TV: «Mad Men – The Monolith»

TV: «Mad Men – The Monolith»

por - Series
05 May, 2014 05:25 | comentarios

Hacía mucho tiempo que no veía un episodio tan «autocontenido» en una serie como MAD MEN. De hecho, tiene la estructura de un episodio de esos que solían existir en las series cuyas tramas dependían de problemas que aparecían y desaparecían en el correr de un capítulo. Este no es del todo así pero tomando […]

madmen0704Hacía mucho tiempo que no veía un episodio tan «autocontenido» en una serie como MAD MEN. De hecho, tiene la estructura de un episodio de esos que solían existir en las series cuyas tramas dependían de problemas que aparecían y desaparecían en el correr de un capítulo. Este no es del todo así pero tomando en cuenta que MAD MEN raramente opta por este tipo de estructura (salvo cuando se trata de esos episodios claramente «autosuficientes» que transcurren en un solo lugar o en una sola noche), llama la atención. El episodio abre con un disparador muy claro (Pete consiguiendo una nueva cuenta en una cena en Los Angeles) y cierra (SPOILER ALERT!) con Draper poniendo manos a la obra en la campaña de esa cuenta: lección aprendida.

Claro que, siendo MAD MEN, nada es tan obvio, sencillo ni directo. Esa «lección» que debe aprender Don es nueva para él y no queda del todo claro si es del todo positivo haberla aprendido. O si dará buenos resultados. Lo cierto es que luego de recibir la novedad de que tiene que trabajar en una campaña bajo las órdenes de Peggy y tras negarse a cumplir con la tarea durante un par de días (emborrachándose en el camino), su fiel amigo Freddy lo convence de «Hacer el trabajo» y allí va Draper, como en el episodio pasado, tragándose su orgullo y poniéndose a las órdenes de su anterior subordinada.

mad men monolithComo había quedado claro en el episodio pasado, el conflicto general de la agencia de este año –además de ver qué hacer con Don– tiene que ver con la aparición de la tecnología y cómo adaptarse a ella. El nombre del episodio (y las metáforas más pesaditas) viene por ese lado: el monolito no es otra cosa que una referencia a 2001 y a la enorme IBM que ponen en medio de la oficina. Luego, en una conversación entre Draper y Lloyd, el hombre que viene a instalar el sistema, las metáforas se volverán tan evidentes que no le quedará a los guionistas otra opción que admitirlo en el propio diálogo entre ambos y Harry Crane, el principal promotor de este desembarco.

Los choques generacionales y de relación con los cambios culturales/tecnológicos se vuelven evidentes. La vieja guardia está representada por Bert Cooper frente a los tecnócratas liderados por Crane y Jim Cutler, pero las líneas generacionales se cruzan también, ya que los jóvenes creativos no parecen querer saber nada tampoco con las máquinas que ocupan su espacio de reunión. Draper está en el medio: le interesa pero más como posibilidad laboral (quiere convencer a Lloyd de que la agencia haga la publicidad de su compañía) que por sus supuestos buenos resultados. El diálogo entre ambos (ese un poco obvio respecto a las estrellas y la luna) lo deja muy en claro.

Por otro lado se produce otro choque cultural pero este sí más claramente generacional entre Roger Sterling y su ex mujer frente a su hija que se fue a vivir a una comuna hippie y a la que ellos van a «rescatar». La ex no quiere saber nada con explicaciones y huye del lugar tras intentar, infructuosamente, sacarla de ahí. La actitud del más «negociador» Roger es distinta, acaso por su hábito laboral de confiar en su seductor discurso, acaso porque también lo tienta esa forma de vida con la que siempre coquetea en Nueva York: él se queda a pasar la noche allí con la hija y da la impresión que la entiende. Pero no es tan así. O, acaso, verla sexualmente activa le pone los pelos de punta y al otro día actúa igual o peor que su ex esposa. ¿En qué quedamos?

vlcsnap-2014-05-05-17h11m14s111A diferencia del anterior, excelente, este episodio se me hizo un tanto más forzado en su construcción, a la vez que sus oposiciones me resultaron algo más esquemáticas. Todo el tema de la oficina de Lane y el banderín de los New York Mets, que ese año tendrán una sorpresiva y excelente campaña en la Liga de Béisbol, es un poco demasiado obvia. Pero, más allá que algunas cuestiones no nos convenzan, en todo momento está esa ambigüedad que hace de la serie algo poco visto: casi nunca sabemos bien qué van a hacer los personajes y muy pocas veces sabemos, tampoco, si está bien o mal lo que decidieron hacer. El caso de Draper es paradigmático en ese sentido. Salvo cuando roba la botella de vodka –situación en la que seguramente todos quisimos decirle Noooo a los gritos–, los demás caminos son más complejos. ¿Debe ponerse a las órdenes de Peggy o irse de esa oficina de una buena vez? ¿Qué debería hacer con su mujer? ¿Con los otros socios?

Como en el episodio anterior, hay una escena aquí que me resultó extraordinaria. Se trata de una serie de reacciones de Draper. Es cuando Peggy le pide que vaya a su oficina (al revés de lo usual, primera sorpresa) y allí le explica que ella tiene la cuenta de la cadena de comida rápida y le dice que tiene que escribir para mañana 25 taglines para la nueva campaña. Draper la mira y la mira y la mira. Y en esos pocos segundos que parecen eternos todas las temporadas de la serie parecen pasar. Es una mirada intensa y directa que transmite sorpresa, enojo, tristeza e incredulidad. Y es una mirada que pone en perspectiva casi todo lo que vimos desde el principio de la serie. Una década después, muchas cosas parecen haber cambiado. ¿Podrá sobrevivir Don Draper a este extraño mundo nuevo?