Estrenos: «El incendio», de Juan Schnitman
A muchos directores del Nuevo Cine Argentino se los ha criticado –a veces, con razón—por contar historias o centrarse en temas o personajes alejados de su realidad y de sus propias experiencias. En los últimos años hemos visto muchas películas en pueblitos perdidos del interior y con personajes que pueden funcionar cinematográficamente pero uno tiene […]
A muchos directores del Nuevo Cine Argentino se los ha criticado –a veces, con razón—por contar historias o centrarse en temas o personajes alejados de su realidad y de sus propias experiencias. En los últimos años hemos visto muchas películas en pueblitos perdidos del interior y con personajes que pueden funcionar cinematográficamente pero uno tiene la impresión que se trata de personas que poco y nada tienen que ver con los mundos habituales de los realizadores. O de los espectadores de clase media urbana que habitualmente consumen estas películas.
Así como se ha criticado a cineastas de clase alta por trabajar con personajes de clase baja o a realizadores urbanos que se vuelven súbitamente amantes de los paisajes más recónditos del país, hay que reconocer que Schnitman hizo en EL INCENDIO una película que apuesta a ir directamente al corazón, la cabeza y el estómago de los espectadores que habitualmente ven cine independiente argentino en la Argentina. Digamos, de una clase media urbana.
Y el logro es doble porque no solo eligió personajes reconocibles sino que los hizo atravesar una situación que también lo es: la película narra un poco más de 24 horas en la vida de una pareja que está a punto de comprar un departamento y las tensiones escondidas que surgen entre ellos en el momento de tomar esa decisión. No los hizo atravesar una situación de thriller, ni los metió en una de detectives ni siquiera los puso a atravesar relatos que bordean la credibilidad o apuestan por el género. No. EL INCENDIO es un drama realista que tiene la intensidad de un thriller por la potencia que tienen los personajes, las actuaciones y el acercamiento casi in your face que hace Schnitman a la situación, utilizando largos planos secuencia que le dan, a la vez, un carácter teatral y, por la cercanía de la cámara a los cuerpos y los rostros, puramente cinematográfico.
Uno podría sintetizar y decir que EL INCENDIO es una pelea de pareja de 90 minutos y no estaría tan errado, solo que la película logra con eso reflejar una serie de miedos, comportamientos y tensiones muy comunes a una generación de personas que rodean los 30 años y tienen que tomar esa decisión de comprometerse a una vida en común que, parece, más clásica y definitiva con la compra de un departamento. El “McGuffin” narrativo, si se quiere, está relacionado con que, por un problema del vendedor, la pareja que encarnan Pilar Gamboa y Juan Barberini deben quedarse encima, por 24 horas, con los dólares que sacaron del banco para la compra del departamento, que se pospuso un día.
En esas 24 horas salen a la luz los problemas entre ambos. El es un tipo tenso y con inclinaciones violentas que tiene dificultades por ese tema en la escuela en la que da clases. Ella vive junto a él con una mezcla de tensión y miedo, sintiendo que él la odia y la maltrata. La película se dividirá en los momentos en los que ellos están juntos –en buena parte de los casos, peleándose, gritándose o lanzando objetos— y en los que cada uno vivirá en sus respectivos trabajos, con una fiesta de amigos en común que llevará las tensiones internas al extremo.
Gamboa y Barberini logran transmitir con enorme credibilidad las dudas, miedos, broncas y fastidios acumulados en casi cualquier pareja, que salen a la luz a partir de una situación tal vez casual. Posiblemente sus personajes sean un tanto más extremos que la mayoría, pero no hay dudas que la situación es reconocible: se trata de una pareja que está junta, que se quiere o que tienen miedo de quedarse solos, que tienen muchas cuentas pendientes pero que a la vez se necesitan o se atraen a partir de esa misma lógica violenta.
Buena parte de la “trama” pasa por el rostro de Gamboa, que es la más expresiva de los dos también porque su personaje está más fácilmente en contacto con sus emociones mientras que él tiende a negarlas y su actuación está más ligada a intimidar casi físicamente con el cuerpo y la mirada. EL INCENDIO no es lo que se dice una “date movie” (no se la recomendaría a una pareja que recién se conoce) pero sí una que mira con honestidad y al borde del “sincericidio” la realidad de ese tipo de vínculos, una que imagino provocará debates a la salida entre las parejas que la vean y se sientan, de alguna u otra manera, enfrentadas a un espejo que les muestra que su vida cotidiana puede tener la intensidad emocional del más violento de los thrillers. Y que los cineastas argentinos harían bien en volver a retratar el mundo que los rodea, día a día, sin necesidad de recaer en trampas narrativas propias del género ni en envoltorios festivaleros alejados de sus experiencias.
(Crítica originalmente publicada durante el Festival de Berlín 2015)
A veces pienso que los directores del «nuevo cine argentino» (que a veces, como en este caso, se parecen tanto a los del «viejo cine» de los ’80, tan repudiado) hagan lo que hagan tienen en los críticos amigos una suerte de escudo protector-perdonavidas que les impide corregir errores, superarse o tomar conciencia de que no son tan geniales como suponen.
Es una interesante discusión y en mucho estoy de acuerdo con vos. El elogio perdonavidas no ayuda en nada.
Pero de todos modos no creo que esta pelicula se parezca al cine de los ’80 de ninguna manera.
Empezando por la puesta en escena formalmente bastante rigurosa (salvo algun traspié como la reunión de amigos) y por unos diálogos creíbles y realistas que el cine de los ’80 no tenía.
Pero sí, es cierto, el problema del «escudo» es serio. De todos modos, tampoco creo que todos los directores se crean geniales!
Slds
d
Al lado de lo que lograba hace 50 años Kohon en «Breve cielo» (que aun se deja ver), todo en «El incendio» suena tan impostado como en los 80…
En los 80 también existía cierto escudo protector, debido a que también había una afinidad entre críticos y cineastas de la misma generación. Luego vino un nuevo NCA a desbancarlos, pero ahora se parece demasiado a un neo establishment… El problema es que, a diferencia de los 90, ahora no parece haber otra generación queriendo remover a la anterior (más bien parece contentarse con ser su sombra). Con suerte, será cuestión de esperar otra generación. O resignarse a la mediocridad (quién quiere ser genial?)
Personalmente, no pude apreciar nada parecido a una «puesta en escena formalmante rigurosa». La cámara en mano rodeando y siguiendo a los actores, la dependencia de los mismos (prácticamente todo es expresado por sus gestos y palabras), el griterío y violencia tendiente a sacudir al espectador, me hicieron acordar mucho al cine que solía hacer Alejandro Doria.
Ese «realismo», las puteadas, la violación incluso, eran clisés que el «nuevo cine» supo sacarse de encima con razonable fastidio.
Por eso me cuesta entender que lo que se criticaba de Desanzo o Doria ahora se elogie en directores de la nueva generación.