Estrenos: «Mientras somos jóvenes», de Noah Baumbach
Seré claro: tengo casi la misma edad que Noah Baumbach y su alter-ego/protagonista en la ficción, Josh (Ben Stiller) y trabajo en el mundo del cine. Hace años ya que tengo en mi cabeza un documental que no es del todo documental pero sí es personal y –como el propio Josh– no consigo ni explicarlo […]
Seré claro: tengo casi la misma edad que Noah Baumbach y su alter-ego/protagonista en la ficción, Josh (Ben Stiller) y trabajo en el mundo del cine. Hace años ya que tengo en mi cabeza un documental que no es del todo documental pero sí es personal y –como el propio Josh– no consigo ni explicarlo bien ni nadie a quien le interese financiarlo. Tengo socios más jóvenes en ese proyecto y muchas de las discusiones sobre el status del documental y de la ficción, la objetividad, la «verdad» en el cine, la ambición, los contactos (y la búsqueda descarada de su dinero) y las idas y vueltas que circulan en la problemática producción de su película (o de la mía) me tocan muy de cerca. MIENTRAS SOMOS JOVENES está hecha claramente para mí. O alguien parecido.
Lo mismo me pasa con las diferencias generacionales, que se parecen bastante a las que describe el director de GREENBERG en el filme. Tengo amigos más jóvenes a los que trato de seguirles el ritmo y no siempre puedo y dolores de rodilla que no debería tener a mi edad. Intentan convencerme de circular en bicicleta por la ciudad y siempre me da una pereza y pánico extraordinarios, lo mismo que armar un mueble en vez de comprarlo hecho. Tratar de ser cool después de los 40 es un trabajo que debería ser remunerado.
Más allá de algunas diferencias (tengo hijos y él no), en el filme Stiller soy yo, judío y todo, y hasta con «suegro» cineasta. Jamie (el extraordinario y bizarro Adam Driver) es el nuevo amigo joven de Josh, también un documentalista quien se acerca a él profesándole su admiración pero quizás buscando otras cosas (me ha pasado) e invitándolo a ser, como él, una suerte de hipster de Brooklyn: vinilos, máquinas de escribir, sombrerito, restaurantes que el tiempo olvidó, pilas de VHS, posters de ROCKY 3 y cartoons. Josh, en cambio, tiene una casa prolija llena de los últimos adelantos tecnológicos y con su mujer Cornelia (Naomi Watts) leen noticias políticas, escuchan dad rock (la escena en la que Adam Horowitz, de los Beastie Boys, busca el CD de Wilco es una gloria) y se acuestan casi siempre a las 11 de la noche. No tienen hijos, los que les da la libertad de hacer lo que quieren con su tiempo y no hacen prácticamente nada.
Su encuentro con Jamie y su esposa Darby (Amanda Seyfried), que hace helados artesanales, les llega a Josh y a Cornelia en un momento justo. Sus mejores amigos (el mencionado Horowitz y Maria Dizzia) acaban de tener un bebé y, previsiblemente para una pareja sin hijos, se transforman en un plomazo infernal que no habla de otra cosa que del niño en cuestión en todos los detalles posibles (he estado ahí también), por lo cual resulta más divertido salir con los de veintipico, ir a caminar por las vías del subte a la noche, participar en ceremonias de ayahuasca, ir a bailar o a tomar clases de hip-hop o, finalmente, colaborar en sus proyectos cinematográficos.
La película del varias veces coguionista de Wes Anderson y director de la maravillosa HISTORIAS DE FAMILIA cruza dos ejes complicados como para ser parte de una misma película. Por un lado se presenta como una comedia más liviana y accesible acerca del choque generacional (eso era lo que quería ver el público que estaba en la sala del Abasto anoche conmigo, tratando de divertirse en una «comedia de Ben Stiller») y, por otro, una que intenta hacer una disertación/debate sobre el mundo del cine, la ética profesional, el status del documental y el enfrentamiento entre la verdad y el entretenimiento. Y si bien estos dos ejes están muy bien conectados (las actitudes de los jóvenes y de los cuarentones al respecto también siguien líneas casi opuestas), este universo en el que se cita a Godard (y a Maysles, a Pennebaker y Wiseman) no siempre se lleva del todo bien con el otro.
Lo mejor del filme de Baumbach es la manera en la que logra mostrar las mejores y peores facetas de cada uno de los personajes sin juzgarlos del todo. Si bien por momentos da la impresión que el filme se pondrá del lado de Stiller en una controversia que surge en el documental que empiezan a dirigir juntos (sí, Jamie trampea con la verdad, es ambicioso y despiadado, pero también es joven, quiere triunfar y tiene menos traumas de corrección política/ética que Josh), también es claro que su colega es un frustrado realizador, incapaz de salir de su enrevesado proceso ético/intelectual para terminar de hacer una película que ni él sabe ya de qué trata.
Veo estas cuestiones a diario. Me enojo todo el tiempo con colegas (periodistas o cineastas) que, siento, se manejan sin códigos éticos que yo consideros prioritarios en mi escala de valores, pero también admito que me cuesta «ponerme en su lugar». Y de eso se trata, básicamente, MIENTRAS SOMOS JOVENES, de la complejidad de asumir la propia edad y de no juzgar de acuerdo a nuestro igualmente generacional modo de entender las cosas. A Josh le llama la atención que Jamie escuche «Eye of the Tiger», el tema de ROCKY 3, sin ironía alguna («ellos no diferencian esas cosas como lo hacemos nosotros», le dice a su mujer) o que use referencias de los ’70 que no conoce y que para él forman parte central de su vida «real» de la misma manera que a mí a veces me fastidia la fascinación por los ’80 que tienen personas que no estuvieron ahí para ver cuanta mierda había dando vueltas. Pero también admira esa capacidad de aglutinar todo sin culpas ni categorías.
Creo, sí, que la película tiene algunos problemas. Stiller actúa y piensa como alguien que debería tener unos años más de los que tiene, casi un baby boomer. Nuestra generación (sí, la llamada X) ya era bastante inclusiva y posmoderna en el sentido de no hacer tantas diferencias entre alta y baja cultura, a diferencia de la del «disco sucks» , cine de autor vs. Lucas/Spielberg («cine o cine de entretenimiento», como decía la cartelera de un diario) o la de música comercial vs. música progresiva, controversias tan caras a los ’70. Eso, se siente, está un poco sobredimensionado para hacer chocar a las dos generaciones más de lo necesario. También se podría pensar que este grupo de veintipico a los que la tecnología les importa poco y nada representa más bien a un sector hipster de grandes ciudades que al verdadero comportamiento gadgetiano de esa generación.
Hay otro problema aún más grande en el filme y que se nota, a veces, en el cine de Baumbach: tengo la sensación que es mejor guionista que cineasta, que no siempre tiene el ojo y el tempo como para manejar las situaciones, que no tiene un don natural para la puesta en escena y por momentos depende pura y exclusivamente de su ingenio para los diálogos. No siempre pasa (varios chistes visuales son buenísimos), pero hay ciertos momentos en los que a la película parecería faltarle aire, como si su respiración fuera errática, entrecortada. Algo que no pasaba en FRANCES HA, pero sí en GREENBERG, de la que esta película es una suerte de secuela emocional y temática.
Pero, más allá de los reparos, es inevitable que la película nos golpee una y otra vez con sus dardos, mitad tiernos, mitad maliciosos. En ese estilo Woody Allen/Paul Mazursky/Louis CK que Baumbach maneja hay espacio para criticar a los personajes y que ellos mismos se castiguen pero, claramente, hay un cariño hacia ellos que trasciende esa suerte de bronca. Hasta la parejita casada y con bebé, que parece ser el símbolo de la aburrida mediana edad, son queribles y, finalmente, revelan que no todo es tan rosa a la hora de ser padres de niños pequeños. La de MIENTRAS SOMOS JOVENES es honestidad brutal, a veces, pero hecha por alguien que les desea lo mejor a todas y a cada una de sus criaturas.
También la vi en el abasto.
Me sorprendió:
a) la cantidad de público
b) la cantidad de público que abandonó la sala a la mitad de la película, esperando ver una comedia de Stiller
Me pasó algo parecido con la edad del personaje, así como no le creí al director la identificación con el personaje de Frances Ha, sentí que había algo forzado en lo «viejazo» de Stiller, que, aunque algo inverosimil (exagerado, en realidad), hace funcionar muy bien esa primer mitad de la peli.
Así y todo (con asterisco en Margot at the Wedding) creo que es lo mejorcito que hizo desde The Squeed and the Whale.
Saludos.
Coincido, la sala se sentía como muerta. El público era bastante mayor y me parece que nadie entendía nada, ni una referencia, ni un chiste, nada. No los culpo, obvio, solo que no era la película que vinieron a ver.
La película tenía todo como para que me fascinara pero si bien me gustó no me terminó de pegar lo suficiente. Creo que tiene más que ver con la factura en sí que con los temas que trata…
Slds,
d
Qué suerte que esta película existe realmente. Cuando salí del cine tuve la impresión de que la película que acabábamos de ver con mi mujer se había hecho solo para nosotros dos y que el resto del público había visto una comedia con Ben Stiller. Gracias por confirmar la existencia.
Je!
A mí me pasó algo parecido…
Slds,
d