Festival de Roma 2014: «Obra», de Gregorio Graziosi
No es novedad alguna que la arquitectura modernista brasileña es un tema fascinante para cualquier persona mínimamente interesada en el tema. En OBRA, la opera prima de Gregorio Graziosi, esos enormes edificios no solo son el escenario en el que transcurre la acción sino que forman parte esencial de la trama e informan de manera […]
No es novedad alguna que la arquitectura modernista brasileña es un tema fascinante para cualquier persona mínimamente interesada en el tema. En OBRA, la opera prima de Gregorio Graziosi, esos enormes edificios no solo son el escenario en el que transcurre la acción sino que forman parte esencial de la trama e informan de manera muy clara el tono del filme. Con su banda sonora minimalista –un complejo entramado de bajos y sonidos propios de un filme de ciencia ficción– e imágenes en un blanco y negro nítido y que claramente referencia a cierto cine de principios de los ’60, la película de Graziosi intenta adentrarse en ese universo a la manera de un viaje a las entrañas de esos edificios que conlleva un viaje a la complicada historia política y social de Brasil.
Irandhir Santos (actor de buena parte de las mejores películas brasileñas recientes, como SONIDOS VECINOS, TATUAJE y PERMANENCIA) encarna a un arquitecto que está construyendo un nuevo y moderno edificio donde han demolido uno viejo que pertenecía a su familia. En medio de la obra en cuestión –y mientras espera un hijo con su esposa británica– se entera que en los cimientos del edificio los obreros encuentran restos de personas enterradas allí hace mucho tiempo. La situación no solo sorprende y complica la tarea del protagonista sino que le dispara a una crisis de identidad que tiene que ver con su propia familia y su rol en lo que parece ser un crimen (o una serie de ellos) sucedido durante la dictadura y que claramente involucran a su propia familia. Graziosi transforma este «trauma» personal en un dolor claro y concreto: el arquitecto tiene una hernia que lo tiene muy a mal traer –herencia familiar– y que le torna casi imposible moverse.
Pero la leve «arquitectura» narrativa del filme no es lo primordial en un filme que es, básicamente, atmósfera y tono. Como si Michelangelo Antonioni hubiese filmado una película de ciencia ficción en Brasil, Graziosi procede a mostrar la ciudad como un cúmulo de edificios enormes, de ventanas vacías, espacios gigantescos y desprovistos de mobiliario, casi sin gente a la vista, como si todos los habitantes de esa enorme urbe que es San Pablo estuviesen escondidos tras ventanales.
Esa ciudad es el escenario que envuelve los conflictos del protagonista. Su padre quiere olvidar los hechos, su maestro mayor de obras lo denuncia y amenaza, y su abuelo, bueno, ya verán lo que pasa con él. En tanto, su mujer espera su primer hijo lo cual agrega un elemento intranquilizador al relato de este hombre cuyo viaje a lo largo del filme es el de la toma de conciencia, ir del desinterés y pedantería que parece manejar al principio a la toma de conciencia de que ciertos celebrados logros de la arquitectura brasileña pueden tapar, también, historias ocultas del pasado que nadie se atreve ni quiere revisar.
Visualmente elegante –aunque acaso excesivamente «compuesta»–, OBRA es una película inteligente y riesgosa, en tanto elige un tono seco y clínico sin jamás salirse de ese registro que, ciertamente, parece grabado a fuego por todos los lugares que el filme recorre. En paralelo, el arquitecto y su mujer arqueóloga trabajan en la restauración de una iglesia, lo cual agrega otros elementos al relato que traen a la mente muy claramente el clásico VIAJE A ITALIA, de Roberto Rossellini.
Pese a ser tal vez un poco solemne en su ritmo interno, la opera prima de Graziosi propone una suerte de mirada política fuerte y crítica a un Brasil de clases altas desentendidas –en lo espacial, en lo geográfico y, fundamentalmente, en lo humano– del resto del país y sus habitantes. Los restos humanos escondidos dejan claro que el pasado más oscuro vive en el presente. Y si la película tiene algo para decir es que será la labor de las nuevas generaciones desenterrar esas historias y empezar a construir ese enorme edificio que es Brasil sobre cimientos más sólidos.
Visualmente elegante –aunque acaso excesivamente “compuesta”. Era exatamente o que eu queria dizer. Canova, era o nome que me acudia. Vejo nisso uma intenção para o choque com os restos mortais encontrados na fundação do edifício que pretende ser uma obra-prima da arquitetura brasileira, uma ousadia… extremamente … limpa, num meio que padece de «timidez formal», onde os esqueletos e restos de cabelos (o que os torna relativamente recentes ) soam como o caos no cosmos.