Estrenos: «Pelo malo», de Mariana Rondón
Ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián de 2013, la película venezolana PELO MALO es bastante más original, inquietante y hasta siniestra de lo que puede parecer a primera vista. Supongo que no es por eso que ganó el premio, pero es eso lo que la hace una sorprendente y notable […]
Ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián de 2013, la película venezolana PELO MALO es bastante más original, inquietante y hasta siniestra de lo que puede parecer a primera vista. Supongo que no es por eso que ganó el premio, pero es eso lo que la hace una sorprendente y notable película.
Cuando digo que no creo que por eso haya ganado el premio es porque me da la sensación de que lo que primó a la hora de premiarla es su grado de corrección política aparente: la historia de un chico que empieza a descubrir su homosexualidad y su madre que no sabe qué hacer para que la reprima en una Venezuela tan convulsionada como, en cierto punto, machista. PELO MALO tiene algo de película norteamericana de Sundance, de esas que transcurren en los “ghettos” pobres, latinos y/o negros. Esos enormes monoblocks en donde viven los personajes tienen mucho de los “projects” del Bronx en los que hemos visto decenas de películas “independientes”. Y su estructura narrativa clásica apunta también hacia esa zona. No dudo que PELO MALO funcionará muy bien en el mercado americano.
Pero si eso fuera todo estaríamos hablando de una película correcta y menor, con algo de la reciente FRUITVALE STATION, no específicamente por la trama sino por ese costado casi paternalista y condescendiente que tienen esas películas políticamente correctas americanas. Pero PELO MALO no es eso, para nada. Si bien usa esa “vestimenta” (lo personal, lo familiar y lo social combinados para armar una pintura de sufrimiento de clase), la película se presenta desde un lugar más insidioso, más incómodo.
En primer lugar, porque los personajes no son muy simpáticos que digamos y el espectador se ve enfrentado a una situación mucho más ambigua y extraña de lo que parece en principio. Veamos la trama. En los barrios pobres de Caracas un niño de diez años que vive con su madre tras la muerte del padre (caído en algún episodio de violencia previo al comienzo del filme y que mucho no se explica) desea alisarse su pelo enrulado para salir luciendo como cantante en una foto para el álbum escolar. Le fascina más ese modelo de estrella pop que la otra foto que parece ser la más popular entre los chicos: como soldado y portando un arma. El conflicto tendrá ese hecho como eje, pero irá mucho más lejos: Junior tiene actitudes que le hacen pensar a la madre que es gay y ella quiere evitarlo a toda costa.
Pero la película no es tan sencilla. Marta es una guardia de seguridad actualmente desocupada bastante masculina en su andar y con una agresividad a flor de piel que hace que el personaje sea irritante. Podemos comprender en parte sus miedos (que Junior sea víctima de violencia por su forma de ser, de vestirse y por su sexualidad), pero sus actitudes son temerarias: tiene sexo adelante suyo “para que aprenda”, quiere vendérselo a su abuela paterna para sacarse el problema de encima y le irrita/molesta casi todas las actitudes del chico, tanto privadas como públicas.
Y Junior no es el niño coqueto, dulce e inocente que sería en otro tipo de película. Tensa la relación todo lo posible, fastidia a su madre (y al espectador, por momentos) con su estilo de permanente confrontación (tiene una forma de mirarla fijo a la madre que es tan irritante como temeraria) y si bien podemos comprender (conociendo a su madre y su entorno) de donde vienen muchas de esas actitudes de pequeña e imposible futura diva, más de un espectador podrá pensar hasta qué punto el niño no se busca ese conflicto permanente.
La película pone en zona de riesgo no sólo las fidelidades del espectador (no es tan simple como “pobrecito el niño con la madre que tiene” ni mucho menos lo contrario) sino que contextualiza muy bien el problema en el marco de la situación política y social de Venezuela. Los noticieros de televisión transmitiendo sobre la enfermedad terminal de Chávez y las extrañas reacciones que eso provoca en buena parte del pueblo venezolano (una noticia acerca de la gente cortándose el pelo cuando el ex presidente estaba rapado por el cáncer resulta impactante en este contexto narrativo), la durísima situación económica de la familia (Marta tiene también un bebé con el que tiene mejor conexión) y el sueño de los niños de “salvarse” mediante la música o, en el caso de la muy simpática amiga de Junior, soñando en convertirse en Miss Venezuela son elementos que aportan al conflicto central.
Pero la película no sería lo que es si la relación entre madre e hijo no fuera tan compleja y alejada de cualquier maniqueísmo. La directora Mariana Rondón tenía abierta la posibilidad de hacer una película de digestión fácil, que se montara sobre una solución problemática para contar una historia de superación personal y familiar en medio de circunstancias difíciles, pero evitó ese camino y decidió ir por el lado de la ambigüedad, del apunte fino, de la reacción sorprendente. Es una película que todo el tiempo incomoda y desacomoda al espectador y ése es su gran mérito.
Sí, hay algunos problemas actorales, algunas escenas que no cierran y un par de situaciones que no parecen estar del todo bien manejadas, pero hay muchas más que están resueltas de manera extraordinaria, arriesgándose a fastidiar al espectador que busca divisiones más claras. La insistencia casi caprichosa de Junior por hacer todo aquello que sabe que fastidia a su madre (desde ponerse mayonesa en el pelo hasta cantar en voz alta en el bus) y la intolerancia insoportable de la madre respecto a las actitudes “diferentes” de su hijo (no le deja pasar una, literalmente, no afloja ni aún cuando se lo recomienda el médico) ponen al espectador a analizar hasta sus propios prejuicios.
La película no juzga a sus personajes, nos los muestra complejos, complicados, capaces de gestos bellos y de muchos otros desagradables (no sólo madre e hijo sino casi todos los demás, de la abuela a la vecina a la amiguita de Junior) y allí es donde está la grandeza de PELO MALO, en ser capaz de abrazar la complejidad del comportamiento humano y no contentarse con la mirada condescendiente desde afuera ni la palmadita comprensiva en la espalda.
(Publicada durante el Festival de San Sebastian 2013)
La vi esta tarde y me gustò muchisimo. Incluso deje un comentario en Otros Cines.
Pero no habia leìdo tu critica. Acabo de disfrutarla enormemente. Es una descripciòn increìble de lo que es la pelicula y que me ayuda ahora a amarla mucho màs.
Es una obra sumamente inteligente y sugiere una directora con un dominio absoluto de lo que quiere expresar y de la manera menos complaciente de lo que es dable esperar.