Tres entrevistas a Damián Szifron
Me tocó hacerle un par de entrevistas a Damián Szifron este año respecto al estreno de RELATOS SALVAJES. La primera, telefónica. La segunda, por email. En el medio, algunas conversaciones sueltas en Buenos Aires y en Cannes hablando de la película que, mientras escribo esto, se acerca a los dos millones de espectadores en la […]
Me tocó hacerle un par de entrevistas a Damián Szifron este año respecto al estreno de RELATOS SALVAJES. La primera, telefónica. La segunda, por email. En el medio, algunas conversaciones sueltas en Buenos Aires y en Cannes hablando de la película que, mientras escribo esto, se acerca a los dos millones de espectadores en la Argentina y promete convertirse en la más taquillera de la historia, al menos desde que las cifras se computan con cierta seriedad.
A Damián lo conocía hace muchos años, de entrevistas y encuentros en la época de sus otras películas y series de televisión, pero desde entonces no lo había vuelto a ver y solo había oído hablar de él. Chismes, más que nada, cuyo grado de verdad jamás intenté comprobar. Que se fue a vivir al Uritorco. Que se volvió místico. Que se volvió loco. Que escribió un guión de ciencia ficción de mil páginas. Y así… Al volverlo a ver me tope con el que parecía ser el mismo tipo. No solo idéntico y casi sin marcas del paso del tiempo (¿algún pacto diabólico?), sino igual de conversador, mezcla de pibe de barrio y cinéfilo fanático. Acaso, la única diferencia era, sí, cierta tendencia a tirar algunas consideraciones algo místicas sobre «la humanidad», la «vida sobre la Tierra» y cosas así.
Entonces, mientras los espectadores siguen creciendo, a los que quieren seguir pensando, discutiendo y debatiendo la película les paso acá las dos entrevistas divididas en tres notas (para Inrocks –papel y online– y para Bacanal, clickeando en el título pueden verlas en sus sitios respectivos) a Damián Szifron. Sí, antes que me lo digan, es obvio que algunas frases se repiten en las dos notas. Y sí, ya verán que la controvertida frase que dijo en lo de Mirtha Legrand ya la había dicho antes…
En el curioso mundo de los festivales de cine, los parámetros de fama locales e internacionales suelen ser otros. En 2006, si uno caminaba por Cannes con Pablo Echarri y Rodrigo de la Serna –que presentaban en ese momento Crónica de una fuga, de Adrián Caetano–, era sorprendente toparse con gente que lo saludaba y le pedía autógrafos a De la Serna (actor de la –en ese entonces– reciente Diarios de motocicleta) e ignoraba por completo a Echarri, desconocido en estos territorios. Seguramente en la Argentina pasaría algo muy diferente.
Algo similar sucede acá con Damián Szifrón, un virtual desconocido en el mundo de los festivales y del circuito internacional. Si bien en la Argentina es una figura famosa gracias a las series de televisión Los simuladores y Hermanos y detectives, fuera del país fue toda una sorpresa la noticia de que iba a competir en Cannes con su tercer largo, Relatos salvajes. No es raro que aquí los periodistas pregunten si es su primera película, o que quieran saber algo de su cine. Para ellos son más conocidos Lisandro Alonso, Diego Lerman o Pablo Fendrik, los otros tres cineastas argentinos que participan con sus películas de esta edición del festival.
“No tengo la neurosis de que las películas no pueden ser arte y espectáculo a la vez. A mí una película me gusta cuando es las dos cosas, como El Padrino.”
Szifrón es más que consciente de que éste es un “mundo nuevo” para él y admite que fue toda una sorpresa el llamado a competir en Cannes. “Me llena de honor y de alegría. No voy a decir que es un sueño cumplido ni un objetivo logrado, porque mentiría. No me quitan el sueño estas cosas. Ni la taquilla, ni la crítica, ni los festivales. Escribo y hago películas pensando en el espectador. Me fascina la experiencia en la sala de cine y el intercambio que se produce entre lo que pasa en la pantalla y el espectador”, dice el realizador de Tiempo de valientes. Cuenta que fueron sus productores (K&S Films en Argentina, El Deseo de los hermanos Almodóvar en España, entre otros) los que enviaron la película al festival y los que confiaban en que podía aparecer en competencia: “Claro que cuando aparece la película en competencia me importa que la gente la vea bien, la disfrute. Pero no las hago para eso. Las hago pensando en mi viejo, que me llevaba al cine desde que tenía tres años, y con quien aprendí a ver películas (n. de la r.: el padre de Szifrón falleció el año pasado). Las hago para tener la sensación de tenerlo al lado, mirar la pantalla y ver el efecto que produce el buen cine en él, la fascinación con la que veía películas”.
Relatos salvajes narra seis historias diferentes ligadas a explosiones de violencia de sus personajes, y tiene un elenco importante que incluye a Ricardo Darín, Oscar Martínez, Rita Cortese, Darío Grandinetti, Erica Rivas, Julieta Zylberberg yLeonardo Sbaraglia, entre otros. Pero el propio director sabe que no representa la “típica película argentina festivalera”, más caracterizada por los films de autor del llamado Nuevo Cine Argentino. “En ese sentido siento que estar en Cannes habla de la libertad con la que se programa el festival, que ven algo que les gusta y te convocan. No creo que ni siquiera hayan visto mis películas anteriores”, dice, y probablemente acierta.
Pero nada más lejos del espíritu de la película –y de Szifrón– de crear antagonismos entre dos tipos de cine argentino, ni de ponerse la camiseta nacional o agitar banderas: “Siempre creí que pensar el cine desde lo nacional es un poco tramposo. Para mí el cine es un país sin fronteras, un país más libre que los otros. Y el arte conecta con la gente independientemente del lugar del que vengan. Por eso creo que es complicado unificar películas por países. A veces uno tiene más relación con personas de otros lugares del mundo que con vecinos de tu edificio”. Más allá de eso, el director de 38 años –que estuvo alejado de la actividad y escribiendo durante los últimos ocho– admite que “es agradable sentir que se puede hacer cine en la Argentina y que hay caminos y puertas abiertas para hacer distintos tipos de cosas. Después de todo también es cierto que compartimos una tierra en la que las cosas pasan de determinada manera y no de otro, además de la gente, el ritmo de vida, etc. Estamos todos ahí, solo que cada uno hace lo que hace, expresa sus cosas de manera distinta”.
Respecto de la consabida y algo vieja discusión entre cine comercial y cine de autor, agrega: “No tengo la neurosis de que las películas no pueden ser arte y espectáculo a la vez. A mí una película me gusta cuando es las dos cosas, como El Padrino. Cuando es sólo entretenimiento y golpes de efecto me generan un hartazgo estrepitoso. Y cuando veo una película de autor que no me captura y no me integra, no la disfruto tampoco. Creo en hacer las cosas con la máxima libertad posible y sin juzgar a los demás”.
La síntesis es menos complicada de lo que parece: “Hago el cine que puedo”, dice. Y lo que puede, no es poco.
REVISTA BACANAL – JULIO 2014 (foto: Marcelo Arias)
Al principio, fue un silencio. Un largo silencio. Años y más años de silencio. Casi una década pasó desde la última vez que supimos de él. Tanto que, en ciertos ámbitos, una pregunta común había empezado a circular: “¿Sabés que es de la vida de Damián Szifrón?” Es que durante un tiempo, a principios de la década pasada, cuando la crisis económica argentina hacía estragos y las Torres Gemelas acababan de desaparecer del cielo de Nueva York, Szifrón empezaba a ser una presencia constante en el cine y la televisión, con dos películas (El fondo del mar y Tiempo de valientes) y dos series (dos temporadas deLos simuladores y una de Hermanos y detectives) que se conocieron –y fueron tan premiadas como exitosas– en el lapso de cinco años. Y desde entonces, nada. Un hueco enorme. Un vacío. El misterio Szifrón.
Sin embargo, cuando uno se encuentra con el director, lo primero que se disipa es ese misterio. No, no estamos ante un ermitaño de barba larga que acaba de bajar de su montaña solitaria. Tampoco ante un fantasma que retorna caminando entre la niebla. Ni siquiera ante alguien completamente irreconocible de aspecto ni cambiado en cuanto a su personalidad. Al contrario, da la sensación que el tiempo casi no ha pasado y que uno retoma el contacto como si apenas unos meses separaran aquel lejano 2006 de este 2014.
Hay, sí, un detalle que marca el largo tiempo de silencio: Szifrón no para de hablar un segundo. Es así que entrevistarlo se transforma en un largo soliloquio suyo que tiene que ser interrumpido casi por la fuerza para colar una pregunta. Evidentemente, el hombre extrañaba poder explayarse en público y le ha llegado el momento de hacerlo. Algo de eso hay también en la película que lo trae de vuelta: Relatos salvajes, que es el tipo de filme que hace alguien que quiere contar muchas cosas en el limitado tiempo de una narración cinematográfica. No es una película sino seis mini-películas en una, una suerte de compilado de historias donde pasan muchas cosas, muy rápido, como si hubiera que recuperar todo el tiempo perdido.
En cierto sentido, Relatos salvajes puede ser vista como un fresco sobre la Argentina actual a partir de una serie de situaciones tensas donde los comportamientos violentos, que usualmente las personas reservan para sus fantasías (o sus pesadillas), salen a la luz a partir de toparse con las miserias y las complicaciones que nos presentan los demás. En un tono de comedia por demás negra, Szifrón cuenta historias de revancha, de “ojo por ojo”, de agresión que escala a niveles insospechados. Puede ser a bordo de un avión, de un coche, en un restaurante, en un casamiento, en una casa de campo o en una oficina pública. Lo cierto es que, en todos los casos, aquello de “la violencia está en nosotros” se expresa de las maneras menos pensadas a través de los personajes que interpretan Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Erica Rivas, Oscar Martínez, Darío Grandinetti, Julieta Zylberberg y Rita Cortese, entre otros.
“Estaba escribiendo varias cosas a la vez que eran muy demandantes y quería cerrar proyectos un poco más posibles”, explica el director. “Necesitaba filmar. Dejé pasar muchas cosas: una película de ciencia ficción, un western, una película de amor y varias series, y siempre se me seguían apareciendo situaciones, conflictos o imágenes que empecé a cerrar para no tener más carpetas con guiones abiertos. Los escribía de forma lúdica, casi como una actividad paralela de placer y distensión, a los guiones más serios que estaba haciendo. Había un contraste entre los personajes y lo que me pasaba a mí que me resultaba muy disfrutable. Escribí, no sé, unos doce relatos o más de los cuales quedaron seis, los ‘salvajes’, digamos, que reuní en un volumen. Si bien las situaciones son muy distintas, tenían un denominador común respecto al tono”.
-¿La idea del hombre como ser salvaje, fundamentalmente violento?
-El salvajismo aparece fruto del grado de civilización en la que estamos y el mundo que me gustaría que tuviéramos. La distorsión entre las dos cosas me hace aparecer un universo opresivo, extremo. Este tipo de personajes y situaciones son metáforas de la realidad. Y uno trata de trabajar esas tensiones que aparecen en lo que escribe. Yo siento que si no pudiera escribir, si hubiera nacido bajo otras condiciones económicas o sociales, seguramente no estaría bien o estaría preso (risas). No sería un ser dócil que agradece el lugar que le tocó, sino que tendría mis problemas con la autoridad. Pero, a la vez, no es que me propuse escribir una película oscura o salvaje ni nada por el estilo. Ni tampoco pienso que sea una película pesimista. La experiencia que te queda no es negativa y no hay una misantropía respecto de la especie humana. En ese sentido, me importa cómo termina la película, la idea de que lo primitivo que reprimimos no necesariamente es algo negativo, malo o distorsivo de cómo debería avanzar la humanidad. Creo que, sacándose de encima esa violencia que genera la desigualdad social, se abre la posibilidad de un nuevo comienzo.
-¿Cómo fueron surgiendo las historias para la película? ¿De dónde salieron? ¿Hay alguna que sea autobiográfica?
-Lo de la grúa me pasó a mí (el episodio de Darín), pero le debe haber pasado a muchos que te lleven el auto y no puedas hacer nada. Allá, donde la mayoría se reprime y se queda fantaseando lo que le hubiese gustado hacer, los personajes pasan a la acción. Quería seguir a personajes que en lugar de estresarse, avanzan. La novia en la boda (el último episodio, con Erica Rivas) se hubiera achicharrado ante la situación que se le presenta, pero ésta cruza la frontera y después de esa frontera está lo desconocido. Puede ser fatal entrar en ese juego, pero si no te metés, también estás tolerando un montón de faltas de respeto, de violencia, de situaciones de injusticia y desigualdad. Eso es lo que hago yo: soy valiente y, a la vez, débil, me dan ganas de bajarme a pelear, pero no lo hago. Me identifico con personajes como los de Ricardo y Erica. Casi en primera persona. En el del corto de Sbaraglia (una pelea entre dos conductores de auto en una ruta), tenés la tranquilidad de que no sos ninguno de ellos. Es realista, sí, pero es un realismo desfasado, extrañado. Si ves la película en estado de libertad conviven en ella temas, miradas y situaciones de violencia psíquica, pero al mismo tiempo está el placer de la ficción como algo liberador. Es como la discusión que hay con el cine de (Stanley) Kubrick, que si es un misántropo o es un humanista. Kubrick cree en el cine, en la obra del hombre. Y eso lo convierte, fundamentalmente, en un humanista.
-La película me parece que produce una curiosa vuelta de tuerca respecto a Los simuladores. Ellos eran tipos que se metían en situaciones complicadas o injustas y lograban resolverlas mientras que aquí los personajes, cuando se meten en esas situaciones, no hacen más que complicarlas más…
-Lo que decís me retrotrae al conflicto de hacer una película de Los simuladores. Me encantaría hacerla con elementos que tengo ahora, pero a la vez hoy no creo tanto en las reparaciones individuales de los problemas. Hoy creo que hay que cambiar las reglas, no resolver problemas específicos. En Relatos salvajes, aparece mucho esa zona de lo insoportable de querer controlar todo, los estímulos, los deseos. Son personajes que pierden el control, se abandonan y, en el momento en que lo hacen, dejan de medir las consecuencias, se entregan al placer que les produce liberar esa violencia contenida. Es como sacar el antivirus: puede entrar cualquier cosa. En el segundo episodio, hay dos mujeres (Julieta Zylberberg y Rita Cortese), una se reprime y la otra quiere sangre y venganza. Son las dos caras de la misma moneda, dos lados de una misma persona. Y esos dos lados los tenemos todos.
Desaparecer del mapa
El regreso de Szifrón al cine no podía haber sido más auspicioso. Además del éxito casi seguro del filme (por el elenco que tiene, por la expectativa de su retorno, por su propuesta), Relatos salvajes le permitió a un director que no se caracterizaba por hacer un cine “para festivales” entrar en la máxima competencia de Cannes. Y si bien la película no se llevó premios de allí –algo que no sorprende, tomando en cuenta sus características narrativas y su apuesta más del tipo comercial– salió fortalecida gracias a una excelente recepción que permitió que sea vendida a buena parte del mundo. Fue, además, una extraordinaria experiencia para el propio Szifrón, no tan acostumbrado al universo de las alfombras rojas y las celebridades internacionales.
“No voy a decir que ir a Cannes fue cumplir un sueño ni lograr un objetivo porque mentiría”, explica. “No me quitan el sueño ni la taquilla, ni la crítica, ni los festivales. Escribo y hago películas pensando en el espectador, en el intercambio que se produce entre lo que pasa en la pantalla y el público. De todos modos, haber estado allí fue increíble, la gente recibió muy bien la película y para todos los que trabajamos en ella fue como un premio”.
-La pregunta obvia e inevitable es saber qué fue de tu vida todos estos años. ¿Por qué desapareciste del mapa por tanto tiempo?
-No era algo que tuviera previsto, pero claramente tenía el deseo de dedicarme a escribir sin la presión de dirigir, y viceversa. Viví años de laburo muy intensos haciendo tele y dos películas al mismo tiempo. Era terminar un rodaje, comer, escribir, volver a rodar y así. Disfruté mucho de esa adrenalina, pero en un momento fue demasiado, ya sentía que la falta de tiempo me perjudicaba y me llevaba a dirigir de forma intuitiva. Terminaba el guión y ya veía la película, el rodaje era hacerlo nomás. Y me gustaba la idea de la vida del escritor: viajar a Colonia con la compu cinco días, entrar a un cine, ver una película, dejarlo ir, que te pasen cosas en la vida. Observar la realidad para poder crear ficciones. Si filmás la misma noche que escribís algo todo se vuelve muy hostil.
-Pero cinco días se convirtieron en ocho años…
-(Risas) Me puse a escribir El extranjero, la película de ciencia ficción, y ese proyecto me disparó muchas preguntas existenciales, incógnitas poderosas, cuestiones cósmicas sobre el origen del ser humano. ¿Qué somos? ¿Qué es el universo? Preguntas infantiles, que no tienen respuesta, pero que me fueron abriendo a pensar que la realidad es mucho más compleja que la que experimentamos en la sociedad en la que vivimos. Meterme con eso me abrió muchas puertas perceptivas y eso me trajo otras ideas que se las metía a El extranjero, hasta que eso creció tanto que se volvió inmanejable. Así que abrí una productora con la idea de ir desarrollando guiones sin la presión de filmarlos. Así fue que escribí un montón, disfruté mucho de esa etapa y ahora que tengo cinco guiones en la mano, a filmar. No de uno en uno, sino filmar varios seguidos. La pareja perfecta es una historia de amor, por ejemplo. Y El extranjero todavía no se qué es. Es un modelo que estoy investigando.
-Tengo la impresión que Relatos salvajes va a ser interpretada como tu mirada a la realidad de la Argentina actual. ¿Sentís que es una lectura lógica, probable?
-No creo que sea un fresco sobre la realidad argentina o de América Latina, pero sí que es una mirada posible sobre las sensaciones que nos provoca esta realidad en la que vivimos. Pero no solo nosotros, sino en todo el mundo. El ser humano es un ser amoroso, pero también puede ser agresivo y violento ante las injusticias del mundo. De cualquier manera, soy optimista. Tengo fe en la evolución de la especie.
Damián Szifrón sonríe todo el tiempo y habla sin parar, con un entusiasmo contagioso. Lo hace siempre: en Buenos Aires –antes de partir hacia el Festival de Cannes–, en Cannes –presentando en competencia Relatos salvajes–, y también al regresar a la Argentina. Se ve –se nota, es evidente– que tenía ganas de volver a hacer cine, a estrenar, a poner en juego su talento como director. Nueve años después de su última película y con la misma baby face que tenía cuando era un promisorio veinteañero, Szifrón está listo para salir al ruedo otra vez.
Relatos salvajes, el film que lo trae de regreso a la pantalla grande, es un compilado de historias breves (una intro y cinco cortos) que, en tono de comedia negra, se caracteriza por presentar situaciones de violencia social, enfrentamientos entre personajes que muestran su lado más oscuro cuando deben resolver complicaciones de la vida cotidiana. Transcurren en un avión, en un bar, en una ruta, en la calle, en una casa, en una fiesta de casamiento: todas presentan conflictos que se van volviendo cada vez más violentos y una serie de personajes capaces de redoblar las apuestas en los momentos más tensos.
Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Oscar Martínez, Érica Rivas, Julieta Zylberberg, Rita Cortese y Darío Grandinetti son los protagonistas principales de estas historias que llamaron la atención en Cannes, donde el público las recibió con risas y aplausos hasta entre un episodio y otro, algo bastante inusual. Más allá de no llevarse premios, el festival sirvió para dar a conocer al mundo el nombre de un realizador que hasta hace poco era más bien conocido localmente, principalmente por series de televisión como Los Simuladores y Hermanos y detectives.
Szifrón ha regresado de la Costa Azul ya hace unas semanas, pero todavía no puede quitarse de encima las sensaciones y las historias que se llevó de un festival en el que tuvo que competir, frente a frente, con cineastas como David Cronenberg,Ken Loach, los hermanos Dardenne o Jean-Luc Godard, por citar solo algunos pesos pesados que estuvieron allí. “Me quedaron mil anécdotas, muchísimas, como estar en un bar y que Tarantino se siente a nuestra mesa a charlar; que Harvey Weinstein (el mítico productor/distribuidor) me invite a desayunar para hablar largo y tendido sobre las películas que nos modificaron; ver a Sophia Loren acariciando la panza de mi mujer…”, cuenta. Y agrega: “Lo que más me impactó es haber estado en contacto con la enorme pasión por el cine que tiene toda esa gente”.
– Pasó un tiempo ya de tu paso por Cannes. ¿Cómo analizás, a la distancia, lo que sucedió con la película en ese festival? ¿Cuál es tu balance?
– En relación a las cosas que quiero hacer en el futuro, no tengo ninguna duda de que Cannes fue un antes y un después. La repercusión de Relatos salvajes atrajo la atención de los productores y directores de los estudios más importantes. También fue increíble la interacción con una audiencia internacional, con periodistas, y con otros actores y directores. Si bien había recibido propuestas en el pasado, lo que empezó a suceder después del festival es otra cosa. Proyectos que antes eran sueños son hoy absolutamente posibles. Cambió la perspectiva, se amplió el horizonte.
– ¿Esperabas algún premio? ¿Te molestó no haber recibido nada?
– Sinceramente, el aspecto competitivo de los festivales es el que más rechazo me genera, porque estimula todas esas áreas de la personalidad que el arte, por su propia naturaleza, combate. Obviamente, una vez ahí, preferís ganar, pero fue tan espectacular todo lo que pasó en torno a la Relatos salvajes que la premiación se convirtió en algo menor –sobre todo para una película como esta, que tiene la capacidad de establecer una relación sólida con una audiencia más bien masiva. Hay otras excelentes y muy valiosas que quizá no se realizarían si festivales como Cannes no las seleccionara, exhibiera, y premiara.
“Siempre creí que pensar el cine desde lo nacional es un poco tramposo. Para mí, el cine es un país sin fronteras, más libre que los otros. Y el arte conecta con la gente independientemente del lugar del que vengan.”
– ¿Te sorprendió que la gente se divirtiera tanto con la película, a pesar de las posibles diferencias culturales?
– Digamos que me alegró, me tranquilizó, pero mentiría si te dijese que no lo deseaba. A la hora de escribir, de imaginar, intento llegar a la profundidad de una historia, al hueso de cada personaje. Eso implica trascender las fronteras de una determinada región o sociedad y acercarte a cuestiones que son propias de la especie. Si el trabajo está bien hecho, cualquier audiencia debería poder disfrutarlo, o al menos comprenderlo.
– Da la sensación es que desde afuera se ven más graciosas ciertas situaciones que los argentinos, tal vez por la cercanía, vemos como más dramáticas. ¿Lo sentís así o siempre tu idea fue apostar a la comedia?
– Sin ser una comedia (me costaría clasificarla así), la película tiene mucho humor. Me reí mucho mientras la imaginaba, y lo mismo le pasaba a los actores cuando la interpretaban. Sabíamos que ese efecto se iba a multiplicar en una sala repleta de gente, sobre todo durante algunos pasajes tensos, que quizás incomodan moralmente, pero que, vistos en comunidad, evidencian temores o fantasías que nos son comunes a todos. Ahí la risa se contagia. Todavía no tuve la oportunidad de verla con mucha gente en Argentina, pero si bien es posible que frente a algunos sucesos el espectador local se sienta más interpelado que el extranjero, imagino una reacción similar. Pienso que, a pesar de la violencia, la película como experiencia tiene un carácter más liberador y catártico que opresivo.
“Los Simuladores fue una serie prestigiosa y despertó la atención de mucha gente, pero me parece que hoy la televisión argentina está peor que en esa época. Es regresiva. Se trata de trabajar rápido, barato, sin preparación.”
– Es una película muy local pero también completamente universal…
– Siempre creí que pensar el cine desde lo nacional es un poco tramposo. Para mí, el cine es un país sin fronteras, más libre que los otros. Y el arte conecta con la gente independientemente del lugar del que vengan. Por eso creo que es complicado unificar películas por países. A veces tenés más relación con personas de otros lugares del mundo que con los vecinos de tu edificio. De todos modos, es agradable sentir que se puede hacer cine en la Argentina, y que hay caminos y puertas abiertas para hacer distintos tipos de cosas. Después de todo, compartimos una tierra en la que las cosas pasan de determinada manera y no de otra, además de la gente, el ritmo de vida, etc. Estamos todos ahí, solo que cada uno hace lo que hace, expresa lo suyo de manera distinta.
– La película se vendió a muchísimos países, algo que no pasó tanto con las anteriores. ¿Cómo vivís esa experiencia nueva de que pueda ser vista en tantos lugares?
– Francamente, es lo que me tiene más contento. Por un lado, me alegra que haya sido un emprendimiento exitoso; la película costó mucho dinero y se corría un riesgo real de que no lo fuera. Y más allá del placer de viajar a presentarla en toda Latinoamérica, estamos planificando viajes a Toronto, Los Ángeles, Nueva York, París, Madrid, Roma, Berlín, Tokio, Dubai y tantos otros lugares. El hecho de que hayamos recibido entre tres y cuatro propuestas de cada territorio, y que hoy Relatos salvajes esté en manos de los mejores distribuidores del planeta prueba que las historias que contamos pueden cruzar fronteras y ser recibidas en cualquier parte. Eso me provoca mucha felicidad.
“A pesar de la violencia, la película como experiencia tiene un carácter más liberador y catártico que opresivo.”
– Hacer la película episódica no debe haber sido fácil: es como realizar seis películas a la vez. ¿Se filmaron todas las historias seguidas? ¿Cómo fue el proceso?
– Me gustan los rodajes continuos, es como salir a la guerra. Fue difícil porque habitualmente, cuando empezás a trabajar con actores que no conocés muy bien, vas generando vínculos, y luego de varias jornadas ya estás identificado con ellos. Acá, cada vez que me enganchaba, se terminaba la película y cambiaban los protagonistas. Siento que los actores aportaron muchísimo al producto final. Algunos los tenía en mente, otros no. Pude imaginar la película en distintas versiones y fue evolucionando hasta quedar con un elenco que me parece muy orgánico.
– ¿Las historias siempre fueron pensadas por separado? ¿Nunca se te ocurrió cruzarlas?
– No, nunca. Para mí, claramente son historias separadas. Escribí más de quince historias, de las cuales fui seleccionando las que tenían un tono y un denominador común. No quería ser original con este tipo de construcción. Me interesaba llegar al hueso de las situaciones, a la verdad, y no ser disruptivo porque sí. La idea de las historias salvajes, del salvajismo, surge del choque entre el tipo de civilización en la que estamos y el mundo que me gustaría que tuviéramos. En la distorsión entre esas dos cosas aparece un universo opresivo, extremado. Este tipo de personajes y situaciones son metáforas de la realidad. Pero me parece muy importante cómo termina la película, con la idea de que lo primitivo que reprimimos no necesariamente es negativo o malo. Creo que habla de un nuevo comienzo que aparece cuando lográs sacarte de encima esa violencia que genera la desigualdad social.
“El hecho de que hayamos recibido entre tres y cuatro propuestas de cada territorio, y que hoy Relatos salvajes esté en manos de los mejores distribuidores del planeta prueba que las historias que contamos pueden cruzar fronteras y ser recibidas en cualquier parte.”
– Sos una persona muy cinéfila. ¿Tenés referentes claros, específicos, para los episodios del film?
– No tuve cosas específicas, aunque sí modelos, referencias. Las de siempre. El corto del auto en la ruta (con Leonardo Sbaraglia) tiene algo de Duel, de Spielberg. Pero no más que eso. Lo de la grúa (el episodio de Darín) me pasó a mí, por ejemplo. A todos nos sucedieron cosas parecidas a las que muestra la película, pero allá donde la mayoría nos reprimimos y nos quedamos fantaseando con lo que nos hubiese gustado, estos personajes pasan a la acción. Quería seguir a personajes que en lugar de estresarse, avancen. La novia (el corto de Erica Rivas) cruza una especie de frontera y después de esa frontera está lo desconocido. Puede ser fatal entrar en ese tipo de juegos, pero si no lo hacés estás tolerando un montón de faltas de respeto, de situaciones de injusticia y desigualdad. Eso es lo que hago yo, en realidad: soy valiente pero débil, me dan ganas de bajarme a pelear pero no lo hago [risas].
– De alguna manera, fuiste un poco precursor de la moda de las series. En la época en la que hacías Los Simuladores no tenían la repercusión ni la aceptación crítica que tienen hoy. ¿Volverías a hacer series de televisión acá?
– Había buenas series, pero no eran prestigiosas. No estaban vistas como algo artístico. Hoy, a partir de Los Soprano, ya no sucede. Los Simuladores fue una serie prestigiosa y despertó la atención de mucha gente, pero me parece que hoy la televisión argentina está peor que en esa época. Es regresiva. Se trata de trabajar rápido, barato, sin preparación. Es curioso, es para analizar. Me cuesta entender por qué se trabaja así. La ficción tiene que estar muy bien preparada. Lo que veo es mucha improvisación y muy poco respeto por la ficción.
“Si bien había recibido propuestas en el pasado, lo que empezó a suceder después de Cannes es otra cosa. Proyectos que antes eran sueños son hoy absolutamente posibles.”
– ¿Pero mirás series nuevas? ¿Tenés alguna favorita?
– No vi tantas. Me encantó Breaking Bad, una maravilla total, una obra de mucho nivel. Y me encanta Mad Men también. Vi un poco Newsroom, pero no me interesó tanto. Pero las otras dos me matan, son geniales. Un proyecto de los tantos que escribí –uno de ciencia ficción, llamado El extranjero– tal vez se adapte a un formato serial, pero me gustaría que sea en cine. No sé, tal vez de a un episodio por mes, es un formato que quiero investigar. En todos estos años acumulé muchos proyectos, guiones. Y ahora quiero filmar varios. También me gustaría hacer más cosas breves; me parece disruptivo y me permite un espíritu de variedad que me encanta.
– Muchos se preguntan qué fue de tu vida todos estos años. Venías trabajando casi a destajo entre el cine y la tele y, de repente, desapareciste.
– No fue algo previsto, pero claramente tenía el deseo de dedicarme a escribir sin la presión de dirigir. Viví años de laburo muy intensos haciendo tele y dos películas al mismo tiempo, como si no hubiera parado desde que escribí el piloto para Los Simuladores hasta que terminó Hermanos y detectives. Lo habitual era dirigir un episodio, editar otro y escribir un tercero al mismo tiempo. Disfruté mucho de esa adrenalina, pero en un momento fue demasiado. Sentía que la falta de tiempo me llevaba a dirigir de forma intuitiva. Ahí me puse a escribir El extranjero, la película de ciencia ficción, y ese proyecto me disparó muchas preguntas existenciales, incógnitas poderosas, cuestiones cósmicas sobre el origen del ser humano, etc. Meterme con eso me abrió muchas puertas perceptivas y me trajo otras ideas que metía en El extranjero hasta que eso creció tanto que se volvió inmanejable. Abrí una productora con la idea de ir desarrollando guiones sin la presión de filmarlos. Así fue que escribí un montón. Disfruté mucho de esa etapa, y ahora que tengo cinco guiones en la mano, a filmar.
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Relatos salvajes
Con Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Oscar Martínez, Érica Rivas, Julieta Zylberberg, Rita Cortese y Darío Grandinetti
Relatos Salvajes es la película mas popular del año. No por eso es buena. Todo lo contrario, es un cine superficial, efectista. Funciona, solo eso.
Decepciona la bajada de línea «antisistema» de Szifron en medio de un PNT de ICBC, Chevrolet, Audi, etc.
Tiene trazos gruesos, muy innecesarios, que subestiman la capacidad del espectador y hasta relativizan el talento del director por su torpeza conceptual. Temas como la inseguridad, la corrupción, la infidelidad, la desigualdad, enunciados de manera simplona y en todo de vecina indignada (la tia extranjera de la «novia» es el ejemplo mas burdo de ello) que arrancan en la platea un suspiro de aprobación y hasta un aplauso conmovido.
A mi, personalmente, me da asco que me den de comer algo previamente masticado y hasta digerido.
Es como si la famosa «brecha» fuera contada cinematográficamente desde uno de los supuestos «bandos», con ínfulas de intelectualidad.
Estéticamente y en lo técnico es impecable. Cuida mucho los detalles. Elenco desparejo pero bien llevado. Batirá records por el boca a boca.
Y, lamentablemente, va a ser la seleccionada para el Oscar. No le da el piné, ni a ganchos. Pero bueno, es lo que hay.
Una vez mandamos a «Manuelita» asi que…
De los episodios, algunos son decididamente malos, en especial el «spin off» de Casados con Hijos que protagoniza Erica Rivas.
El director ha sido desparejo hasta aquí, entre sus dos series televisivas hubo muchas diferencias de calidad, y ni hablar entre sus películas. El tema es que a esa irregularidad le sumó producción, promoción y caras realmente convocantes, como la de Darín.
A los que logró satisfacer, los dejó extasiados, basta ver las reacciones en redes sociales.
Los decepcionados, que no somos pocos, lo hemos padecido en grande. Las expectativas eran generosas.
Muy buena de actualizar esas entrevistas. Aportan màs elementos para entender el fenòmeno masivo de esta pelicula y la indole de la personalidad de Szifron, màs alla de su reconocido talento que hemos disfrutado en su trabajo anterior ya lejano.
Siempre me preguntè por que se habia llamado a silencio…porque no continuò Los simuladores…porque no hizo otra pelicula.
Pensaba que no era suficiente el talento para interesar a productores.
Pero no era asì…los dos millones largos de espectadores indican que alguna fibra muy intima de nuestro ser està siendo convocada. Y no de la misma manera que algun film de Francella o Suar….creo que es una pelicula disfrutable y movilizadora para los que buscan espectaculo banal, para los que quieren salir pensando y comentando frente a una pizza, para los que la masividad los asusta y prefieren descubrir què funcional al sistema es lo que aparentemente ataca la pelicula.
Hasta a los que le seduce descubrir nazis encubiertos o algun tipo de fundamentalismo.
No hay duda de que esta obra devuelve cierta màgia de lo que significa el disfrute compartido del cine, en salas atestadas de publico y al salir, largas colas para la funciòn siguiente.
Y las discuciones a favor y en contra, para ver si logramos despertar un poco nuestras sensibilidades dormidas.
Bienvenido regreso de Szifrón el cuál disfruté de las dos anteriores películas.
Relatos salvajes es tal vez la película argentina más polémica de los últimos tiempos.
Porque pocos quedan indiferentes ante lo que plantea y muestra pero además tiene varios elementos para analizar y discutir largo y tendido. Es indudable que cada espectador tendrá, como todo arte, una interpretación personal. A mí me pareció un film que a partir del tercer relato define el pensamiento, la acción y las consecuencias de una cierta clase social que desde la época de la colonia ha bloqueado la posibilidad de crecer como sociedad. El film más allá de lo que exprese su director es pesimista por donde se lo mire porque en este estado de «intelecto» social pueden pasar 200 años más que seguiremos exactamente igual.
El diálogo entre Nancy Duplaá y Darín cuando llega tarde al cumpleaños de su hija ejemplifica el desconocimiento y lo que es peor el desinterés absoluto por entender como funciona un sistema de derechos y obligaciones, de respeto y tolerancia,de aquellos sectores que precisamente deberían ser los precursores de minimizar lo expuesto.
Como decía Descartes: primero pienso luego existo. Esto sería lo que nos diferencia de los otro animales, de lo contrario terminamos siendo el o los personajes que encarnan Darín, Sbaraglia, E.Rivas y Oscar Martinez.
Es increíble el fanatismo que suscitó esta película, encuentro la misma cantidad de personas completamente ciegas que no pueden ver ninguna de sus virtudes y por el otro bando otros que no pueden ver ninguna de sus carencias. No seamos tan fanáticos!