Berlinale 2015: «Queen of Earth», de Alex Ross Perry

Berlinale 2015: «Queen of Earth», de Alex Ross Perry

por - Críticas
19 Feb, 2015 05:11 | Sin comentarios

En muy poco tiempo, Alex Ross Perry se convirtió en una de las figuras más interesantes del cine independiente norteamericano. Surgido bastante tiempo después que otros colegas que partieron de universos e influencias similares (la camada del llamado «mumblecore», en sus cada vez más diversas y heterogéneas variedades), Perry tiene la particularidad de ir cambiando […]

queen-of-earthEn muy poco tiempo, Alex Ross Perry se convirtió en una de las figuras más interesantes del cine independiente norteamericano. Surgido bastante tiempo después que otros colegas que partieron de universos e influencias similares (la camada del llamado «mumblecore», en sus cada vez más diversas y heterogéneas variedades), Perry tiene la particularidad de ir cambiando constantemente de película en película, especialmente en lo formal.

Su primera película, IMPOLEX, pasó bastante inadvertida, pero THE COLOR WHEEL (2011) llevaba algunas marcas del cine ultraindependiente americano que le permitieron hacerse conocer, además de unos personajes de brutal honestidad que serían la marca más reconocible de toda su carrera. A mí no me convenció particularmente ese filme, pero LISTEN UP PHILIP, el siguiente, fue una de las mejores películas que vi el año pasado: un ácido y muy gracioso retrato de un escritor que parece una adaptación hecha y derecha de una novela (inexistente) de Philip Roth.

QUEEN OF EARTH, hecha muy poco tiempo después (LISTEN UP… debutó en Sundance 2014), se vio en el Forum de la Berlinale y es una película que, otra vez, mantiene evidentes conexiones temáticas con las anteriores pero profundas diferencias formales, acaso ligadas al pasado del director atendiendo el mítico videoclub neoyorquino Kim’s Video, acaso uno de los más completos del mundo, que cerró hace poco tiempo. Como Quentin Tarantino (otro con años atendiendo un videoclub), ambos parecen trabajar sobre temas y obsesiones muy personales pero extendiéndose en el mapa cinematográfico (y, en el caso de Perry, literario) como si sus películas fueran filtrando todos esos años de «estudio» gratuito.

queen2QUEEN OF EARTH es un filme que recuerda, en su estilo, a ciertas películas de Roman Polanski o Ingmar Bergman, especialmente las ligadas a  cierto trabajo sobre la relación entre mujeres. En este caso, Elisabeth Moss encarna a Catherine, una joven que tras la muerte a causa de depresión de de su padre (un célebre artista) y su separación de su novio se va a la casa del lago de la familia de Virginia, su mejor amiga (Katherine Waterston), a tratar de superar su malestar y potencial caída en una situación similar a la de su progenitor. Pero mientras los días pasan, su estado mental más que mejorar parece ir empeorando, al punto que las nociones de realidad y pesadilla se van volviendo inseparables.

La película trabaja en dos tiempos simultáneos. Por un lado vamos viendo los días en los que las amigas pasan juntas en el «presente» y, paralelamente, los que pasaron el año pasado cuando los roles estaban cambiados: Catherine todavía estaba en pareja y Virginia no pasaba por un buen momento personal. Pero el principal eje e interés del filme estará en ver cómo ese juego de demolición psicológica mutua se va desarrollando. En el presente del filme Catherine está literalmente destruida y a Virginia, en cambio, se la ve mejor y teniendo un affaire con un vecino que no hace más que debilitar más y más a Catherine, por motivos que irán exponiéndose a lo largo de este relato de cámara perturbador e inquietante.

QUEEN OF EARTH es una película pequeña que raramente abandona la casa del lago, el lago en sí y sus alrededores. Y, salvo una escena de una extraña y «polanskiana» fiesta, es un estudio psicológico de estas dos mujeres, con sus respectivas parejas cumpliendo un rol secundario. En el mundo entre brutalmente honesto y bordeando con lo misantrópico de buena parte del cine de Perry, los personajes son capaces de ser tremendamente crueles unos con otros en un estilo in your face que es particularmente raro en el cine (y la cultura) norteamericana. Perry y sus personajes incomodan porque exponen abiertamente sus odios y sus fragilidades, sus necesidades y sus rechazos, muchas veces con textos en extremo punzantes y hasta violentos.

perryAquí es Moss la que se destaca en un rol que la desnuda (no literalmente) como ningún otro hasta la fecha. En el presente se la ve deprimida, demacrada, maníaca, casi poseída y enfermiza mientras que en las escenas del pasado está completamente distinta: segura, pedante, hasta cruel. Más sutil pero igualmente perturbador es el trabajo de Waterston, quien juega con ella un extraño juego de amistad, venganza, celos y envidias varias. QUEEN OF EARTH, en ese sentido, es casi una batalla psicológica entre dos mujeres, una que se juega en los terrenos más recónditos del subconsciente. Una larga escena filmada en una sola toma en la que ambas dialogan mientras la cámara en general pone foco en el rostro de la que escucha es quizás la escena más lograda del filme en lo que respecta a la exploración de esa relación.

Estilísticamente, Perry no elige explorar una senda realista, sino que construye un mundo pesadillesco y con recursos formales de cierto cine de autor de los ’60 y ’70 que traen a la mente el trabajo que también hace el británico Peter Strickland en filmes como THE DUKE OF BURGUNDY, que tiene varias conexiones con éste. Perry es menos evidente en sus «citas», pero su puesta en escena y temática le debe muchísimo a filmes como PERSONA, de Bergman; REPULSION, de Polanski; y hasta varios títulos del cine americano de los setenta (Altman, De Palma, Allen) que intentaban explorar las complejidades del universo femenino. Si algo no termina de convencer en el filme es su insistente necesidad de llevarlo a coquetear con el cine de terror psicológico. La fotografía, los escenarios y sobre todo la persistente banda sonora impone una línea de lectura del tipo genérica que es rica en matices pero excesivamente manipuladora respecto al espectador.

Es cierto que para Perry, el mundo es un lugar terrorífico –Moss expone esa visión en uno de los dos extraordinarios monólogos que tiene, el otro es que abre la película, menos violento pero más desgarrador– en el que manda el egoísmo más extremo y en el que tanto los otros como nosotros podemos dañar y ser dañados de las maneras más impensadas. Es un mundo donde las sonrisas amables pueden ser más traicioneras que los comentarios más brutales y en el que el concepto de pasivo/agresivo tiene muchos más matices de los que normalmente le asociamos. Pero aún cuando ese «mandato» que a veces funciona excesivamente como programa filosófico del director pueda ser un poco excesivo, en otros se lo siente como crudamente verdadero y filoso. Enervante, pero real.