Estrenos: «Whiplash», de Damian Chazelle
Lo evidente, lo innegable de WHIPLASH es que es una película intensa, atrapante, que funciona como un torbellino musical-emocional que arrastra al espectador –se lo lleva puesto– de una manera apabullante, como una banda manejada a un «tempo» feroz que se impone sobre los sentidos del público. La idea del «tempo» es central a la […]
Lo evidente, lo innegable de WHIPLASH es que es una película intensa, atrapante, que funciona como un torbellino musical-emocional que arrastra al espectador –se lo lleva puesto– de una manera apabullante, como una banda manejada a un «tempo» feroz que se impone sobre los sentidos del público. La idea del «tempo» es central a la película, tanto argumentalmente como en su forma. Como realizador, Damian Chazelle usa un «tempo» que admiraría Fletcher, el conductor de la banda de jazz universitaria que maneja a sus músicos de la manera en la que un instructor de los marines manejaría a sus soldados. Fletcher y Chazelle son tiempistas puros.
«Are you a rusher or are you a dragger?» (sos un «apurador» o un «atrasador»?, podríamos traducirlo), le pregunta el conductor a Andrew, el joven baterista de 19 años que acaba de sumar a su banda y que no parece tocar exactamente en su «tempo». El chico no lo sabe, bien porque la distinción es tan fina que no alcanza a darse cuenta o bien porque es una pregunta retórica solo para sacarlo de las casillas, demostrarle quien manda y obligarlo a esforzarse más. La forma de explicarle el asunto no está evidentemente sacada de los manuales del buen maestro y no le pidan a Fletcher simpatía, comprensión o palmaditas en la espalda. Para él, decirle a alguien «good job» («buen trabajo») es un crimen, son las dos peores palabras del idioma inglés. Una condena, asegura, a la mediocridad. Para resaltar esa idea usa una anécdota (que no es del todo real ni fue así) en la que el baterista de Charlie Parker le tiró un platillo en la cabeza al saxofonista luego de un mal solo y fue a partir de ahí que Parker se convirtió en «Bird»: volvió al otro día y tocó, según él, el mejor solo que el mundo jamás ha escuchado.
Chazelle se suma a la tracción narrativa como un miembro más de esa pelea de egos. Es que Andrew no se deja del todo amedrentar por Fletcher ya que está hecho de una madera parecida. Es de los que creen que hay que sangrar y hasta morir en el intento de llegar a la grandeza por la vía del esfuerzo y el sacrificio. Los tres son «bilardistas» de la música (hoy podríamos decir «cholo-simeonistas»): no hay placer, no hay juego, no hay diversión. Hay que ganar a base de esfuerzo, concentración, sacrificio y hasta miedo. No importa que lo que toquemos sea necesariamente bello, pero tiene que servir para ganar la competencia. Lo mejor de la película está, si se quiere, en su «visión de túnel»: es un combate personal a ver «quien la tiene más grande» o «más huevos» en un universo en el que ese tipo de conceptos no suelen ser los más utilizados. Y los de afuera… los de afuera son de palo.
Vi la película por primera vez en Cannes y me fue imposible no dejarme llevar por su potencia narrativa. La edición frenética, el griterío constante entre conductor y baterista, la tensión permanente que se vive en cada sesión y lo que pasa más adelante en la historia hace que uno viva la película como si fuera una de acción. De hecho, creo que Chazelle sería ideal para dirigir filmes de suspenso. Su forma de entender el cine está más cerca del frenesí de montaje de las películas de Paul Greengrass o Michael Bay que de las de Clint Eastwood, claro, pero es evidente que tiene talento para la construcción de suspenso. El problema, para mí, volviéndola a ver, es que empiezan a volverse más y más evidentes no solo las trampas de su construcción sino la manera en la que tanto el director como sus protagonistas, por decirlo de cierta manera, arruinan todo lo que tocan. Son, digamos, elefantes en un bazar.
No hay placer alguno en hacer música en WHIPLASH. Es un sacrificio y una tarea que se hace por obsesión y con garra. No da la impresión que Andrew disfrute sangrando en sus ensayos privados o siendo golpeado física y emocionalmente por Fletcher cuando toca con la banda. Hacen jazz pero podrían estar haciendo un edificio o peleando en el frente en una guerra. Son soldados que no disfrutan lo que hacen jamás y si bien terminamos escuchando algo parecido a buena música más nos preocupa la sanidad mental de los músicos.
Tampoco hay compañerismo ni aparece la idea que uno puede hacer tocar mejor al otro. No. Aquí es cada uno a lo suyo, guerra absoluta, competencia mortal. Si tocar en la banda implicara matar a tu competidor, tal vez lo harían. Es cierto que no todo es culpa del profesor –Andrew puede irse cuando quiera pero no lo hace–, pero nadie logra frenar esa andanada de maltrato porque, a fin de cuentas, la banda de Fletcher siempre gana todas las competencias en las que se presenta. Y si alguien tenía talento y no supo bancársela, ahí tendrán una anécdota que les servirá para entender lo que pasa.
NOTA: Lo que sigue contiene algunos SPOILERS sobre la última parte de la película. Si todavía no la vieron, preferible detenerse aquí o saltearse hasta el último párrafo.
El conflicto más grande que se desata entre ambos surge cuando Andrew llega tarde a una presentación (por motivos tan sorprendentes como impactantes) pero insiste en tocar igual, aunque promediando la canción empieza a perder el famoso «tempo». Fletcher lo echa de la banda y lo que sigue es una guerra psicológica. Andrew se enfrenta con todo a su ahora ex profesor y deja el jazz, pero luego se reencuentran y Fletcher lo convence de tocar una vez más con él. El enfrentamiento «en vivo» derivará no solo en un largo solo de batería (de vuelta, a manera de «a ver quien la tiene más larga») sino en una suerte de celebración de los métodos educativos de este impresentable sujeto. Un par de miradas cómplices nos hacen entender que valió la pena el sacrificio y la tortura psicológica. O, como diría una tía mía, «que al final lo sacó bueno»…
Ahora bien, la idea de que la película termine celebrando los nefastos métodos educativos de Fletcher es por lo pronto un poco indigesta. Para Andrew será él una figura notable y valorada a diferencia de su padre, un buen tipo pero que no es otra cosa que un escritor fracasado que ahora trabaja de profesor en un colegio secundario. Andrew no quiere esa vida «mediocre» para él y también rechaza de entrada (en una muy buena y honesta escena) seguir de novio con una chica que le gusta porque sabe que, al final, cuando haya que decidir entre el jazz y la novia el preferirá el jazz y ella lo va a terminar odiando. Es decir: la película nos conduce hacia un clímax en el que, uno espera, Andrew pueda demostrar que sigue siendo un gran baterista más allá de las torturas de Fletcher y que todavía conserva cierto aprecio por sí mismo y por el género humano, pero Chazelle inserta unas miradas de comprensión entre ambos que parecen decir todo lo contrario: o bien que celebra la metodología del profesor o bien que ambos se convirtieron en sendos monstruos. Yo quisiera creer que la idea que busca transmitir es la segunda pero me da la impresión que es más bien la otra…
En cierto punto la película me hace recordar a RELATOS SALVAJES: son esos filmes narrados con tanta intensidad, talento y hasta virtuosismo para meter al espectador adentro de su trama que no permiten reflexionar demasiado sobre ciertas cuestiones bastante discutibles que la película nos muestra. Uno puede admirar la factura, pero también tomar distancia, si se quiere, ética, de sus procedimientos o su visión nihilista sobre sus personajes. Ambas películas proceden con similar lógica y ambas hacen una lectura parecida de la realidad, una especie de mundo darwiniano donde «el hombre es el peor enemigo del hombre» y en el que para sobrevivir hay que atacar sin reservas ni pruritos al otro, el rival, el contrario. Un mundo de monstruos.
WHIPLASH deja, además, algunos apuntes discutibles y snobs sobre ciertos temas que me parecieron bastante nefastos: Andrew tiene un póster de Buddy Rich en su pieza en el que dice que «los que no saben tocar, tocan en una banda de rock» y en otra escena se burla de dos jóvenes (amigos de la familia o primos) que juegan al fútbol americano. Tanto unos como otros no están a su altura, ya que ninguna de esas cosas en su visión del mundo –que parece ser también la de la película– se comparan con el jazz. Y, a fuerza de ser sincero, cuando uno lo ve ensayar a Andrew no siente estar escuchando buena música (ni siquiera música, bah) sino viendo a un boxeador golpeando bolsas en un entrenamiento, confundiendo talento con virtuosismo, swing con velocidad. Es la peor clase de músico posible: egocéntrico, competitivo, mecánico y pretencioso que se cree virtuoso porque puede tocar más rápido que nadie. Y eso, amigos, no se parece en nada a la música tal como yo la entiendo. Y si eso es lo que tiene para celebrar esta película intensa, atrapante, furiosa y violenta, mal que me pese por su admirable factura yo prefiero pasar de largo.
Creo que es el retrato de la transformación de un pibe en un border, alguien que vivirá eternamente en la periferia, un futuro Travis Bickle, o un futuro Lou Bloom (el de Nightcrawler) Un Jaco Pastorius.
No me parece mal que el director elija no juzgarlo (a lo mejor el director piensa como su personaje) más allá de que muchos no coincidamos.
Sí es cierto que al final no nos queda claro si el director quiso decir eso o hacer una suerte de defensa de la mano o vara dura a la hora de el entrenamiento, la crianza, la educación o lo que fuera.
Me recordó a los hijos de los «progresistas» de La Ola (Die Welle), que llegado un punto querían e incluso pedían una mano dura, un reto, un orden.
Ese padre tibio que va a consolar al hijo en lugar de confrontar a quien lo está destruyendo psicológicamente no está ahí porque si, me parece.
Me gustaría ver al personaje del alumno en 10, 20 o 30 años, desde la visión del director. Que le parece que puede surgir de esto. El espejo del personaje de Boyhood (peli que como dijiste alguna vez, no juzga a los personajes de quienes podría burlarse -los abuelos católicos del joven-)
Me parece bien que elija no juzgarlo y me encantaría que la película intente demostrarnos que va en camino a ser un ser humano monstruoso, pero dudo que sea eso a lo que va Chazelle.
Sí, a la vez es cierto que uno debería poder aislarse del hecho de «estar de acuerdo o no» con el director (como les pido a algunos en el caso de la película de Eastwood, que de cualquier modo yo no veo como defensora de la invasión a Irak), pero son varios elementos los que me irritaron y no solo el de validar sus métodos de trabajo, sino la manera en la que la película está armada (montaje, música, etc) como para que no pienses demasiado sobre lo que estás viendo. Además, un solo de batería de 6 minutos de un estudiante de música es una pesadilla para cualquiera…
Pero es cierto, siempre hay una línea muy fina a la hora de definir las posiciones de los directores respecto a sus personajes. Tal fue el caso de EL LOBO DE WALL STREET, pero me parece que ahí los mecanismos narrativos de Scorsese te permitían ver una mirada crítica sobre el personaje a la vez que se pegaba muy fuertemente a su punto de vista. Aquí no la logro ver del todo. Tal vez me equivoque, pero creo que Chazelle admira la forma de educar de Fletcher y «los huevos» de Andrew. Y cree que Andrew se equivoca al denunciarlo, que lo hace para seguir al «debilucho» de su padre. Pero a la vez me cuesta creer que el director ponga en un pedestal, finalmente, a un profesor que llevó a uno de sus alumnos al suicidio. ¿Es sensato que lo defienda igual y que piense que aquel chico se suicidó porque no tuvo «aguante»? No sé, me parece nefasto si es así…
Completamente de acuerdo sobre el personaje del profesor, y la mirada del director.
El Lobo de Wall Street al menos nos dejaba ese plano final de los estafados. Los que pagaban los platos rotos de la fiesta de los de arriba.
Acá ese alumno suicidado no tiene su justicia ni mucho menos, hasta pareciera que su muerte incluso sirvió para que el protagoniste logre el climax (ser Charlie Parker)
Saludos.
¡Tal cual, Diego! Por eso, en la novela de «siempre hay un roto para un descosido» me quedo con Foxcatcher. Sin los mecanismos narrativos e impactantes de Whiplash me encantó que el gorila de Mark Schultz abandonara a su «mentor», aunque eso tuvo su precio también. Todo el mundo criticó esa película pero no reparó en ese detalle. Y Chazelle parece querer decirnos que el sacrificio tiene su «recompensa» por encima de la tóxica relación que existe entre ellos. No juzga a sus personajes, pero no apunta nada sobre la naturaleza de la obsesión tampoco. Más bien deja una sensación de euforia que es errónea. No siempre se puede ser ambivalente sobre ciertas cuestiones. Yo lo hubiera fundido a negro cuando Andrew se va de la función, derrotado. No todas las batallas son ganables; y en esta, realmente, no gana nadie.
A mí me gusta mucho más FOXCATCHER que WHIPLASH, por ese motivo y muchos otros.
Me parece una exploración mucho más profunda y sensible sobre un tema parecido.
De cualquier modo, en un deporte (o en un entrenamiento militar) puedo entender un «maestro» más brutal en sus métodos, pero en la música me parece temible y terrible. Y más una música basada en la libertad, el swong, la «onda» y el tempo como el jazz. Imaginate tocar con un tipo así mirándote todo el tiempo. Imposible, insoportable. Y que la película lo celebre –si es que lo celebra– es casi insólito.
Creo que más que terminar ahí, debía haber evitado el cruce de miradas comprensivas entre ambos. Esa especie de «viste que te iba a sacar bueno» que parece decirle el profe al baterista. Sin esos planos –y con el solo, please, un poco más breve– se bancaría mejor. O hasta le agregaría un par de tomas: termina el solo, el pibe tira los palillos, se levanta y se va. Efectista y medio grasa, lo sé, pero la prefiero. Bah, creo…
Entiendo porque amo la música y me pasó lo mismo. Si querés algo más grasa te menciono DEVIL WEARS PRADA. Otro conflicto sobre abusos en plan comedia. Pero, para mi, con el único final posible. El personaje de Anne Hathaway abandona a Meryl Streep porque sabe que no va a ganar y que no tiene que probar nada más ¿te acordás? Whiplash es como acceder a la tortura o a la violación. Me parece un mensaje nefasto.
detrás de su tufillo «independiente», es una película como las que hacía Tom Cruise en los ochenta: el mejor aviador, el mejor coctelero, el mejor corredor de autos, etcétera, que no se detiene ante nada para ser el más poronga. con una moral muy reaganiana.
también recuerda a esas pelis de ballet o pianistas de conservatorio, tipo Shine o Madame Sousatzka. con la diferencia de que el jazz es una música de grupo, donde cagarte en tus compañeros no hace que la música suene mejor.
lo más irónico es que ninguno de los ídolos del swing o el bebop estudiaron música -mucho menos jazz- en un conservatorio. el profesor de Whiplash habría bochado a Charlie Parker apenas éste hubiera llegado media hora tarde y fumado al ensayo.
nefastos la película, Chazelle y su idea olímpica, acrobática del arte como supervivencia del más apto. los pibes de Los juegos del hambre la pasaban mejor.
Cuanto más lo pienso, estoy convencido que Whiplash tiene un terrible olor a bolas, ja ja ja. Es la película ideal para sacar lo más Neanderthal de nosotros mismos. Excelnete la comparación con Relatos Salvajes, Diego.
No me pareció que esté taaan bien filmada. Las escenas de la banda son parecidas al programa de Jools Holland, pero más duras.
El concepto de «El hombre es el lobo del hombre» no es de Darwin sino de Thomas Hobbes en su libro Leviathan.
No lo puse como una cita directa, estaba apilando ideas sobre lo que para mí es la filosofía de la película. Si se entendió como una cita a Darwin disculpas, no era la intención…
A mi me interesa Whiplash porque deja en claro algo que suele nega la gente: que el arte no es una cuestión técnica que requiere de la misma frialdad y concetración de quién decide estudiar medicina o ingenieria. Pero el arte de ese nivel, sobretodo la música seguida directametne del ballet, son eso.
Cuando decís que Teller no disfruta es verdad pero es verdad también en la práctica. Nadie ensaya, si se esta tomando en serio a si mismo, para pasarla bien. Lo que pasa es que se rodea el arte de un romanticismo y una soltura que not tiene. El enasyo son cuestiones de ajustes muy ténicas. Una banda de rock ajustar sus cosas: el tiempo, el tandem bajo bateria, los arreglos de guitarra, el set de pedales del o los guitarristas, etc. Eso se hace más complejo en un ensamble de banda de jazz.
O sea la idea de que el jazz es una azaroza imnprovisación en un sótano, si es cierta. Pero la improvisación bien hecha requiere de una rigurosidad previa que se forma en este estilo.
El arte es una cuestión netamente de elite, es para pocos.
Estoy más que de acuerdo con que el arte es un trabajo tan duro como cualquiera y que no siempre es un disfrute ensayar lo que sea, que es una tarea densa, compleja y demandante. Pero de ahí a valorar los métodos de tortura física y psicológica del maestro hay un gran paso. No digo que esté mal necesariamente mostrar ese costado oscuro de lo que significa prepararse para entrar en una banda, pero sí me molesta que la película transforme todo en una competencia: entre maestro y alumno, entre bateristas, con otras bandas, entre «padres», entre el jazz y la novia, etc. Es un poco maniquea y reduccionista en ese sentido. Bah, me parece…
Es que eso es así ¿O nos vamos a mentir que Martha Argeich esta «bien»? ¿Que su aire de «niña» que todos celebran es «hermoso»? Eso no es insultar a Argerich pero es asi, una mina que no dudo en dejar a la hija y seguir en lo suyo. Cosa que hizo Tim Buckely que nunca conoció a su hijo. En el jazz sobra, abundan y tenemos mucho material para ver como se han reventado, llevado al extremo o destripado por conseguir algo. Michael Jackson creia que pete pan existia de verdad y no era una pose.
Hay otras lineas de artistas por supuesto. Uno lo ve a Bruce Springsteen y lo ve bien, lo ve a Dylan lo ve digno, lo ve a Barenboim y lo ve al menos en contacto con la realidad. Pero yo lo vi a Barenboim en el colon pegandole en la mano a su asistente porque no paso bien las paginas de la partitura.
Esas competencias existen o como te pensas que se saca una primera bailarina de encima a la otra? Poniendole vidrio en las zapatillas.
Repito creo que esta bien hacer esto porque redime un poco al artista de cargar todo el tiempo con la concepcion del arte como un mero talento «natural»
El que disfruta del arte es el que lo recibe y en vivo (ocasionalmente) el que lo emite.
Ok, entiendo que estos artistas hagan cosas como estas, pero de ahí a aplaudirlas, promoverlas y justificarlas me parece que hay un gran paso. Básicamente la película cierra con la idea que todo valió la pena para ese solo y el reconocimiento del profesor. La serie MOZART IN THE JUNGLE, por ejemplo, que es más comedia, muestra el lado «oscuro» de una orquesta pero hasta los personajes más desagradables tienen algún costado que los humaniza. ¿Qué humaniza a Fletcher acá? Estamos hablando de un profesor que llevó a un alumno a suicidarse. ¿Se supone que debemos aceptarlo y juzgar que el alumno no tenía los suficientes «huevos» o la suficiente pasión para ser un grande?
Digo, acepto que tratar de entrar a una orquesta puede ser sufrimiento y sacrificio, pero no comparto que se celebre ese espíritu competitivo y combativo como el que hay que tener sí o sí para triunfar, como lo más importante: sin talento no alcanza con la velocidad y el sacrifico. Además, no concuerdo siquiera conceptualmente con las ideas de Fletcher: ¿tenerlos tocando toda la noche para ver quien lo hace más «rápido»? No mejor, sino más rápido! Es absurdo. Entiendo y hasta comparto, conceptualmente, el tema del «not my fucking tempo», pero lo otro no es solo enseñarle a ser competitivo sino enseñarle mal a ser mejor músico…
El cine o la televisión no están para educar, eso le corresponde a la formación en la escuela media, superior, universitaria y a las políticas de estado. Sin ánimo de ponerme «seria» o romper demasiado la paciencia, encuentro extraño que por no poder agarrar Whiplash se le demnande una moral o una ética que corresponde a otros campos.
Creo que hay un problema local con el tema de Whiplash y es el velo romántico del cual se tiñe la educación, sobretodo la artística, en este país. La Pueyrredon, que fue destrozada, perdió todo tipo de rigurosidad y exigencia cuando se transformo en el IUNA. Misma suerte corren instituaciones como el IDAC. Pero que importa, con la «sensibilidad» alcanza y sobra y sino que el estado o los padres le cumnplan al niño o niña el sueño del artista.
Bueno Whiplash te dice que no es asi y que si encima no sos parte de una aristocracia de artistas todo va a ser peor.
Agrego para cerrar que acá se cuida demasiado al artista y como toque de maldad pucha no se que hacer ¿escucho el disco de ailin salas con ortega o el OST de esta obra maestra? :)
Diego, ciento por ciento de acuerdo con vos. El mensaje de la pelicula es terrible: el individualismo sobre lo grupal. La idea sobre la que se sustenta es inverosimil. Alguien puede creer que una orquesta de veinte personas no hay lugar para la cordialidad? Alguien puede pensar que el miedo a perder tu lugar (empleo?) hace sacar lo mejor de vos en base a humillaciones? El final absurdo. Te felicito. Prefiero papeles al viento. Por su mejor mensaje.
me imagino al profe de Whiplash diciéndole a David Gilmour tocás muy lento pibe, rajá de acá! andá a divertirte con esos boluditos de Pink Floyd, vos no sabés lo que es la música en serio…
Para cambiar un poco el ángulo. Vi una película que responde a la tradición del amo y el esclavo, el patrón y el empleado, el tirano y el energúmeno. Una diada (El sirviente, Los duelistas, etcs.) donde el Otro es imprescindible para que Uno sea. Viejo tema. Hay una tendencia que parece jerarquizar el sometimiento y condenar lo «normal». ¿Un paradigma norteamericano? Para socializar es necesario contener las pulsiones pero para «trascender» hay que dejarlas fluir, caiga quien caiga. Dilema de la cultura que en este caso toma partido por Tánatos. Me hubiera gustado escuchar más y mejor jazz…
Lo que sí encuentro interesante en la película es que el alumno no es tan «inocente». El entra en el juego, le gusta: es casi como la versión adolescente del profesor. Me imagino que enseñando sería igual de competitivo y tremendo. Ese lado de la peli es interesante, que el protagonista sea un verdadero pelotudo. Pero me parece que la película no termina de asumir que lo es, espera que uno se ponga de su lado y lo aplauda al final. Ahí me parece que hace agua la cuestión…
Admito, por otro lado, que al verla por segunda vez, los cortes permanentes ligados a los beats musicales me resultaron un tanto irritantes, como si no pudieran mostrar a la banda tocar diez segundos sin tener que cortar y cortar. Entiendo que el actor puede no ser en la vida real un gran baterista, pero siempre está la opción de usar las manos de un baterista real, digamos. Es como en los musicales: uno quiere ver la secuencia musical con la menor cantidad de cortes posibles, sino es un videoclip!
Me pareció una suma de cliches. Previsible al máximo y con un fácil golpe de efecto final.
Respetuosamente, no me da la impresión que el director «avale» los métodos del profesor con ese plano final de complicidad en las miradas. En mi opinión la complicidad es entre los dos personajes y, como otros personajes de la película, nosotros los espectadores nos quedamos afuera de esa complicidad: como se quedan afuera los otros músicos y hasta el público en la canción final.
Coincido en que esta película podría haber sido bélica o deportiva: la música es una excusa para hablar de la obsesión por alcanzar un objetivo. Hay gente así en el mundo, para la cual no existe otra cosa que su «zanahoria», y están dispuestos a todo para conseguirla. Quizás la mayoría de la gente no esté dispuesta a dejarlo todo por un objetivo. Entonces lo que creo que sí la película valora, es el esfuerzo por conseguir ese objetivo (más allá de que se pueda considerar o no si se realiza éticamente) y, en un punto, es admirable la gente que puede hacerlo y conseguir la «excelencia», aunque personalmente yo no podría perjudicar a otros o dejar todo en pos de un objetivo.
Para mucha gente lo único que importa es el éxito en el campo donde se lo propuso: Andrew claramente podría conventirse en uno de los mejores bateristas luego del concierto, pero la película deja en claro que el tren del amor (no pudo recuperar a su exnovia), de las relaciones familiares (la cara de su padre mirandolo en el escenario tiene una mezcla de fascinación y repulsión) y de una vida social rica lo ha perdido.
Esta película me hizo acordar mucho a «Zero dark thirty» de Bigelow y a su protagonista: es una criatura, como Andrew, que no respira para otra cosa que para su objetivo. Los califico como «criaturas» porque es poco lo humano que percibo en ellos.
Saludos, me gustan mucho tus criticas.
No leí toda la cadena de la discusión. Perdón si repito algo que ya se dijo.
A mí no me parece un problema el hecho de sospechar que el director está bastante de acuerdo con los métodos del maestro y con la idea de la música que profesa. Es posible que así sea. Pero creo que la película es muy honesta al mostrar la complejidad de ese mundo y, como vos decís, varias veces los muestra como monstruos. Incluso es lo que yo veo en el final.
Es cierto. Todos esperábamos un final, más convencional, en el que Andrew se da cuenta de que el maestro lo va a llevar a la locura, recupera el placer por tocar la música que ama y recupera a la chica. Lo bueno del final que la película nos da es que nos sorprende y nos sacude, pero al mismo tiempo es coherente con lo que nos vene mostrando la película.
Más allá del resto de los análisis, te digo que cuando el pibe le dice que se sabe Whiplash de memoria y lo toca perfecto, ahí hay una satisfacción plena, en la que te olvidás de la obsesión, las horas de estudio, de todo. Bah, no te olvidás: ahí es cuando termina de garpar. El tema es que ahí muestra la hilacha el director. Prefiere no mostrar esa escena. Corta el tema, corta el final. Como si lo único que quisiese mostrar es el sufrimiento.
El último cruce de miradas me pareció vomitivo.
La película me entretuvo, y no deja de hablar de algo que en el mundo de la música se discute mucho: el jazz y quiénes tocan para ellos y no dejan entrar a nadie; el que toca tal o cual escala más rápido; dónde está el verdadero valor de la música, si en la interpretación, en el virtuosismo, en el que escucha, etc, etc.
El director creo yo deja bien en claro cuál es la historia que quiere contar, compartamos o no.
Me sorprende de sobremanera que, apenas hace una semana vi la película, y mi desazón fue tal que conversando con una amiga dije todas estas frases que acabo de leer…es increíble que incluso utilicé casi las mismas palabras.
Soy baterista, y la verdad me dejó una extraña sensación ver la película…tal vez «no estoy a tempo»
Je! Es de esas películas que amás u odiás.
Yo admito que la primera vez que la vi entré en el tempo y me comí todas sus trampas.
Vuelta a ver fue una decepción: todos tocábamos cosas diferentes, je!
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