Viennale/Mar del Plata: «From What is Before», de Lav Díaz
Disculpen la banalidad –o lo que será, para algunos, un gesto egocéntrico– pero me resulta inevitable empezar la crítica de FROM WHAT IS BEFORE, de Lav Diaz, con una anécdota personal. Estando en el Festival de Venecia 2011 –para el que yo trabajaba entonces– una noche fuimos con un grupo a cenar a un lugar […]
Disculpen la banalidad –o lo que será, para algunos, un gesto egocéntrico– pero me resulta inevitable empezar la crítica de FROM WHAT IS BEFORE, de Lav Diaz, con una anécdota personal. Estando en el Festival de Venecia 2011 –para el que yo trabajaba entonces– una noche fuimos con un grupo a cenar a un lugar un poco alejado del centro del festival. En ese grupo estaba Lav Díaz, quien presentaba ese año CENTURY OF BIRTHING en la sección Orizzonti. Me acuerdo que, conociendo los horarios italianos para los restaurantes y la insistencia en cerrar las cocinas a las 22, estaba apurado en movilizar al grupo (que integraba también, si mal no recuerdo, el cineasta chileno José Luis Torres Leiva, Rosario Bléfari y algunas personas más) hacia el lugar.
Cualquiera que haya ido a un par de festivales de cine sabe que movilizar a un grupo en esas circunstancias no es lo más sencillo del mundo, pero el caso de Lav Díaz era diferente. No se trataba de alguien reacio a moverse, ni distraido en conversaciones cinéfilas ni tardío en aparecer. No. Lav Díaz era (es) lento, funciona a otro ritmo, camina a otra velocidad, habla en un tono bajo y parece estar, casi, en una dimensión espacio/temporal diferente a la de los demás. Si alguien me jurara que el hombre levita, le creería. Así fue que Díaz y quien/es lo acompañaban en la charla, quedaban siempre atrás del grupo mientras avanzábamos: 20 metros atrás, 50 metros, 100 metros. Había que esperarlos o hacerlos apurar. Finalmente, llegamos, pudimos cenar y me quedó claro una cosa: que Díaz tenía razón y que el apurado y ansioso era yo.
En la cena habló muy poco y estuvo siempre sonriente, como un buda flaco y medio hippie. Al regresar al centro, pasó lo mismo que a la ida. Quedó caminando 20 metros, 50 metros, 100 metros atrás. Finalmente, lo perdí de vista y calculo que habrá llegado bien adonde fuera que iba. Desde entonces, cada vez que veo una película suya, no puedo dejar de recordar ese momento. Los filmes de Díaz –especialmente los últimos dos– no son particularmente radicales conceptualmente ni su duración está ligada a experimentos extraños con el lenguaje cinematográfico y ni siquiera pertenecen claramente a lo que uno podría definir como «observacional» a la manera, digamos, del cine de James Benning. No. Funcionan a otro ritmo, a otra velocidad, existen en un mundo paralelo en el que parece no haber apuros ni aceleraciones y, aún las cosas graves y terribles que suceden en ellos, lo hacen con todo el tiempo del mundo.
Es por eso, creo yo, que sus películas duran nueve, seis o cuatro horas. No por una decisión de radicalizar los tiempos del cine sino por su necesidad de contar las cosas a su modo, en sus tiempos. Estoy seguro que otro cineasta podría haber contado una similar historia a la que se cuenta en FROM WHAT IS BEFORE en dos horas, dos horas y media. Pero Lav necesitó 338 minutos (más de cinco horas y media) para hacerlo y hay algo en su sistema que tiene una lógica indiscutible: así funciona ese mundo, así funcionan esos personajes, esas vidas, ese barrio, ese pueblo, ese país en ese momento. El filme transcurre entre 1970 y 1972 en un pueblito (lo llaman «barrio» en esas áreas en las que el idioma filipino/tagalog se vuelve castellano, pero da más la impresión de ser una aldea) en el que empiezan a suceder cosas extrañas. Ya muchos la han comparado a LA CINTA BLANCA, de Michael Haneke, y es cierto que la idea básica es similar: la decisión de mostrar un cambio político importante y grave a partir de las experiencias raras que se viven en un pueblo previamente a la llegada de ese hecho.
El hecho en cuestión es el arribo de las fuerzas militares y sus toques de queda, primero, y luego la declaración de la Ley Marcial que terminó por convertir del todo al gobierno «democrático» de Ferdinand Marcos en una dictadura que se extendió por más de una década. Pero para llegar ahí Díaz nos narra una serie de eventos cotidianos en la vida de los habitantes de este pueblo cercano al mar en un paisaje tan bello como potencialmente destructivo (tsunamis, maremotos, tormentas y monzones abundan). Los personajes principales son las hermanas Itang y Joselina –que tiene problemas mentales y supuestas capacidades curativas, Itang es la encargada de cuidarla–, el campesino Sito y su «hijastro», el algo oscuro Hakob; el cura Guido que intenta evangelizar a la aldea; el poeta Horacio, que vuelve al pueblo; el misterioso Tony, que tiene un viñedo; y la vendedora «de casa en casa» Heding, que más que a vender parece dedicarse a ser la chismosa insoportable de la aldea.
Lo que empieza a suceder en el hasta entonces tranquilo pueblo en el que nadie cerraba las puertas de sus casas es la aparición de varias vacas muertas, incendios provocados no se sabe por quién, ruidos extraños que vienen de los bosques a la noche y, de a poco, los propios habitantes del pueblo empiezan a mostrar algunas facetas oscuras que llevan a los demás a mirarse de maneras sospechosas. Lo mismo sucede con los secretos del pasado que empiezan a revelarse, a manera de historias deformadas y mal contadas, entre los habitantes del pueblo. Es como si esos «disparadores» abrieran las puertas a fuerzas destructivas que llegarán a revelarse con más detalles sobre el final.
El otro gran protagonista del filme es el paisaje, entre bello y amenazante: las zonas selváticas en las que la luz se cuela entre los enormes árboles, un mar bravísimo en el que hay una roca con supuestas capacidades curativas, los campos inmensos y la humilde aldea que empieza a quedar cada vez más desierta a partir de las circunstancias político/sociales que van sucediendo. Díaz hace un uso muy propio de los lugares a partir de su forma de filmarlos: dedicado al plano fijo o apenas movil como forma narrativa (cada escena es un plano, predominantemente general) logra que el espectador pueda conocer casi íntimamente cada centímetro del lugar.
FROM WHAT IS BEFORE procede como una novela clásica. Su forma narrativa es convencional, solo que parece dividida en capítulos en los que la narración se va centrando en uno u otro episodio, en uno u otro personaje. Más allá de un inicio un tanto confuso que puede parecer excesivo en sus tiempos, una vez que uno entra en el ritmo narrativo del filme jamás se vuelve tedioso. Los acontecimientos son lo suficientemente poderosos e intrigantes como para justificar la duración de los planos, la extensión de las conversaciones y la dedicación casi científica de Díaz a registrar el ambiente en cada uno de sus detalles. Si hay un problema en el filme –más allá de cuestiones de gustos con respecto a la duración de las escenas– es algunas secuencias de diálogos que pueden sonar entre explicativas y didácticas. Pero tomando en cuenta las dimensiones políticas un tanto esquivas del filme –al menos para los ojos occidentales– por momentos se entiende cierto nivel de didactismo que llega sobre el final.
La potencia del filme es creciente y, en ese sentido, hasta tiene una lógica más cercana a la de una serie de televisión. Por un lado, claro, por su duración (la película dura casi lo mismo que una temporada breve de alguna serie), pero también por la manera en la que la narración va ganando en intensidad recién a partir de su segunda mitad. Es cierto que el cine no nos tiene acostumbrados a esto –y que, convengamos, nadie confundirá la forma de narrar de Díaz ni aún con la más contemplativa de las series posibles– y que no es habitual que los acontecimientos fuertes empiecen a aparecer casi a las dos horas de un filme, pero la intuición narrativa de Lav no está errada. Su filosofía parece ser clara: conocer primero el lugar, conocer a su gente, sentirse adentro de ese mundo para luego echar a andar los acontecimientos. De esa manera, cuando las tragedias, sorpresas y revelaciones aparecen hemos invertido en este mundo y en estos personajes mucho y queremos saber más de sus destinos.
Hasta el final, la dimensión política está en segundo plano y lo que se vivencia es, tal como lo describe la voz en off del propio Díaz en el filme (voz que solo se escucha al principio y al final de la película), una suerte de «recuerdos de la infancia» del realizador, de historias vividas y contadas. La película nunca se escapa para el lado de la nostalgia ni del cuento folclórico –la sequedad del tono narrativo, el blanco y negro y la falta de música incidental en ese sentido son claves–, aunque seguramente algunos podrán discutir algunos puntos políticos que Díaz hace y que no conviene revelar aquí. Lo que FROM WHAT IS BEFORE hace es transportarnos a un tiempo y a un lugar a punto de desaparecer. Es casi un lugar común decirlo, pero aquí es inevitable: es un filme sobre la memoria, sobre el pasado de una nación, sobre los secretos y mentiras de sus habitantes, sobre un mundo que fue y ya no será.
NOTA: Esta es la segunda crítica publicada en el blog sobre el filme de Lav Díaz. Desde el Festival de Locarno, donde ganó el Leopardo de Oro, Alexandra Zawia escribió también sobre FROM WHAT IS BEFORE. Pueden leerlo –en inglés y en castellano– aquí.
Descubrí el cine de Lav en el último Bafici (Norte, el fin de la historia) 250 minutos de CINE (con mayúsculas). Una experiencia que ningún amante del buen cine debería dejar pasar. Ojalá el Bafici 2015 la seleccione.