Debates: «El cine argentino ante una encrucijada»
Escribí esta nota para la revista noruega Wuxia, cuya editora me solicitó un artículo sobre la situación del cine argentino. Como imagino que un ínfimo porcentaje de los lectores de este blog leen noruego (y además, los textos de la revista no están online), aquí les copio –con el permiso de la buena gente de Wuxia, […]
Escribí esta nota para la revista noruega Wuxia, cuya editora me solicitó un artículo sobre la situación del cine argentino. Como imagino que un ínfimo porcentaje de los lectores de este blog leen noruego (y además, los textos de la revista no están online), aquí les copio –con el permiso de la buena gente de Wuxia, en especial su editora Maria Moseng– el texto de la extensa nota, que habla de los cambios en el cine argentino en los últimos años y los desafíos enormes que se le presentan a futuro, con los permanentes cambios en lo que respecta a su producción y distribución.
Un poco más de 20 años atrás, cuando el cine argentino comenzó una etapa de renovación que continúa, con sus alzas y bajas, hasta el día de hoy, si alguien hablaba de “fondos internacionales” la gente solo pensaba en el FMI (Fondo Monetario Internacional). Los fondos para financiar cine del Tercer Mundo existían, sí, y servían para ayudar a la producción de películas, pero eran apenas unos pocos y no tan conocidos por aquí. No sólo eso: no se había establecido del todo un modelo de qué tipo de cine esos fondos iban a financiar.
Las ayudas al cine del Tercer Mundo –necesarias para la producción de películas en economías que no son autosustentables en ese terreno– se fueron convirtiendo, de a poco, en un sostén inevitable de casi todo el cine latinoamericano y los primeros en adoptarlas y entusiasmarse con ellas fueron los cineastas argentinos, muchos de los cuales surgían de la recientemente creada Universidad del Cine. En 1994, se promulgó aquí una Ley de Cine que fomentaba y apoyaba la producción nacional, pero aún así –según los productores– seguía haciendo falta la “ayuda” de afuera.
Todo este sistema de apoyos, que se vivió (y se vive) como una gran ayuda a la producción y que fue fundamental para que muchas de las mejores películas del cine argentino –desde fines de los años ‘90 hasta la actualidad– se pudieran realizar, de a poco se fue transformando en una mezcla de burocracia, perversos formatos de prebendas económicas y, lo que es peor, generando un sistema por el cual si una película quería acceder a esos fondos debía “parecerse” a otras que ya lo habían obtenido previamente.
De ese modo, un plan armado para fomentar la renovación cinematográfica –tanto generacional como estética– pronto terminó imitando los peores mecanismos del sistema de estudios de Hollywood o el “oficial/institucional” de las cinematografías nacionales. Básicamente: el miedo a la película diferente, inclasificable, fuera de la norma. Se siguió (y se sigue) buscando la novedad y se trata de promover a los cineastas jóvenes, ya que los festivales son, básicamente, un circuito de un permanente y algo engañoso concepto de “descubrimiento”, pero a la vez se les requería (se les requiere) que hagan algo “parecido” a lo que ya había funcionado. A lo que otros ya hicieron antes.
No sólo eso: el sistema de ayudas y fondos pronto derivó en una industria paralela de laboratorios de guiones, de pitching sessions y toda una industria internacional de foros, seminarios y encuentros en donde se les intenta enseñar a los cineastas jóvenes a navegar ese sistema, a “jugar el juego” de los fondos internacionales. El problema clave con ese –en principio bienintencionado– sistema es que se fue transformando en una pequeña industria en sí misma, un circuito reiterado de encuentros transatlánticos que empezaron a tener las características de una burocracia turística internacional. Mucho viaje, mucho tiempo gastado, pocos resultados concretos.
Así llegamos a “engendros” que se parecen, en cierto sentido, a las coproducciones que los institutos de cine solían organizar –con firmas de convenios oficiales entre entes gubernamentales– antes de la llegada de los cineastas independientes. Es decir: el cine indie terminó por tomar lo peores vicios del cine anterior, del que renegaba y había decidido despegarse: buscar primero “armar” el proyecto económico y luego adaptar el filme a las necesidades de esa coproducción.
La complejidad de este sistema de voces, opiniones, ayudas y encuentros es tal que no se lo puede reducir ni simplificar al punto de decir que no sirve para nada. Es cierto que muchos de estos meetings generan los contactos y el dinero necesario para poder llevar a cabo proyectos que, de otra manera, serían muy complicado poder realizar. Y no todos apoyan películas “parecidas a otras”. Pero en la larga lista de encuentros internacionales que se le ofrece al joven cineasta en el menú, es difícil saber qué puede servirles y qué no.
De todos modos, el problema principal aquí no es saber a qué encuentros ir y a qué otros no. El problema es el caos y la confusión que se le genera al realizador que, con su proyecto, atraviesa decenas y decenas de sesiones como éstas en las que se les ofrece, se les pide, se les aconseja (y, principalmente, se lo ignora) cosas muy diferentes entre sí, hasta contradictorias, muchas más veces ligadas a los particulares intereses económicos de los interlocutores que al propio beneficio de la película y de sus realizadores.
Para ir a un caso específico que puede servir como ejemplo de ese “sistema” no tengo más que recurrir que a mi propia experiencia. Llevo casi dos años tratando de financiar un proyecto de documental/ficción bastante particular y recorriendo algunos de estos circuitos. Mi película es argentina, está codirigida con un realizador uruguayo/brasileño y tiene la particularidad de transcurrir en Israel lo que la transforma de entrada en un proyecto fuera de lo común. No es estrictamente documental, por lo cual no entra en algunos de estos sistemas de ayuda, ni tampoco es ficción, lo cual la complica para otros. Es argentina –y sus personajes lo son también–, pero no transcurre aquí. Tiene un director brasileño, pero la película no tiene casi nada que ver con Brasil.
Todo lo que nuestra película puede tener de distinta y original –no digo que lo sea, pero podría serlo– es rápidamente transformado en un problema al entrar en estos circuitos. Si el dinero es brasileño tiene que tener algo brasileño desde lo narrativo. Si es argentino, lo mismo. Y ni hablar de las dificultades de filmar (o financiar una película no israelí) en un país en la situación en la que está Israel, especialmente si se trata de un filme que poco y nada tiene que ver con la situación política allí.
En cada encuentro o sesión se nos recomienda algo distinto para hacer: más política, menos política, más ficción, más documental, más clásica, menos clásica. Cada fondo se desinteresa porque no sabe en qué categoría preestablecida –ni de nacionalidad ni de formato– ponerla. Y así pasa el tiempo –semanas, meses, más meses– y el “proyecto” empieza a dejar de ser reconocible (ninguno de nosotros sabe ya bien qué era lo que queríamos hacer en un principio en relación a lo que estamos “presentando” ahora) sino que va empezando a volverse un Frankenstein de influencias opuestas entre sí. Todo, básicamente, por un sistema que no acepta o reconoce formatos o propuestas inusuales, exactamente lo opuesto a lo que debería hacer.
Si todo esto que nos sucede a nosotros –que somos personas con cierta experiencia en la industria y conocimiento de cómo funciona– resulta desgastante y confuso, probablemente sea aún peor para un jóven de 25 años que llega a este circuito con su primer proyecto. Lo más probable es que salga de ahí tres o cuatro años después con una película que ni él mismo reconocerá como propia, debido al cruce de consejos, influencias, necesidades económicas, compromisos, acuerdos comerciales y, sobre todo, indicaciones acerca de cómo debe ser una “película latinoamericana”.
La gran contradicción en cuanto a la relación de los realizadores con este sistema es que casi no se puede trabajar fuera de él. Financiar películas con dinero propio es algo que solo algunos pocos pueden hacer. Para los demás, siempre hacen falta ayudas, colaboraciones y adelantos económicos para poder lanzarse a la aventura de filmar. En el medio, existen alternativas incipientes como el crowfunding (Kickstarter y sus derivados), pero son formatos que, al menos en América Latina, todavía están muy lejos de ser confiables y funcionales.
La disyuntiva parece quedar planteada: si se quieren seguir haciendo películas originales y propias, no demasiado contaminadas por un sistema de “laboratorios”, se debe mantener una gran independencia y un presupuesto lo suficientemente bajo y controlable como para poder hacerlo con dinero propio o de amigos. Después de terminada –y si la película funciona, gusta, “queda bien”– tal vez se puedan ganar premios que nos permitan financiar la siguiente y así (hay directores argentinos que trabajan con esos modelos). Muchos otros optan por trabajar en otras áreas (docencia, publicidad, televisión, en empresas o en trabajos no relacionados con lo audiovisual) y filmar, de a poco, con sus ahorros, como solía hacerlo el cine argentino antes del “mar de fondos”.
Pero para la gran mayoría, la única alternativa es navegar un sistema que se ha vuelto, casi, una trampa mortal y en el que el beneficio final (una película terminada, con suerte) no necesariamente cubre el desgaste de la experiencia. Y, lo que es peor, raramente esa película es la que habían soñado hacer sus realizadores. Es una suerte de engendro, de mezcla caótica de voces y consejos contradictorios entre sí que, por más que el cineasta intente ocultarlo, se notan en cada fotograma de su filme.
Lo que un cineasta local ha llamado “cine de cócteles” –por la infinita recorrida de eventos de ese tipo que se suele hacer para llegar a potenciales socios, encuentros, relaciones, etc– va en camino a hacer desaparecer eso que le dio una identidad propia al cine argentino y a transformarlo en un cine más–adocenado, prolijo y profesional, previsible y “festivalero”–, que no se sabe muy bien ni qué representa ni a quién representa.
Es cierto que no todos estos fondos, laboratorios y encuentros son dañinos per se ni la gente que aconseja, premia o participa en ellos busca sus beneficios a costa del sufrimiento de los cineastas. Los hay, pero no son todos, como también hay cineastas que entran al sistema decididos a hacer la película que haya que hacer para ganar más dinero, entrar a más festivales o conseguir más contactos importándoles poco y nada el resultado final. El problema es que la suma de todo, el caos, la burocracia y la pérdida de tiempo que suelen implicar estos procesos –especialmente si se llega a ellos con propuestas inusuales– difícilmente termine resultando en obras maestras del cine.
No creo que sea casual que, salvo excepciones, la mayoría de los cineastas argentinos que han tenido repercusión en los últimos años funcionan fuera de ese sistema o lo tocan de manera lateral: Mariano Llinás, Raúl Perrone, Lisandro Alonso, Edgardo Cozarinsky, Gustavo Fontán, José Campusano, Rodrigo Moreno y Luis Ortega, por citar solo algunos, lo evitan en la medida de lo posible. Son cineastas con cierta experiencia –y ya con algunas frustraciones trabajando en producciones más grandes de las que salieron desencantados– que han entendido que para ellos la mejor forma de hacer sus películas es mantenerse lo más alejado posible respecto a este Club. Y, de a poco, los propios programadores de festivales de cine, y hasta el público en algunos casos, van compartiendo esa decisión. Son esas películas –y no las otras, predigeridas y digestibles, amasadas por cientos de manos– las que conservan cierta individualidad, personalidad y vida propia. Los mismos elementos que hicieron que el nuevo cine argentino apareciera en los ‘90 y cambie la historia cinematográfica en este país.
Excelente. Ahora a traducirla al francés y al inglés, que son los únicos idiomas que entienden los que deberían leerla… además del idioma del dinero, claro. Pero ese no necesita traducción.
Igual creo que no está mal que la lean acá, en castellano, los que se meten de cabeza en estos berenjenales, digamos…
abrazo,
d
Vista la respuesta del estimado Afa, tenés razón Diego: no está mal que la lean acá, en castellano, los que se meten de cabeza en estos berenjenales… Porque el punto es justamente creer que se es más vivo que el sistema y que uno puede jugar sin consecuencias, como si el juego mismo no se llamara «domando al cineasta que viene sólo por el premio». Como dice un dicho que los hermanos latinoamericanos comparten: es larga la lista de los que «vinieron por lana y salieron trasquilados»… Y eso sin contar a los que van con los brazos en alto pidiendo un equilador. Hay mucha gente que está en en jauja…
Abrazo.
Perdón, NP, guardián supremo de la dignidad cinematográfica, cancerbero olímpico de la moral audiovisual, San Pedro del verdadero cine. Sí, que tonto yo, Retjman, Alonso, Martel, Costa, Apitchapong (debo seguir o ya te quedó claro que sin estos fondos no se hace cine??, o vas a seguir defendiendo el cine millonario de los que tienen una fortuna familiar que quemar?) el «sistema» es tan perverso y perfecto que no se puede circunnavegar. Es cierto, ganarse un fondo es cagar la película y hacer lo que el financista quiere. Siempre ha sido así en la historia del arte, del que Dios te ha ungido como único representante digno.
Lo que faltaba. Un tarado moralista que venga a darme clases de dignidad y que le sobe la espalda a sus amiguitos más famosos y con más clicks en internet.
Una cosa es aguantar a los fondos, pero tener que aguantar a la manga de retrasados que los rechazan sin conocerlos y sin entender que sin ellos el mismo cine que defienden no existiría ya es mucho. De verdad, NP, get a life!
https://www.iffr.com/professionals/hubert_bals_fund/hbf_history/hbf-harvest-2012/
http://variety.com/2014/film/news/thailands-apichatpong-weerasethakul-backed-by-berlins-world-cinema-fund-1201259687#u=http://variety.com/2014/film/news/thailands-apichatpong-weerasethakul-backed-by-berlins-world-cinema-fund-1201259687;k=pmc-adi-31bb2464aad8b905af7a81e1d57b77ae
tengo que dar mas ejemplos o ya te quedó clara la lista de todos los que fueron «trasquilados»??, eh, NP??
Estimado Afa:
Si mi respuesta a Diego te provoca esa reacción, violenta, «ofendida» y ansiosa por dar ejemplos, evidentemente el tema no te resulta tan sencillo…
Por lo demás, si algo he criticado es «el cine millonario de los que tienen una fortuna familiar que quemar». Tampoco alcanza con compararse con Miguel Àngel, y creerse un artista a prueba de mecenas.
Pero no tiene sentido que discutas conmigo: la nota de Diego es lo suficientemente clara. Y tu respuesta ante ella también.
Saludos.
:(
En parte carita triste por la experiencia traumática del ex campeón juvenil de tenis, y triste también porq me extraña mucho lo q dices de q la película se ha vuelto una especie de engendro irreconocible.
A mi toda esa discusión de los fondos y las películas «de festivales» me resulta muy molesta, porque asume de partida una ecuación muy fácil: película financiada por fondos=película sin alma, vendida, poco auténtica, bla bla bla / película pagada por la fortuna familiar o propia del cineasta millonario diletante=genialidad bla bla bla.
No solo obvia el hecho de que la mitad de la lista o más de genialidades fueron financiadas por fondos (Jauja estaba junto a un proyecto mío en Roma hace dos años y la lista de fondos es bien larga) sino que implanta un análisis facilista de los resultados e implica siempre un juicio de valor sobre la obra final. Como si los niños nacidos de un polvo con amor y a la luz de las velas del matrimonio fuesen mejores personas que nacen de un condón roto. Un argumento absolutista y dogmático.
Mi experiencia con los fondos nunca ha implicado generar un «engendro» de opiniones contradictorias ni nada por el estilo. En parte porque no le doy en lo personal tanta importancia y en parte porque siempre he entendido que es un «juego de tronos» en el que no se puede pecar de ingenuo. Si uno va a entrar ahí es porque entiende que así como uno tiene un interés (hacer la peli que se quiere hacer), los productores, agentes y programadores tienen otros planes (hacer plata o ganar prestigio). Y uno juega como se juega en todos lados. Así, por ejemplo, uno escribe un guión y filma otro, dice que va a hacer A y hace B y convence luego al productor que uno hizo A o que en realidad B es igual a A… Y así.
No se trata de transar sino de todo lo contrario. Se trata de entender que es un juego que permite hacer películas cuando no se tiene una máquina de hacer plata en casa (hasta Campusano tiene una, una pequeña, pero máquina al fin). Y como todo juego tiene reglas. Y como en todo juego que se
:(
En parte carita triste por la experiencia traumática del ex campeón juvenil de tenis, y triste también porq me extraña mucho lo q dices de q la película se ha vuelto una especie de engendro irreconocible.
A mi toda esa discusión de los fondos y las películas «de festivales» me resulta muy molesta, porque asume de partida una ecuación muy fácil: película financiada por fondos=película sin alma, vendida, poco auténtica, bla bla bla / película pagada por la fortuna familiar o propia del cineasta millonario diletante=genialidad bla bla bla.
No sólo obvía el hecho de que la mitad de la lista o más de genialidades fueron financiadas por fondos (Jauja estaba junto a un proyecto mío en Roma hace dos años y la lista de fondos es bien larga, partiendo por la plata holandesa) sino que implanta un análisis facilista de los resultados e implica siempre un juicio de valor sobre la obra final. Como si los niños nacidos de un polvo con amor y a la luz de las velas del matrimonio fuesen mejores personas que los que de un condón roto. Un argumento absolutista y dogmático.
Mi experiencia con los fondos nunca ha implicado generar un «engendro» de opiniones contradictorias ni nada por el estilo. En parte porque no le doy en lo personal tanta importancia y en parte porque siempre he entendido que es un «juego de tronos» en el que no se puede pecar de ingenuo. Si uno va a entrar ahí es porque entiende que así como uno tiene un interés (hacer la peli que se quiere hacer), los productores, agentes y programadores tienen otros planes (hacer plata o ganar prestigio). Y uno juega como se juega en todos lados. Así, por ejemplo, uno escribe un guión y filma otro, dice que va a hacer A y hace B y convence luego al productor que uno hizo A o que en realidad B es igual a A… Y así.
No se trata de transar sino de todo lo contrario. Se trata de entender que es un juego que permite hacer películas cuando no se tiene una máquina de hacer plata en casa (hasta Campusano tiene una, una pequeña, pero máquina al fin). Y como todo juego tiene reglas. Y como en todo juego que se precie de tal, estas reglas deben ser violadas para adaptar el juego a lo q uno cree q debiera ser. A mi no me interesa jugar este juego, solo me interesa el premio, y por lo tanto debo pensar en una estrategia para ganar ese premio. Si no creo en la «pureza» o «naturaleza» del juego, buscaré la forma entonces de jugar lo suficiente como para robarme el premio. Sin culpa alguna. Porq entre «traicionar» un pitch o un fondo o un agente de ventas o traicionar de verdad la película q uno cree q debe ser, no hay por donde perderse.
Otra cosa es escuchar opiniones contradictorias de gente q uno respeta y tener q sacar conclusiones propias. Pero esa es la esencia del cine, donde uno todo el tiempo escucha a todo el mundo. Desde el dire de foto hasta el actor hasta al sonidista y el editor. Y claro, los amigos, los productores y hasta la novia.
Un abrazo y no se pierda en el bosque por no chocar con los árboles.
Tal vez no se entendió del todo el sentido de la nota, AFA. Yo no digo que no tenga sentido el sistema de fondos, digo que hay una exageración de ellos, como un Circuito ATP del subsidio que, si participás en todos los torneos, terminás con la mano rota, como le pasa a Del Potro o a la rodilla de Nadal ;)
Ganar un Huber Bals, tener tal o cual plata de Francia o Alemania no es un problema. Ir a un Talent o a un Laboratorio, tampoco. Pero cuando se transforma en un circuito que se retroalimenta a sí mismo (ir con un proyecto a diez labs, doce mercados, quince fondos, etc, etc, por años y años) termina, en mi opinión, aplastando a cualquiera. Y hablo acá casi en términos, si querés, emocionales también. De desgaste…
Entiendo lo que decís, pero también es claro que no todos los cineastas tienen la capacidad de poder maniobrar en esas aguas con el conocimiento o la experiencia que podés tener vos. O, llegado el caso, nosotros. Pero también admitamos que eso alimenta un sistema bastante perverso de decirle a cada uno lo que quiere escuchar y al final uno ya no sabe qué es lo que quería decir originalmente. Porque los interlocutores son inteligentes y pueden ser convincentes. No digo de manera «diabólica», pero cuando hay gente que te enseña como hacer un pitch (o en cuantas palabras presentar una idea) o si es más convincente usar Arial que Georgia en el guión (es broma, pero pongámosle) es evidente que es un exceso.
Eso es lo que me gusta de EL ESCARABAJO DE ORO, por ejemplo. Es una película que –te puede gustar o no, eso es otra cosa– habla del dinero, de los «engaños» ligados a los fondos y subsidios, y de la aventura confusa que es hacer una película en esas condiciones y con esos marcos.
Digo, para cerrar, es que si no sabés manejarte bien y ser lo suficientemente fuerte en tus convicciones, no tiene sentido recorrer dos años de «torneos» tenísticos con personas que te dicen cómo tenés que jugar porque al final ya no sabés que hacer, te deprimís, te lesionás y te convertís en el Mago Coria…
Perdón, se ve que el tenis es lo mío, jeje!
Esta bien lo que decís, pero hay algo que no me cierra tampoco. Los directores que nombras que trabajan fuera del sistema ( Mariano Llinás, Raúl Perrone, Lisandro Alonso, Edgardo Cozarinsky, Gustavo Fontán, José Campusano, Rodrigo Moreno y Luis Ortega), también deben exhibir sus películas en festivales o en circuitos muy acotados, para los que no vivimos en Buenos Aires, ver una película de estos directores se torna una empresa bastante problemática; por ejemplo las pelis de Alonso excepto Jauja que la vi en el festival de MDP, las pude ver gracias a un alma caritativa que las subió a internet, lo mismo Mariano Llinás. Con esto quiero decir que sea como sea que lleguen a realizar las películas y fuere cual fuere el resultado todas terminan en un mismo lugar
Bueno, ahora resulta que ser dueño de una universidad de cine es ser «independiente», está bueno saberlo. Yo, que trabajo para una, soy «esclavo del sistema», pero si fuera el dueño y tuviese a cineastas trabajando para mi con un sueldo de miseria sería «libre». Que ganas de ser el dueño de la empresa, che, para poder ser «proletario».
Y Alonso ha hecho todas sus películas desde Los Muertos en adelante con apoyo de los «malditos fondos», así que por favor un poco de rigor y no incluirlo en la lista de los «independientes».
¿De qué vive NP?
Es gracioso ver a un anónimo haciendo comentarios ad hominem… Deberías saber que ningún director vive de sus películas, salvo que sea también productor o salte de proyecto en proyecto a través de ese sistema de fondos del que hablamos aquí. Muchos lo intentan y algunos lo logran. A mi la «carrera» no me interesa, puedo vivir de dar clases o cualquier otra actividad relacionada con mis estudios. Y si no alcanza puedo hacer otra cosa, tampoco se me caen los anillos. No me considero un «artista» impoluto ni mucho menos.
Che, vos porque sos una celebridad en el mundo de los comments, je, pero NP es un anónimo como cualquiera llegado el caso. Bah, como Peacock ;)
abrazo
d
pd. Acá queremos leer su libro, compañero…
«Además del idioma del dinero»… dice NP, como si el cine se hiciera con burbujas de amor o miguitas de ternura. Como si el cámara, el sonidista, el montajista, el que hace catering, fueran ratoncitos de Disney que comen aire y pagan las cuentas con canciones.
El cine se hace con plata. Con poca o mucha, pero con plata. O con tiempo, que implica tener plata para vivir en el intertanto. El cine no es la poesía del borracho maldito que vive con una mano por delante dejando su obra en servilletas y que estruja el vino que se cae en los manteles. El cine necesita plata, y eso obliga a «hablar el idioma del dinero», tal como el obrero que trabaja 8 horas diarias y recibe el mínimo «habla el idioma del dinero», o la señora que no alcanza a pagar la renta «habla el idioma del dinero», así como el 96% de la población del mundo, los asalariados, hablan cada día el maldito «lenguaje del dinero».
El único que no necesita «hablar el idioma del dinero» es precisamente el que tienen mucho, pues para él el tiempo y el dinero les han sido garantizados de por vida. El heredero de la fortuna familiar, el empresario exitoso y que ahora se puede dedicar a su hobby, el magnate de los bienes raíces, el poeta maldito mantenido por amigos e instituciones de caridad. Todos ellos «no hablan el idioma del dinero». ¿Sólo ellos pueden hacer cine pues en su pureza virginal no han sido contaminados por el mundo?
Todo el resto, el que consiga plata para hacer sus películas, es un vendido, y por lo tanto, una desgracia para el cine. En el cine, como en la vida, hay que ser un millonario para ser digno, nos predica el puro e inmaculado NP, el guardián de la moral cinamatográfica ungido por el dios del cine, que era, como todo dios, el más millonario de todos. Benditos sean los que no tienen cuentas que pagar o plata que conseguir en antros de maldad capitalista como los fondos cinematográficos, y que sin más pueden echar mano a sus ahorros o a los de sus antepasados para hacer sus divertimentos diletantes, que son las únicas verdaderas películas, ya sabemos, porque no están manchadas por el dinero. Todo el resto, todos los demás, tenemos que ensuciarnos las manos al ir a buscar dinero en la profundidad del infierno de la bestia asistencialista.
Que el dios millonario del cine aristócrata (que es el único cine que puede existir en la pureza de la ausencia del asqueroso y de mal gusto «idioma del dinero») y su profeta NP se apiade de nuestras almas.
PD: siempre me ha llamado la atención que sólo la gente que tienen mucho dinero diga frases como: «es muy feo hablar de dinero». Lo que es haber nacido con una cuchara de plata en la boca.
Bueno Afa, veamos quien es el moralista aquí…: dividís el mundo del cine de modo maniqueo entre los «millonarios» y los «pobres» pero honrados artistas que le sacan la plata a los capitalistas para hacer sus maravillosas obras de arte.
Yo no predico ninguna pureza, simplemente te pido que no lo hagas vos, como desde tu primera intervención en respuesta a la nota, como si tuvieras que defender una honra mancillada. Muchos participan del sistema de fondos, y está bien si quieren tener esa proyección (y asumir los riesgos, en vez de hacerse los desentendidos). Pero es mentira que sea el único modo de hacer una película, y que sea visible. Un buen ejemplo reciente es «Mauro» de Hernán Rosselli, hecha de modo completamente independiente (y no por un «millonario»…)
La literalidad de NP seguro explica bastante de su análisis.
El que divide el mundo en blanco y negro, o mejor, independientes impolutos y dependientes mancillados es él, desde que lo llama a uno «trasquilado» o ingenuo inocente que roba el queso sin saber que eso es lo que el gato espera.
En fin.
Allá los que sueñan con la inmaculada esencia del cine.
Mi argumento no es dividir el mundo en dos bloques, sino mostrar precisamente lo absurdo que es hacerlo. Ironía argumentativa, podríamos decir.
Pero a mentes tan marcadas por la dialéctica cinematográfica por supuesto que tales matices se escapan.
En resumen. Lo que digo del cine millonario vs cine miserable mendigante es lo que decía NP llevado el extremo en el que se vuelve absurdo. Viejo truco retórico, pero no por eso menos divertido.
Para cerrar opongo a Mauro otro ejemplo: Jauja. Mira la
lista de fondos que tiene y de ahí hablamos de «cine contaminado por los fondos». No te gusta la realidad? No. Porque mucha veces se interpone en el análisis dialéctico del mundo.
«Jauja es una excepción…» será la respuesta segura, aunque todo sea una gran excepción que confirma la regla dialéctica.
No se donde dividí yo el mundo en dos bloques, en cambio basta leer tus comentarios para ver tu binarismo. Y no exageré en nada. No se que matices se me escapan. Lo que seguramente se me está escapando es tu necesidad de contestar la nota de Lerer como como si te estuviera dirigida… Eso acá lo llamamos «cola de paja», no se como le dicen en Chile. Tampoco cuantos millonarios filman por allá, ni cuantos cineastas puros quedan.
«Jauja» no es una excepción en ningún sentido, pero no metamos a Alonso en este baile… Hablá de tus propias películas, ya que en el fondo estás hablando en tu nombre. O acaso son la regla?
No soy joven, tampoco cineasta; aunque me gustaría. No leo revistas noruegas; no sé si me gustaría (sobre todo si implicara vivir en un país con semejante clima).
Me gustó mucho el debate generado por el artículo. La discusión sucede en estos pagos y no en Noruega. Se podría explorar el tema de los lugares; ¿Dónde buscar la guita? Los productores necesitan que su inversión resulte rentable y ello depende de la exhibición, entonces producir películas que funcionen en el circuito ya formateado y bastante pochoclero de las distribuidoras es casi el único camino.
Lo que me pregunto con absoluta ignorancia es: ¿No habría que generar circuitos de distribución alternativos y rentables para producciones indie? ¿No se podría buscar la guita en el público? ¿Cómo juntar a los miles de espectadores que andan buscando semanalmente las películas que pasan a las 2 de la mañana en Cinemateca, los que se perdieron la que duro una semana en cartelera, etc.? Sería un trabajo difícil y colectivo, tal vez por ello imposible.
AFA, otra metáfora que me gusta usar es la de la comida. Lo dicen todo y muy bien en RATATOUILLE, digamos, pero aplicado a los fondos.
Me da la impresión que el sistema como un todo (no cada fondo en particular) genera productos iguales a sí mismos, eso lo sabes. Y que si preparás una comida y le ponés cien ingredientes que no van el uno con el otro te va a quedar un guiso incomible. Y, encima, si estás más tiempo del necesario para hacerlo, se quema, se pasa, se pega, pierde sabor.
Otra comparación que siempre pienso tiene que ver con lo actores y sus estudios. ¿Nunca leíste esas entrevistas en donde un actor te dice en las 8 o 12 escuelas que estudió? No se si en Chile es así, pero acá si. Y el problema es que si estudiás con 15 tipos distintos que te enseñan 15 maneras diferentes de hacer tu laburo es un poco difícil, al final, que sepas lo que estás haciendo.
Por eso digo. El sistema puede volverse perverso cuando se vuelve más un fin que un medio. «Viajo dos años, conozco el mundo y agarro algo de plata que termino gastando en los propios viajes». Es como el turismo post universidad, la version clase media de «me voy a conocer Europa con mi mochila». Ese es el fin. Si, después hay que hacer una película, pero eso termina siendo casi secundario…
Estoy seguro que no es tu caso ni el de Lisandro. Pero sí el de muchos, que entran en eso sin darse cuenta, casi llevados por el mapa de fondos…
Salute
d
No te pongas mal NP! Te lo pregunto en una buena, la verdad no te conozco de nada.
Por mi lo mismo tenés un kiosko, sos obrero municipal o das clase de filosofía y en tus ratos libres hiciste un par de películas.
Conozco algunos directores que efectivamente viven de sus películas.
En general son productores de ellos mismos, pero eso no tiene nada que ver con el «sistema de fondos» tiene que ver con las películas. Entiendo que no es tu caso, tema aclarado.
Eso sí, si no te gusta cruzarte con anónimos no entres a comentar en blogs.
Saludos.
Los pilones siempre tienen esa razón absurda para que te tengas que bancar sus ofensas, como si el anonimato y la intervención cobarde en base a él fuera una regla que tenemos que aceptar graciosamente. «Get a life», te diría Afa. De «buena», eh.
Es «en una buena». Terraja.
che, el sistema de respuesta (via reply) de cuadraditos dentro de cuadraditos es una poronga.
Si uno usa el reply y el otro no es muy dificil saber el orden.
saludos desde uruguay (cada vez con más proyectos que están en laboratorios de proyectos, laboratorios de pitch, de puching, encuentros de mercado de proyectos, crossmedia, transmedia etc).
Transmedia me encanta.
Es la versión LGBQIT de la sanata de los labs…
ah… y cada vez menos películas