Cannes 2015: «Love», de Gaspar Noé
El director franco-argentino Gaspar Noé venía prometiendo ser el escándalo de esta nueva edición de Cannes con su película porno en 3D que se presentaba en función de medianoche, fuera de competencia. La larguísima cola que había para ver la película dejaba en claro que el interés era fuerte. Y la curiosidad también… Digamos que […]
El director franco-argentino Gaspar Noé venía prometiendo ser el escándalo de esta nueva edición de Cannes con su película porno en 3D que se presentaba en función de medianoche, fuera de competencia. La larguísima cola que había para ver la película dejaba en claro que el interés era fuerte. Y la curiosidad también…
Digamos que la película no es realmente pornográfica, que no busca sumarse al género de manera clásica. Tampoco la definiría como una película con escenas porno sino con una con muchas escenas de sexo bastante gráficas que tienen alguna que otra imagen que puede ser considerada como “pornográfica” pero que no apuesta ni por los planos detalle ni deja muy en claro que, bueno, que lo que se ve ahí es real del todo…
Lo que llama la atención del filme es que, al fin y al cabo, es una historia de amor. A Noé le interesaba contar eso: una relación de pareja en la que el sexo tiene un papel importante y que no se oculta a los espectadores, sino que se integra al resto de las cuestiones que esa pareja vive. No es una mala idea, ya que el cine en general deja breves segundos para el sexo como si fuera algo menor en la vida de los personajes.
El problema de LOVE no es ése sino otro, más claro: es una mala película en un sentido dramático y actoral. Se trata de una historia de amor –un triángulo amoroso, digamos– bastante boba, simplista, con diálogos absurdos y actores que no pueden decir dos palabras sin que uno se tiente de risa. Por lo que dicen y por cómo lo dicen.
Salvo dos o tres momentos, las escenas de sexo son relativamente elegantes y eróticas, con Noé demostrando que sabe filmar muy bien ese tipo de secuencias y que allí sí los actores se entregan amorosamente entre sí. El problema es cuando salen de la cama. Ahí es claro que ninguno tiene mucha idea de qué es lo que tiene que hacer ni cómo hacerlo.
Hay algo potencialmente autobiográfico en el filme, que lo usa a Gaspar como actor secundario y varios nombres propios que son de su vida. Es la historia de un norteamericano que está en Francia y que quiere ser cineasta. Allí se relaciona con una mujer europea (nunca se dice de qué país es) de la que se enamora profundamente. A poco de empezar la película, sin embargo, vemos que esa mujer desapareció, que nadie la encuentra por ningún lado (¿se habrá suicidado?) y que el protagonista está casado con otra mujer y tiene un bebé.
Yendo y viniendo en el tiempo, LOVE contará la historia de esa relación y cómo llegaron hasta esa desaparición. A los protagonistas se les dio en algún momento con experimentar sexualmente en clubes nocturnos, con drogas y, finalmente, con otras personas. Esa última parte es la que genera problemas, ya que las libertades, goces y placeres obtenidos hasta entonces se topan con el inesperado fantasma de los celos, que los golpea más de lo que suponían.
Ni la historia en sí ni los juegos en el tiempo están del todo mal y ya dijimos que las escenas de sexo solo escandalizarán a los muy puritanos (de hecho, están siempre musicalizadas con trip-hop, instrumentales tipo Pink Floyd y música clásica para otorgarles un tono más romántico que perverso, salvo alguna que otra excepción). El problema es que todas las conversaciones y situaciones, traducidas evidentemente al inglés del francés o el castellano, no superan el nivel de complejidad de una charla entre chicos de doce o trece años. Las reflexiones son banales, los comentarios casi ridículos y por momentos es inevitable reírse ante alguna de las frases que dice el bastante tarzánico protagonista, pintado como un “americano” bastante cuadrado al que, pese a eso, le gusta un cine bastante complejo y quiere ser “autor” a la manera de Kubrick. Es posible que, con ideas tan burdas como las que lanza a lo largo del filme, ni el protagonista –ni, me temo, Noé– lleguen jamás a las alturas del mítico Stanley.
(Publicado originalmente en Los Inrocks)