Estrenos: «El Sorprendente Hombre Araña 2», de Marc Webb
Es extraño lo que ha pasado en los últimos años con algunas franquicias de superhéroes y EL SORPRENDENTE HOMBRE ARAÑA (tanto la primera como la nueva) tal vez sea la máxima representante de esta tendencia. Dirigidas por cineastas reconocidos por sus trabajos en otros géneros (películas de acción, sí, pero también dramas o como en este caso, […]
Es extraño lo que ha pasado en los últimos años con algunas franquicias de superhéroes y EL SORPRENDENTE HOMBRE ARAÑA (tanto la primera como la nueva) tal vez sea la máxima representante de esta tendencia. Dirigidas por cineastas reconocidos por sus trabajos en otros géneros (películas de acción, sí, pero también dramas o como en este caso, comedias románticas), las películas han mejorado mucho en lo que respecta a cuestiones antes casi pasadas por alto en este tipo de cine. Me refiero, sin ir más lejos, al guión, los diálogos, los personajes, las actuaciones… La tradición del cine de gran espectáculo es que ese tipo de cuestiones suelen ser en cierto modo secundarias a la acción, a la espectacularidad, a los efectos especiales. Pero desde la llegada de «autores» a la dirección de grandes superproducciones –con el consiguiente desembarco de actores con mayor entrenamiento, digamos, que los clásicos Schwarzenegger/Van Damme/Stallone, etc–, es evidente que hay mucho mayor cuidado y esmero en la construcción de una historia y de personajes sólidos.
Todo esto termina resultando en una especie de paradoja: las escenas de acción y suspenso se nos vuelven casi innecesarias, irrelevantes, muchas veces hasta agotadoras. En el caso de EL SORPRENDENTE HOMBRE ARAÑA 2 es tan agradable la suerte de comedia romántica que protagonizan Andrew Garfield y Emma Stone como Peter Parker y Gwen Stacy que cuando llega una bola de electricidad disfrazada de super-villano dispuesto a desenchufar por completo a Nueva York, la cuestión termina resultando anticlimática y uno se pregunta: ¿cuándo vuelven las idas y vueltas amorosas de Peter y Gwen?
Tomando en cuenta esa paradoja, EL SORPRENDENTE HOMBRE ARAÑA 2 resulta una película extraña. Cuando Garfield es Parker, cuando sus problemas son los problemas de un joven con asuntos románticos y familiares no resueltos, la película crece y se convierte en una por momentos notable y hasta emotiva exploración de su vida. Cuando se calza el uniforme de superhéroe, los mismos chistes no parecen causar demasiada gracia, los villanos se nos vuelven una pérdida de tiempo y la trama se torna compleja e incomprensible. A mayor «humanidad» de los personajes, más bizarro nos resulta ver a esas mismas personas enfrentando a un hombre verde que vuela en patineta, digamos…
La contradicción, en realidad, no es tal. Desde tiempos inmemoriales se promueve la idea de la identificación psicológica con el superhéroe, de los cambios que hubo en el género desde la simpleza romántica de Superman a esta época de héroes conflictuados, torturados o directamente criminales. No hay nada malo per se en que se produzca esa conexión «emocional» entre espectador y criatura superhumana, pero lo que sucede es que mientras que las películas parecen encontrar nuevas maneras de humanizar a los personajes (no hay muchas sagas de superhéroes que funcionen, más que nada, como comedias románticas), no parecen poder hacer lo mismo con lo que respecta a la acción.
De hecho, hay algo inherentemente blando en las escenas de acción de EL SORPRENDENTE HOMBRE ARAÑA 2 y también en otras películas del subgénero. El trabajo de efectos especiales y de animación está tan desarrollado que nada parece ser realmente peligroso en serio. Da la impresión que los personajes son casi de plástico y que no importa contra qué uno los tire que rebotarán como si nada. Eso no pasará del todo en esta película (no hay spoilers, no se asusten), pero hasta ese momento la sensación será que todo es reciclable y rearmable. Casi una pérdida de tiempo…
Por suerte da la impresión que Marc Webb (director de la anterior y de 500 DIAS CON ELLA) y su equipo de guionistas (incluidos los omnipresentes Roberto Orci y Alex Kurtzman) se han dado cuenta que hay más química y combustión entre Garfield y Stone que en todas las chispas que pretende sacar Electro (Jamie Foxx) de los cables subterráneos de Times Square, y mantienen las escenas de acción bajo control, evitando esas extensas danzas aéreas de 45 minutos que poblaron bodoques recientes como EL HOMBRE DE ACERO. Aquí esas escenas son «cortitas y al pie», permitiendo que en los 138 minutos que dura el filme podamos conocer más de la relación entre ellos dos y, particularmente, la de Parker y su tía May, que en la piel de Sally Field se ha convertido en un personaje clave y fuerte en la trama.
Nada de todo esto termina de explicar ni de justificar la necesidad de volver a contar la historia de El Hombre Araña desde el principio, tan poco tiempo después de cerrada (medio a los apurones) la trilogía de Sam Raimi. Reaparecen villanos, muchas situaciones se vuelven tan predecibles como inevitables y el universo se recicla excesivamente al punto que uno desearía que el mismo elenco y los mismos guionistas estuviesen haciendo otra película. Con problemas románticos, amigos traicioneros y familias complicadas, sí. Pero, ¿con un tanque de anguilas eléctricas y científicos con acentos raros llamados Kafka? Not so much…