notables actores en roles secundarios (Norman Briski, Mario Pasik, Lito Cruz, Carola Reyna, Osmar Núñez, Gerardo Romano y una notable Marina Bellati aportando los mejores momentos cómicos), BETIBU tiene los elementos y las limitaciones que hacen popular a cierta literatura policial contemporánea ligeramente inspirada en sucesos reales. Y será disfrutada –o no– en la misma medida que lo son esas novelas: como un entretenimiento eficaz, amable, pero no mucho más que eso.
Después de Stieg Larsson y Henning Mankell, después de Lisbet Salander y de Kurt Wallander, debe ser muy difícil hacer un policial que las supere.
¿Además Piñeiro otra vez con el tema de los countries? Para mí que su sueño siempre fue el de irse a vivir a uno.
¡Saludos!
Ricardo, a lo mejor en un policial escrito y que se desarrolla en la Argentina (muy bien escrito por otro lado) puedas encontrar puntos de contacto y más reconocibles con tu realidad cotidiana que en lo que pueda suceder en Suecia. Por otro lado en este caso el country solo es secundario a la novela y si, Claudia hace años que vive en uno…Yo que vos la daría una oportunidad a la novela y su película. Un abrazo.