Estrenos: «Siempre Alice», de Richard Glatzer y Wash Westmoreland
La idea de ir ver una película por una actuación excepcional no suele ser una de las maneras que entiendo –ni recomiendo– el cine. Pero así como de excepcional es la actuación de Julianne Moore en SIEMPRE ALICE haré la excepción en este caso. La película codirigida por Richard Glatzer y Wash Westmoreland no es mala […]
La idea de ir ver una película por una actuación excepcional no suele ser una de las maneras que entiendo –ni recomiendo– el cine. Pero así como de excepcional es la actuación de Julianne Moore en SIEMPRE ALICE haré la excepción en este caso. La película codirigida por Richard Glatzer y Wash Westmoreland no es mala ni mucho menos, pero no está a la altura del trabajo maravilloso, profundo y complejo de la actriz.
Es entendible que sabiendo de qué trata la película y habiendo visto que Moore ganó el Oscar por este rol, uno puede suponer que es uno de esos papeles y actuaciones hechas para los premios. Pero solo basta verla «en funcionamiento» a la actriz para entender que en ningún momento su forma de encarar el personaje estuvo relacionada con el lucimiento personal, con el toque raro, excéntrico o «curioso» que dan las caracterizaciones de personajes con enfermedades severas. Al contrario, se trata de una actuación contenida, discreta, medida. Y es eso, finalmente, lo que le da el poder que termina teniendo.
La historia que cuenta SIEMPRE ALICE es la de una mujer joven, de recién cumplidos 50 años, profesora universitaria especialista en lingüística (una coincidencia un poco excesiva pero útil narrativamente) que, lentamente, empieza a sentir que ya no es la que era. Confusiones, mareos, pérdidas de memoria, olvido de uso de las palabras. ¿Qué le sucede? Pronto sabremos que son síntomas de Alzheimer, por más que sea muy joven para tenerlos. El filme seguirá su proceso de ir perdiendo de a poco la conciencia de sí misma y se hará una pregunta que es clave: «¿hasta cuándo uno sigue siendo uno mismo?»
Hay otra pregunta, igual o más seria, que atraviesa la película. Alice tiene tres hijos y, como el Alzheimer es hereditario, su temor y culpa es saber que se lo ha pasado seguramente a alguno de sus hijos, trío que componen Kristen Stewart (aquí, como en SILS MARIA, de Olivier Assayas, demostrando que es mucho mejor actriz que lo que muchos imaginan) Kate Bosworth y Hunter Parrish, cada uno con sus particulares problemas personales y de relación con su madre. Está también su marido, John (Alec Baldwin), también fuertemente dedicado a su carrera, en una familia que parece organizadamente distante (como tantas en Estados Unidos) hasta que la enfermedad las fuerza a unirse.
Pero SIEMPRE ALICE no intenta ser el retrato de lo que pasa en una familia cuando un miembro enferma de Alzheimer sino que corre el riesgo de tener como protagonista a la propia víctima de la enfermedad. Y ese «riesgo narrativo» paga con creces ya que evita las previsibles situaciones que puede dar este tipo de tema y se enfoca en cómo la misma persona va viendo su mundo –y, especialmente, su comprensión de él– desmoronarse de a poco frente a sus ojos. En esos detalles –y en la forma en la que Moore reacciona ante cada uno– está lo mejor de la película.
Si la película no es todo lo buena que podría ser es porque tiene algo excesivamente convencional en su guión, en su evolución dramática fuera de lo que es el registro en primera persona de la enfermedad y porque su look recuerda más al de una vieja película televisiva que al de un producto cinematográfico que aspira a cierta potencia, elegancia o búsqueda en la puesta en escena. Si uno la compara con SAFE, otra película en la que Moore interpretaba a una mujer enferma (aunque allí nunca quedaba muy claro cuál era su enfermedad), es evidente que, fuera de lo que hace la actriz, la película jamás se atreve a trabajar saliendo de los parámetros convencionales.
Y ahí, en medio de esa discreta puesta en escena que podía dar pie a una actuación igualmente previsible y grandilocuente de una «mujer enferma que sufre y hace sufrir», es que Moore brilla en una actuación que conmueve por su contención, porque permite al espectador ir viendo cómo esa mirada inteligente y esa brillantez mental de Alice empiezan a desarmarse de a poco, a desmoronarse como si fuera un rompecabezas en el que las piezas empiezan a mezclarse solas y uno no las puede descifrar más.
Hay algunos momentos en los que la puesta parece querer salir de lo convencional y es cuando ella se pierde corriendo por el parque y hay un interesante trabajo con los lentes. De todas formas, aplaudo a esta película no solo por la inolvidable actuación de Moore, sino también por determinados momentos muy bien logrados. me acuerdo también de la primera entrevista con el neurólogo en la que él está fuera de campo y logra una potencia de la imagen de ella, que la aisla en su problema.