Berlinale 2015: «600 millas», de Gabriel Ripstein
La primera película como realizador del hijo de Arturo Ripstein tiene poco que ver, estéticamente, con el cine de su padre, más allá de ciertas preferencias por los planos-secuencia extensos. Aquí se cuenta de una manera más bien seca y realista una historia de la frontera entre México y Estados Unidos que no ha sido […]
La primera película como realizador del hijo de Arturo Ripstein tiene poco que ver, estéticamente, con el cine de su padre, más allá de ciertas preferencias por los planos-secuencia extensos. Aquí se cuenta de una manera más bien seca y realista una historia de la frontera entre México y Estados Unidos que no ha sido tratada por el cine anteriormente, o al menos no de una manera directa.
El tema central es el tráfico de armas que se hace desde Estados Unidos hacia México, ya que allí es mucho más sencillo comprarlas y también es más simple pasar la frontera de manera inversa, de allá para acá, digamos… Para eso, los narcos –los principales compradores de armas para formar sus propios ejércitos—utilizan jóvenes que esconden el pesado armamento en sus autos y así lo ingresan a México.
La historia que cuenta el filme es la de uno de esos jovencitos que, en conexión con un chico norteamericano (quien es el que compra las armas), recorre varios negocios donde adquirir ese tipo de material es casi tan sencillo como comprar un Big Mac en un McDonald’s. Son varias las compras y varios los viajes de ida y vuelta del protagonista hasta que empieza a llamar la atención de un agente de la ATF que encarna Tim Roth, quien comienza a seguirles los pasos por los distintos locales de compra de armas, filmados en lugares reales.
El encuentro/choque entre perseguidor y perseguido marcará el resto del relato, una especie de road movie que explica el título y que se detendrá en las distintas circunstancias de ese viaje y de esa relación, sobre la que no conviene adelantar demasiado, ya que tiene sus complicaciones. Allí se jugarán la supervivencia este joven presionado por sus jefes y este policía que debe encontrar formas para sobrevivir, utilizando la inteligencia y cierta capacidad de empatía para manipular psicológicamente a su captor en un viaje que va ganando en intensidad con sus cambiantes circunstancias, que llevan al espectador a nunca saber para dónde irá la historia ni cómo terminará.
Ripstein logra humanizar muy bien este problema si se quiere político sin sentimentalizar el asunto como lo han hecho otras películas que exploran las relaciones entre personajes ligados a la frontera con Estados Unidos como metáfora central. No, seco y realista, el filme de Ripstein apuesta por una honestidad y una verdad que resultan mucho más creíbles que cualquier intento de excesiva “dramatización” de escuela de guión.
Más allá de que la situación de viaje forzado entre dos personajes enfrentados entre sí no sea ni estrictamente nueva ni original, el realizador consigue sorprendernos a cada momento en 600 MILLAS. Y se gana, ampliamente, ese raro final en el que, si uno presta la debida atención, casi todo lo que hemos visto se resignifica de una manera sorpresiva pero, a la vez, muy coherente con la lógica de los personajes y de la película.
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