Estrenos: «Aire libre», de Anahí Berneri
La directora de POR TU CULPA tal vez sea la cineasta que mejor filma el caos familiar cotidiano. Me refiero a que tiene un ojo y un oído afiladísimos para detectar y poner en escena el sinfín de energías contrapuestas que existe en una situación aparentemente normal y convencional de un hogar. Como en ése, su anterior […]
La directora de POR TU CULPA tal vez sea la cineasta que mejor filma el caos familiar cotidiano. Me refiero a que tiene un ojo y un oído afiladísimos para detectar y poner en escena el sinfín de energías contrapuestas que existe en una situación aparentemente normal y convencional de un hogar. Como en ése, su anterior filme, AIRE LIBRE es el retrato de uno de esos pequeños pero a la vez enormes desequilibrios cotidianos, de esos que empiezan con fastidio e irritación para luego transformarse en agresión y violencia. Berneri parece filmar por abajo de los hechos (o por adentro), en esa zona donde es más importante el movimiento de los cuerpos, la energía circundante y los tonos de voz que lo que, a primera vista, se dice y sucede. Es una cineasta del subtexto, capturando los ritmos internos de cada situación como pocos logran hacerlo, aún a costa de que los ritmos, digamos, externos, se borroneen un poco.
La película, entonces, funciona más como una serie de sensaciones que como una narración estructurada de manera convencional. Los hechos son pocos y la evolución es bastante lógica desde que conocemos a la pareja que encarnan Manuel y Lucía (Leonardo Sbaraglia y Celeste Cid), su intención de reformar una casa en el campo para irse a vivir allí y la obligación/necesidad de estar en lo de sus respectivos padres mientras la construcción avanza. La distancia entre ambos empieza a ser física y luego también emocional, por lo que de a poco el «proyecto de pareja» empieza a complicarse, con la casa como testigo y metáfora de esa destrucción. El hecho de que tengan un hijo en común no siempre es motivo de unión. Al contrario, puede sumar conflictos.
Lo que Berneri narra aquí es un estado de ánimo o bien una serie de estados de ánimo que van desde el desencuentro familiar a la fractura. En ese sentido, logra que cualquier espectador con mínima experiencia en conflictos de pareja y/o familiares se sienta inmediatamente en un universo que conoce, acaso, demasiado bien. Digo «demasiado» porque esa familiaridad que logra transmitir Berneri es potencialmente irritante para el espectador también, a quien los fastidios –a veces menores pero finalmente importantes– que se viven seguramente le harán recordar los suyos, muchos de los cuales desearía olvidar.
Sin sentimentalismos y con un tono seco y realista, AIRE LIBRE se presenta como una crónica de una familia en problemas. Berneri puede tener sus simpatías pero no toma partido por nadie. Y si bien el niño es la principal víctima de unos padres confundidos en sus propios rumbos, tampoco se lo presenta como un «pobre angelito»: por momentos el pequeño puede ser tan irritante y fastidioso como sus padres y hasta más. Los comportamientos del trío son decididamente patológicos y la película no intenta disfrazarlos. Al contrario, más bien tiende a mostrar solo sus momentos oscuros.
Berneri toma la situación in media res: no hay demasiadas explicaciones previas ni los personajes se definen por un objetivo o un conflicto claro. La cámara entra a la casa (o las casas) a espiar como si fuera un miembro más y de a poco uno debe intuir qué está pasando. Eso –que puede generar algunas confusiones narrativas, ya que Berneri opta además por poner la cámara muy cerca de los personajes y a veces no sabemos ni dónde están– le da a la película un tremendo e inusual grado de intimidad. En la cocina, en el baño, en la cama: lo que vemos u oímos está muy cerca de parecerse a lo que vivenciamos en nuestras respectivas experiencias.
Como otras cineastas argentinas (Martel y Murga, básicamente), Berneri es una artista del detalle, de esa mirada, ruido o movimiento que dice más que mil explicaciones. Digamos que en sus filmes el sonido es más importante que el diálogo: el ruido ambiente, el tono con que se dice algo, los gritos (los personajes gritan y discuten bastante en el filme) son centrales a la trama. Y como sucede a veces con este tipo de retratos expresionistas, a veces el relato se resiente: la película se hace un poco larga y esa caótica desorganización familiar se traslada a la propia narración. Por suerte, en la segunda mitad AIRE LIBRE encuentra su ritmo y avanza hasta su contundente final.
El filme cuenta además con dos actuaciones impecables como las de Sbaraglia y Cid. El, que ya protagonizó la relativamente similar EL CAMPO, arma un personaje complejo e interesante, un tipo que encuentra en su separación una posibilidad de regresar a la adolescencia, confundiendo objetivos y neurosis varias en el camino. Cid –cuyo bello rostro y figura algo más asentada le dan, en sus treinta, un touch menos de princesita y más de intensa actriz francesa– sigue demostrando que es una de esas grandes actrices capaces de llevarse puestas las películas en las que participa. Sobra decir que debería actuar en muchas más. La otra sorpresa de la película es la cantante Fabiana Cantilo en su debut cinematográfico, interpretando a la particular madre de Lucía (Cid). Un personaje que, como los otros, no puede evitar sumarse a esta caótica danza de la vida cotidiana.
Cada día amo mas el cine Argentino. Su riesgo, su manera de narrar historias. Dia a dia se construyen una identidad cinematografica propia, intima, naturalista y con una creación de climas brillante. Tengo fe en que un día de estos, el publico va a responder a este verdadero cine argentino, y no ese que busca copiar constantemente las formulas del éxito (Muerte en Buenos Aires,Mi primera boda, etc.).