TV: «Mad Men – Time & Life»
“You are dying and going to advertising heaven” El título del cuarto episodio de la nueva y final minitemporada de MAD MEN (el onceavo si se la toma a la séptima temporada como una sola) es el que, claramente, marca el principio del final de la serie, a la que le quedan solamente tres episodios. […]
“You are dying and going to advertising heaven”
El título del cuarto episodio de la nueva y final minitemporada de MAD MEN (el onceavo si se la toma a la séptima temporada como una sola) es el que, claramente, marca el principio del final de la serie, a la que le quedan solamente tres episodios. Después de tres capítulos en los que, en el ya clásico estilo patentado por Matthew Weiner y compañía, nada demasiado trascendente en el sentido dramático parecía suceder, «Time & Life» cambia la marcha y el ritmo para lo que parece ser una culminación temática y emocional.
El resto del post está lleno de SPOILERS…
El título es engañoso y no lo es. En principio, suena como una forma de acercarse a un balance de los hechos vividos por parte de los personajes a lo largo de su historia, pero en lo concreto es el edificio (El Time-Life Building) en el que McCann-Erickson tiene sus oficinas y a las que deberían mudarse los miembros de SCP, la agencia publicitaria de Don Draper y compañía. Sí, para el final del episodio todo parece indicar que la agencia ha sido disuelta, tragada por su dueña corporativa. Lo que en principio parecía una compra que permitía a SCP mantener un buen grado de independencia se revela como un «test»: probar a sus miembros, disolver la empresa y quedarse con sus mentes creativas por un muy generoso salario.
Como siempre, las idas y vueltas laborales de MAD MEN se reflejan en los momentos personales de cada protagonista. En los tres primeros episodios de la temporada (dos de los cuales no reseñé por estar de viaje, sepan disculpar, pero ahora luego del cuarto y sus grandes cambios no tiene sentido volver a ellos uno por uno) uno podía tener la impresión que la serie iba haciendo una suerte de repaso emocional de sí misma: desde el tono nostálgico y el ajuste de cuentas con ciertas cosas del pasado (ex mujeres en el caso de Don) hasta el uso de la música (Weiner abandona el rock contemporáneo que venía usando para retornar a los standards de jazz y pop de estilo clásico), MAD MEN parecía estar centrándose en una idea de final como lenta disolución, como fin de época, dando a los personajes un sutil paso a la irrelevancia y/o a la soledad. Sin grandes discursos ni bombas dramáticas, la serie se encaminaba a decir: Draper ya fue…
Y si bien eso no desapareció en «Time & Life«, el asunto se volvió más general: la compañía en la que todos trabajaron durante una década ya fue, al igual que su idea de una independencia creativa fuera de los sectores más corporativos de Madison Avenue. La compra que todos deseábamos en su momento –más que nada porque era un salvavidas para Don– se transformó en el beso de la muerte. Sí, claro, hoy son todos millonarios (hasta Joan) y, de continuar en McCann, tendrán un sueldo excelente con el que seguir sumando bienestar económico, pero si la séptima temporada de la serie parece tener un eje ése es el del vacío existencial que viene aún cuando se consigue lo que se cree que se quiere. La canción Is That All There Is, que cerraba el episodio inicial de esta minitemporada lo dejaba bien claro: ¿Qué pasa cuando se llega a destino? ¿Es eso todo lo que hay?
Para cada personaje, sin embargo, esa realización los agarra en una etapa diferente. Para Peggy –cuya admisión de haber dado a su hijo en adopción luego de no hablar del tema desde la primera temporada fue uno de los momentos fuertes de la historia de la serie, aun alivianado por la situación entre cómica y absurda en la que se produjo– es un momento que implica decidir si buscar nuevos rumbos o seguir con un buen sueldo en McCann, sin hablar del «silencio» que parece rodear su inexistente vida personal. Esa soledad del workaholic es la que la une a Don, quien en este episodio no logra hacer que su habilidad para torcer y manipular situaciones laborales complicadas funcione. Si su vida personal está en el cero absoluto y su talento como «Master de la Comunicación» falla brutalmente dos veces (en su pitch abortado a McCann y en su intento de convencer a los empleados de SPC que la disolución de la empresa es una buena noticia), ¿qué es lo que le queda a este hombre además de una buena cantidad de ceros en el banco y la posibilidad de manejar cuentas tan importantes como impersonales como la susurrada Coca-Cola?
Es cierto que nada parece irreversible y tampoco tan grave parecería la situación fuera del contexto dramático y temático de la serie. Don podría dar vuelta la situación de alguna u otra manera –personal y laboral–, pero en el momento en el que todos se van del bar en el que «festejan» su absorción corporativa y él queda solo en su ya inconfundible estado de embriaguez (es tan atildado Don en su vida diaria que solo con despeinarlo y hacerlo transpirar ya parece que está destruido) y ni la mesera del bar de los episodios anteriores está a mano (el breve momento gay el que Don parece dudar entre entrar o no a la casa de una pareja homosexual es genial), no parece haber forma de salvar ninguno de los frentes.
Tal vez MAD MEN no se encamine a un final trágico ni tremendo en el sentido convencional, sino más bien a una lenta disolución personal en «Corporate America», una tierra de «leche y miel» donde el dinero es lo único que importa y las vidas privadas de sus protagonistas quedan en un segundo plano, tapadas por la necesidad de cumplir deadlines y así recibir cheques sólidos a fin de mes. La canción interpretada por Dean Martin en los créditos finales va directo al grano del asunto, otra vez: «Money burns a hole in my pocket/So I’m bringing your perfume and candy and roses of red/And wishing they were diamonds instead»
Acaso la peor tragedia que les vaya a suceder a los personajes de MAD MEN –a Don y a Peggy, más que a nadie– sea haber triunfado. Y acaso esa sea la fundamental ironía que recorre toda la serie, de principio a fin.
Is That All There Is?
Quizás la caída sin fin que atraviesa los titulos de entrada, ese hombre que precipita en el vacío como un suicidio, no es la muerte de Don Draper, como siempre lo hemos creído. Tal vez al final de ese salto en el vacío, de ese descenso eterno, no hay muerte. Hay un vaso de Coca-Cola.
Si, más metafórica que real. Para un tipo tan anti spoilers como Weiner sería ridículo –o excesivamente irónico– spoilear el final de la serie desde el principio, je!