Festival de Roma 2014: «The Lies of the Victors», de Christoph Hochhäusler
THE LIES OF THE VICTORS (Las mentiras de los vencedores), la nueva película del realizador alemán Christoph Hochhäusler, es a la vez una exploración sobre las relaciones entre los poderes periodísticos y políticos a la vez que una suerte de estudio sobre el arte de la simulación y el engaño. Este thriller dramático que, seguramente, […]
THE LIES OF THE VICTORS (Las mentiras de los vencedores), la nueva película del realizador alemán Christoph Hochhäusler, es a la vez una exploración sobre las relaciones entre los poderes periodísticos y políticos a la vez que una suerte de estudio sobre el arte de la simulación y el engaño. Este thriller dramático que, seguramente, en manos de muchos realizadores norteamericanos, podría haber sido igualmente interesante aunque mucho más lineal (en una línea que une a filmes setentistas como TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE y LA CONVERSACION hasta ejemplos más recientes como EL INFORMANTE) encuentra en manos de Hochhaüsler una estructura más difusa, compleja y sugerente. No solo es un filme sobre la manipulación de la información en la ficción sino uno en el que esa misma manipulación se traslada fuera de la pantalla y pasa al espectador.
El director alemán se caracteriza por movimientos fluidos y constantes de la cámara, por un montaje muchas veces asociativo y por ir metiendo a los espectadores en complejas tramas ofreciéndole retazos mezclados de información que, muchas veces, debe uno ir asociando de a poco. Es por eso que el filme, durante su primera media hora, puede parecer un tanto confuso. Hochhäusler nos mete de lleno en una redacción de una revista alemana tipo Der Spiegel y nos hace ir atando cabos acerca de quién es quién y qué está sucediendo.
El protagonista es Fabian, un periodista de investigación de esa revista que es diabético, jugador compulsivo y un tanto alcohólico, además de tener un humor no del todo agradable. Cuando al hombre le ponen un asistente, Nadja, al principio no quiere saber nada con ella y la trata mal al punto de darle la tarea de investigar un hecho que le parece menor y hasta de bajo nivel para su status de periodista estrella: investigar porqué un hombre decidió lanzarse de lleno a una jaula de leones en un cementerio y morir despedazado por estos animales.
De a poco se irá dilucidando que el «accidente» no era un tema menor ni una locura momentánea. El hombre era un ex combatiente en Afganistán que trabajaba en una planta de desechos tóxicos y, Fabian empieza a descubrir que hay conexiones sospechosas entre ambos «trabajos» y su muerte. Y, también, entre esos trabajos y una Ley de Medioambiente que quieren pasar en e Congreso. Pero también lo saben sus jefes en la revista quienes están conectados casi a diario con el poder político y tratan, a la vez, de mantener la reputación del medio como portador de un periodismo serio de investigación pero cotejando todo el tiempo con el poder «real» qué información dar y cómo, para no «herir sensibilidades».
Ese juego es el más interesante de la película, el que sucede no tanto entre los periodistas (que inician una historia de amor pero a la vez nunca tenemos claro si no son también parte de ese arte de la simulación) ni en la investigación concreta del caso (interesante, pero no necesariamente novedosa prueba de secretos abusos para con los ex combatientes), sino en cómo unos y otros van siendo manipulados por los poderes de turno no para cerrarles las puertas de la investigación sino para deformarla de manera tal que permita a ambos «poderes» seguir sosteniendo sus mentiras y conservando sus posiciones.
Ahí entra a funcionar el juego que mejor juega Hochhaüsler (THE CITY BELOW, uno de los episodios de la trilogía DREILEBEN), el de la puesta en escena sugerente y sugestiva, mostrando una Berlin llena de oficinas modernas y vacías, de espejos que reflejan espejos, hasta que toda la ciudad parece ser un set de un reality show, cosa que –tomando en cuenta la trama– en cierto punto lo es. Así como en esos programas de la televisión se intenta convencer a los espectadores que lo que está viendo es real, es fácil advertir que tanto los protagonistas como los espectadores están siendo manipulados y parecen disfrutar con gusto de esa manipulación.
THE LIES OF THE VICTORS a veces se enreda demasiado en sus propios trucos (la subtrama sobre la diabetes del protagonista, por ejemplo) y Hochhaüsler intenta en todo momento presentar siempre una versión claramente autoral de la historia, jugando con el montaje, con el orden de las escenas y de la información, y hasta con detalles de la puesta en escena que hacen ver que hay algo que le interesa más que hacer avanzar la trama hacia las revelaciones finales. Y eso, que al principio puede resultar entre frustrante y confuso, de a poco se arma como las piezas de un rompecabezas y demuestra tener un claro sentido. En ese aspecto, el filme bebe tanto del thriller americano de periodistas como del BLOW UP, de Antonioni, versión europea que trabaja sobre temas parecidos pero desde una mirada más sugestiva: la investigación como un juego de simulaciones sobre simulaciones.
El filme tiene su virulencia política en cuanto a denuncia, pero lo que más impacta al espectador al final –además de la siempre elegante puesta en escena del alemán– es la sensación de desconfianza en abismo que la película genera. Es que en el filme las mentiras se parecen tanto a la realidad que logran convencernos que son ciertas. O, puesto de otra manera, tal vez ya no haya forma de saber si –al menos en el ámbito de la política y del periodismo– verdad y mentira son dos cosas distintas.
a mi me re gusto!!!
el me hace acordar al de the killing