Estrenos: «Corazones de hierro», de David Ayer
De unas décadas a esta parte, da la impresión que las películas bélicas no pueden ser, simplemente, películas bélicas como las de antaño, narraciones acerca de un batallón, un enfrentamiento, una persecución o la toma de una ciudad, por poner algunos ejemplos al azar. Las películas bélicas deben ser sobre las consecuencias de la guerra, […]
De unas décadas a esta parte, da la impresión que las películas bélicas no pueden ser, simplemente, películas bélicas como las de antaño, narraciones acerca de un batallón, un enfrentamiento, una persecución o la toma de una ciudad, por poner algunos ejemplos al azar. Las películas bélicas deben ser sobre las consecuencias de la guerra, sobre los problemas éticos y/o psicológicos de un enfrentamiento de este tipo, sobre las circunstancias político/económicas que rodean a los conflictos o, en algunos casos, las películas de guerra tienen que ser relecturas en clave irónica o moderna de otras películas de guerra.
No es el caso de CORAZONES DE HIERRO ni, por lo general, del cine que escribe y/o dirige David Ayer, acaso el último de los kamikazes de la escuela que cree en el baño de sangre y la purificación a través de la batalla descarnada. Lo hace en sus policiales (DIA DE ENTRENAMIENTO, REYES DE LA CALLE, EN LA MIRA) y no tenía porqué abandonar esa lógica aquí, en esta película centrada en un grupo que comanda un tanque a través de Alemania en 1945, cuando la guerra está por terminar pero en el camino hacia Berlín los aliados siguen encontrando más resistencia que la esperada.
Ayer tiene en su ADN el cine de John Milius, Sam Füller y Sam Peckimpah y, mirando hacia más atrás, su concepción del cine en lo narrativo e ideológico no está muy lejos del de las películas de guerra patrióticas que se hacían… durante la Segunda Guerra. Es como si todo lo que vino después en términos de dualidades y ambigüedades a la hora de contar este tipo de historias –Vietnam, Iraq, Afganistan, etc, etc– no hubiera sucedido. Sus policiales son también una suerte de canto al sacrificio del FBI o de la DEA, así que no esperen corrección político ni progresismo relativista en CORAZONES DE HIERRO.
Lo que sí hay es un gran, nervioso y potente relato old school acerca de un grupo de soldados que avanza adentro de un tanque, choque tras choque, por Alemania, en una historia que casi no tiene descanso y que transcurre a lo largo de unos pocos días. Si bien la estrella es Brad Pitt, el veterano líder de ese grupo, el protagonista es Logan Lerman, el nuevo e inocente miembro del quinteto a bordo del tanque cuyo nombre, Fury, da título al filme en su versión original. Junto a Pitt, están en el tanque otros tres soldados de años de batallas (Michael Peña, Shia LaBeouf y Jon Bernthal), esos profesionales eficientes que han perdido todo rasgo de humanidad y hoy son una máquina de matar a las que le importa poco y nada fuera de hacer rodar cabezas de nazis.
Al personaje de Pitt le pasa algo parecido, pero la llegada del novato lo vuelve a enfrentar con su propia y perdida humanidad, especialmente en una escena en un pueblo alemán –una de las pocas escenas sin acción ni explosiones ni disparos del filme– en el que se topan con dos mujeres en una suerte de breve descanso entre batallas. En paralelo, es el pequeño soldado el que va entendiendo los valores que maneja el grupo: la defensa del compañero por sobre todas las cosas y, básicamente, tirarle a lo que venga como sea, sin reparos ni pruritos morales.
Dicho así, parece una película mucho más reflexiva de lo que es. Lo mejor de CORAZONES DE HIERRO es que Ayer la cuenta como una película de acción y tensión constante, con un enfrentamiento seguido por otro y un grado de detalle y virulencia que es lo único que la distancia de las películas de los ’40 y ’50. Tiene la crudeza y el gore sangriento de las películas post-Vietman pero los códigos de los filmes de la Segunda Guerra. En ese sentido, CORAZONES… comparte con THE BIG RED ONE, de Fuller o LA CRUZ DE HIERRO, de Peckimpah, esa combinación de sequedad narrativa con imágenes gráficas y terribles. No hay sentimentalismo alguno aquí: los héroes podrían no haberlo sido y los villanos son tan cruentos como los héroes, casi intercambiables. Es un combate entre profesionales con una meta y una misión. Y punto.
Si bien es cierto que el último y sacrificado enfrentamiento que narra el filme se pasa un poco para el lado del heroísmo en su clave más «cinematográfica», Ayer nunca subraya ni exagera ninguno de esos elementos y, sobre todo, consigue una larga secuencia de acción que es un perfecto ejemplo de síntesis y poder narrativo, más cercano al Clint Eastwood de los ’70 que al más reflexivo y crepuscular de los últimos veinte años.
No hay banderas, no hay discursos, no hay casi llantos en el filme, pero tampoco hay ironías ni relecturas tarantinescas. En ese sentido, CORAZONES DE HIERRO es una película masculina, llena de testosterona, violenta y repulsiva a la vez, como uno supone este tipo de misiones casi suicidas deben haber sido. Sí, asume todos los clichés del género y los lleva en el pecho casi como si fueran medallas. Y cuando tiene que narrar cinematográficamente deja en claro que tiene muchas más ideas acerca de cómo hacerlo que muchos cineastas seguramente más reflexivos desde lo temático pero incapaces de pegar tres planos juntos que se entiendan y que tengan al espectador atrapado a la butaca.
Esta película es malísima. Mejor miren Líbano de Samuel Maoz.