Las dos realidades del cine argentino
Las buenas noticias empezaron desde principio de año. Se sabía –por los tiempos de producción– que 2014 iba a ser el año en el que unas cuántas importantes películas argentinas iban a estrenarse en festivales, en salas o en ambos lados. El pronóstico no ha fallado de entrada. Desde Rotterdam –primer festival de cierta importancia […]
Las buenas noticias empezaron desde principio de año. Se sabía –por los tiempos de producción– que 2014 iba a ser el año en el que unas cuántas importantes películas argentinas iban a estrenarse en festivales, en salas o en ambos lados. El pronóstico no ha fallado de entrada. Desde Rotterdam –primer festival de cierta importancia en el calendario internacional– hasta los recientes adelantos de Viena, además de los anuncios aún no concluidos de San Sebastian y de los festivales que vendrán después, todos los festivales han tenido más y más cine argentino. Y no se trata de esos años en los que dos o tres películas circulan incesantemente por el mundo pero son siempre las mismas, sino que cada nuevo festival más o menos grande, más o menos de prestigio encuentra otro título argentino para llevar a su programación. Después, raramente lo premian… pero esa es otra historia.
Hagamos un breve repaso que seguramente no será completo (espero que ninguno se ofenda por alguna ausencia y siempre están los comments para hacerme recordar títulos pasados por alto). En enero Rotterdam tuvo a REIMON, de Rodrigo Moreno y a TRES D, de Rosendo Ruiz como estrenos mundiales. Sundance tuvo EL CERRAJERO, de Natalia Smirnoff y LIVING STARS, de Mariano Cohn y Gastón Duprat. Un mes después cuatro películas aterrizaron en la gigantesca Berlinale, dos de ellas en la competencia internacional: LA TERCERA ORILLA, de Celina Murga e HISTORIA DEL MIEDO, de Benjamín Naishtat. En la sección Generations de ese mismo festival se agregaban ATLANTIDA, de Inés María Barrionuevo y CIENCIAS NATURALES, de Matías Luchessi.
No sería del todo justo agregar al BAFICI porque siendo un festival local es más que predecible que tendrá muchas películas nacionales, pero hay años con mejores cosechas que otros en lo que respecta a circulación internacional (algo que no siempre está ligado directamente a la calidad). Este año ya están empezando sus recorridos internacionales películas como MAURO, de Hernán Rosselli; EL COLOR QUE CAYO DEL CIELO, de Sergio Wolf (que arrancó en realidad en Cartagena) y ya en el reciente Locarno empezó a circular EL ESCARABAJO DE ORO, otra joyita del BAFICI 2014. Todo esto sin contar EL ROSTRO, de Gustavo Fontán y CARTA A MI PADRE, de Edgardo Cozarinsky que, si bien están dando vueltas por festivales este año empezaron su andar, respectivamente, en Roma y Viena 2013.
A esa altura llega Cannes y hay otra sorpresa. Inesperadamente RELATOS SALVAJES, de Damián Szifron, se mete en la competencia. Lisandro Alonso hace lo suyo con JAUJA en Un Certain Regard, mientras que tanto Diego Lerman con REFUGIADO y Pablo Fendrik, con EL ARDOR, participan en la Quincena de Realizadores y en Un Certain Regard, respectivamente. Pasa el «veranito europeo» y llega Locarno, que se destapa con DOS DISPAROS, de Martín Rejtman y LA PRINCESA DE FRANCIA, en competencia, y FAVULA –primer estreno mundial en el exterior de Raúl Perrone– en una sección paralela junto a la citada EL ESCARABAJO DE ORO. En el medio, algo desapercibido, pasa otro notable «detalle»: un excelente festival como FID Marseille pone a Eduardo «Teddy» Williams en su competencia oficial con un corto, J’AI OUBLIÉ, siendo el único corto en una competencia de largos y mediometrajes.
Llegamos a Venecia, que si bien no fue muy generoso con el cine latinoamericano este año tuvo un lugar para EL 5 DE TALLERES, de Adrián Biniez y otro para MESSI, que si bien es un documental español (y dirigido nada menos que por Alex de la Iglesia) tiene historia, protagonista y mayoría de testimoniantes argentinos, además de un documental sobre María Fux llamado BAILANDO CON MARIA. Toronto agregó a LULU, de Luis Ortega, y a AIRE LIBRE, de Anahí Berneri, además de repetir a conocidos como Szifron, Rejtman, Alonso, Piñeiro y LA SALADA, de 2013. Todo esto sin contar las varias coproducciones en las que la Argentina participa minoritariamente, de la colombiana LOS HONGOS a la dominicana DOLARES DE ARENA, pasando por varias más.
El Festival de San Sebastián, que suele ser generoso con la partipación latinoamericana en general y argentina en particular, ya se apunto a AIRE LIBRE en competencia, además de las de Szifron y de otras más que aún no se han anunciado. Hace unos días el prestigioso Festival de Nueva York que apenas programa unas 30 películas en total anunció tres argentinas: DOS DISPAROS, LA PRINCESA DE FRANCIA y JAUJA. Y hace un rato Viena dio un adelanto de su programación que incluye a –otra vez– Rejtman, Perrone, Alonso y la citada MAURO, y habrá más cuando terminen de anunciar su lista completa. Faltan todavía algunos festivales más y es de esperar que sigan apareciendo nuevas películas o volviendo a verse algunas de las que ya llevan meses circulando. Y les puedo asegurar que hay más, muchas más películas argentinas dando vueltas, y varias de ellas más que dignas.
Esta amplísima participación internacional –cuento 22 películas distintas estrenadas mundialmente en festivales de los considerados grandes en 2014 sin sumar las repetidas ni las que puedan venir en los cuatro meses que aún faltan ni las que se vieron en festivales algo menos conocidos– supera a la de toda la historia del cine argentino y, probablemente, sea superior a la de todos los demás países latinoamericanos juntos. Sí, es cierto, la proporción participación vs. premios es muy baja (es una clásica situación del cine argentino que amerita un análisis aparte pero que a mí particularmente no me preocupa ni me cae mal), pero la presencia internacional del cine argentino es abrumadora, al punto que da la impresión de que esa lenta decadencia en la que parecía haber entrado el cine nacional en el circuito festivalero, al menos por ahora, se borró.
Hay otra costumbre que llama la atención también en este 2014 que es el estreno inmediato de las películas localmente luego de su paso por los festivales. En algunos casos, hasta se estrenan antes de pasar por ellos o mientras están en pleno recorrido, algo que no solía ser así anteriormente, cuando pasaban meses y meses entre «circulación internacional» y «estreno comercial». Eso sigue pasando, claro, pero mucho menos que antes.
De todos modos –y aquí viene la parte gris casi negra del asunto– ni la participación en festivales, ni el estreno inmediato de los filmes ha hecho que suba demasiado la proporción de gente que ve cine nacional, ni tampoco el hecho de que se estrenen más de 100 películas nacionales año a año de cuya existencia casi nadie siquiera se entera. Es cierto que muchos de estos títulos no se han estrenado aún, pero a excepción de la película de Szifron y algún otro caso más (ARREBATO, LAS INSOLADAS, EL ARDOR, REFUGIADO) resulta difícil imaginarlas como mínimamente taquilleras. Las que sí hicieron taquilla –otro lugar común– fueron películas que jamás vieron un festival ni de lejos, como la de los BAÑEROS, SOCIOS POR ACCIDENTE o el misterioso caso de MUERTE EN BUENOS AIRES.
A lo que quería llegar, de cualquier modo, no es a analizar esta contradicción/choque entre prestigio internacional y desinterés local ya que eso es un tema viejo y recurrente, sino en resaltar el hecho de que ese éxito internacional se ve acompañado aquí por una Sala Lugones cerrada por impericia y /o desinterés gubernamental, la falta de circuitos/salas alternativas que estrenen de manera comercial títulos de arte sin «mandarlos al muere» entre tanques hollywoodenses, el ritmo de «pase el que sigue» que tienen los estrenos locales por las salas del INCAA y otras (algunas funcionan bien en el Gaumont pero deben volar porque es turno de la que sigue), una cantidad de títulos que nadie, ni los propios periodistas recordamos (y no hablo de estos 22 «festivaleros» sino de cien más), varias cadenas cinematográficas que no toman películas nacionales o las ningunean o las esconden y luego «recuperan» sus obligaciones legales de cuotas de pantalla con los tres o cuatro títulos taquilleros que todos conocemos. Y así…
Más allá del MALBA, del BAMA, del Gaumont y algún espacio pequeño más, lo que se siente es una caída fuertísima en la cultura cinematográfica pública y constante de la Argentina. Digo «pública» porque entiendo que muchos consumen de forma privada y probablemente ilegal (justificada la mayoría de las veces en que es la única forma de ver películas que nadie estrena). Y agrego «constante» porque siempre están esas excepciones como el BAFICI que nos hacen creer que todo el mundo quiere ver cine de autor y que todo el mundo quiere ver cine arte.
Me preocupa, particularmente, y saliendo un poco de la temática nacional, la desaparición de estrenos en la Argentina de países que no sean los Estados Unidos o alguna otra mínima y casi casual excepción. Y no pido por 100 estrenos de Bangladesh, sino que me sorprendo al ver que casi no se estrenan películas españolas, italianas, alemanas, del Este de Europa y, mucho menos, latinoamericanas, el gran agujero no reconocido que tiene el cine argentino en materia de estrenos comerciales. Uno viaja a cualquier país de América Latina y si bien es cierto que todos tienen similares problemas (y algunos peores), por lo menos dedican un espacio en sus carteleras al cine del resto del continente. Aquí hay que buscar con lupa en la lista de estrenos anuales para llegar a una media docena, muchas de las cuales se estrenan solo por el hecho contractual de ser coproducciones argentinas.
En síntesis, un cine que deslumbra y triunfa en el exterior que debería ser producto de una cultura cinematográfica viva, latente y pujante se choca con el «misterioso» hecho que esa cultura no parece estar muy viva, ni muy latente, ni muy pujante al menos en lo que respecta a la circulación (no hablo de éxitos taquilleros, hablo de un mínimo interés por lo que se produce) de esos mismos filmes. De a poco, el Nuevo Cine Argentino se transforma en un circuito cerrado que ya excede tanto los evidentes deseos y las posibilidades de muchos cineastas por intentar «acercarse» al público como el supuesto desinterés del público por los actores o autores argentinos. Ya parece hablar de otra cosa. Y es tiempo de analizar si hay forma de resolver ese extraño entuerto de una cultura cinematográfica que explota e implota a la vez. Que se expande, brilla y, en el mismo gesto, desaparece como fuego de artificio.
Yo creo que no hay que preocuparse y que por otro lado es irreversible.
Es la «musicalización»-no encuentro una palabra menos horrible- del cine.
Hoy por hoy la música son unas pocas megabandas y luego una «long tail» infinita. Es así desde antes y las tecnologías que asomaron desde hace 10 o 15 años abaratando los costos de producción hicieron que la «long tail» se expandiera.
Nichos que se autoabastacen. Muchos y fragmentados. Es difícil acostumbrarse, pero se venia venir desde hace décadas.
Coincido con lo que dice Roberti y a la falta de estrenos de las procedencias que menciona Diego agrego incluso peliculas norteamercanas fuera de las grandes franquicias, pondré un par de ejemplos. All is lost de J.C. Chandor con Robert Redford llegó en DVD después de las discretas cifras de su película anterior Margin Call. Y sigo esperando Passion de Brian De Palma que probablemente nunca se estrene o la de Walter Hill con Stallone. Si estas películas no se estrenan o The last stand con Arnold S o Out the furnace con Christian Bale fracasan está claro que el problema excede al cine argentino, es simplemente que la concentración ha llegado a su forma más depurada y casi perfecta para fines comerciales, me duele mucho pero la verdad es que los estrenos se dividen en: a)Superproducciones Megafranquicias b) Terror Low Cost High Concept c) Comedias Low Cost High Concept d)Excepciones. Me gustaría que La tercera orilla de Celina Murga o Diablo de Nicanor Loreti llevarán más público pero hoy por hoy parece casi imposible. Seguramente se pueden hacer cosas para que la situación sea menos desastrosa pero también hay que reconocer que el consumo de películas cambió, ni más ni menos que eso.
Es a eso a lo que me refiero, coincido con ambos.
No veo cambio posible porque creo que la película media, el «long tail», quedó como consumo casero, de nicho, algo que una baja porque oyó hablar o se la topa en el cable de casualidad. Van quedando los «eventos» y el cine se está volviendo un poco eso: ir al Cirque du Soleil a ver un espectáculo. A la vez, los festivales se ocupan de lo que queda afuera de ambos: esas películas que difícilmente se estrenaban antes y mucho menos ahora.
Me duele que se hayan perdido esas pelis «medianas», porque si sacás las 140 argentinas te das cuenta que en realidad se estrena poco. Digamos, a cifra similar de cantidad total de estrenos, en Argentina en 1995 –digamos– se estrenaban 20 nacionales. Estamos perdiendo 120 de afuera. No quiero decir con esto, ojo, que debería desaparecer el cine argentino y así poder estrenar «cualquier verdura». Pero una cifra un poco más lógica (60, 70 estrenos nacionales) también podría idealmente dar aire a algunos estrenos más de otras latitudes, digamos.
Igual, lo que hay que empezar a pensar es que seguir midiendo el cine por los estrenos en salas es como seguir analizando el fútbol como si solo se jugara el Campeonato de Fútbol argentino. Hoy hay mil cosas por mil lugares y todas integran eso que llamamos cine…
Igual, como podrían estrenarse peliculas de distintas latitudes si ninguna distribuidora las compra y apuesta por darles visibilidad por fuera de los festivales.Por eso a veces me parece difícil pensar que por cierta cantidad de películas argentinas se pierdan muchos estrenos extranjeros. Es cierto el equilibrio es necesario y todavía hay que hacer mucho para contrarrestar la presencia hegemónica del cine mainstream norteamericano. Harían falta más espacios alternativos y más público dispuesto a acompañar films que suelen quedar en los márgenes. Si no fuera por el empeño de algunos programadores y cineclubistas esas películas estarían condenadas a la invisibilidad y el olvido.
Tal vez no se trate tanto de bajar la cantidad de estrenos nacionales sino quizás generas más espacios para su exhibición y difusión. Considero que la expansión en la producción cinematográfica local durante los últimos años denota inversión e interés desde la administración pública hacia el cine argentino. Naturalmente hay cosas por mejorar, pero los espacios INCAA como así también el canal INCAA TV cumplen un importante rol en la promoción y exhibición de estrenos locales y no precisamente los que podrian llamarse mainstream. Claro que al compararse con las grandes cadenas de multicines los espacios públicos son menos, pero también es cierto que las distribuidoras rara vez apuestan por producciones que no respondan a la agenda del mercado lo que inevitablemente induce a una construcción homogénea tanto del gusto como del consumo cinematográfico. Y aquí aparece, a mi modo de entender, un problema cultural global:la voluntad del espectador por enfrentar nuevas propuestas cinematográficas y movilizar su gusto en otra dirección. En esto no puede dejar de mencionarse el poder omnipresente del aparato publicitario y su incidencia en la construcción de una subjetividad colectiva.De nada serviría más salas y mayor programación si el público no acompaña a muchos directores y películas que merecen más atención. Habría que preguntarse como pudiéramos entre todos revertir ésta situación.
Creo que los festivales nacionales en nuestro país son un verdadero aporte a que las películas independientes nacionales lleguen al público, siempre mencionan al BAFICI o Mar del Plata, pero no olviden aquellos festivales/muestras, quizás pequeños en recursos económicos, pero grandes en contenido y organización que hacen un gran esfuerzo por destacar las películas y sus directores, no solo están en Bs As sino que cada vez mas se realizan en el país. Ej: Córdoba – Tucuman – San Juan – Mendoza – Ushuaia – Rio Negro – Entre Rios – Jujuy,
aunque no lo crean sumados los espectadores de los festivales nacionales logran algo así como mas de 400.000 espectadores
Periodistas, hagan la tarea de revalidar a los festivales nacionales con una visión mas federal.
Saludos
Es muy cierto lo que decís y en ese sentido coincido que los festivales provinciales son una buena forma de distribución de películas que no llegarían a estrenarse de otros modos.
TU diagnóstico es muy acertado , Diego
Durante este última mundial, se recordó la siguiente frase de Gary Lineker:» Jugar un partido, es eso, en donde el vencedor siempre será Alemania». Se la podría reemplazar por «tener cierto éxito comercial en tu película, mientras Burman no te estrene ese mismo año.
Hace unos años, me pareció un insulto que Fantast Mr. Fox haya salido sólo a Dvd
Saludos
No creo igual que tenga mucho que ver el exito o no de pelis argentinas con los estrenos de Burman…
De hecho, las pelis de Daniel en general juegan en una linea media de la que no hablé en la nota (como VINO PARA ROBAR, EL CRITICO y otras asi) que logran un cierto exito comercial siendo bastante dignas. Te pueden gustar mas o menos, pero no son comparables a BAÑEROS o a esas cosas…
Para mi, faltan mas pelis asi, de 50 mil a 200-300 mil espectadores. Hay de 1 palo o de 30 mil para abajo en general… La diferencia, obviamente, suele ser la presencia de la television!
Me pregunto que podemos aprender del (siempre floreciente y expansivo) circuito de teatro independiente. Estoy seguro de que ahí hay algo que en el cine todavía no entendimos.
Coincido, pero alguien debería tener una respuesta a esta altura, no?
Obviamente no veo tantas pelis argentinas como vos Diego. No debo llegar ni al 10% pero leo las criticas y reseñas de la gran mayoría.
¿No será que el cine argentino esta orientado en su gran mayoría al arte y ensayo- en lo mas abarcativo y generoso del termino- y por eso el vinculo con el público es mas restringido?
Me da la sensación que un altísimo porcentaje del cine nacional no busca la masividad porque no le interesa.
No es una critica del perfil del cine nacional, solo una constatación de su realidad.
Es así y no. Seguro que hay muchas películas que buscan cierta masividad a la manera de MUERTE EN BUENOS AIRES. Por qué esa película pudo y otras no? No la vi y no puedo opinar de su factura, pero me da la impresión que también tuvo que ver con saber (mejor dicho, poder económicamente) utilizar los recursos publicitarios que puede usar el cine americano. Yo veo muchas películas que pueden no ser masivas pero que podrían tranquilamente llegar a 50, 100 mil espectadores y no pasan los 10 mil. Me parece que el «producto medio» en el cine argentino –bah, en el cine general– va en vías de extinción como fenómeno público. La gente sale al cine a ver o lo muy masivo o lo muy celebrado, pero la película «promedio», esa que en otros años tapaba los huecos entre tanques de taquilla, quedó para consumo casero. Bah, salvo el cine de terror que mete siempre montón de espectadores fijos con casi cualquier cosa…
De todos modos no niego que hay muchas pelis argentinas malas y muchas hechas solo para los amigos y para cobrar subsidios…
Diego: sería interesante leer tus apreciaciones o comentarios luego de todos los que realizamos a partir de tu nota y mas aún que nos cuentes que festivales nacionales recorriste, o que comentarios tenes de tus colegas de los festivales del país y su espacio para el cine nacional. me interesa conocer tu opinión. Gracias!
Clau, los comentarios publicados como Peacock son los míos. Tal vez no sea lo suficientemente claro, lo sé, pero si te fijás en la publicación de los posts dice «Peacock» como autor de cada nota…
O sea Peacock soy yo, Diego!