Estrenos: «Leviathan», de Andrey Zvyagintsev
La cuarta película del talentoso realizador ruso que ganó el León de Oro en Venecia con su opera prima THE RETURN toma una situación que podríamos definir como propia del cine rumano (una pelea burocrática por la compra-venta de una casa) y lentamente la va transformando en una densa aunque minimalista épica en la que entra la […]
La cuarta película del talentoso realizador ruso que ganó el León de Oro en Venecia con su opera prima THE RETURN toma una situación que podríamos definir como propia del cine rumano (una pelea burocrática por la compra-venta de una casa) y lentamente la va transformando en una densa aunque minimalista épica en la que entra la sociedad rusa entera, aniquilada por una mezcla rara entre la corrupción, la violencia y el alcoholismo. Apoyándose en ese estilo monumental tan típico de mucho cine de autor del Este de Europa –y, principalmente, ruso–, LEVIATHAN es una precisa, certera aunque demasiado subrayada crítica a la entrada definitiva de Rusia en el más salvaje capitalismo. En Cannes ganó el premio al mejor guión y fue nominada al Oscar a mejor película extranjera compitiendo contra RELATOS SALVAJES por el galardón que finalmente se llevó IDA.
La película tiene como protagonista a Kolya, un mecánico que vive en una casa muy bien ubicada cerca del Mar Báltico con su segunda esposa y un hijo adolescente de su anterior matrimonio. El conflicto nace a partir de la exigencia del alcalde de la ciudad de comprar a la fuerza esa casa, usando el poder a su favor y arruinando a Kolya en el camino. Hay un juicio que pierde y ni siquiera las amenazas del abogado de Kolya (que tiene un enorme expediente con denuncias de corrupción al alcalde) logran cambiar las cosas. Sin embargo, cuando la casa parece ser el gran problema, Kolya descubre que hay otros conflictos más a su alrededor, conflictos que podrían acabar con el universo familiar que lo rodea.
LEVIATHAN (no confundir con el documental del mismo título de 2012) arranca con ese tono algo «rumano» de conflictos secos y rutinarios, lecturas de actas públicas y un cierto humor generado por el consumo de alcohol. Pero luego el asunto pasa a mayores: la pelea legal se convierte en física y el consumo de alcohol sube de manera tal que las bromas de borrachos terminan mal. Muy mal.
A partir de eso, Zvyaginstev va “engordando” su película, transformándola literalmente en una adaptación del Libro de Job de la Biblia (lo mencionan directamente), con la aparición de curas corruptos enganchados con las autoridades del lugar de manera tal que hasta parecen organizar todos los acontecimientos para arruinarle la vida a Kolya.
El uso de cuadros con famosas autoridades rusas en una escena de tiro al blanco (de Lenin a Brehznev, nadie se salva e inclusive Putin aparecerá aquí y allá) deja en claro el intento del director de transformar su LEVIATHAN en una dura crítica de la Rusia actual y del desprecio del país por los trabajadores, aplastados por el poder combinado del Estado y la Iglesia.
El problema de la última parte del filme es que todas las alegorías y metáforas acumuladas (los barcos encallados, las ballenas, los discursos de los curas y las citadas fotos) van haciendo perder un poco de vista lo que debería ser más central: la historia de este hombre, su mujer, su hijo y su abogado, un grupo que se va fracturando a partir de errores propios y presiones ajenas.
Es innegable el talento visual del realizador de ELENA, lo mismo que la creación de climas: por momentos el filme toma las características de un policial negro clásico de los buenos. Lo que impide que la película termine por convencer no es, sin embargo, el mal manejo del suspenso o el ritmo del relato, sino que en un momento queda claro que los personajes y las situaciones no son más que piezas en un intento demasiado evidente de hacer algún tipo de fuerte declaración política.
(Crítica publicada originalmente durante el Festival de Cannes 2014)