Berlinale 2015: «Queen of the Desert», de Werner Herzog
En los últimos años –en la última etapa de su carrera—las películas de ficción de Werner Herzog pocas veces estuvieron a la altura de sus documentales, a diferencia de los años ’70 en los que su cine de ficción los igualaba o superaba en calidad. Aún las más celebradas de las recientes películas ficcionales del […]
En los últimos años –en la última etapa de su carrera—las películas de ficción de Werner Herzog pocas veces estuvieron a la altura de sus documentales, a diferencia de los años ’70 en los que su cine de ficción los igualaba o superaba en calidad. Aún las más celebradas de las recientes películas ficcionales del director de FITZCARRALDO (la remake de UN MALDITO POLICIA, digamos) son disfrutables y atractivas pero siempre con un entendimiento de que su mejor época ha pasado y estas películas capturan retazos momentáneos de su grandeza. Algunas, como RESCATE AL AMANECER, casi ni siquiera eso.
Algo parecido pasa con QUEEN OF THE DESERT, una película que tiene algunos momentos que uno espera del cine de Herzog pero que son muy pocos, que se agotan promediando la película y que no alcanzan para sostener lo que queda de una narración que se va volviendo cada vez más clásica y convencional. Es que al principio uno siente que está viendo algo con ribetes irónicos, casi bordeando la comedia, al contar la historia de una mujer británica muy inteligente y aburrida con su rol de dama de sociedad, que descubre una nueva vida de aventuras al irse a vivir a Medio Oriente.
Gertrude Bell, por muchos llamada la versión femenina de Lawrence de Arabia, es un personaje que le cae como anillo al dedo al realizador alemán: un personaje disconforme con el mundo de restricciones y ataduras en el que vive en la Gran Bretaña de principios de siglo XX y que descubre una nueva vida como exploradora, contactándose con nuevas culturas y enfrentándose a posibles nuevos peligros, entre ellos… el amor.
Bell llega a la Embajada de Gran Bretaña en Teherán y pronto se descubre fascinada por uno de los secretarios del lugar, Henry Cadogan, encarnado por un James Franco que siempre parece mirar a cámara como diciéndole a sus amigos “¡mírenme, actúo en una de Herzog!”. Su actuación es mala en términos convencionales, pero lo curioso es que esa exageración y tono fuera de lugar le dan a la película, en esa parte, un clima casi paródico, al que hay que sumarle a un Robert Pattinson casi ridículo en el rol del propio Lawrence y otros personajes secundarios igualmente excesivos.
Esa primera mitad –los romances de nuestra “reina” en los países árabes, su fascinación por el lugar—tiene un carácter medio telenovela, medio Bollywood, bordeando la comedia de época o un cine de aventuras exóticas clásico. El romance entre Kidman y Franco tiene elementos que tornan al filme divertido, aunque no sabemos muy bien si es a conciencia o no del todo. Es cierto que Franco no está bien, pero cuando su personaje desaparece promediando el filme lo extrañamos muchísimo. Y Kidman, si bien no está técnicamente mal en su rol, no logra transmitir más que seriedad, profesionalismo y dureza de carácter. Le falta ese toque de locura y delirio de los mejores personajes de Herzog.
Luego la película pierde ese costado chispeante y se vuelve excesivamente seria, un tanto densa y hasta monótona, contando las distintas aventuras de nuestra protagonista en sus expediciones al mundo de los beduinos, sus nuevos intentos románticos y hasta su cruce con Lawrence no despierta emoción alguna, ya que no parece haber mucha química entre Kidman y Pattinson.
Otro elemento que le juega un poco en contra al filme es la edad de la actriz, que es mucho más grande que su personaje. Si bien Kidman está lo suficientemente maquillada y operada para lucir más joven de lo que es, al principio cuesta mucho verla como una “debutante” que rechaza candidatos en bailes sociales o como una jovencita que corretea por palacios orientales como si fuera la primera vez que sale de su casa.
Pero finalmente lo que le falta al filme, especialmente en su segunda mitad, es audacia y riesgo. Una escena cerca del final en la que Bell se topa con dos príncipes árabes un poco peculiares retoma ese carácter un poco absurdo que la película tenía al principio y luego perdió. Kidman está muy bien como Bell y seguramente se parezca a como fue la antropóloga en la vida real, pero una película de Herzog necesitaba una actriz más cercana a lo que hace Emilia Clarke como Daenerys Targaryen en GAME OF THRONES. Una mujer de armas tomar y capaz de poner a ejércitos y galancetes a sus pies.