Cannes 2015: «Green Room», de Jeremy Saulnier
La Quincena de Realizadores tiene la saludable tradición desde hace algunos años de programar cine de género puro y duro. Si bien la programación de la sección es bastante ecléctica y resulta difícil encontrarle una línea más o menos clara, una constante han sido esas películas, especialmente las independientes, de bajo presupuesto y herederas de […]
La Quincena de Realizadores tiene la saludable tradición desde hace algunos años de programar cine de género puro y duro. Si bien la programación de la sección es bastante ecléctica y resulta difícil encontrarle una línea más o menos clara, una constante han sido esas películas, especialmente las independientes, de bajo presupuesto y herederas de la tradición más seca y violenta de los ’70 y ’80.
GREEN ROOM es el nuevo filme del director de BLUE RUIN, que se estrenó este jueves en Argentina bajo el título CENIZAS DEL PASADO (abajo les dejo una reseña breve que escribí al verla más de seis meses atrás), con la que tiene algunos puntos en común y otros muy distintos. Si bien ambas integran el llamado nuevo cine de género independiente que parece estar haciendo furor en Estados Unidos aquella era más un drama con toques policiales mientras que aquí es un thriller que coquetea con el cine de terror en la línea John Carpenter de ASALTO AL PRECINTO 13 o el Walter Hill de THE WARRIORS.
Aquí los protagonistas son una banda punk en gira por los Estados Unidos en una van, recorriendo boliches de mala muerte y sobreviviendo con lo mínimo indispensable. Uno de sus shows es un fracaso y el chico punk que los contrata, para tratar de que recuperen algo más de dinero, les recomienda tocar en un lugar de skinheads. Les pide, eso sí, que se guarden sus opiniones políticas porque estos muchachos neonazis no se llevan bien con los punks más libertarios.
Todo parece bien hasta que no. Una canción un poco antinazi fastidia al público y apenas termina el show la banda queda atrapada en el backstage con otro grupo y una mujer muerta con un cuchillo en la cabeza. Ese es el comienzo de un juego de gato y ratón entre los miembros de la banda y esa comunidad de skinheads que pasa de los intentos de negociación –los chicos se encierran en ese cuarto y no pueden salir–, a las posibles fugas y de ahí a la violencia más descarnada que Saulnier muestra excesivamente, con corte y chorros de sangre de película gore.
Intensa, violenta y oscura, la película se transforma en un chase movie por pasillos oscuros, habitaciones y el denso bosque que rodea esa comunidad separada de todo en el que la policía tampoco parece poder hacer nada. Los más indefensos y flacuchos punks (grupo que terminan componiendo dos mujeres y tres hombres) parecen destinados a ser superados por los enormes skinheads, pero logran sacar a base de recursos inesperados y una alta dosis de inteligencia fuerzas e ingenio para escapar de lo que parece una trampa mortal. No todos, claro…
Saulnier bebe de los maestros del género policial y violento americano más seco, al que le agrega alguna dosis de terror casi humorístico por lo excesivo. Si bien por momentos la cantidad de personajes vuelven un poco confusa la trama, eso no le hace perder fuerza ya que el foco siempre es claro, lo mismo que la geografía del lugar y las relaciones de poder. Vienen bien, también, algunos momentos de humor y camaradería entre los miembros de la banda, especialmente en una apuesta que juegan a lo largo de todo el filme.
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Estreno en Argentina
CENIZAS DEL PASADO (BLUE RUIN), de Jeremy Saulnier. Un drama con toques policiales violento, denso y oscuro acerca de un homeless que vive dentro de un auto y que, al enterarse que han liberado de la cárcel al hombre responsable de haber matado a sus padres, sale en busca de algún tipo de venganza. Pero no imaginen un filme de Liam Neeson aquí: Dwight no solo está mal física y mentalmente, sino que no está demasiado preparado para enfrentar situaciones tan caóticas y conflictivas como puede ser una de estas. Este muy buen thriller –con algo del cine de Jeff Nichols también– es como una versión realista (¿indie?) de ese tipo de películas de “fantasía de venganza”: violenta, desagradable, pero siempre tan incómoda como imprevisible. Y muy recomendable.