BAFICI 2015: Competencia Argentina y Fuera de Competencia (17 reseñas)
La sección de competencia y fuera de competencia argentinas está compuesta, en su gran mayoría por títulos que tendrán su estreno mundial durante el BAFICI, por lo que esta sección estará bastante desierta hasta que esas películas se exhiban por primera vez en el festival. Y son muchas, muchísimas. Así que, por ahora, solo podrán […]
La sección de competencia y fuera de competencia argentinas está compuesta, en su gran mayoría por títulos que tendrán su estreno mundial durante el BAFICI, por lo que esta sección estará bastante desierta hasta que esas películas se exhiban por primera vez en el festival. Y son muchas, muchísimas. Así que, por ahora, solo podrán acceder acá a lo que escribí sobre las películas que ya tuvieron estreno mundial en otros festivales durante fines de 2014 y/o principios de 2015. Lo demás, como siempre, se irá actualizando a lo largo del BAFICI, si la tecnología así lo permite…
Las películas se irán agregando arriba en el post, en orden de publicación. La de más arriba siempre será la más reciente que se haya presentado…
COMPETENCIA ARGENTINA
ARRIBEÑOS, de Marcos Rodríguez
Una historia oral y visual -que no es estrictamente lo mismo que audiovisual- es lo que propone este cálido y revelador documental que parte de la descripción del Barrio Chino de Buenos Aires para luego ir explorando detalles de la inmigración china y taiwanesa, de sus distintas historias y etapas, a partir de los testimonios de diferentes miembros de las comunidades, todos con historias y anécdotas distintas según su procedencia y tiempo que están en el país. El sistema utilizado por Rodríguez para contar esto es riguroso e inteligente. El film se compone, en su mayoría, de planos fijos de las pocas cuadras que componen el Barrio Chino (Arribeños, entre Juramento y Olazábal, y un poco más) y, mientras vemos esos escenarios en su actividad cotidiana, escuchamos las voces en off de las distintas historias que se nos van contando, como una suerte de collage sonoro de distintas experiencias, la mayoría de ellas no identificables con nombre y apellido. Esa suerte de relato coral de experiencias y la ajustada combinación con las imágenes del Barrio Chino (y de algunas otras zonas) conviven generando rn un relato de la comunidad china en la Argentina rico en anécdotas pero, más que nada, revelador en cuanto a su complejidad y su riqueza cultural. Una gran película que se asoma con sinceridad y cariño a un universo que, tanto en la Argentina como en muchas partes del mundo, está más rodeada de mitologías en su mayoría insustanciales que de verdades comprobables.
PLACER Y MARTIRIO, de José Celestino Campusano.
No hay duda que con VIKINGO, VIL ROMANCE y FANGO, Campusano se convirtió en una de las voces más fuertes y originales del nuevo cine en la Argentina. La visceralidad y potencia de sus narraciones, la fuerza e intensidad de sus personajes y el mundo nuevo para el cine que aparecía gracias a él fueron un shock al sistema, una patada al corazón de un Nuevo Cine Argentino en extremo autocomplaciente, al punto que uno podía dejar pasar sus defectos (llamar a su compañía Cine Bruto era una forma de aceptar cierta torpeza en la forma y, especialmente, en las actuaciones) y celebrar sus indiscutibles logros. Pero el tiempo pasó y Campusano empezó a abandonar ese mundo para expandir su visión del cine y sus retratos hacia otras áreas. En esa especie de western que es EL PERRO MOLINA los elementos reconocibles de su cine seguían ahí y uno podía dejar pasar el choque que se daba entre una estética más prolija y convencional, y el amateurismo de las actuaciones y ciertas limitaciones de guión. Pero en PLACER Y MARTIRIO el choque ya es demasiado evidente como para pasarlo por alto. Aquí, por primera vez, los defectos superan con creces las virtudes del cine del realizador. La película cuenta una imposible historia, la del affaire entre una mujer de clase alta con una especie de empresario que la tiene un poco como compañera de ocasión, otro tanto como juguete sexual y, muy de vez en cuando, como compañía romántica. Pero ella se obsesiona con él de una manera absurda al punto de querer dejar todo por este hombre misterioso que la invita a un viaje a Chile y la deja metida en el hotel durante toda la estadía, esperándolo. La trama, en sí, no ganará puntos por originalidad pero no es el principal problema del filme. De hecho, hasta ofrece –al mejor estilo Campusano– escenas de franqueza sexual llamativas. El problema, más bien, es casi todo lo demás. Desde las ya consabidas malas actuaciones (no, no son modelos bressonianos ni una refinada forma de estilización formal del discurso o del manejo del cuerpo sino gente que no tiene idea de lo que es actuar frente a una cámara) a una concepción estética de aviso publicitario de hotel de Barrio Norte (la música es indigesta), lo que se ve es una especie de acto de graduación de unos veteranos perversitos que juegan una especie de juego terapéutico para sacar afuera sus temores de relación. Su visión de clase es, por lo menos, discutible y hay muchas escenas que, lamentablemente, causan risa sin buscarlo, en buena parte porque los textos que deben decir los personajes son sencillamente imposibles. Supongo que mucha gente tomará esta película como una genialidad, una provocación, un asalto a las buenas conciencias de las clases medias altas que concentran el discurso cinematográfico local. Esa, llegado el caso, es otra discusión. Una a tener cuando Campusano haga una película sobre este tipo de personajes que sea, al menos, mínimamente creíble. Mientras tanto uno se queda con la impresión que lo mejor que tenía su cine va desapareciendo y lo menos interesante permanece, inalterable, sumado a una nueva prolijidad de «avisos de jabón» que es todo lo contrario de lo que supo brindar Campusano al cine. El talento para retomar las riendas de su cine está ahí, obviamente. Sería importante que tanto él como quienes celebran aún los inocultables defectos que tienen sus películas (y esta en especial) se dieran cuenta.
PONER AL ROCK DE MODA, de Santiago Charriere.
A veces se pueden hacer malas películas sobre personajes interesantes y en otras pasa más bien lo contrario: hay realizadores que consiguen hacer buenos filmes sobre personajes bastante intrascendentes. Algo de eso sucede en este filme, una biografía «on the road» de Banda de Turistas, un grupo de pop-rock local que no sorprende ni por sus canciones (especialmente las más recientes, que apuestan por un pop radial previsible y anodino, una mala copia de lo último de Babasónicos) ni por las personalidades de sus integrantes. Ese poco interés que despiertan logra superarse –no del todo, pero bastante– gracias a una puesta en escena que bebe del clásico de D.A. Pennebaker, DONT LOOK BACK –clásico documental sobre Bob Dylan en sus inicios–, para narrar momentos y detalles de la banda en gira y grabando un nuevo disco, con imágenes que logran captar la intimidad y una zona de la vida de una banda de rock que habitualmente quedan de lado en este tipo de documentales: la cotidianeidad gris de las giras, los detalles de las grabaciones, la relación con la industria. No hay mucha música y no es un problema ya que es lo menos interesante que el filme tiene para ofrecer, pero Charriere consigue generar un mundo en el que cualquiera que tenga interés en las vidas reales de músicos de rock (y no de estrellas glamorosas), en sus idas y vueltas cotidianas, pueda sentirse involucrado al menos por 78 minutos. Es bastante mérito para un grupo que hace canciones que no logran sostener el interés por más de tres…
MIRAMAR, de Fernando Sarquis
De alguna manera, en varios de sus ejemplares fílmicos, los cordobeses parecen haber heredado o intentado inspirarse en la reciente tradición del mumblecore norteamericano, haciendo un uso detallado y específico de un mundo no tan explorado en Buenos Aires salvo, por ejemplo, en las películas de Ezequiel Acuña. Pero, acaso por la joven edad promedio y pasado (o presente) universitario de los cineastas de esa provincia, ese tipo de historia pequeña –de amores, desamores, coqueteos, bandas de rock, paseos, fiestas, guitarristas amateurs y alcoholes varios– parece haber calado hondo allí. De todas estas películas una de las más interesantes es MIRAMAR, un retrato cálido, humano y pequeño que logra conmover aún sin llegar a aprovechar del todo sus posibilidades narrativas y/o dramáticas. Tiene un punto a favor muy fuerte: un personaje principal, Sofía, que es encantador y una actriz que lo interpreta (Florencia Decall), sencillamente fabulosa. Alrededor de ella las cosas son un poco más endebles, pero el carisma y entusiasmo de esta chica, aún en medio de las dificultades que debe atravesar, se lleva puesta la película y algunos de sus clichés más obvios, como la presencia del pasajero torturado que va a parar a un hotelucho medio vacío fuera de temporada y que es, supuestamente, tan atractivo como misterioso (really?). Ella es la que atiende el lugar y entre ellos «hay onda». Pero él no habla y ella no para de hablar: de su miedo al futuro, del hotel, de su familia (su padre está enfermo y su madre se ocupa, con mano dura, del negocio) y de sus deseos. Pero el milagro es que la chica jamás nos cansa. Sofía mantiene viva la película, la saca de la pose y de la repetitividad. Es un pequeño angel que hace milagros, dándole vida a algo que, sin ella, acaso jamás lo tendría.
CUERPO DE LETRA, de Julián D’Angiolillo
El inquieto ojo del realizador de HACERME FERIANTE vuelve en este película, que cruza ficción con documental pero se vibra y siente como lo segundo más allá de que probablemente bordee lo que ahora se da por llamar «híbrido». D’Angiolillo centra su historia en el universo de los grupos que hacen pintadas políticas en las avenidas, rutas y autopistas en los márgenes de la ciudad de Buenos Aires, poniendo el eje especialmente en las disputas barriales y locales de los distintos punteros y sectores políticos para los que los personajes trabajan. El filme coquetea con encontrar una estructura de ficción que sostenga el retrato pero pronto parece abandonarla para apostar por un formato más impresionista y documental, mostrando las actividades cotidianas y el peligroso trabajo nocturno de estos «fantasmas de la ruta» que actúan en las sombras, cuando todos duermen, y nos sorprenden cada mañana con la alteración muchas veces violenta del paisaje visual cotidiano. Si bien le falta algo de claridad y eje a los relatos del filme, es indudable que D’Angiolillo tiene un agudo y ajustado poder de observación, uno que tal vez esté necesitando la gran historia que lo haga finalmente explotar. El talento está ahí, a la vista y tan en evidencia como esos carteles que nos distraen en las rutas.
GUIDO MODELS, de Julieta Sans
El BAFICI, en los últimos años, empezó a sumar más y más retratos documentales de personajes que uno podría considerar como «llamativos». Pueden ser freaks, curiosos o excéntricos, lo cierto es que se trata de un subgénero, para mí, muy poco apetecible, que consiste básicamente en reírse u observar condescendientemente algún personaje con una vida fuera de lo común y/o personalidad curiosa. Este mismo BAFICI, de hecho, incluye varias películas de este tipo. Sin embargo, dentro de esa línea de retratos, algunos se destacan por observar desde otro lugar: más humano, más comprensivo, compasivo, sincero y honesto. Este filme es uno de ellos. Al leer la sinopsis argumental y empezar el filme, uno tiene la impresión que no, que será un retrato sobrador de un personaje curioso como el tal Guido, un modisto boliviano que tiene una agencia de modelos en una villa de Buenos Aires, pero pronto nos damos cuenta que la directora entendió a la perfección el lugar en el que ubicarse y el respeto y dignidad que ofrecerle a su personaje y a las dos modelos que loo acompañan en un viaje a Bolivia a presentar un desfile en el lugar natal de Guido. Aquí y allá el absurdo de alguna situación se cuela –como en la aparición de Guido en un programa de TV boliviana–, pero la película va más allá de eso y se convierte en un noble retrato de un hombre que trata de encontrar su lugar en el mundo haciendo lo que ama y de un grupo de chicas que sueñan sueños casi imposibles de princesas en las que aquí, al menos durante la hora y pico de este pequeño y delicado filme, logran convertirse.
VICTORIA, de Juan Villegas
El director de SABADO (además de productor y ex crítico de cine) vuelve a ponerse detrás de las cámaras en este documental que –un poco como sucede con GUIDO MODELS— también se mete en el arriesgado universo del retrato de personajes un poco «fuera de norma» y también sale airoso, eligiendo una perspectiva similar: retratar desde el respeto y el cariño real por el personaje en cuestión. Victoria es una cantante de tangos y folclore excepcional que nunca ha logrado un gran éxito con su carrera profesional, más allá de haber sacado algunos discos y de presentarse en vivo durante años en varios bares y reductos musicales. El filme la sigue en su vida cotidiana –muchas veces cantando de entrecasa– y ocupándose de su carrera pero más que nada de los quehaceres normales de cualquier ama de casa que trabaja y tiene una familia. Por esas cuestiones del destino –o porque Victoria no da con la imagen apropiada, debido a un ligero defecto físico que no dificulta para nada sus condiciones como vocalista–, el éxito le ha pasado de largo, pero el filme sirve no solo para conocer su talento sino para analizar las luchas verdaderas de miles y miles de personas con condiciones y vocación para distintas carreras artísticas y que tienen muchas veces que relegarlas, dejarlas en segundo lugar o transformarlas en hobbies para vivir de otra cosa. Victoria, que enfrenta esas dificultades con entereza y no pierde jamás la alegría de cantar aunque solo sea para un grupo de amigos, es uno de los más grandes y generosos personajes del cine de este año.
GENERACION ARTIFICIAL, de Federico Pintos
Una inventiva y original mezcla de documental y ficción para contar la «historia» de los videastas en la Argentina (los llamados VJs) en una suerte de investigación histórico-filosófico-delirante que incluye historias reales ligadas a la fama y proliferación de la cultura del VJ (video arte, instalaciones, proyecciones públicas) en la Argentina a lo largo de las últimas décadas y otras, inventadas o exageradas, bastante extrañas y enrarecidas, que llevan la narración casi a un terreno del suspenso y la ciencia ficción. Con entrevistas, textos y muestras de los originales trabajos visuales de los artistas en cuestión, GENERACION ARTIFICIAL se propone como un juego sobre la ontología de la imagen y sobre el concepto de verdad en la era digital, logrando contar una historia en formato documental para luego partir de ahí e imponer sus originales búsquedas temático-filosóficas en un terreno ficcional, en el que nunca sabemos del todo lo que es real o no. Y eso, exactamente, es uno de los ejes temáticos de este promisorio trabajo de Pintos.
TODO EL TIEMPO DEL MUNDO, de Rosendo Ruíz
El director radicado en Córdoba de la influyente DE CARAVANA y la analítica 3D entrega la que tal vez sea su película más convencional, en la que se cuentan las mínimas desventuras de tres adolescentes marginados en su escuela secundaria cordobesa que deciden irse a pasar un tiempo con una comunidad que supuestamente vive de manera mucho más libre en el medio de la nada. En camino a ese lugar que parece imposible de acceder, las cosas van cambiando entre los personajes y sus universos –a partir de los encuentros y las experiencias que se producen en el camino– pero la película nunca logra crecer dramáticamente ni obtiene mayores verdades a partir de las promisorias situaciones que plantea. Es medianamente amable y placentera, pero da la impresión de que se queda corta en su búsqueda dramática y temática.
LA SOMBRA, de Javier Olivera.
Tras algunas películas no del todo logradas como realizador de ficción y luego de una larga ausencia de la pantalla grande, Olivera regresa con su mejor película, un documental honesto, personal, franco y sentido sobre su historia familiar tomando como eje la tarea de un grupo de obreros que tiraron abajo la mansión que su familia tenía en la zona norte de la provincia de Buenos Aires en 2008. Se sabe: el director es hijo de Héctor Olivera, el célebre director de películas como LA PATAGONIA REBELDE, LA NOCHE DE LOS LAPICES y NO HABRA MAS PENAS NI OLVIDO, entre muchas otras, pero aún más reconocido como productor, para su empresa Aries, de títulos como EL JEFE, TIEMPO DE REVANCHA, PLATA DULCE y las series iniciadas con LA DISCOTECA DEL AMOR, así como varias películas de la dupla Porcel y Olmedo, y producciones Clase B para Roger Corman. La «sombra» que da título al filme es, claro, la de su padre y con una honestidad por momentos brutal, mientras vemos escenas de su mansión siendo destruida combinadas con Super 8 filmados en épocas de construcción de la casa y aparente armonía y felicidad familiar, Olivera va contando pedazos de su historia logrando a la vez ser personal y político, hablar de algo íntimo que se vuelve universal porque implica también la caída en desgracia de una industria, de una forma de hacer cine y hasta de una idea de país. Olivera tiene también la inteligencia de dejar que las imágenes hablen por sí solas, agregando comentarios solo de vez en cuando y permitiendo que los objetos y la arquitectura, la potencia de las máquinas tirando paredes abajo, cuenten esa historia familiar de esplendor, grandeza y decadencia, que atraviesa momentos claves y duros de la historia argentina siempre desde una visión muy personal, la de un hijo literalmente tapado por la sombra larga de su padre, el productor más famoso de la Argentina durante más de un cuarto de siglo. Una joyita que también se emparenta con otra muy buena película del festival: TRAS LA PANTALLA, sobre el distribuidor Pascual Condito. Ambas son palpable evocaciones –en el caso de Olivera más crítica que nostálgica– de la desaparición de una manera de hacer y vivir el cine.
MADRES DE LOS DIOSES, de Pablo Agüero.
El director de SALAMANDRA regresa tras una larga ausencia con la primera de sus dos películas de este año (la próxima será la ambiciosa ficción EVA NO DUERME, con Gael García Bernal). Aquí, vuelve a la zona del sur argentino de aquel primer filme y de sus cortos –zona en la que pasó buena parte de su infancia–, cerca del Bolsón para contar las vidas casi paralelas de cuatro mujeres que, por distintos motivos de sus respectivas historias, han ido a vivir ahí y han reconstruido su vida, ligándose en su mayoría a grupos o creencias místicas y/o religiosas. En los bellísimos paisajes de la zona, Agüero cuenta estas fábulas de reconstrucción, de superación, de encuentros y desencuentros de mujeres que han pasado momentos muy difíciles en sus vidas y hoy han encontrado o creado algún tipo de «familia» o contexto religioso que las contiene. Uno puede dudar o no estar de acuerdo con algunas de las decisiones o elecciones, pero la película jamás juzga a sus mujeres protagonistas y entiende sus luchas por encontrar un lugar en el mundo, aún cuando ese lugar implique cultos místicos que esperan la llegada de alienígenas o cosas por el estilo. Con unos bellos textos leídos por Geraldine Chaplin que abren y cierran el filme, se trata de un claro homenaje a las mujeres que luchan por sobrevivir y por encontrar una razón que le de sentido a su paso por este mundo.
LULU, de Luis Ortega
LULU (o LU-LU, según uno quiera llamarla, es casi a elección) es la sexta película de Luis Ortega, el precoz, talentoso, dispar y creativo realizador argentino que, pese a tan “larga” carrera recién anda por los 34 años. Con un debut promisorio y explosivo como CAJA NEGRA, Luis fue experimentando en películas más grandes (MONOBLOC), más chicas (DROMOMANOS), de curiosa ciencia ficción (LOS SANTOS SUCIOS) y hasta extraños modos de adaptación literaria (VERANO MALDITO, basado en Mishima). Tengo la sensación que en DROMOMANOS (2012) se fue reencontrando con el universo con el que más se identifica: el de los márgenes, el retrato de personajes que están al borde del precipicio, viviendo fuera de las reglas sociales “convencionales” y que coquetean con el peligro, la locura, la enfermedad y la curiosa libertad que todo eso trae aparejado. LULU es, en ese sentido, una continuidad de esas temáticas pero, a la vez, una apertura a unas formas más accesibles, libres y relajadas desde lo narrativo. Es la película más clara, limpia y efectiva de su carrera en lo que respecta a lo formal. Si bien los temas permanecen casi inalterables y su cine no ha perdido nada de su libertad creativa, hay en ella un respeto a formas más tradicionales de la narración cinematográfica que, es de esperar, le acerquen su cine a más público. (Crítica completa, del Festival de Roma 2014, aquí)
LA PRINCESA DE FRANCIA, de Matías Piñeiro
Como en sus recientes películas, Matías Piñeiro retorna en LA PRINCESA DE FRANCIA al universo de William Shakespeare para contar la que tal vez sea la más ambiciosa de sus producciones, estructurada como un juego de ecos –más que una adaptación– respecto a TRABAJOS DE AMOR PERDIDOS, la comedia de Shakespeare en la que el Rey de Navarra y un grupo de hombres que se habían prometido dedicarse al estudio y abandonar la persecución femenina se ven en problemas con la llegada de la tan mentada Princesa de Francia y sus damas. Ese punto de partida en realidad resuena tanto en la puesta radial que Víctor, Guillermo y las actrices Paula, Natalia, Jimena, Ana, Lorena y Carla deciden poner en escena como en las vidas privadas de todos ellos, que se cruzan y descruzan en Buenos Aires. La trama puede ser “destrabada” como una serie de idas y vueltas románticas de casi todas ellas por el corazón de Víctor (Julián Larquier Tellarini), que se va de viaje a México por un año y al regresar intenta reunirlos a todos para concretar el proyecto de llevar esa obra en formato de radioteatro. Entre los celos profesionales se mezclan los personales. Paula (Agustina Muñoz) era la novia de Víctor previo a su viaje y ahora no está del todo segura de seguir siéndolo; Natalia (Romina Paula) es una ex novia suya y Ana (María Villar) hace las veces de amante. Pero Guillermo (Pablo Sigal), Lorena (Laura Paredes), Carla (Elisa Carricajo) y Jimena (Gabriela Saidón) también tienen lo suyo para aportar en esta serie de entuertos romántico/laborales… (Crítica completa, de Locarno 2014, aquí)
MAR, de Dominga Sotomayor (Argentina/Chile)
La nueva película de la realizadora chilena de DE JUEVES A DOMINGO es una coproducción con Argentina que es, curiosamente, mucho más argentina que chilena ya que transcurre aquí y con gran mayoría de actores locales. Es una pequeña historia (el filme apenas supera la hora) acerca de una pareja que se va de vacaciones a la Costa Atlántica en donde queda en evidencia que su relación no es del todo fluída y su continuidad pende de algunos hilos. La situación se complica un poco más cuando ella empieza a trabar relación con otra gente, con la aparición de la madre de él y a partir de una serie de extraños sucesos que parecen no tener explicación (uno de ellos fue noticia, de hecho, cuando sucedió realmente). El filme no carga las tintas dramáticas sino que, como en la obra previa de la realizadora, encuentra espacios para la observación de hábitos, de costumbres, para la instrospección y la reflexión sobre los lazos familiares y para el humor, en otra película –como la anterior– en la que un viaje de vacaciones abre las puertas a las revelaciones de verdades impensadas en un núcleo familiar. Aquí, claro, con madre argentina incluida, lo que resulta toda una caja de sorpresas. No tanto para la pareja –que obviamente ya la conoce– como para el espectador, que se topará con uno de los grandes personajes del cine «argentino-chileno» reciente.
FUERA DE COMPETENCIA
UN IMPORTANTE PREESTRENO, de Santiago Calori.
Este festival porteño tiene varias películas que encaran la historia del cine nacional desde lugares reconocibles pero sesgados, haciendo más eje en cierta «vieja guardia» de los ’60 a los ’80 y no tanto en los sobreanalizados últimos años del cine argentino. Con sus grandes diferencias, películas como TRAS LA PANTALLA, LA SOMBRA y ésta, analizan al cine local como industria. No se discuten estéticas ni teorías sino que se habla del anecdotario del «mundillo» y cómo eso se cruza con la historia argentina de los últimos 50 años o más. De todas las películas citadas, ésta es la que más claramente habla de esos temas… y es la más floja de todas ellas. El filme de Calori, realizado con toda la anodina efectividad de un documental televisivo, compila entrevistas una atrás de otra junto a secuencias de montaje que hacen pasar años resumiendo la historia «grande» de la Argentina con titulares de diarios y fotos para contar algo que, en realidad, no se sabe muy bien qué es. Es, por un lado, una historia sobre el cine de arte de los ’60 transformándose en cine de explotación de los ’70 en una lógica forzada de acontecimientos que no tiene nada que ver entre sí. Es, también, la historia de la censura que ahonda en casos canónicos del «onganiato» o del primer paso de Miguel Paulino Tato por el Ente de Calificación Cinematográfica pero luego se salta de un plumazo todo el Proceso Militar. Y es también la historia de la aparición del video casero que, digámoslo, no tiene mucho que ver con lo narrado anteriormente. Es entretenido, por momentos, porque el anecdotario del cine argentino de los ’60 a los ’80 tiene historias increíbles, pero el formato elegido es rutinario, el eje narrativo es por lo menos difuso y no todas las «cabezas parlantes» justifican su presencia en el filme. Es una pena, porque con un poco más de ingenio narrativo y síntesis temática, podría haber aprovechado mucho mejor ese período riquísimo de la historia del cine nacional.
RAGAZZI, de Raúl Perrone
¿Cómo se integra, cómo se suma, una película como RAGAZZI a la cambiante filmografía de Raúl Perrone? ¿Cómo se abarca –se adapta, se interpreta– la figura y la obra de Pasolini en el juego de fantasmas creativo de esta nueva etapa del siempre cambiante cineasta de Ituzaingó? Tras el renacer que fue P3ND3JO5, Perrone estrena internacionalmente dos películas nuevas con diferencia de apenas unos meses, como si esta nueva vuelta creativa implicara también un giro a la forma de dar a conocer sus filmes, que habitualmente se estrenaban en el BAFICI y pocas veces –al menos hasta la ya célebre cumbiópera– salían fuera de la Argentina o América Latina. Primero fue FAVULA, que pasó por el Festival de Locarno, película en la que Perrone proponía por primera vez en su carrera salir de los escenarios naturales que fueron siempre su marca de fábrica (básicamente, Ituzaingó y sus alrededores) para instalarse en un universo de fantasía pesadillesca. Ahora llega RAGAZZI, que en cierto modo toma elementos de las últimas dos para crear una síntesis y, tal vez, abrir las puertas a una nueva búsqueda poética… (Crítica completa, del Festival de Roma 2014, aquí)
52.000 porteños no podrán ver cine argentino en el BAFICI
Según datos del Ministerio de Salud de Argentina, el 1,8% de la población padece alguna discapacidad auditiva, que puede ir desde hipoacusias leves a sorderas totales.
Aplicando este porcentaje al total de la población de la Ciudad Autonóma de Buenos Aires, llegamos a la conclusión de que por falta de subtitulado en las películas argentinas y de otros países habladas en castellano, 52.000 porteños que podrían querer ir al BAFICI para ver (y escuchar) cine de su propio país, no podrán hacerlo.
Por eso pido firmar el siguiente petitorio:
http://www.change.org/p/marcelo-panozzo-qué-el-bafici-subtitule-las-películas-habladas-en-español-los-sordos-e-hipoacúsicos-también-queremos-ver-y-entender-el-cine-argentino-de-españa-y-latinoamérica
Esperaba encontrarme con la crítica de UPA 2… Memorables actuaciones en la primer secuencia del film.
No la vi.
Muy mal estamos? :(
Igual, no corresponde que escriba ya que participé en ella…
Slds
d
¿Y la crítica de Avengers: Age of Ultron? La estaba esperando y nunca apareció! Todo bien con el BAFICI, pero…
Es que no estoy en el país y no pude ver la película!
Apenas regrese la veo y escribo…
Saludos,
d